‘Cantabria tiene todos los ingredientes para retener y atraer talento, pero necesita creer en ello’

Juan Carlos Allica, ex ingeniero del CERN y profesor de FP, lamenta las dificultades para emprender en España

Enamorado de la electrónica y docente por vocación, el ingeniero técnico santanderino Juan Carlos Allica ha dejado atrás la sede del CERN, en Suiza, donde ha trabajado durante una década, para ejercer como profesor en el Centro Integrado de FP Número Uno de Santander. Su experiencia internacional le lleva a ser optimista sobre el futuro de la región, connencido de que puede tener un futuro brillante siempre que sea capaz de retener y retornar el talento si es capaz de aplicarlo en empleos con mayor valor añadido que los actuales.


Juan Carlos Allica reside ahora en Santander pero ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en el extranjero. Ingeniero Técnico en Telecomunicaciones y Sistemas Electrónicos por la Universidad de Cantabria y con un máster en Sistemas Electrónicos Avanzados y Sistemas Inteligentes por la de Alcalá, enseña electrónica y electromedicina en un centro de formación profesional. Antes de regresar a Santander trabajó como ingeniero durante diez años en el afamado CERN, un centro de investigación europeo ubicado en Suiza que opera el laboratorio de física más grande del mundo.

“Soy un chico de barrio. Me crié entre edificios en obra y redes de pesca en la zona en la que confluyen Castilla-Hermida y el Barrio Pesquero”, dice Juan Carlos con una sonrisa. “Fui al Instituto de Bachillerato Mixto Nº3 y tuve la suerte de que me diera clase Alberto Pico, cuyo nombre lleva hoy ese mismo centro. Ya entonces aprendí a no juzgar a las personas y a creer en el talento de cada una de ellas”, explica. Sin saber qué hacer después del instituto, el consejo de sus padres llevó a Juan Carlos a trabajar en verano en un restaurante del Sardinero para sufragar los gastos de su formación, y a estudiar un ciclo formativo en electrónica del que guarda muy buenos recuerdos: “El aprendizaje colaborativo y por proyectos, junto con el ambiente cercano que se respiraba en el centro me engancharon. Aquel ciclo sacó lo mejor de mí y logró enfocar mi vida; fue el comienzo de mi carrera profesional.”

Para poder costearse posteriormente la matrícula en Ingeniería Técnica de Telecomunicaciones en la Universidad de Cantabria, pasó tres meses trabajando como técnico de mantenimiento en una plataforma petrolífera en el Golfo de México, una experiencia que considera transformadora: “era la primera vez que viajaba de manera autónoma al extranjero. Aquello me abrió un mundo nuevo que desconocía y aún tenía por descubrir, y me dio la confianza suficiente para encarar futuros retos”, relata. De vuelta en Santander, llegarían la ingeniería técnica y el Certificado Aptitud Pedagógica (CAP), con el que pensaba dar clase algún día. Como él mismo explica, “siempre pensé en ser docente, pero necesitaba estar preparado para enseñar; quería tener la suficiente experiencia profesional y humana como para educar y aconsejar adecuadamente a las futuras generaciones.”

Tras un breve período aprendiendo inglés en Bristol (Inglaterra) mientras trabajaba en hostelería, Juan Carlos consiguió una beca de estudiante en el CERN a principios de 2005. Allí permaneció 18 meses, en los cuales pudo colaborar en el desarrollo de electrónica para los aceleradores de partículas. Tras finalizar ese período, regresó a Santander y encontró trabajo en una empresa local que lo envió a trabajar a Madrid para la filial aeroespacial de Airbus. “Fui parte activa del diseño e integración de una sonda espacial de la Agencia Europea del Espacio (ESA), la sonda espacial GAIA”, sonríe con orgullo el ingeniero santanderino. Cinco años después, se trasladaría nuevamente a Suiza para trabajar en el CERN.

Juan Carlos Allica en el centro de FP donde da clase tras su retorno.

“De mi vida en Ginebra guardo grandes recuerdos”, comparte Juan Carlos. “Estuve diez años trabajando en un laboratorio internacional de referencia mundial como es el CERN, con más de 12.500 personas de 70 nacionalidades.”

Su trabajo consistía en diseñar sistemas electrónicos que midieran la cantidad de partículas que se estaban acelerando en el interior de los aceleradores del centro, un trabajo muy técnico, exigente y preciso. “Fue una gran experiencia y aprendí muchas cosas a nivel técnico y de gestión de proyectos”, recuerda Juan Carlos. “Pero, al llegar la pandemia, me di cuenta de que llevaba más de 17 años fuera de mi tierra y lejos de mi familia, y decidí que era un buen momento para pensar en cambiar el rumbo y volver a Cantabria.”

Pregunta.- ¿Qué diferencias destacaría entre el mundo laboral suizo y el español?

Juan Carlos Allica.- Las mayores diferencias se encuentran en el enfoque de la relación entre la gerencia y los trabajadores, así como en todo lo que atañe a los distintos niveles de responsabilidad personal.

Tu jefe no hace un seguimiento pormenorizado de lo que haces, sino que existe una relación de confianza en la que tanto el manager como el trabajador saben que tienen unos plazos y unas obligaciones que se deben cumplir. De este modo, la responsabilidad se encuentra distribuida entre ambas partes y no se requiere la presencialidad para justificar el trabajo. Además, el horizonte temporal se plantea a largo plazo y se piensan las cosas para que puedan ser sostenibles a lo largo del tiempo.

En España, por el contrario, veo que a menudo se peca de un control excesivo por parte de la gerencia, generándose un ambiente de desconfianza entre jefes y trabajadores, algo propio de modelos productivos anteriores, en los que primaba el esfuerzo físico sobre el intelectual. Esa mentalidad anticuada de la empresa crea división entre las partes y reduce la productividad, lo cual, sumado a un enfoque generalmente cortoplacista, actúa finalmente en perjuicio del propio empresario.

P.- ¿Echaba algo de menos viviendo allí?

J.C.A.- Sí, pero tenía más que ver con las relaciones personales: en Suiza, el trato entre personas es más distante y las personas son simplemente profesionales que colaboran para la consecución de un objetivo. Su relación solo está circunscrita al trabajo, y en la oficina se genera un ambiente más frío que a mí no me termina de convencer. Por eso, cuando vivía allí tenía un grupo de amigos y conocidos españoles con los que me gustaba quedar para comer, hablar en español y compartir momentos en el contexto de nuestra cultura, algo muy agradable y relajante cuando trabajas a diario intercalando varios idiomas.

‘Los españoles somos a menudo nuestros peores enemigos’

P.- ¿Qué es lo mejor que le ha aportado esa experiencia en el extranjero durante más de una década?

J.C.A.- Lo más positivo es la tolerancia y la apertura de mente que te genera vivir inmerso en otra cultura y expuesto a otros puntos de vista. Además, me he traído un extra de confianza, ya que, cuando vives fuera, algo tan sencillo como renovar el carné de conducir puede ser un todo reto; así, cuando juegas en casa, todo te parece mucho más fácil.

Por otro lado, viviendo fuera he podido constatar que, en España, nosotros mismos somos a menudo nuestros peores enemigos, y que somos muy capaces de hacer grandes cosas cuando nos lo proponemos (¡aunque parece que solo sabemos hacerlas fuera!). He aprendido, en definitiva, que no debemos tener ningún complejo.

P.- A quienes están pensando pasar un tiempo en el extranjero, ¿qué les recomendaría?

J.C.A.- Lo primero, que puedes aprender idiomas en un ambiente controlado, con tranquilidad y poco a poco. Aprender limpiando platos, como hice yo, no es lo ideal ahora que hay tantas posibilidades en la red y todos los contenidos audiovisuales se pueden ver en versión original. Lo que siempre recomiendo es comenzar viendo nuestra película o serie favorita, cuyos diálogos nos sabemos de memoria, en versión original; así podemos olvidarnos del argumento y centrarnos en el idioma.

Otra cosa muy útil a la hora de prepararte para la vida en el extranjero es potenciar las habilidades sociales y tratar de ser una persona abierta. De esta manera, cuando te mudes a un sitio nuevo y necesites relacionarte con gente nueva para establecer los cimientos de una nueva vida, no tendrás que vencer esa barrera de la timidez en el peor momento.

‘Hay demasiada rigidez por parte de la Administración a la hora de emprender’

P.- ¿Considera que su experiencia a su regreso a Cantabria está siendo positiva?

J.C.A.- Estoy muy contento de poder pasar más tiempo con mi familia, y la verdad es que me gusta mucho vivir en España y en mi Cantabria. Me agrada tener la oportunidad de devolver, a través de mi experiencia y los conocimientos adquiridos en estos años, la educación que recibí y que tanto me ayudó en su momento. Mi intención es contribuir a la educación de las futuras generaciones y poder hacer de Cantabria un lugar aún mejor donde vivir.

También he percibido, sin embargo, otras cosas no tan positivas. Por ejemplo, destaca la rigidez por parte de la Administración a la hora de emprender, lo que hace muy difícil fundar y poner a funcionar una empresa. Tengo amigos que tienen empresas y siempre se quejan de la cantidad de burocracia con la que tienen que lidiar y el poco apoyo que reciben por parte del sector público.

Además, los sueldos son bastantes bajos y la vivienda es cada vez más cara. Los sueldos se podrían mejorar a largo plazo con trabajos de mayor valor añadido pero el problema de la vivienda no tiene una solución sencilla. Es fundamental en cualquier caso evitar que, existiendo tantas viviendas vacías, haya tanta gente sin posibilidades reales de acceder a su uso.

P.- ¿Qué cree que puede aportar el talento cántabro en el exterior una vez retornado?

J.C.A.- El talento, tanto el retornado como el que siempre ha permanecido en Cantabria, puede contribuir a modernizar y transformar la economía regional. Debemos invertir en la educación y la formación de las personas. Eso fue lo que hizo Corea del Sur después de la guerra en los años 50, pasando de ser un país de pescadores a ser una potencia tecnológica de primer orden; nosotros podemos hacer exactamente lo mismo y sin necesidad de pasar una guerra. Nuestro problema, en mi opinión, es no creer en nuestras propias posibilidades y estar siempre esperando que otros nos den las soluciones. Habernos dado cuenta de esto el principal valor que podemos aportar quienes hemos residido en el extranjero.

‘Es imprescindible generar oportunidades para que nuestro talento retorne’

P.- ¿Iniciativas como la Red C2030 o Cantabria Overseas ayudan a aprovechar ese talento humano?

J.C.A.- Sí, eso creo. Me encantan las iniciativas de internacionalización, sobre todo cuando tienen una perspectiva largoplacista, como esta. Formo parte de la Red C2030 y conozco a los miembros de Cantabria Overseas de algunas quedadas de miembros de la Red; son gente increíble que ayudó a demostrar durante la pandemia como la colaboración y la internacionalización pueden generar grandes resultados incluso en los momentos más difíciles.

P.-¿Qué más podría hacerse?

J.C.A.- Es imprescindible generar oportunidades para que nuestro talento retorne y dar a estas personas seguridad laboral, ya que es muy difícil pensar en volver cuando te sigue una familia. Nuestro modelo actual es un error que conduce a que otros países se nutran de nuestro talento, ya que todo el esfuerzo público por dar a los jóvenes una educación de calidad se acaba perdiendo al no crearse las suficientes oportunidades laborales de calidad en nuestro país. Hay que poner freno a esta situación.

Por otro lado, se hace cada vez más necesario un cambio o una transformación del modelo productivo. Sin ir más lejos, disponemos de grandes cantidades de luz solar, viento y energía derivada de las mareas, por lo que podríamos ser un país con una energía casi gratuita. Con energía barata y mano de obra cualificada de calidad, muchas grandes empresas internacionales no dudarían en instalarse en nuestro país. Pero, para que algo así funcione, hace falta un plan, un modelo a largo plazo que dé seguridad y oportunidades para desarrollarse a las empresas.

Debemos aprovechar el talento que tenemos, todo lo que muchos cántabros han aprendido estudiando y trabajando en el extranjero, para poder generar más valor añadido, modernizar nuestra industria y generar nuevos empleos más cualificados que suplan los que serán reemplazados por tecnologías como la inteligencia artificial en los próximos años.

‘Cantabria tiene unas posibilidades inmensas’

P.- ¿Cómo ve el panorama social y económico cántabro a día de hoy?

J.C.A.- No lo veo mal, pero es muy mejorable. Siempre he pensado que Cantabria debería invertir más dinero en marketing exterior, ya que aún es una gran desconocida. Por ejemplo, mucha gente ha oído la palabra Santander, pero siempre asociada a un banco, y muy pocos saben que en realidad es una ciudad con una bahía preciosa y la capital de una región maravillosa.

Cantabria tiene unas posibilidades inmensas: tiene buenas comunicaciones, salida al mar, últimamente buen clima, agua en abundancia, una gran calidad de vida, terreno de sobra para la instalación de industria y de centros de producción de energía, una buena universidad, centros de FP de calidad, etc. En definitiva, nuestra región tiene todos los ingredientes para poder consolidar su tejido empresarial y atraer talento (retornado o no) que genere valor añadido. Pero, como ya dije antes, para que esto suceda necesitamos un plan a largo plazo, apostar por la educación de calidad y, sobre todo, creer en ello.

José María Sainz-Maza del Olmo

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