Javier Puente, ingeniero civil y consultor: ‘Hay que promover la actividad industrial y exportadora’

El ingeniero santanderino Francisco Javier Puente Collado ha pasado la mayor parte de su vida académica y laboral en el Reino Unido, a donde llegó con 17 años. Emprendedor y de mente inquieta, sus experiencias profesionales incluyen la puesta en marcha de una empresa en Brasil y la participación como consultor en proyectos internacionales de infraestructuras de transporte. Hoy vive a caballo entre Inglaterra y Cantabria y observa la región con ojos críticos, convencido de que la generación de un tejido industrial potente es fundamental para asegurar el futuro de todos los cántabros.


Tras un par de conversaciones preliminares, Javier Puente me atiende desde su casa en Londres, a donde acaba de regresar tras unas semanas en Santander. Este santanderino de 43 años, graduado en Ingeniería Civil por la East London University, trabaja como consultor en el área de diseño y modelaje 3D para empresas constructoras.

“En el 96 yo tenía 17 años y estudiaba en Las Llamas. Estaba a punto de repetir 3º de BUP, así que decidí dejarlo y buscar trabajo fuera de Cantabria”, relata Javier, recordando su primer viaje al Reino Unido. “Vine a Inglaterra porque un vecino de un amigo mío trabajaba en un hotel y me había comentado que necesitaban gente para limpiar habitaciones. Estuve trabajando un par de años en hoteles y bares, ganándome la vida y también disfrutándola. Fue un tiempo maravilloso.

En aquel momento no quería estudiar y tenía la impresión de que en España no iba a tener las oportunidades que me podía brindar el mercado laboral inglés”.

Poco a poco, empezó a constatar la utilidad de los estudios y se dio cuenta de que en la construcción había trabajo y buenos sueldos. Con estas ideas en mente, regresó a España para preparar el acceso a la universidad de mayores de 20 años y formarse como delineante a través de un módulo de grado superior. “Empecé a trabajar para arquitectos y proyectistas en Cantabria y, aunque el trabajo no me gustaba demasiado, se me daba bien”, cuenta con una sonrisa.

Decidido a aprovechar el nivel de inglés adquirido durante su primera estancia en el Reino Unido, solicitó plaza en varias universidades británicas en el área de la ingeniería de caminos, una profesión que le parecía más estable que la arquitectura. Fue aceptado en la East London University para un programa de BEng en Civil Engineering y se volvió a Inglaterra con un equipaje mínimo: “Me vine en el Ferry con una moto de 50 cc, una mochila a la espalda y otra entre las piernas. Fue una verdadera aventura”, confiesa el ingeniero santanderino.

“Estudiar en Londres fue complicado, ya que mis padres solo podían cubrir mi alojamiento. Eso me llevó a trabajar de lo que pude mientras asistía a las clases”, explica. “En 2005, con la carrera terminada, empecé a mandar currículos a empresas inglesas; dado que me había esforzado por integrarme, quería quedarme a vivir en el país. Conseguí entrar como topógrafo en el proyecto de la Terminal 5 de Heathrow, el mayor aeropuerto de Londres, y allí me enteré de que necesitaban gente que supiera trabajar con AutoCAD, algo que yo había aprendido en el módulo superior que hice en España. Así empezó mi andadura en el mundo del diseño, en el que he seguido desde entonces”.

Hacia 2006, Javier comenzó a trabajar como autónomo, diseñando parkings, zonas de estacionamiento limitado y otras infraestructuras relacionadas. Los contactos que iba haciendo le proporcionaron proyectos cada vez mayores hasta que, ya en 2008, llegó a ejercer como ingeniero senior en un proyecto millonario del Transport of London, el organismo que gestiona el sistema de transportes en Londres. Fue entonces cuando llegó a Inglaterra la crisis financiera y económica originada en los Estados Unidos un año antes.

Javier decidió dar un giro a su aventura y se fue al otro lado del Atlántico: “Cansado del ritmo de la vida en Londres y con un mercado laboral en peor estado, en 2010 me mudé a Brasil con mi pareja, que era brasileña. Nos asentamos en Porto Alegre, en el sur del país. Ya había estado allí de visita en varias ocasiones y me había dado cuenta de que en los supermercados las lechugas estaban bastante dañadas por el calor, así que pensé que mejorarlo podría ser un buen negocio. Por otro lado, me seducía la idea de hacer algo diferente, sin el estrés y los plazos de entrega tan apretados del mundo de la ingeniería”, relata Javier. “Junto con un tío de mi pareja, monté unos invernaderos y durante casi cuatro años cultivé lechuga hidropónica y otros vegetales para ensalada. Al margen de esto, también me puse a trabajar en mi área, sobre todo en modelaje y diseño de urbanizaciones de lujo”.

Pregunta.- ¿Qué le llevó a regresar a Europa?

Javier Puente.- En 2014 la economía brasileña empezó a empeorar y en Europa las cosas iban mejor, así que me acordaba de lo rápidamente que había empeorado la situación económica en Inglaterra unos años antes. Además, tuve algunos problemas en la empresa de lechugas con el tío de mi entonces pareja, con el que no acabé en buenos términos.

En 2015 volví a Inglaterra. Gracias a mis contactos, no me fue especialmente difícil encontrar nuevos clientes, y me puse a trabajar en modelaje 3D en proyectos de carreteras y aeropuertos. En los cinco años siguientes, trabajé en varios proyectos internacionales como consultor autónomo para las mayores constructoras de Europa. Era un trabajo que me gustaba mucho, ya que me permitía estar en contacto continuo con clientes, ingenieros y otros equipos, y me proporcionaba una visión global muy interesante de lo que se estaba haciendo.

Desafortunadamente, en 2020 tuve un accidente de moto bastante aparatoso en el que me rompí la tibia y el peroné. Como no podía caminar, regresé a España. A los 6 meses, casi recuperado, recibí algunas llamadas para sumarme a un par de proyectos, y cuando las cosas cambiaron tras la pandemia y se hizo necesario pasar más a menudo por la oficina o tener reuniones presenciales con clientes, regresé a Inglaterra. No obstante, sigue habiendo mucha flexibilidad, lo cual me permite pasar bastantes semanas al año en Santander.

P.- ¿Qué es lo más positivo que le ha traído desarrollarse personal y profesionalmente en el exterior?

J.P.- Me ha dado mucha más seguridad en mí mismo. Estar solo, haber salido adelante y haber triunfado profesionalmente sin tener el apoyo directo de mi familia y mis amigos es lo mejor que me ha aportado salir de España tan joven y aprender a vivir en una realidad distinta.

También siento que se me ha pegado parte del individualismo del norte de Europa, que me anima a no depender tanto del Estado ni de nadie más. A día de hoy, siento que mi vida, con las cosas buenas y las no tan buenas, es mía; no tengo muchas inseguridades.

P.- ¿Qué diferencias nota entre el mundo laboral inglés y el español?

J.P.- En Londres, la vida profesional está mucho más desarrollada a todos los niveles, así que resulta más fácil encontrar oportunidades si uno tiene ganas de trabajar y hacer las cosas bien. Todo tiene sus pros y sus contras, claro, y vivir aquí puede resultar duro: se trabaja mucho, el invierno es muy oscuro y la gente no es demasiado sociable, lo cual te hace las cosas algo difíciles cuando vienes de una cultura distinta. Lo bueno es que, si estás dispuesto a sacrificarte, recibes tu recompensa.

“En Inglaterra, el CV y el título no pesan tanto como la experiencia laboral, las ganas y el saber hacer bien las cosas”

En España, sin embargo, las primeras oportunidades en muchos casos solo se consiguen a través de contactos, y en las empresas no dan muchas a quienes no conocen o a quienes no tienen el perfil exacto que han indicado en el portal de empleo. Tras el accidente, envié más de veinte currículos y recibí una sola respuesta, que además fue negativa; ni siquiera me contactaron para tener una charla inicial conmigo. Aquí (en Inglaterra) se ve el mercado laboral de una forma diferente, y eso, lógicamente, tiene un efecto en los resultados.

Para las empresas inglesas, el currículo académico y el título no pesan tanto como la experiencia laboral, las ganas y el saber hacer bien las cosas en el puesto que se ocupa, lo cual hace más fácil progresar laboralmente. El desajuste entre trabajador y empresario es bastante mayor en España, al menos por lo que veo, dando lugar a un escenario en el que ni el trabajador se siente adecuadamente valorado ni el empresario se encuentra demasiado cómodo con las cargas sociales. Creo que falta cierta ética profesional; hay que dejar de ver las relaciones laborales como una guerra.

P.- Como persona que lleva fuera de España toda su vida profesional, ¿qué cree que puede aportar el talento cántabro en el exterior?

J.P.- Puede aportar experiencia y puntos de vista nuevos que ayuden a la región a avanzar. Viajar enriquece a todo el mundo, y ver cómo se hace el mismo trabajo en distintos lugares te trae muchas cosas positivas. Es un intercambio muy valioso; vivir en el extranjero te da autoestima, te enriquece personalmente y te permite obtener una perspectiva que la gente que nunca ha salido de su hogar no tiene. Pienso que, en gran medida, viene de tener que sacarte las castañas del fuego. Al cabo, somos nuestras experiencias.

Puente en su época de empresario agrícola en Brasil.

P.- ¿Conoce las redes de cántabros en el exterior, como la Red C2030 de CEOE o Cantabria Overseas?

J.P.- Si te digo la verdad, no las conozco, y creo que puede deberse al momento en el que me vine a Londres. Antes de 2011, cuando Inglaterra se convirtió en el destino de muchos jóvenes españoles que buscaban trabajo, no éramos demasiados por aquí. Debido a esto, veíamos más útil integrarnos que tener un contacto estrecho con nuestros lugares de origen.

En cualquier caso, poner en contacto a cántabros que viven o han vivido fuera me parece una gran idea. Pienso que tienes más posibilidades de reasentarte en Cantabria con éxito si tienes más contacto con personas que, como tú, han estado en el extranjero y conocen otras realidades, pudiendo compartir contigo una idea más parecida de la vida. Para mí, lo esencial es la forma de pensar: si haces lo mismo que hace todo el mundo en un lugar determinado, tus resultados van a ser regulares; si traes ideas frescas, quizá puedas obtener resultados mejores. Esto no implica que tus ideas sean mejores, pero son diferentes, de modo que el fruto de tu trabajo también será distinto de lo que todo el mundo espera.

P.- ¿Cómo siente su conexión con Cantabria? ¿Ha variado en el tiempo que lleva en Londres?

J.P.- Mi relación con Cantabria ha cambiado bastante con los años. Yo estoy orgulloso de dónde vengo, de mi ciudad y mi región, y tengo muy buena relación con mi familia, por lo que intento pasar parte del verano en Santander y regresar en otros momentos a lo largo del año, tan a menudo como me es posible.

Sin embargo, ha habido períodos, como cuando viví en Brasil, en los que estuve mucho tiempo sin regresar, lo cual me llevó a perder contactos y amistades. Es triste darte cuenta de que nadie se acuerda de ti cuando pasas mucho tiempo fuera. También es muy fácil de entender. En cualquier caso, yo he tenido la suerte de tener un grupo social amplio y amigos que han seguido quedando conmigo.

“Es triste darte cuenta de que nadie se acuerda de ti cuando pasas mucho tiempo fuera”

Si bien en ciertos momentos me encontré fuera de sitio, todo ha cambiado en los últimos años. Después del accidente y de pasar más tiempo en la tierruca, he vuelto a reconectar con los lugares de la infancia y he hecho nuevas amistades. Además, con el paso de los años me he dado cuenta de que la vida en la gran ciudad (a la que estoy acostumbrado) tiene mucho que ofrecer, pero la tranquilidad y el ritmo pausado de Santander también me sientan estupendamente.

P.- ¿Volvería a Cantabria?

J.P.- Sí, volveré, pero creo que lo haré algo más adelante, cuando necesite la tranquilidad y la vida relajada que no tengo en Londres. Mi intención es pasar en Cantabria al menos unos meses al año cuando me jubile, y estoy organizando la vida para hacerlo realidad lo antes posible. Sin ir más lejos, acabo de comprarme un piso en Santander.

Sin embargo, ciertas cosas, como las pensiones, hacen de una mudanza entre países algo muy complicado cuando llevas media vida fuera. En el Reino Unido, todo se ha vuelto mucho más difícil a nivel administrativo desde que se decidió abandonar la Unión Europea. Si mi plan actual no funciona, es posible que en un par de años tenga que volver a Cantabria a intentar montar algún negocio por mi cuenta.

P.- ¿Qué consejo le daría a alguien que está valorando la posibilidad de salir de Cantabria y de España?

J.P.- Que se vaya, que escoja un país que le parezca atractivo y compre un vuelo o un billete de tren para llegar allí cuanto antes. Opino que todo el mundo debería vivir un tiempo fuera, y no siempre por motivos económicos o de trabajo; hay mucho que ver y aprender lejos de casa. Al final, en la vida solo te arrepientes de lo que no has hecho.

Y si alguien leyera esto antes de empezar a estudiar en la universidad, le recomiendo tomarse un año para pensar qué quiere hacer de verdad y para conocer lo que hay fuera del mundo académico. Puede ayudarte a volver con más motivación y con las ideas más claras; eso es, al menos, lo que me pasó a mí.

“En Cantabria se puede vivir con 1000 euros, pero eso no es sostenible ni gratificante”

P.- Antes de terminar, me gustaría preguntarle cómo ve el panorama social, laboral y económico cántabro desde fuera.

J.P.- Por desgracia, veo todo muy limitado. En el norte de España hay mucha gente preparada y con ganas de hacer cosas, pero la mayor parte de las personas que quieren hacer algo distinto acaban teniéndose que ir fuera, algo que no parece que vaya a cambiar a medio plazo. En industria, y especialmente en el área tecnológica, hay muy pocos trabajos en Cantabria, por lo que muchas personas acaban yéndose a Bilbao, Madrid, Barcelona e incluso al extranjero para tener mejores empleos. La Cantabria verde que venden las campañas de turismo puede ser muy atractiva para el visitante, pero es necesario atraer empresas mayores y generar un tejido industrial potente para que la calidad de vida de los habitantes de la región se mantenga.

Precisamente por su belleza natural, Cantabria tiene cada vez más turistas nacionales e internacionales, lo que hace que la parte de la economía ligada a la hostelería y a los servicios relacionados con el turismo gane peso. Esto tiene su parte buena y su parte mala: se genera actividad económica gracias a los visitantes, pero vivir en Cantabria implica para muchas personas resignarse a percibir ingresos relativamente bajos, algo que puede resultar un gran sacrificio si se tienen hijos o se quieren tener. Es una región en la que a día de hoy se puede vivir con 1.000 euros, pero eso no es sostenible ni gratificante para quienes tienen interés en crecer profesionalmente.

En definitiva, pienso que hay que cuidar los paisajes y el turismo de calidad, pero si queremos que los jóvenes de Cantabria puedan quedarse aquí, también hay que poner los medios para que otros sectores puedan seguir creciendo. Deberíamos centrarnos en exportar bienes con un alto valor añadido, algo que el País Vasco ha hecho muy bien. Para que la Cantabria que conocemos tenga un futuro es esencial que se promueva la actividad industrial y la creación de riqueza a nivel regional.

José María Sainz- Maza del Olmo

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