Editorial

Es curiosa la presentación que se ha hecho en los medios informativos de la jornada sanitaria de 35 horas: Se van a crear 400 nuevos empleos (no que vamos a pagar a 400 trabajadores públicos más). Al parecer, hemos descubierto la piedra filosofal para acabar con el paro, así que por la misma gozosa razón de la creación de empleo, podíamos haber recortado la jornada a veinte horas y cerrar para siempre las oficinas del INEM.
La ingenuidad con que asimilamos algunos aspectos de la actualidad diaria sólo es comparable a la de quienes no se sienten afectados por la subida de la gasolina porque ellos siempre piden la misma cuantía en euros. Pero casi todo hay que pagarlo, y la reducción del horario en la sanidad costará 2.000 millones de pesetas más de nómina. Una nimiedad, para quien escuche a los sindicatos, ofendidos por una rebaja que “sólo” va a representar para el común de la plantilla el equivalente a dieciséis días más de vacaciones al año. Para tamaño viaje, algunos, al parecer ni siquiera se arremangan a sentarse en la mesa de la consejera. Los mismos sindicatos a los que, curiosamente, ni se les pasaría por la imaginación pedir estas mismas condiciones para los sanitarios que trabajan en centros privados. Así que caben tres conclusiones: a) estamos todos locos; b) existe la convicción de que al sector público se le puede torear con facilidad, porque dispara con pólvora del rey (y quizá sea verdad); y c) ya es hora de que alguien saque los colores a las fuerzas vivas y llame al cinismo por su nombre.

La consejera de Sanidad se encontró con una herencia envenenada de su predecesor, un pacto para aplicar la jornada de 35 horas en el Servicio Cántabro de la Salud. El acuerdo era muy abstracto y, de hecho, en los diez meses que aún permaneció Jaime del Barrio en el cargo, los sindicatos nunca fueron a reclamarle su cumplimiento, pero nada más producirse el cambio de Gobierno, lo recordaron todos a la vez. Los sindicatos de izquierdas, de derechas y de centro exigían el inmediato cumplimiento de las 35 horas. Tanto que después de algunas reuniones con la consejera en las que, al parecer, no avanzaban, con la rapidez que pretendían, exigieron una entrevista con Revilla y con Dolores Gorostiaga y consiguieron algo que hubiera sido impensable en la época anterior. Basta recordar que Sieso se negó a recibir a los trabajadores de Alfacel después de hacer una penosa marcha a pie de 70 kilómetros desde Reinosa, o que cuando hace un año el Sindicato Médico anunció una huelga de facultativos en Cantabria tampoco solicitó nunca la mediación de Martínez Sieso.

El presidente y la vicepresidenta cometieron el grave error político de aceptar el tiro por elevación de los sindicatos lo que, además de no dejar en buen lugar a su consejera, crea un precedente, puesto que cualquier colectivo puede sentir la tentación en el futuro de negociar directamente con Revilla. Y hay que suponer que todos merecen el mismo trato.
En ese encuentro, los sindicatos sólo obtuvieron la foto, pero no obstante, el Gobierno es un patrón paternalista y, en lugar de cerrar la mesa de negociación con el desacuerdo y dejar las cosas como estaban anteriormente, ha aprobado unilateralmente las mejoras que ya había puesto sobre la mesa. Es decir, prácticamente todo lo que solicitaban los interlocutores sociales a excepción de un recorte más amplio para el turno rotatorio donde, por cierto, hace tiempo que su jornada es ya de 35 horas.
El resultado es que toda la sociedad cántabra, que no era rica de cuna ni lo ha conseguido por mérito, asume el esfuerzo de sufragar el que sus sanitarios trabajen sólo 35 horas, un lujo que no se permiten las sociedades más desarrolladas, y que irá en detrimento de otras actuaciones, al ser insuficiente el dinero negociado en las transferencias. Pero héte aquí que sus representantes sindicales siguen muy enfadados por nuestra “tacañería” (no los propios beneficiarios, que están exultantes con sus 16 días más de vacaciones). Sólo espero que llegue la hora de negociar los convenios del sector privado para ver con cuántas horas se van a conformar.
Si esto forma parte del peaje de la concertación, quizá sea mejor quedarse desconcertados. Yo, de todas formas, ya lo estoy.

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