¿De quién es mi nombre?

Los internautas si por algo se caracterizan es por la rapidez. No dejan para mañana algo que pueden hacer hoy por la simple razón de que mañana puede ser tarde. Antes de que se hiciese efectiva en el registro mercantil la fusión del Banco Santander y el Central Hispano ya había un usuario de la red que había registrado el dominio BSCH por, si como parecía previsible, el nuevo banco estaba interesado en utilizar estas siglas en su web. En varias ocasiones se ha publicado que el BSCH se vio obligado a pagar 34 millones de pesetas para recuperar su nombre en Internet, algo que la entidad ha negado, pero no sería la primera ni la única que ha pasado por este trance. Los internaturas están a la que salta y por eso no despreciaron la oportunidad de registrar el dominio psoe-iu.es cuando Almunia dio a conocer su intención de ofrecer un pacto a Izquierda Unida o la suma de siglas de compañías sobre las que se rumorea una posible fusión.
Esta política de tapar huecos para vender posteriormente los dominios a quien debiera ser su titular obvio empezó por las grandes corporaciones pero ha llegado ya a los niveles más pedestres. Hay no menos de treinta localidades cántabras que tienen sus nombres registrados en Internet por particulares y que, por tanto, sólo pueden utilizar en sus dominios la terminación .es que les reserva la ley española pero que resulta muy insuficiente cuando otras empresas pueden estar, al mismo tiempo, utilizando ese nombre con la terminación .com, lo que crea, cuando menos, confusión. Las maniobras han llegado tan lejos que los avezados registradores de dominios no se han conformado sólo con el .com sino que han registrado las terminaciones .org, supuestamente reservada a organismos públicos e instituciones o .net. Es decir, que no queda más remedio que pagar.
Las expectativas no suelen ser muy altas. Quien reserva un dominio gasta unas 15.000 en el trámite y eso le permite el usufructo durante cinco años. Por lo general, su intención es sacar una cantidad sensiblemente superior , aunque no exagerada, que le rentabilice la operación y aquellas otras fallidas que nunca logrará vender. Por eso, acabado el listado de las grandes empresas, que ya se han asegurado su dominio bien por haberlo registrado o por haber accedido a pagar este peaje, han comenzado con los municipios. Dada la fiebre desatada en las administraciones públicas por estar en la red, calculan que antes o después se verán forzadas a negociar para quedarse con lo que nunca debieron perder, su nombre.
Hay empresas y organismos públicos poco interesados en tener una web, pero incluso estos han llegado a sufrir chantajes para negociar la compra del dominio. Algunos cazadominios con pocos escrúpulos han recurrido a utilizar estos nombres para una página pornográfica, por lo que la empresa afectada prácticamente ha sido forzada a adquirir el dominio so pena de ver como se deteriora su imagen.
En muchos casos, el problema surge de la globalidad. La avalancha de internautas en todo el mundo ha generado millones de páginas web y apenas quedan nombres de dos o tres sílabas por registrar. El nombre potes.com es propiedad de un parisino llamado Jean-Philippe Pick que lo inscribió en junio del pasado año y lo utiliza para un foro de debate sobre temas que nada tienen que ver con la localidad cántabra. reinosa.com lo registró el pasado mes de septiembre un valenciano llamado John Kinsler Sánchez. laredo.com pertenece desde hace cinco años a un norteamericano de Colorado Springs llamado Martin Turnbull, propietario de una imprenta. laredo.org es de un gestor de dominios estadounidense que utiliza los nombres de ciudades como mero gancho para conseguir accesos a su página, al igual que la empresa propietaria de madrid.com, que no ha dudado en arrebatar su nombre a la capital de España. polanco.com es del canadiense Jerry Sumpton, también vinculado al mundo de Internet, mientras que camargo.com es propiedad del estudio californiano Camargo & Associates, creado por el arquitecto Maurice Camargo, que lo registró en 1996. santillana.com es uno de los pocos casos de empresas que dentro de este enorme barullo han sabido quedarse con un nombre que se presumía de amplio interés por sus connotaciones. Está en poder del grupo Santillana Ediciones, a su vez integrado en Prisa. altamira.com lo registró la sociedad financiera canadiense Altamira Investment, mientras que altamira.org lo posee la academia estadounidense Altamira Educational Solutions, de Chester Springs y sólo el dominio altamira.net parece al alcance local ya que está registrado por la Asociación para la Promoción Empresarial de Cantabria, domiciliada en Santander.
La capital cántabra se tiene que conformar con el santander.org, defendido por un organismo oficial, ADMI, que lo registró en 1996 ante la amenaza que ya se presumía. santander.com ya estaba registrado por un servidor de Internet de Sao Paulo y la terminación .net fue reservada poco después por la empresa zaragozana Hipocom, especializada en servirse del nombre de ciudades.
El gobierno cántabro tiene registrado cantabria.org, pero no puede utilizar, en cambio cantabria.com, que explota una empresa de informática santanderina, ni cantabria.net, en manos de un asturiano que a falta de un uso mejor, emplea la página para anunciar subastas en la red.
En realidad, en muchos de estos nombres no se ha tratado de tapar al teórico propietario, llegando antes a registrarlo, sino que son producto de la coincidencia, como el citado de Camargo. Hay otras ocasiones en que obviamente se han registrado de forma premeditada para adelantarse a un organismo público, como ocurre con castrourdiales.com, propiedad de un valenciano llamado Alvaro Bermejo.
Algunos casos no son producto de un afán crematístico, como ocurre con garabandal.com, probablemente el primer lugar de Cantabria que tuvo un sitio en Internet y, casi seguro, uno de los que tiene mayor número de visitantes, por mucho que podamos pensar que los milagros marianos y el mundo de Internet tienen poco que ver. La realidad es bien distinta y el nombre de Garabandal está registrado desde 1997 por los Workers of our Lady of Mount Carmel de Garabandal, algo así como los Obreros de Nuestra Señora del Monte Carmelo de Garabandal. Pero lo más sorprendente es los interesados en este recóndito lugar de Cantabria no están ni mucho menos cerca; su sede se encuentra en la localidad australiana de Mermaid Waters, desde donde mantienen la fidelidad a la supuesta aparición en el otro extremo del mundo.
El directorio de nombres disponibles cada vez tiene más agujeros hasta el punto que para algunas personas ni siquiera es fácil hacerse con un dominio que corresponda con el nombre y apellido propio. josemariaaznar.com, felipegonzalez.com, julioanguita.com y con los nombres de otros políticos, hace tiempo que fueron reservados por los cazadominios para revenderlos a sus respectivos partidos que, o pagan, o se ven obligada a utilizar otros nombres alternativos como ha hecho el PP durante la campaña electoral al elegir aznar2000.com. Pero tampoco es fácil para otros mortales. Botín, por ejemplo, no podría registrar el .com, porque ya lo hizo una empresa de Nassau, denominada LinkCom. Corp. si bien es más que probable que la compañía del paraíso fiscal sea una simple fiducia al servicio de terceros.
En esta enorme selva ha empezado a poner orden la reciente normativa del Ministerio de Fomento que reserva los dominios .es para las empresas españolas, de forma que nadie externo se pueda apropiar de su nombre en la red. Un primer paso para desinflar un negocio que no sólo amenazaba con convertirse en un chantaje para las compañías, sino que limita de forma preocupante los dominios, dado que muchísimos se reservaban no con el ánimo de utilizarlos, sino de impedir que lo hagan otros. Esta dinámica puede considerarse un efecto lógico de la espontaneidad con que ha ido surgiendo Internet que muchos casos crea sus propias reglas pero que en otros colisiona claramente con las ya existentes.
Según la nueva normativa española, para reservar un nombre es preciso que cumpla cuatro requisitos: no estar previamente asignado, guardar las normas de sintaxis, no estar en el listado de prohibiciones del Ministerio de Fomento y cumplir las normas generales de derivación de nombres. Los únicos caracteres válidos son las letras del alfabeto inglés (seguirá sin poderse utilizar la ñ), los dígitos y el guión. El nombre podrá ser el completo de la empresa, su acrónimo o una de las denominaciones comerciales o marcas que tenga registradas en la Oficina Española de Patentes.
La nueva ley impide que se registren nombres de países, regiones u otros topónimos, aunque difícilmente podrá impedir los que ya existen. Tampoco se aceptarán nombres genéricos de productos, establecimientos, aficiones, religiones o grupos sociales.
Estas normas, que regulan las terminaciones .es no pueden impedir, sin embargo, la comercialización de esos mismos nombres con otras terminaciones, por lo que resulta efectiva sólo a medias. Es seguro cualquier empresa no quedará muy tranquila con el derecho a ser el único poseedor de un dominio con su nombre .es, si hay otra rival, amiga o enemiga que posee una página en la red con ese mismo nombre y la terminación .com. Pero resolver eso ya es harina de otro costal.

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