¿Por qué no despega la economía cántabra?

El último informe del BBVA pronostica un crecimiento del 2,6% para Cantabria en este año, uno de los tres más bajos del país; el presidente de la CEOE local sostiene que la situación de la región es “crítica” y el gasto medio por hogar, según el INE, todavía descendía en 2016 un 1,5%, cuando en muchas otras comunidades ya estaba en pleno crecimiento. ¿Hay algún motivo por el que Cantabria siga sin despegar con claridad? ¿Es la confirmación de esa constatación histórica de que la región entra en las crisis más tarde que nadie pero también es la última en recuperarse? Veamos aquí algunas de las razones que pueden justificar esta demora.


En el otoño de 2008 los ecos lejanos de la crisis de la banca de inversiones norteamericana apenas agitaron las ramas del exuberante bosque económico español, que crecía como ningún otro. Nadie imaginaba que solo unos meses después el ojo del huracán estaría en nuestro país, ni siquiera la oposición, que durante cinco años seguidos aprovechó todas las comparecencias de los miércoles del presidente Zapatero para interrogarle sobre el terrorismo. Ni una sola vez por la posibilidad de que estallase la burbuja inmobiliaria o de que colapsasen las cajas. Nadie la vio venir, con la excepción del economista Guillermo de la Dehesa, que hizo una seria advertencia en las páginas de El País y fue inmediatamente desautorizado desde los ámbitos más diversos.

Pero sí que se estaba larvando una crisis, y estalló. Nueve años después, aún no nos la hemos quitado de encima, a pesar de que llevamos tres años de recuperación, y especialmente en Cantabria. Crisis ha habido siempre y se han superado, ¿por qué está resultando tan difícil esta vez?

GRAN DEPENDENCIA DEL SECTOR PÚBLICO.– En Cantabria hay 35.500 personas que cobran sueldos de las Administraciones públicas (casi 40.000 si se suman los interinos). Pero no son los únicos, porque habría que añadirles los trabajadores de empresas públicas, como Equipos Nucleares, Enwesa, Cantur, Mare o el Puerto, y de organismos como Correos, además de los 138.000 pensionistas, las 5.500 personas que perciben la Renta Social Básica o los 20.000 desempleados que cobran la prestación. Un número muy alto si se tiene en cuenta que es una región con solo 240.000 cotizantes a la Seguridad Social. El sector público es vital para la marcha de la comunidad, porque supone el 47,7% del PIB, casi tanto como el sector privado.

Si las Administraciones públicas tienen mucha capacidad de gasto, Cantabria crece con fuerza, pero cuando, como ahora, su presupuesto apenas da para pagar los gastos corrientes (nóminas, suministros…) y atender las exigencias de la gigantesca deuda que hemos acumulado, la región sufre más que otras.

NO HAY OBRA PÚBLICA ESTATAL.– Ese es el argumento que utiliza Miguel Ángel Revilla para justificar las diferencias, y lo cierto es que los datos lo confirman. En 1991, la autonomía sufrió un colapso económico como consecuencia del fortísimo endeudamiento asumido por el Gobierno de Hormaechea en la legislatura anterior, y eso paralizó las obras públicas, causando una gravísima crisis al sector, pero al menos se mantenían las obras del Estado. Ahora, tanto unas como otras siguen bajo mínimos, aunque es un mal general: en los primeros cuatro meses de este año, el Ministerio de Fomento ha aprobado obras en el país por un importe de 2.270 millones de euros, un 87% menos de las que aprobaba en el mismo periodo de 2008. Poco antes de que se desatara la gran tormenta financiera internacional que hundió al mundo en una recesión, el Gobierno de Rodríguez Zapatero todavía repartía 148 millones de euros en obras cada día. Hoy no llega a los 19 millones diarios y de esa cuantía a Cantabria le llega una fracción insignificante.

Como se queja el presidente Miguel Ángel Revilla, la reducción de la inversión estatal en Cantabria le está costando a la región casi un punto de PIB. Bastaría con volver a la inversión de la pasada década para que Cantabria pasase de crecer el 2,6% a un 3,5%.

TAMPOCO HAY OBRA PÚBLICA REGIONAL.– Revilla reta a que alguien encuentre un solo cartel de una obra estatal en la región, pero lo cierto es que la autonomía padece el mismo mal. Su potencia de fuego en este terreno siempre ha sido menor, pero si pudiese hacer una inversión en obra pública semejante a la que la hacía una década atrás, añadiría tres o cuatro décimas más a ese crecimiento. Es decir, que solo con que las Administraciones recuperasen el fuelle inversor el ritmo de crecimiento de la región pasaría a ser del 4% y sí que estaríamos en condiciones de recuperar con rapidez la renta perdida en estos años.

NI SIQUIERA HAY OBRA PRIVADA.– Las tres patas del banco de la construcción cojean a la vez. La tercera, la de los promotores privados, debiera haber remontado hace tiempo, porque Cantabria entró en la crisis con menos stock de viviendas sin vender que cualquier otra región, lo que hacía presumir que la recuperación sería más rápida. Sin embargo, no lo ha sido, y solo ahora empiezan a verse algunas grúas en la capital. Apenas quedan promotoras en activo y lo poco que se hace lo desarrollan cooperativas de propietarios, un claro índice de la debilidad que sigue teniendo el sector.

ASFIXIA FINANCIERA.– El endeudamiento se paga. Lo han pagado los particulares, que aún tratan de digerir los créditos hipotecarios contratados la pasada década, y lo pagan las administraciones públicas. A lo largo de esta crisis, el gasto no financiero del Gobierno regional ha caído en 442 millones de euros mientras que los gastos financieros (amortizaciones, intereses…) han crecido en 325 millones, un 365%. Un dinero que se volatiliza cada año.

LA PÉRDIDA DE RENTA HA SIDO MÁS PROFUNDA.– Entramos más tarde que nadie en la crisis y nuestras tasas de desempleo no han sido tan dramáticas como las de otras regiones y, sin embargo, hemos perdido más peso económico que la mayoría, algo que solo cabe entender por una fortísima caída de la productividad, achacable a que los nuevos empleos que estamos creando son menos cualificados y peor remunerados. Entramos en la crisis con un 94% de la renta media española y ahora estamos en un 89%. No solo no podemos presumir de haber vuelto al punto de partida de 2008, como asegura Rajoy que ya ocurre a nivel nacional (solo en términos de PIB) sino que aún nos queda mucho camino por recorrer. Tendríamos que recuperar el 70% de los empleos que destruyó la crisis (sólo hemos recuperado hasta el momento 12.800) y los cinco puntos que han perdido los niveles salariales.

EL I+D+i ES MUY ENDEBLE.– Cantabria siempre ha estado por debajo de la media en investigación y desarrollo pero cuando las cosas vienen mal dadas, esa brecha se amplía extraordinariamente. La región, que llegó a invertir el 1,2% de su PIB en innovación, ahora apenas dedica un 0,8%.

FALLAN OTROS INGRESOS COMPLEMENTARIOS.– En una comunidad donde hace una década y media se concentraba casi el 2% del capital del Banco Santander, los dividendos de la entidad eran una fuente de ingresos muy relevantes para algunas capas sociales, sobre todo para la burguesía santanderina, que vinculó parte de su patrimonio a las acciones del Banco. Por ese motivo, la reducción del dividendo por título de 60 céntimos a 20, decidida por la actual presidenta hace tres años, ha representado una pérdida de ingresos muy relevante. Unos ingresos que, por otra parte, eran entendidos como un complemento a las rentas ordinarias y que, por tanto, eran más propensos a ser destinados al consumo.

También ha descendido el valor patrimonial de esas carteras y los ingresos derivados por las imposiciones a plazo en los bancos, de forma que los rendimientos del capital son bastante menores que hace una década.

PERDIDA DE PATRIMONIO INMOBILIARIO.–  La caída del valor de mercado de las viviendas en algo más del 40% a lo largo de la crisis ha supuesto un grave quebranto patrimonial para las familias cántabras, ya que la vivienda es su principal inversión, con mucha diferencia. Los precios en otros lugares ya llevan dos años remontando y, aunque ese incremento de patrimonio no sean materializable, la gente se siente financieramente más sólida. En cambio, los inmuebles no acaban de subir en Cantabria y eso también mantiene retraídas a las familias a la hora de gastar.

DESCAPITALIZACIÓN LABORAL.– La emigración por razones laborales puede llegar a ser interesante si se trata de jóvenes que luego van a volver más capacitados, pero en Cantabria se está exportando la mano de obra más cualificada, sin un retorno previsible a corto y medio plazo. El problema es mucho más grave de lo que parece, al desaparecer las capas sociales más proactivas –algo que Torrelavega, en concreto, sufre ya desde hace dos generaciones– y eso genera un abismo insalvable detrás de quienes se jubilan, puesto que no hay cuadros para reemplazarles.

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