El PP recupera todo el poder en Cantabria y pone en peligro la continuidad del PRC como partido

María José Sáenz de Buruaga se entroniza en la región y en su partido, tras una dura travesía del desierto, mientras que el PRC se puede desangrar si no entra en el Gobierno

Lo ocurrido el pasado 28-M en Cantabria supone toda una revolución. Retorna a lo grande el PP, que cuatro años antes apenas pudo conservar algo más que la alcaldía de Santander, en una comunidad donde lo controló todo. Con una mayoría que le permite gobernar la región sin tener que echar mano de Vox, si el PRC se abstiene, y medio centenar de ayuntamientos, da el carpetazo a una época: desaparecen Ciudadanos y Podemos, controla el crecimiento de Vox y puede acabar con la larguísima vida política de Revilla y del PRC. Incluso deja en una situación incierta al líder del PSOE, Pablo Zuloaga. Un gran éxito que consolida como baronesa a María José Sáenz de Buruaga, en la que ni siquiera confiaba su partido, que le ha prestado muy poco apoyo hasta ahora.


Revilla habla de mareas para explicar el movimiento de los votos a lo largo del tiempo, pero las mareas tienen cadencias y al PRC le ha tocado la de reflujo. También a Podemos. A la marca que aspiraba a asaltar el cielo y que llegó a competir con el PSOE por el primer puesto de la izquierda no le ha sentado bien el paso por el Gobierno nacional, hasta el punto de haberse autofagocitado. En lugar de reclutar más votantes, ha perdido casi todos los que tenía.

No es fácil saber dónde fueron esos votos. Es posible que una pequeña parte de ellos hayan optado por el PSOE, aunque es más probable que la subida de los socialistas proceda de antiguos electores regionalistas. Pero la mayoría de los votos perdidos por Revilla se han ido al PP. Es la única forma de entender lo que ha ocurrido. Vox ha recrecido los suyos y, aunque el caladero del que presumiblemente se iba a nutrir la derecha era el de anteriores votantes de Ciudadanos, no eran suficientes para explicar este gran ascenso.

Un vuelco absoluto, propiciado en parte por el gran retroceso regionalista en Santander, donde no se confirmaron las grandes expectativas que había despertado Piña. Dos mujeres, Buruaga desde el Gobierno e Igual, desde el Ayuntamiento, pasan a controlar la política regional.

Si se analiza la serie histórica y el reparto de los votos entre los grandes bloques, se puede constatar que el PRC, y especialmente Miguel Ángel Revilla, tuvo muchos prestados en las elecciones de 2019. Si bien es cierto que los regionalistas llevaban muchos comicios mejorando resultados, algo que ningún partido consigue, el éxtasis de 2019 solo podía entenderse con la llegada ocasional de votos procedentes de su izquierda y de su derecha, descontentos de sus opciones naturales. Los unos, porque Pablo Zuloaga había acabado sin contemplaciones con toda la cúpula anterior del PSOE, a la que ni siquiera ofreció una salida digna, algo que molestó a muchos votantes socialistas. Los otros, porque el Partido Popular había quedado roto en dos tras un cruento congreso en el que María José Sáenz de Buruaga se había enfrentado a quien había sido su jefe, Ignacio Diego, y había ganado por apenas media docena de votos en unas circunstancias dramáticas que acabaron en los tribunales.

El PRC, un partido sólido con un jefe carismático al que nadie discutía, se había encontrado un escenario tan favorable con la crisis de sus rivales que pudo llegar a pensar que ser el partido más votado de Cantabria era la evolución natural de su larga carrera política. Pero no era así y el cambio en las circunstancias de los demás ha provocado este batacazo de realidad. La vuelta a su techo natural.

Esos votos vueltos al redil son los que han empujado los magníficos resultados de Buruaga, más que el hundimiento de Ciudadanos, que no ha sido tan drástico como se suponía, porque ha conservado un 3% del voto, un resultado casi heroico cuando todo el mundo sabía que quedaría fuera de la Cámara.

El PRC necesita estar en el Gobierno

Aunque la convocatoria de las elecciones nacionales parece haber dejado viejo todo lo anterior, lo ocurrido el 28 de mayo supone un cambio de época. Tanto que María José Sáenz de Buruaga puede llegar a gobernar Cantabria en solitario. De hecho, Revilla le ofreció de inmediato la abstención del PRC para que pueda conseguirlo sin tener que recurrir a los votos de Vox.

Esta oferta inicial sin más condiciones que no repetir el hostigamiento de la época de Ignacio Diego, parecía hacer innecesaria cualquier otra negociación pero ha acabado por crear un gran desasosiego en el PRC al dar lugar a una campaña de bulos que buscan sumir a los regionalistas en el caos. Uno de esos bulos, que llegó a ser recogido como cierto en informativos nacionales de televisión, aseguraba que Revilla había entregado las tres ciudades más importantes donde el PRC tiene la posibilidad de gobernar, a cambio de que no se le investigase. Es evidente que una oferta como esa hubiese acabado con el PRC, al incendiar sus bases, especialmente las de esas tres plazas.

Revilla ofreció muy rápido la abstención incondicional del PRC, pero ha tenido que cambiar la estrategia para conseguir que esos votos le garanticen, al menos, que no habrá una política de destrucción del PRC.

Revilla sabe que el talante de Sáenz de Buruaga no es el de Diego y creía que su partido podía volver a una convivencia con el PP como la que mantuvieron en la época de Martínez Sieso, con más motivos aún si ni siquiera pedía entrar en el Gobierno, lo que sí exigió entontes.

Para el PP no es una mala opción, porque le permitiría gobernar cómodamente en minoría como si realmente hubiese obtenido una mayoría, sin tener que recurrir a Vox y, por tanto, sin ese condicionamiento que Génova y la propia Buruaga quieren evitar siempre que sea posible.

El ofrecimiento de Revilla resultó un peligroso error de cálculo y en el partido pronto se dieron cuenta de hasta qué punto. Hay una parte muy significativa del PP que presiona a su presidenta para que aproveche las circunstancias y destruya al PRC. Están convencidos de que, alejado del poder y sin el liderazgo de Revilla (cuya salida ya es inevitable) no duraría mucho, porque los bastiones de los ayuntamientos son más débiles de lo que parecen.

Los alcaldes nunca ha sido fáciles de manejar por los partidos, porque ejercen el poder de una forma muy directa y tienen una propensión irrefrenable a no querer ser controlados por sus formaciones. Si a esa tendencia se une el hecho de que todo el dinero público lo manejará ahora el PP, quienes piden acabar con el PRC dan por hecho que, antes o después, una buena parte de los alcaldes regionalistas huirán del partido en busca de un sol que caliente más, el de los populares.

Sin el pegamento del poder, el PRC resulta mucho más frágil de lo que parece. Se comprobó en el pasado, en épocas en que Revilla se quedó prácticamente solo y se ha visto también en muchos otros lugares del país con partidos regionalistas que, después de momentos de esplendor, desaparecieron tras una derrota, cuando ya no era posible satisfacer las ambiciones personales de sus miembros.


Desbandada general

Félix Álvarez cierra su etapa política después del fracaso de Ciudadanos.

Todas las campañas electorales son intensas pero en esta parecía que los contendientes fueran Sánchez y Feijóo y eso le ha dejado muy poco espacio de visibilidad a Vox, a Ciudadanos (que ya lo había perdido) y a Podemos, empeñado en autoanularse.

Nunca hubo tantas promesas en campaña pero tan pocas de índole ideológica. Si las separamos de las siglas, resultaría muy difícil saber quién ha propuesto qué o qué va a cambiar ahora. Ni siquiera Vox se ha explayado en sus propuestas ideológicas, más allá de derogar la Agenda 20/30, una materia en la que los ayuntamientos y el Gobierno regional tienen muy poco que decir. En cambio, no se han atrevido a proponer la supresión de la autonomía o al menos, unirse a Castilla y León, quizá porque sus candidatos Leticia Díaz y Emilio del Valle han sido consejeros del Gobierno regional y no se vería muy coherente. Tampoco lo fue que en una lluviosa tarde de 1982, Ángel Díaz de Entresotos encabezase una pancarta de la asociación ANECA negando la autonomía y pidiendo la integración en Castilla y solo un año después fuese el presidente de la comunidad autónoma de Cantabria con AP (el actual PP).

Todos los contendientes regionales han vivido la campaña con más angustia que nunca, porque las encuestas dejaban abierta cualquier posibilidad de gobierno y por los desencuentros internos. Las campañas del PP para el Ayuntaniento de Santander y para el Gobierno parecían de partidos distintos, en parte porque Gema Igual ha dejado en segundo plano las siglas, dispuesta a convencer a los que anteriormente votaron a Ciudadanos pero también a una parte de los votantes del PRC y Buruaga, por su parte, navegaba sola dentro de un partido que sigue sin restañar las heridas del penúltimo congreso. La alcaldesa en funciones tenía las mismas incertidumbres con el problema de la limpieza de las calles y la guerra que le declaró el poderoso presidente de Ascan, tras quitarle a su empresa la concesión del servicio de limpieza y recogida de basuras.

El PRC ha decidido no concurrir a las generales y Mazón opta por jubilarse.

Pocos partidos se libraban de estos conflictos internos. En Vox, parte de la directiva cántabra se dio de baja cuando se conocieron las listas, lo que no ha tenido ningún efecto entre los votantes. En el PSOE, donde se daba la misma distancia sideral que en el PP entre sus candidatos al Ayuntamiento y al Gobierno regional, también se podían afilar los cuchillos en función de los resultados que obtuviese cada uno y en Podemos ya ni siquiera era posible seguir la línea de liderazgo, porque han cambiado tantas veces que ni los más acérrimos están al día.

El poder puede ser un magnífico pegamento y esta ha sido una de las poquísimas ocasiones en que casi todos los partidos aspiraban a tocarlo: el PRC y el PSOE, porque ya lo tenían; el PP, porque las encuestas le garantizaban retener Santander y le abrían una estrecha ventana para alcanzar el Gobierno regional; Vox, porque podía resultarle imprescindible al PP en ambas instituciones;  y Podemos-IU, porque aspiraba a hacer ese mismo papel si entraba en el Parlamento y PRC-PSOE no sumaban.

Nunca antes hubo tantos atentos al reparto y nunca antes tantos afectados por el resultado: Si Vox no entra en el  Gobierno regional –y María José Sáenz de Buruaga no tiene ningún interés– su papel en el Parlamento será invisible y muy incómodo, porque no le quedará más remedio que respaldar al Gobierno a cambio de nada. En el Ayuntamiento, ni siquiera eso. Gema Igual se basta y se sobra por sí sola, con su mayoría absoluta.

En el resto de los partidos se va a producir una desbandada general: desaparecerán Podemos y Ciudadanos (salvo en el enclave de Astillero, un caso único en el país); al PSOE no le valdrá de casi nada el título de ‘líder de la oposición’, y el PRC se enfrenta a dos escenarios muy distintos: si entra en el Gobierno puede mantenerse cohesionado en una nueva versión post-Revilla. En caso contrario, puede acabar dinamitado por sus propios alcaldes.


Cambio de estrategia

Eso ha obligado al PRC a cambiar por completo la estrategia de negociación y exigir todo un pacto de gobierno (pero sin entrar en él) a cambio de abstenerse. Aunque se trate de propuestas de bajo perfil ideológico y en su inmensa mayoría asumibles por Buruaga, ésta no puede alimentar la sensación de que otro partido decide su programa de gobierno y la líder regional del PP probablemente rechazará todas o la mayoría.

En realidad, a los regionalistas les vale una sola cosa: el punto 1, en el que el PP se compromete a no recurrir a los votos de Vox. Ese es el auténtico salvavidas del PRC, al garantizarse que sus votos sean imprescindibles durante toda la legislatura, porque ningún gobierno querría destruir a aquel al que necesita.

Buruaga tendrá que decidir si acepta esta política de vive y deja vivir, que le evitaría estar en manos de Vox, o dejarse seducir por quienes en el partido quieren acabar con el PRC a toda costa, para que nunca más los regionalistas tengan la capacidad de ser el partido bisagra que decide si gobierna la izquierda o la derecha. Eso supondría volver a un bipartidismo en el que los populares dan por seguro que tendrían el panorama despejado para siempre. El PSOE, con sangrías permanentes a su izquierda, nunca sería rival suficiente para impedir sus mayorías.

Feijoo en una visita a la ganadería El Cerrillo, de Ruesga, durante la campaña electoral..

En varias ocasiones recientes, Buruaga ha mostrado su reconocimiento a la trayectoria política de Revilla, a su papel en el creación de la autonomía y a su dedicación absoluta a la comunidad durante más de cuatro décadas, pero cuando lo ha hecho con militantes de su partido presentes se han oído claramente los abucheos. Por tanto, no tendrá fácil la decisión.

Los nubarrones que se vislumbran en el futuro del PRC ni siquiera se despejarán con una actitud más conciliadora del PP. Los regionalistas hubiesen necesitado entrar en el Gobierno y disponer de al menos tres consejerías para acomodar a los tres delfines de Revilla, Javier Marcano, Paula Fernández y Guillermo Blanco, hasta completar el proceso de transición en el liderazgo y para contener la presión que ya han iniciado los alcaldes, que se va a ir extendiendo a otros altos cargos que quedan a la intemperie, del centenar largo que reunían las consejerías regionalistas y socialistas. Aunque la mayoría son funcionarios y retornan a sus puestos o están en edad de jubilación unas decenas tendrán que buscarse una salida por sí mismos, porque en la vida real no hay tantas puertas giratorias, al menos en una autonomía pequeña como Cantabria.


Las puertas que abre Revilla no las abrirán otros

La última visita que la presidenta del Santander ha hecho a López Obrador, en la que le regaló una camiseta del Racing. En alguna de ellas, AMLO ha marcado el teléfono personal de Revilla para preguntarle: “¿A que no sabes a quien tengo aquí?”

Zuloaga no le ha sacado rendimiento electoral, pero lo cierto es que ha abierto las puertas de muchos ministerios en estos cuatro años y las inversiones estatales en la región han sido muy notables. En lo que va de año ha conseguido una auténtica catarata de obras y compromisos que ya están en el Boletín Oficial del Estado o en licitación, como el tercer carril de la A67 entre Polanco y Santander o el inicio de los trabajos del MUPAC. Pero quien realmente abre puertas es Miguel Ángel Revilla. Ningún otro presidente regional era capaz de concentrar en las cenas previas al día de la comunidad en Fitur semejante número de ministros, empresarios de postín y notables de la televisión. Pero lo más insólito es que su efecto llega fuera del país. Prácticamente todas las semanas le llama el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con quien hubiese tenido muchos más encuentros públicos de no haber mediado la carta en la que AMLO, a poco de tomar posesión, arremetía contra los conquistadores hispanos.

El valor de ese contacto estrecho con el presidente de uno de los países más poblados del mundo, es mucho más importante de lo que algunos creen. Basta un ejemplo: el mercado mexicano es extraordinariamente importante para las empresas españolas, que se juegan grandes cantidades allí. El BBVA es el primer banco del país y el Santander, el segundo, y ambos obtienen grandes rendimientos en el país azteca. Pero este orden se invierte a la hora de tener acceso al presidente del país. Ana Botín ya ha mantenido con él cuatro encuentros o comidas. Por su parte, Iberdrola se ha visto obligada a vender lo que tenía allí y marcharse ante la falta de empatía con López Obrador. La diferencia está en Revilla.

En la semana que permaneció en la hacienda de AMLO hasta que este tomó posesión, el presidente cántabro también confraternizó con el líder de los laboristas ingleses, Jeremy Corbyn, que nunca llegó a derrotar a Cameron. Revilla no habla inglés y nunca hubiese podido llegar a alcanzar el mismo grado de confianza, pero eso no quita que también haya tenido la oportunidad de ser colega de un Premier inglés.

No osbtante, y aunque cueste creerlo, Revilla no usa mucho el teléfono, un Nokia tan pasado de moda y tecnología que ha tenido que buscarse otro idéntico por si en algún momento dejase de haber repuestos. Apenas llegan a él dos o tres llamadas al día, aunque eso sí, suelen ser relevantes. Es una demostración de que a sus consejeros les ha dejado siempre mucho margen de maniobra, aunque es difícil pillarle en un renuncio por algún asunto de su Gobierno en el que no esté bien informado.


La consolidación de Buruaga

La consolidación de Buruaga en el PP también marca un cambio de época. Después de unas legislaturas muy sufridas, con una enorme soledad, puesto que ni tenía el respaldo de Madrid ni el de la mitad de su formación en Cantabria, podrá respirar tranquila, investida como baronesa del partido por méritos propios. Su resultado es de los mejores que ha tenido el PP en todo el país.

En 2019, el entonces presidente nacional del PP, Pablo Casado, dejó que Movellán le moviese la silla para poner como candidata a Ruth Beitia. Al fracasar esta opción, repescó a regañadientes a Buruaga, que ya no podía tener dudas de lo que pensaba el partido sobre ella. No fue el único desplante, ya que, más tarde, en Génova decidieron preparar la candidatura a la comunidad autónoma de la alcaldesa de Santander.

Con la llegada de Alberto Núñez Feijóo las cosas parecían rodarle mejor a la presidenta del PP cántabro, pero el retorno a la política de Íñigo de la Serna, que prefería a Gema Igual, su sucesora en el Ayuntamiento de Santander, volvió a poner en duda su futuro. Tras no pocas tensiones, Buruaga fue finalmente confirmada, pero incluso después de esa proclamación, en Madrid acariciaron la posibilidad de encontrar otro candidato.

La presidenta del PP cántabro, además, ha tenido que sobrevivir con un grupo parlamentario completamente dividido, en el que su número dos, el fichado expresidente de la CEOE Lorenzo Vidal de la Peña ni siquiera se sentaba con el resto de sus compañeros, y en el que otros diputados estaban más atentos a recolocarse ante posibles cambios internos que a apoyar a su jefa.

Las cosas serán muy distintas a partir de ahora, porque el poder es un pegamento muy eficaz. La presidenta de los populares cántabros empieza a recuperar el cariño de Madrid y una relación más fluida con la alcaldesa de Santander y con quien será el nuevo alcalde de Camargo, Diego Movellán, que definitivamente deja la gran política nacional y los entresijos de partido para volver a la local, tras un gran triunfo en un municipio poco propicio para la derecha.

Restañar estas heridas supone también cerrar las brechas internas creadas tras el penúltimo congreso del PP cántabro. Ayudará mucho el tener más cargos que repartir que aspirantes, o casi. Ya en 2011, Ignacio Diego se encontró con que no tenía nombres suficientes para cubrir algunas direcciones regionales y ahora se va reproducir esa circunstancia. Los profesionales se han ido alejando cada vez más de la política, que no está tan bien pagada como se dice, y más en Cantabria, donde el presidente y los consejeros son los que menos cobran del país. Tampoco garantiza una estabilidad laboral, y eso hace que solo resulte atractiva para los funcionarios, que pueden volver a su puesto sin problemas y con una mejora salarial.

Nombres para el nuevo Gobierno

En el banquillo de Buruaga no hay muchos nombres, y menos tras la renuncia a la política de César Pascual, que acaba de jubilarse como médico de Valdecilla y tiene una larga experiencia de gestión en Cantabria y Madrid. Él parecía el candidato idóneo para la Consejería de Sanidad, que puede ser explosiva. Aunque Buruaga la conoce bien, porque estuvo cuatro años al frente, plantea un riesgo permanente de estallido. Es muy probable que la futura presidenta de Cantabria recurra para cubrir estos puestos a personas del partido con experiencia de gestión en las comunidades limítrofes.

Pablo Zuloaga ha sido uno de los pocos cabezas de lista socialista que ha ganado votos en estas elecciones, por el retorno de electores socialistas que en 2019 votaron a Revilla, pero solo ha recuperado un escaño de los seis perdidos por el PRC, y eso le deja en una posición interna débil que se manifestará antes o después.

La intención de Buruaga es que en su gobierno haya una mayoría de mujeres y que también sea una mujer la que esté al frente de Valdecilla, pero el encaje final de los cargos es un puzle en el que influyen muchos factores.

Su persona de confianza, la secretaria autonómica, María José González Revuelta podría encajar en varios puestos, aunque no será fácil de sustituir en la gestión del partido. También es posible que eche mano del coordinador general del partido y exalcalde de Escalante, Juan José Alonso; de María Jesús Susinos, alcaldesa de Entrambasaguas y de Roberto Media, que fue director de Cantur, aunque tampoco puede desmantelar el grupo parlamentario, porque, si se decide a gobernar sin un pacto de legislatura, tendrá que encontrar un negociador hábil para cada votación  del Parlamento.

No son muchos los nombres que se barajan por el momento para ese nuevo Gobierno, y uno de los pocos es el de Sergio Silva, exdirector y profesor de FP en La Granja de Heras y actual secretario de Educación del PP cántabro, que podía asumir la Consejería de Educación. Otro es el de Rafael Gutiérrez, que ya fue consejero de Economía con Martínez Sieso.

En las consejerías aparecerán, no obstante, personas que hasta ahora no han tenido un perfil público en el PP.


Los 150.000 votos de siempre

La presidenta del PP cántabro, en el momento de ejercer el voto, el pasado día 28.

Elección tras elección, en Cantabria hay dos grandes bloques ideológicos partidos casi por mitades, y esa mitad está cifrada en 150.000 votos. El bloque que suma esa cuantía, gana, y esta vez ha sido el PP con Vox. Su resultado es brillante, pero hubiese bastado que la coalición IU-Podemos hubiese sacado tres mil votos más (los mismos que obtuvieron la vez anterior, por separado), para que el Gobierno hubiese cambiado de color. Con ese resultado hubiese superado holgadamente el 5% que se exige para entrar en el Parlamento cántabro y hubiese obtenido dos escaños, que perdía el PP. La derecha se quedaba con 17 y el PRC-PSOE, con el apoyo directo o indirecto de IU-Podemos, con 18.

Esta estrechísima franja que hace que la balanza caiga de un lado o de otro propicia la aparición de numerosas fuerzas políticas que se presentan una y otra vez a las elecciones sin expectativas de conseguir un escaño, porque saben que quedarán muy lejos. ¿Qué pretenden, entonces, con esa estrategia en la que gastan mucho tiempo y dinero? ¿Cómo se financian? ¿Son operaciones de falsa bandera, al servicio de los rivales, para restar votos a uno de los bloques?

Con solo 3.000 votos más, la coalición IU Podemos hubiese entrado en la Cámara y PRC-PSOE conservarían el poder

Cada una de estas fuerzas tiene motivos distintos y entre ellas hay de todo, desde viejos comunistas a opciones animalistas y ecologistas que miran con desdén a los partidos por sus batallas políticas, pero que tampoco se ponen de acuerdo entre ellos. 

A veces, alcanzan resultados sorprendentes, como la iniciativa Motor y Deporte en las anteriores elecciones, aunque nunca definió sus objetivos políticos. Otros tienen una fidelidad de voto sorprendente elección tras elección, como el Partido Comunista de los Trabajadores que quizá muchos de sus electores confundan con el PC y arrastra setecientos votos o el caso de Ola Cantabria, que casi ha repetido milimétricamente los resultados anteriores (dos votos de diferencia). Los animalistas del PACMA (1.784 votos) y los ecologistas de Equo (1.505 votos) son igual de perseverantes.

Un fenómeno aparte es el de Cantabristas, que  en esta ocasión ha obtenido nada menos que 5.470 sufragios que, obviamente socavan los votos del PRC.

La paradoja es que ninguno de estas siglas tiene posibilidades reales de llegar al Parlamento pero, al restar esos votos a las fuerzas principales, cualquiera de ellas puede dar lugar a un cambio de gobierno, y ese fraccionamiento del voto resulta estratégico para las fuerzas ideológicamente opuestas, que son las que se benefician; en este caso, el PP.

A su vez, a los populares les perjudican los jirones que conserva Ciudadanos. Que este partido desaparezca es una gran noticia para ellos, porque les mermaba sustancialmente las posibilidades de gobernar. Esta vez no han sido estratégicos, pero esos casi 7.500 votos que ha conseguido la lista encabezada por el humorista Félix Álvarez y que no van a tener representación, podían haber resultado vitales para dar el triunfo al PP en otras circunstancias.


Un futuro incierto para el líder del PSOE

Si estamos ante un cambio de época para la región, para el PP y para el PRC, también puede serlo para el PSOE. A pesar de que su líder tiene la mitad de años que el regionalista, y de que presume de haber obtenido 9.000 votos más que en las elecciones anteriores, la mayor subida de su partido en todo el país, el PSOE solo ha conseguido recoger uno de los seis escaños perdidos por los regionalistas y Pablo Zuloaga  quizá no tenga un clima tan plácido en el interior del partido como hasta ahora.

Su ruptura con cajas destempladas con la dirección anterior, tras ganarles el congreso regional, provocó un fuerte cisma, aunque nadie quisiera plantear batalla, sabedor de que la relación de fuerzas no le permitía ganarlas. La vieja cúpula tuvo que salir de los cargos públicos y de los del partido casi con nocturnidad y sin ningún reconocimiento, algo que nunca había ocurrido en el PSOE. Un intento de Zuloaga de rescatar muy a última hora a la exvicepresidenta Eva Díaz Tezanos para un cargo simbólico, el de presidenta del partido en Cantabria, fue acogido casi con despecho, y Zuloaga nunca quiso o supo cerrar esas heridas.

No es probable que, seis años después, alguno de los entonces afectados recoja la bandera del agravio, pero no puede descartarse del todo. En cualquier caso, Zuloaga tendrá que gestionar la compleja situación que plantean las decenas de afiliados que han perdido sus cargos en el Gobierno .

En el interior del PSOE los momentos de tranquilidad nunca son muchos y aunque vuelve a estar ocupado y preocupado por otras elecciones, ese resquemor interno no se va a disipar. Basta recordar que en el congreso que ganó Zuloaga se libró el desquite del agravio que sufrió UGT 30 años antes, cuando sus dirigentes no fueron tenidos en cuenta para los cargos del PSOE y eso provocó que durante décadas llevasen caminos paralelos.

Con el único poder de Castro Urdiales y de once ayuntamientos menores en el ámbito municipal, y con un grupo parlamentario de ocho diputados, el PSOE cántabro va a sufrir una larga travesía del desierto, más dolorosa aún para quien, como Zuloaga, ha mantenido una extraordinaria hiperactividad. Quizá por eso intentó la baza del Senado, que tuvo que descartar por ser incompatible. Sabe que un líder regional sin poder territorial y si estar en los conciábulos del partido en Madrid, no lo tiene fácil para mantenerse.

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