El palacete del antiguo Banco Mercantil vuelve a resplandecer

El espléndido palacete del antiguo Banco Mercantil nunca pasó desapercibido pero ahora tendrá más protagonismo. Allí se realojarán los servicios centrales regionales, parte de la oficina principal y los servicios de banca especializada del Banco Santander, pero la entidad quiere llegar más lejos y convertir su espectacular interior y su terraza en un espacio público. Tras una espectacular rehabilitación, el edificio de la calle Hernán Cortés se va a convertir en el escaparate del Santander para el público, al que ofrece un nuevo concepto de oficina abierta, con un gran patio central que llega hasta la terraza y un workcafé de libre acceso.


Es posible que el Banco Santander no fuese el que es hoy sin el edificio que durante muchos años albergó la sede provincial de Banesto, en la Calle Hernán Cortés. Cuando a finales de los años 50, Emilio Botín Sanz de Sautuola, presidente del Banco Santander y bisabuelo de la actual presidenta, decidió hacer una opa contra el Banco Mercantil, la idea parecía descabellada, porque el pequeño pretendía comerse al grande, pero Botín había ido adquiriendo los títulos que estaban en manos de pequeños accionistas, hasta que el Mercantil detectó la operación. Las fuerzas estaban muy igualadas, y fue el presidente de Banesto, Pablo Garnica, que también estaba interesado en la operación, quien acabó por decantar la balanza en favor del Santander a cambio de una compensación.

El Español de Crédito tenía un paquete decisivo de acciones del Mercantil, propietario del palacete, y aceptó vendérselas a Botín con la condición de que ese edificio, del que estaba encaprichado, pasase a Banesto. Curiosamente, con el transcurso del tiempo y a consecuencia de la fuerte concentración bancaria que se ha producido en España, el Banco de Garnica acabó décadas después en manos del Santander, y con él, este magnífico e historiado inmueble.

La planta baja del edificio, que muestra ya toda la estructura interior del edificio.

La capital cántabra conserva muy pocos edificios nobles en su patrimonio arquitectónico, como consecuencia del gran incendio de 1941, que destruyó gran parte del casco urbano, y por una injustificable indiferencia, como ocurrió con el derribo del Teatro Pereda, con el de numerosos chalés históricos del Sardinero y con la decisión de no rehabilitar el Palacio de Macho tras otro incendio.

El palacete del antiguo Banco Mercantil, construido en 1902, ha permanecido como una de las pocas joyas de este patrimonio urbano y aunque siempre mantuvo una gran dignidad, su estado reciente dejaba bastante que desear. Además de la operativa bancaria, las plantas superiores del edificio había sido dedicadas a viviendas de los directivos y en la parte posterior se ubicaron durante muchos años la sede de Electra de Viesgo y sus oficinas. Antes de la República también albergó, durante unos años, la Diputación Provincial.

El proyecto de los arquitectos Cruz y Ortiz ha creado espacios muy diáfanos, con muy pocos elementos que no sean estructurales y con una gran sencillez conceptual.

Con la reforma recién concluida, que el Banco encargó a los arquitectos sevillanos Cruz y Ortiz, resurge el espíritu de su y se rehabilitan los deteriorados elementos decorativos de la fachada, con lo que se mantiene en lo sustancial el diseño de Casimiro Pérez de la Riva, proyectista del inmueble, que en estos 120 años de existencia había sufrido varias reformas.

Aunque el interior del edificio se ha adaptado a los nuevos usos previstos por el banco, se conserva el singular patio octogonal por el que en su día deambulaban y eran atendidos los clientes de Banesto, ahora convertido en un gran pozo de luz que va desde la coronación hasta el subsuelo, donde antes se encontraba la enorme caja acorazada del banco, que también queda abierto. Ese espacio, antes tan restringido, cambia por completo de filosofía, reconvertido en un workcafé, al que podrán acudir tanto los clientes del banco como los no clientes, para mantener reuniones relacionadas con su actividad profesional o para teletrabajar.

Detalles de los torreones que coronan el edificio y le dan una nota de singularidad.

El Banco ha hecho una selección de los mejores cafés antes de decidir cuál serviría en estos espacios que van reemplazando a algunas oficinas y el más votado entre el personal de la entidad en todo el país es el que se utiliza para estos espacios de trabajo, servidos por baristas contratados con este fin. Este será el tercer workcafé del Santander en la capital cántabra, al sumarse a los abiertos en la Universidad y en la Calle Lealtad, lo que demuestra el empeño del Banco por extender esta fórmula, que le sirve para dar servicio a sus clientes y para atraer a otros que pueden llegar a serlo.

El eclecticismo que triunfaba hace un siglo

El enorme atrio vertical, rodeado de las columnas de fundición existentes desde su construcción en 1900, proporciona una gran transparencia a todo el inmueble y permite comprender el edificio completo desde cada planta. En la baja y en la primera se asentará la oficina principal, que siempre estuvo en la sede del Paseo de Pereda y que desde el comienzo de las obras se trasladó provisionalmente a la Calle del Príncipe.

La planta de subsuelo, que anteriormente ocupaba la caja de seguridad del banco, ahora es un work café al que podrá acceder cualquiera, sea cliente o no del Banco, para mantener una reunión de trabajo o simplemente, para teletrabajar.

También va a servir para reasentar la dirección territorial, que en este tiempo ha ocupado un inmueble del Paseo de Pereda, habilitado apresuradamente con ese fin.

El proyecto original del palacete es obra del arquitecto cántabro Casimiro Pérez de la Riva en el año 1900 y en 1913 se realizó una reforma interior de otro reconocido arquitecto, Javier González de Riancho. Pertenece al estilo francés moderno de finales de siglo XIX que se introduce en Cantabria a través de la arquitectura inmobiliaria de los ensanches, en proyectos como el Palacio Pombo, de Atilano Rodríguez (1875) o la Casa para Isidra del Cerro en Castro Urdiales, de Severino Achúcarro (1899). Más tarde, también se utilizará en la arquitectura pública, siendo uno de los ejemplos más representativos la Estación de Santander, de Severino Achúcarro (1903), y en la destinada al ocio, como el Casino del Sardinero o el Teatro Pereda (Eloy Martínez del Valle, 1913 y 1916).

Alfonso Raez, director de Inmuebles del Santander, Manuel Iturbe, director territorial del Banco y Roberto García-Borbolla, responsable institucional, durante la presentación de la nueva sede.

Esta corriente se caracteriza por una mezcla de formas singulares procedentes de diferentes estilos históricos, desde el renacimiento al manierismo o al barroco. Las cornisas, las molduras, los balcones, o las torretas de las esquinas de la fachada son características y convierten la fachada del edificio de Hernán Cortés en una de las principales referencias de este estilo.

El edificio original tenía un uso mixto, la planta baja y la de sótano estaban destinadas a la oficina bancaria, mientras que desde el primer piso hasta la planta tercera fueron dedicadas a viviendas de trabajadores del propio banco.

Recuperación de elementos originales

Una vez retirados los andamios de obra se ha podido observar la fachada y su excepcional restauración, que atrae la atención de los visitantes que, cámara en mano, no dejan de fotografiar los detalles y, especialmente, la monumental puerta de forja.

Los más de 2.000 metros cuadrados de fachada han sido restaurados milimétricamente durante seis meses por una decena larga de operarios. Las esculturas se trataron in situ para evitar daños en el desmontaje y transporte; las rejas y candelabros, en cambio, se trasladaron a un taller, donde han recibido tratamientos de metalizado para mejorar su acabado y su preservación ante la humedad y las partículas de salitre que son inevitables en el entorno de la bahía.

Todos los detalles de la fachada se han recuperado con mimo, tanto los constructivos como las esculturas o las verjas de forja.

Las obras se han aprovechado para reproducir estos elementos decorativos perdidos o muy deteriorados por el paso del tiempo o por su peligro estructural, modelizándolos en 3D para poder reproducir su estado original. Gracias a este trabajo milimétrico, en la fachada se han mejorado los detalles puramente arquitectónicos y característicos del manierismo italiano, como los almohadillados, las cornisas o los adornos de diferente índole. También han recobrado un especial protagonismo las magníficas verjas de forja que cierran los huecos de la planta baja y las puertas de acceso.

Los cuatro torreones de más de 20 toneladas de peso cada uno que coronan el edificio fueron protegidos por una estructura y bajados a pie de calle con grúas para realizar la cubierta y luego fueron repuestos en su posición original

Las carpinterías de madera han sido renovadas en su totalidad por el gran deterioro que sufrían las existentes. De esta forma, también se han podido cumplir los criterios que marca la legislación vigente en materia de eficiencia energética y cerramientos de fachada. La reproducción de su estado original recupera todos los detalles de artesonado que en muchos lugares se habían perdido.

Uno de los elementos arquitectónicos más característicos del interior son las columnas de fundición, que se han repuesto después de ser restauradas para volverlas a su estado original de 1900. Aunque siempre fueron huecas, se ha aprovechado su interior para introducir un nuevo soporte estructural del edificio y las conducciones antiincendios. Una solución que ha ayudado a crear grandes espacios diáfanos en todas las plantas, donde desaparecen los puestos de trabajo individuales.

El centenar de trabajadores que se trasladarán a esta nueva sede desde otros puntos de la ciudad aprovecharán cualquiera de las mesas disponibles en cada momento. Tampoco hay armarios, cajoneras ni habrá papeles. La única posibilidad de acumularlos (y en muy reducida medida) está en una pequeña taquilla que tiene cada trabajador, pero disimulada tras los paramentos. Un recinto de trabajo mucho más informal y distinto a los de una oficina bancaria convencional y al que inicialmente costará adaptarse, pero el Banco parece decidido a imponerlo poco a poco en todos sus centros.

La enorme grúa utilizada para la reposición de los torreones maniobrando por las calles laterales para salir del estrecho espacio donde tuvo que desenvolverse.

Si el workcafé del subsuelo está preparado para que entre cualquier persona que lo desee, sea o no cliente del banco, a la primera planta se traslada, a partir del 4 de septiembre, la actividad de la antigua oficina principal, del Paseo de Pereda, 12; a la segunda, la dirección territorial y a la tercera y cuarta los servicios especializados (banca de empresas y banca privada) que ahora están repartidos por varias oficinas en centro de la ciudad. En estos casos, serán los banqueros los que ejerzan de anfitriones, y acudirán a la planta baja para recoger a su cliente.

Los autores del proyecto

El Banco encargó el proyecto al estudio sevillano de CYO, de Antonio Ortiz y Antonio Cruz, que fueron Premio Nacional de Arquitectura Española en 1992 por la Estación de Santa Justa y han sido finalistas en tres ocasiones del Premio Mies van der Rohe. También han recibido el Premio Nacional de Arquitectura Deportiva por el estadio de La Cartuja de Sevilla; la distinción de Caballero de la Real Orden del León Neerlandés; el Premio de Honor 2014 del American Institute of Architects (AIA) o el Premio Europeo Aadipa por el The New Rijksmuseum, de Ámsterdam.

Su reforma del antiguo Mercantil está coronada, como muchos otros de sus trabajos, por una estructura de aluminio que cuelga de la cúpula central, uno de los pocos elementos incorporados al proyecto original, ya que han optado por evitar los añadidos y rescatar todos los elementos originales del edificio que era posible integrar, entre ellos unas barandillas y unos frentes de las ventanillas de caja que dejan constancia del uso anterior del inmueble.

PRESENTACIÓN EN SOCIEDAD. La presidenta del Santander, Ana Botín, presentó la reforma del edificio a un grupo de empresarios y accionistas de la entidad, antes del traslado formal de las áreas que se van a reasentar en el viejo palacete, que se irá produciendo en las próximas semanas. En junio ya se celebró un encuentro informal del consejo de administración del Banco en la sala de reuniones de la última planta. En la foto de la derecha, Ana Botín con los empresarios cántabros Antonio Pérez (IMEM, la compañía que ha suministrado los ascensores) y Juan de Miguel (SIEC, la constructora que ha efectuado la obra).

En la inauguración de la reforma, la presidenta del Santander, Ana Botín ha recordado que “en 2018 decidimos remodelar a la vez este edificio y el de Paseo de Pereda y contribuir a la transformación urbana de la ciudad a través de la eficiencia energética y la sostenibilidad, manteniendo y reinterpretando los elementos arquitectónicos originales de ambos edificios. Queremos que sea un espacio innovador, abierto, cercano, como símbolo de los pilares del Banco y de la transformación que estamos llevando a cabo”.

Una transformación que convertirá las oficinas, poco a poco, en espacios públicos de trabajo por los que pasen profesionales de todo tipo, sean o no clientes del banco, aunque muy pocas se convertirán en auténticos flagship, emblemas de marca, como el que se ha decidido convertir la antigua sede del Mercantil.

A pesar de que el minimalismo preside la decoración interior, se han utilizado algunas de las obras de la amplísima colección de arte del Santander para algunas estancias, como estos grabados de Úrculo.

‘Excepcional’ en sostenibilidad

Dos detalles de las terrazas que han ayudado a obtener la máxima calificación ambiental BREEAM, los jardines, por los que ya pululan abejas, y los hoteles de insectos, pequeñas casitas de madera que también han sido colonizadas por los pequeños invertebrados.

Frente al sabor agridulce que dejan otras rehabilitaciones de edificios y los conflictos que está provocando entre las partes la fuerte subida de los materiales, la obra del palacete del Mercantil, encomendada a la constructora SIEC, ha dejado una evidente satisfacción entre todos cuantos han participado. La mayoría está convencida de que este trabajo tendrá reconocimientos nacionales e internacionales.

Además del gran resultado estético y funcional, el edificio ha conseguido la certificación Internacional BREEAM en su categoría Excepcional, algo que tienen muy pocos en todo el país y que lo acredita como el más sostenible que se puede construir actualmente.

Esta acreditación valora, además de la eficiencia energética de las instalaciones, el uso de materiales sostenibles, el menor impacto posible para vecinos/trabajadores o la garantía de las personas que trabajarán y visitarán el edificio en el futuro tendrán una calidad de aire excelente.

En 1990 se creó la primera versión de este método de evaluación de la sostenibilidad de la edificación, que ya está implantado en 90 países y favorece una construcción más sostenible, lo que se traduce en una mayor rentabilidad para quien construye, opera y mantiene el edificio; la reducción de su impacto en el medio ambiente; y un mayor confort y salud para quien trabaja en el o lo utiliza.

El edificio logra la máxima calificación BREEAM

La certificación BREEAM evalúa impactos en diez categorías (Gestión, Salud y Bienestar, Energía, Transporte, Agua, Materiales, Residuos, Uso ecológico del suelo, Contaminación, Innovación) y una vez ponderados todos ellos, la puntuación obtenida por el palacete santanderino ha sido situado en lo más alto del escalafón de este sello, el de los edificios considerados excepcionales.


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