El verano más extraño

La temporada turística será aceptable pese al mal tiempo y las restricciones por la subida de los contagios

El más fácil que se produzca una alineación planetaria que tener a favor la extraña mezcolanza de factores que determinarán el éxito o el fracaso de esta campaña turística: meteorología, vacunas, rebrotes, toques de queda, cierre de interiores, pasaportes covid, decisiones judiciales… A pesar de que la mayoría no han colaborado en absoluto, la primera parte del verano ha tenido una ocupación de alrededor del 75%, no muy lejos del 80% del año pasado. No es suficiente para recuperar lo perdido pero todos confían en que la inercia turística se prolongue en septiembre y octubre, porque pocas veces la clientela ha estado tan está ansiosa de vacaciones.


El día 1 de agosto, Cantabria alcanzaba el 67% de su población inmunizada, el porcentaje mágico que debía conducir a la inmunidad de grupo según los expertos (las autoridades lo redondearon al 70%). No ha ocurrido y los expertos suponen ahora que no se alcanzará por debajo del 85-90%. Los tribunales tumban en unas comunidades las mismas medidas que aceptan en otras y tampoco el ámbito político ofrece más claridad de ideas: el Ayuntamiento de Santander defendía la celebración de las ferias de Santiago para no dejar a los ciudadanos sin fiestas y a los feriantes y hosteleros sin ingresos al tiempo que emitía anuncios radiofónicos desaconsejando a asistir a lugares concurridos.

La pandemia no se lo ha puesto fácil a nadie y este tipo de contradicciones ha estado a la orden del día. Se pretende que no se interrumpa la vida ordinaria y, al mismo tiempo, se recomienda a la ciudadanía que haga otras cosas. Entre medio, los hosteleros. El sector, que pensaba recuperar en verano lo que no ha podido facturar en los meses anteriores, y repetir lo que ocurrió el año pasado, se ha encontrado con la quinta ola de la Covid, con la que nadie contaba habiendo un elevado porcentaje de vacunados, y con el mal tiempo, que ha ahuyentado a más turistas que la enfermedad.

Un inicio esperanzador

El inicio de la temporada era muy esperanzador, porque a la clientela habitual de cada verano se sumaban quienes el año pasado probaron Cantabria por primera vez, porque no podían salir al extranjero, y les gustó tanto que decidieron volver (se estimaba que ese colectivo supondría un 10% de toda la clientela de este verano). La región también esperaba atraer a aquellos otros que, por temor a la enfermedad, buscan entornos de naturaleza sin grandes aglomeraciones.

Hasta la primavera, Madrid ganaba por goleada, aún teniendo muchos menos turistas, al haber optado su gobierno regional por una política blanda. La capital española era el objeto de deseo de miles de jóvenes europeos, sobre todo franceses, que no veían el momento de recuperar la libertad de acudir a los bares, que en sus países llevaban cerrados desde el otoño. Pero el secreto del éxito era otro: los propios madrileños, que, al no poder acudir a otras comunidades en puentes y fines de semana, volcaban esa enorme capacidad de gasto en su propia hostelería.

En junio, el gasto turístico en la región fue un 27% superior al de 2019, el mayor crecimiento

Con la llegada del verano, el proceso se ha invertido. La que se recupera es la hostelería de costa, como la de Cantabria, y la que queda rezagada es la madrileña, ante la marcha de los nativos y la menor llegada de extranjeros.

El ocio nocturno ha sido el factor más polémico, al estar afectado por las mayores restricciones, aunque solo una empresa del sector ha solicitado ayudas por la pérdida de facturación.

Lo dice el gasto realizado con tarjetas de crédito. El último informe de BBVA Research, elaborado a partir de las ventas que se hacen fuera de la provincia de residencia, indica que en junio el gasto turístico había crecido en el país un 6% respecto al mismo mes de 2019, último año de normalidad, y Cantabria destacaba por encima de todas las comunidades autónomas. Los visitantes de otras regiones habían comprado un 27% más que entonces. Asturias también logró un fuerte crecimiento (un 16%), y Galicia, un 11%. Datos que muestran cómo muchos españoles han buscado la tranquilidad y el clima que ofrecen estos territorios.

También buscaban playa y buen tiempo: crecía Andalucía (23%), la Comunidad Valenciana (17%) y Murcia (16%). En cambio, la Comunidad de Madrid no solo no conseguía igualar el gasto turístico previo a la pandemia sino que estaba un 13% por debajo.

Se trata de un patrón de consumo muy similar al registrado durante el pasado verano, lo que indica que los territorios que se quedaron rezagados en 2020 van a seguir en una situación delicada hasta que se recupere del todo el turismo internacional.

La otra ‘pena’ de telediario

El escenario se presentaba magnífico para Cantabria, de no haber llegado después la quinta ola de la epidemia, que al provocar la divulgación de noticias inquietantes ha retraído a muchos de quienes ya tenían decidido veranear en la región. Los hosteleros, que tradicionalmente se quejan de los partes meteorológicos erróneos, por el efecto desanimante del mal tiempo sobre las reservas, han recibido ahora como una lanzada en el pecho cada una de las noticias sobre el fuerte repunte de los contagios en Cantabria en julio, después de tener los mejores índices del país durante un año entero. Esta ‘pena de telediario’, muy distinta a la que padecen los políticos procesados, ha provocado cancelaciones muy numerosas. Pero también lo han hecho las informaciones meteorológicas en un mes insólitamente lluvioso y falto de sol.

Esos dos factores han impedido el lleno. En el sector se calculaba que la ocupación de la primera mitad del verano se quedará en torno a un 75%, cuando aún no había cifras oficiales, cinco puntos menos que el año pasado. No es un mal dato en estas circunstancias.

Una feria taurina reducida, una Semana Grande de Santander completamente deslavazada y la suspensión de otros eventos, como la Feria de Día, han colaborado en esta tendencia, pero en el sector están convencidos de que el factor más negativo ha sido una meteorología realmente desfavorable, con menos de 200 horas de sol en julio, muy escasos días por encima de los 22º y constantes chaparrones.

El terraceo, que ha sustituido a otros formatos de ocio, ha sido una tabla de salvación para muchos hosteleros, salvo los que no tenían ninguna posibilidad de habilitar mesas en el exterior. Los ayuntamientos han sido extraordinariamente comprensivos y, en contra de lo que cabía imaginar, en estos meses han abierto más establecimientos nuevos de los que han cerrado, algo que no ha pasado, por ejemplo, con el comercio. La propia hostelería ha reconocido las dificultades que está teniendo para conseguir camareros, una vez que han recuperado a todos los trabajadores que tenían en ERTE, y los desesperados intentos para fichar cocineros recuerdan ya a los movimientos veraniegos de futbolistas.

Las terrazas se han convertido en las reinas del ocio, ante las restricciones que han sufrido otros formatos. Para algunos hosteleros no solo han sido la salvación sino que les han proporcionado más ingresos de los que tuvieron nunca. FOTO: EUROPA PRESS

Esta mezcla tan extraña de crisis y no crisis, de eventos y recomendaciones de que no se acuda a ellos, y de normas sanitarias que se ponen y se quitan en apenas unas horas, como el pasaporte Covid, está deparando el verano más desconcertante de los que ha vivido la región en las últimas décadas. Es difícil trabajar con previsiones de llenos que se esfuman en pocas horas por un mapa meteorológico o por los índices de contagio en cada región. También, como se quejan los hosteleros, por las restricciones en el uso de los establecimientos, que crea tantas dudas a los clientes como a ellos mismos. Pero reconocen que la principal preocupación de muchos visitantes no ha estado en la hora de cierre sino es saber qué hacer si le llamaban para vacunarse en su región de origen, ya que en algunas de ellas no se facilita la fecha de la segunda dosis al ser administrada la primera, como hace Cantabria. A medida que transcurrían las semanas y la vacunación avanzaba deprisa, esta incertidumbre ha ido a menos, ya que la mayoría de los turistas llegaban con la pauta completa.

Confusión absoluta

Las desconcertantes decisiones judiciales, que en cada comunidad han tomado caminos distintos ante las mismas circunstancias legales han contribuido aún más a la confusión. Ni el propio Gobierno cántabro sabía el 31 de julio si estaba vigente o no la orden que acababa de publicar en el Boletín Oficial de Cantabria para permitir el acceso a los interiores de la hostelería solo a quienes tuviesen el pasaporte covid (los teóricamente inmunizados). Los jueces lo habían echado abajo.

Tanto los hosteleros como el público han tenido serias dudas algunos días sobre cuál era realmente la normativa vigente, pero ese no era el único problema para controlar el virus. Una vez vacunadas las cohortes de ciudadanos de mayor edad, Sanidad se ha encontrado con dificultades para citar a los menores de 30 años. Son muchos los desplazados y más aún aquellos de los que no dispone de un número telefónico de contacto, porque acuden muy raramente a las consultas de atención primaria donde, por lo general, se recaban estos datos.

Al contrario de lo que pasaba en otras edades, en las que muchas personas no se separaban de su teléfono esperando con ansiedad ser citados, muchos integrantes de este colectivo joven no han mostrado especial interés por la vacuna, lo que no quiere decir que la rechacen una vez contactados.

La ausencia de sentido del riesgo ha producido otra circunstancia que se dio meses atrás en grandes capitales, como Madrid, jóvenes que se exponían a contactos masivos con la intención de contagiarse, al ver que muchos de sus amigos habían sido positivos en algún momento sin mayores consecuencias, al menos a corto plazo. Esa postura desenfadada e insolidaria (el contagiado puede trasmitir luego el virus a personas de más edad o con una salud delicada) se ha traslado este verano a la (reducida) noche santanderina, aunque nadie haya querido hacerse eco, para no contribuir a fomentarla o para no perjudicar sus propios negocios hosteleros.

Tensión

La cuerda que une a los profesionales de la hostelería con las autoridades sanitarias está muy tirante y eso se ha trasladado a la relación entre los dos partidos que gobiernan, el PSOE, que dirige la sanidad, y el PRC, que tiene las competencias turísticas, así que resulta fácil entender que el consejero Rodríguez haya evitado responder las afirmaciones del sector hostelero asegurando que sus establecimientos no son los culpables del problema, sino los botellones, para no echar más leña al fuego. Desde hace muchas semanas, Sanidad ha evitado hacer públicos los nombres de los establecimientos de hostelería donde surgen brotes, aunque guardarse esa información le resta argumentos a la hora de justificar las medidas.

En este enorme estado de confusión, en el que casi todos los intervinientes ha jugado con medias verdades, ni siquiera es fácil de conocer la situación económica real de la hostelería. Al cerrar esta edición solo había datos oficiales de ocupación de junio, que fue un buen mes turístico para Cantabria, a pesar de la quinta ola de la pandemia y de que el tiempo no acompañó.

En julio, un sondeo realizado entre los principales hoteles de la región indica que para la mayoría ha sido muy semejante en facturación al de 2019. En los establecimientos turísticos de Cantur se superaron las cifras de entonces, aunque no las del año pasado, en que se regalaron a los hosteleros miles de entradas a Cabárceno para que a su vez se las entregasen a sus clientes.

Todos coinciden en que los auténticos afectados son los restaurantes que no tienen terraza y los establecimientos de ocio nocturno, que, por razones obvias, resultan más perjudicados por las restricciones y los toques de queda. Tras un largo cierre, su maltrecha situación ha sido puesta de relieve una y otra vez por los hosteleros pero, sorprendentemente solo uno de estos negocios ha solicitado las ayudas públicas que ha establecido el Gobierno para compensación de ingresos por haber perdido el año pasado más de un 30% de la facturación.

Un dato para el que solo caben dos explicaciones, que acogiéndose a otras licencias de tipo pub hayan podido capear el temporal mejor de lo que se dice o que, siendo realmente mala su situación, los ingresos declarados en años anteriores no se correspondan con la realidad y esa circunstancia les impide ahora justificar el bajón. En cualquier caso, una paradoja más en esta desconcertante campaña turística, que se ha movido entre paraguas, restricciones discutidas y vacunas.

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