La caída de dos históricos

Seguir el rastro de una genealogía familiar que se remonte más allá de la tercera generación en la gestión de un mismo negocio, revela, muchas veces, la vulnerabilidad de las empresas que se heredan, tras el empuje inicial de quien las puso en marcha. El relevo entre generaciones resulta en demasiadas ocasiones letal para la supervivencia de la empresa, aunque siempre se deben ponderar las diferentes circunstancias de mercado en que operan unos y otros y los muchos factores que pueden determinar el éxito o el fracaso de una gestión concreta.
Un nuevo ejemplo ha venido a engrosar el número de las empresas familiares que no han conseguido superar el cambio de testigo en la gerencia. José Vidal de la Peña Automoción, una de las ramas familiares de negocio procedentes de la veterana José Vidal de la Peña, creada en la década de los cuarenta por quien fue un personaje clave en la historia del automóvil en Cantabria, cerró en enero sus instalaciones de Peñacastillo. El traslado de los doce trabajadores al concesionario Suzuki, en Maliaño, fue simplemente un paso intermedio, ya que ahora también ha cerrado éste, junto con las instalaciones de Mercedes Benz en Valles (Reocín), donde trabajaban otras 27 personas. La empresa renuncia a la continuidad al no poder hacer frente a la deuda acumulada, que alcanza los 500 millones de pesetas entre impagos a la Seguridad Social, deudas con Hacienda y créditos no devueltos.
Las instalaciones de Valles –cerca de 5.000 metros cuadrados– han sido adquiridas en subasta por Transportes Sánchez Iglesias en 83 millones de pesetas que irán destinados a cubrir parte de la deuda con Hacienda; el adjudicatario se ha subrogado también en un crédito de 118 millones de pesetas concedido al anterior propietario por Caja Cantabria. Mientras, los trabajadores –a los que no se pagaba desde diciembre y que se habían declarado en huelga a finales de abril– esperan que el Fondo de Garantía Salarial se haga cargo de las cantidades adeudadas y de las indemnizaciones por despido.

Una década aciaga

A la muerte del nonagenario fundador, José Vidal de la Peña, en 1992, la empresa se dividió en sociedades independientes que se repartieron entre sus sucesores: Vidal de la Peña. S.A, bajo la gestión de su hijo Lorenzo se hacía cargo de la representación de Renault en Santander y Laredo, conseguida en los años 40 cuando España aún estaba en los albores de la motorización, y Pilar de la concesión de la marca francesa en Torrelavega. Ambas siguen funcionando con toda normalidad. La recientemente desaparecida José Vidal de la Peña, con la representación de los vehículos industriales de Pegaso, pasó a manos de José.
La desaparición del fundador de la empresa coincidió con el inicio de una crisis en el sector de la automoción que se prolongaría casi cinco años. En este contexto de recesión, para José Vidal de la Peña hijo fue necesario afrontar una etapa de cambios profundos ante la la negativa de Iveco, que tomó las riendas de Enasa-Pegaso, a que simultaneara la representación de esta marca con la de los vehículos industriales de Mercedes, su competencia. La propuesta de montar en Torrelavega un taller para Mercedes y otro en Santander para Pegaso fue rechazada por los italianos de Iveco, y el concesionario cántabro se decantó finalmente por Mercedes Benz, tanto en turismos como en vehículos industriales.

Aventuras empresariales

En José Vidal de la Peña la creación de filiales destinadas a diversificar el negocio drenó recursos que precisaba la actividad principal, –según la interpretación que se hace desde instancias sindicales– y eso produjo el deterioro de la empresa.
La iniciativa parecía acertada en función de las circunstancias que atravesaba el negocio. Los concesionarios están sometidos a una presión cada vez más fuerte por parte de las marcas. Los márgenes comerciales disminuyen, los fabricantes se reservan derechos como la venta directa desde la central de los vehículos por renting, imponen objetivos que en ocasiones son muy difíciles de cumplir y, en otras, no son capaces de atender con fluidez la demanda. El mercado entraba a comienzos de la década en una dinámica muy complicada, agravada por la atonía de ventas, la acumulación de promociones y la auténtica subasta de ofertas para la recogida de coches usados que luego no tenían salida. Sin embargo, la estrategia diseñada por la familia no dio el resultado previsto. De los cinco centros Rapid Car abiertos, unos talleres de mantenimiento rápido del automóvil, tres que se crearon fuera de Cantabria (Sevilla, Salamanca y Valladolid) han tenido que cerrar sus puertas.
Los tropiezos en la gestión fueron repercutiendo en la demora en el pago de salarios y comenzaron a acumularse las deudas con la Seguridad social y con Hacienda. Paradójicamente, estas circunstancias se producían cuando la empresa volvía a tener un nivel aceptable de ventas. Una vez remontada la crisis del sector, en los dos últimos años se han alcanzado cifras históricas en la comercialización de automóviles de alta gama, con hitos tan llamativos como la puesta en circulación en Cantabria en un solo mes (marzo de 1999) de 40 Mercedes.
La buena marcha de las ventas de coches se reflejaba también en la facturación de José Vidal de la Peña que alcanzó los 2.300 millones de pesetas en 1998. La creación el pasado año de una nueva sociedad (Concenor) para la venta específica de vehículos industriales, recortó en 500 millones la facturación del concesionario, que en 1999 rondó los 1.800 millones de pesetas.
La recuperación de las ventas llegó tarde para una empresa minada durante los largos años de crisis, y las aportaciones que la familia ha realizado de su propio patrimonio para mantener a flote el negocio han resultado estériles, aunque los propios sindicalistas reconocen el sacrificio: “los trabajadores –dice su portavoz– hemos elogiado siempre el esfuerzo económico que ha hecho esta familia para continuar con el negocio; sabemos que se ha desprendido de mucho patrimonio para aguantar la empresa; lo que no podemos elogiar es la gestión que ha hecho”.
Con la compañía ya declarada en quiebra, Sodercan sondeó la posibilidad de que la empresa asturiana Adarsa se hiciera con los derechos de la concesión y las instalaciones de José Vidal de la Peña. Sin embargo, la cuantía de la deuda desanimó al candidato a la compra, y la posterior retirada de la concesión por Mercedes cerró cualquier atisbo de continuidad.

Integración laboral en EvoBus

Para los 38 integrantes de la plantilla, con una media de edad que ronda los 44 años y una antigüedad en la empresa que supera los 20, se abre ahora un periodo de incertidumbre sobre su futuro laboral. Una de las hipótesis que se barajan, y en la que se está ya trabajando –de nuevo con la mediación de Sodercan–, es la de la integración en EvoBus Ibérica de quienes tengan el perfil profesional adecuado. La factoría de autobuses de Sámano, perteneciente a Mercedes, planea desde hace meses una ampliación de su actividad para fabricar, en exclusiva para Europa, el nuevo modelo de chasis del autocar Mercedes Benz. En estos planes de expansión, con una inversión prevista de 2.500 millones de pesetas y la creación de 70 nuevos empleos, podrían encontrar una segunda oportunidad laboral los trabajadores de José Vidal de la Peña.

Laínz: Desaparece el ‘estilo Santander’

El 31 de mayo se iniciaba el proceso legal de liquidación de otra empresa de gran tradición en Cantabria, los almacenes Laínz, que desde su inauguración en 1974 fueron para la ciudad la referencia de un concepto comercial moderno y de lo que alguien ha dado en llamar el estilo Santander. La competencia de El Corte Inglés y de otros centros comerciales instalados recientemente en el entorno de la capital había acelerado una decadencia progresiva que se inició hace casi una década. La crisis de Laínz era la demostración de que el centro neurálgico de Santander, cuya mejor representación era este edificio de casi 2.000 metros cuadrados repartidos en siete plantas, había visto seriamente socavados sus cimientos comerciales.
Laínz había nacido como empresa comercial hace 125 años y antes de trasladarse al edificio que anteriormente ocupaba el Hotel Victoria ya fue una referencia para la ciudad en el Edificio Macho, que hubo de abandonar tras el incendio de 1971.
Una vez decidido el cierre, que afectará a 69 trabajadores, la familia Laínz ha puesto en venta tanto el edificio principal como sus tiendas de San Fernando (Santander), Torrelavega, Madrid y Barcelona, un patrimonio inmobiliario con un valor bastante superior a los mil millones de pesetas, por el que se han interesado varios compradores.
La evolución de Laínz no ha sido muy diferente a la de los almacenes Jaime Ribalaygua, una marca presente en el mercado comercial santanderino desde 1850 y que no pudo llegar a celebrar su 150 aniversario. Con ambas desapariciones se cierra la posibilidad de contar en Santander con un gran almacén independiente de capital local.

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