Pucho Vallejo (arquitecto en México): ‘Hay que potenciar la iniciativa de los jóvenes cántabros’

Con una amplia trayectoria profesional a sus espaldas, el arquitecto santanderino José Virgilio (Pucho) Vallejo lleva 6 años repartiendo su tiempo entre Santander y Puebla, en México, donde se ocupa de la reconstrucción de parte del casco histórico de la ciudad. Preocupado por el futuro de Cantabria, de la que se declara enamorado, confía en el impacto positivo que puedan tener el talento de los jóvenes y la experiencia de los profesionales cántabros en el exterior.


Pucho Vallejo se conecta a nuestra videollamada desde la obra que dirige en la ciudad mexicana de Puebla. Natural de Santander, donde pasó toda su infancia y adolescencia, es arquitecto por la Universidad de Navarra, en la que imparte clases dentro el Departamento de Proyectos, y está colegiado en Cantabria. Desde 1985, ejerce la arquitectura en el estudio pamplonés Capilla Vallejo Arquitectos, que fundó junto con el también arquitecto Conrado Capilla. En 2016 creó una sociedad privada para desarrollar un proyecto de rehabilitación en el centro histórico de Puebla, un área que es Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1987. La obra le ha vinculado profundamente a México y le ha proporcionado una visión de Cantabria y España distinta y más completa.

Pucho recuerda con cariño los inicios de su relación con la arquitectura, profundamente marcados por el patrimonio cántabro del siglo XX: “Tras terminar el bachiller en el Instituto Villajunco, me presenté a los exámenes para poder ingresar en la Universidad de Navarra y estudiar arquitectura, mi vocación desde la adolescencia. Siempre me habían impresionado algunos edificios de Santander, como la estación marítima, una obra de Ricardo Lorenzo que influyó en muchos de mis dibujos y collages, y el Monumento al Indiano, de Ángel Hernández Morales”, comparte. “Posteriormente, tuve la inmensa suerte de conocer a ambos arquitectos”.

“La construcción en España tiene un problema en estos momentos, ya no hay artesanos ni mano de obra especializada. Es necesario cambiar el enfoque del sector”

Menciona también la importancia que tuvieron para él los años de carrera en Pamplona, donde conoció a su socio y a la que fue su mujer, así como a muchos de sus mejores amigos, que ahora viven en distintas partes del mundo.

“Cuando el sector de la arquitectura entró en crisis en España a principios de los 2000, mi socio y yo iniciamos una aproximación profesional a Perú y México para conseguir proyectos. Yo iba con frecuencia al Tecnológico de Monterrey a impartir conferencias y cursos, y un amigo navarro afincado en Ciudad de México me planteó la posibilidad de trabajar con él en desarrollos inmobiliarios. Analizamos ciudades del entorno, entre ellas Puebla, y reparé en la increíble belleza del centro histórico, que sin embargo no estaba suficientemente valorado. Fue así como decidí embarcarme en este proyecto, presentando ante la gerencia municipal propuestas para reconstruir y rehabilitar dos edificios del siglo XVI. Los trámites fueron largos pero ya estamos terminando la segunda fase del proyecto, y continuará, si todo sigue según lo previsto. Es una iniciativa con mucho potencial para dar a conocer el rico patrimonio arquitectónico y cultural poblano”, explica.

El arquitecto santanderino con algunos de los estudiantes mexicanos que visitan las obras de rehabilitación del casco antiguo de Puebla.

En la actualidad, Pucho vive en Puebla, pero no deja de visitar a menudo Cantabria, a la que sigue muy ligado.

Pregunta.- ¿Cómo fue su primer contacto con México?

Pucho Vallejo.- Viajé a Mexico por primera vez en 1993. Recuerdo que una amiga de mi madre nos habló de unos parientes suyos de origen montañés, los Gilardi, y así fue como mi primer anfitrión en el país fue Pancho Gilardi, propietario de la última casa construida por Luis Barragán. Nos hicimos amigos y tuve la inmensa suerte de vivir esa la mítica casa.

Ya entonces, México me pareció un país fascinante, muy distinto pero a la vez muy parecido en algunas cosas a España. Desde ese momento, cualquier pretexto es bueno para ir a México, y hemos colaborado con muchos profesionales mexicanos en el estudio. Mi proyecto actual en Puebla es la guinda del pastel, una experiencia mágica que estoy disfrutando muchísimo.

P.- ¿Se trata de un proyecto completamente privado?

P.V.- Casi completamente. La sociedad que me encargó el proyecto de Puebla, Analco 2V, se formó en 2016 y comenzamos a trabajar en 2017. Al plantear mi propuesta, fui muy bien recibido por el ayuntamiento y por la gerencia del centro histórico, si bien no aportaron una partida para financiarlo. Eso sí, cuidan el entorno del proyecto, se han encargado de pintar los edificios de alrededor y han llevado a cabo algunas actuaciones para revitalizar el barrio, además de crear exenciones de impuestos y algunas ayudas para rehabilitar otros edificios del centro histórico. Es algo que valoro mucho.

P.- ¿Qué le ha aportado este tiempo en Puebla?

P.V.- América te ayuda a entender mejor la historia y la identidad de España. Si te interesan estos temas, recorrer México y visitar otros países hispanoamericanos es una experiencia increíble. Por otro lado, poder trabajar en el exterior me ha permitido reencontrarme como arquitecto, aprender y poner en práctica técnicas constructivas que me interesan mucho y que en España ya no se usan.

P.- ¿Qué contrastes percibe entre México y España?

P.V.- En el plano profesional, me llamaron la atención las diferencias en la situación de la arquitectura. España tiene un problema en este momento: ya no hay artesanos ni mano de obra especializada, ya que los grandes profesionales que había se retiraron, se reciclaron en otros sectores o emigraron durante la crisis de la construcción que siguió a la crisis financiera de 2008. Gracias a las grandes mejoras tecnológicas de los últimos años, ya se pueden suplir muchas de esas carencias, pero es necesario cambiar el enfoque del sector y esto no ha sucedido por completo. Por ejemplo, las técnicas constructivas han evolucionado en eficacia y rapidez, pero no la calidad de las construcciones; un edificio de los 70 puede ser tan bueno o mejor que uno actual. En México, sin embargo, cuidan mucho la tradición y emplean materiales como los ladrillos macizos secados en horno de leña, que tienen una calidad altísima y permiten soluciones constructivas muy respetuosas con el patrimonio arquitectónico local. El problema allí es la falta de tecnología moderna en los procesos de medición y planificación; la tecnología se usa de forma casi exclusiva en la construcción de rascacielos o edificios institucionales de las grandes ciudades.

Al margen de cuestiones arquitectónicas, acostumbrarte a trabajar en México puede resultar duro en ocasiones, por una falta de puntualidad bastante extendida. Si no estás hecho a la forma en que funcionan los tiempos aquí (el famoso “ahorita mismo”), no es fácil sacar el trabajo en los plazos previstos. La relaciones con las instituciones también son distintas, ya que la normativa es más laxa y se respeta menos; no es raro que los funcionarios cambien de opinión respecto de un proyecto o de cualquier decisión una vez se empieza a tratar un tema. Creo que se debe en parte a la gran extensión del país y a las capacidades del Estado, que no puede abarcar tanto como en España.

“Es difícil ignorar la profunda estratificación de la sociedad mexicana”

Vallejo tiene la intención de seguir viviendo a caballo entre México (donde espera continuar el programa de rehabilitación) y Santander.

Por otro lado, México es un país fascinante, precioso, con una naturaleza increíble y donde es muy fácil, siendo español, sentirte como en casa. Los mexicanos son muy amables, simpáticos y acogedores. Además, es uno de los países más desarrollados económicamente de Hispanoamérica, donde hay mucho por hacer y pueden encontrarse oportunidades profesionales muy interesantes.

Las únicas cosas que hacen la vida más difícil cuando llegas es la inseguridad en la calle (es peligroso cenar en Puebla y conducir de noche a Ciudad de México, por ejemplo) y las diferencias sociales tan marcadas entre personas ricas y pobres; me resulta muy difícil ignorar la profunda estratificación de la sociedad mexicana.

P.- ¿Considera importante pasar un tiempo en el extranjero?

P.V.- Sí. Soy de la opinión de que hay que salir y experimentar otras cosas, independientemente de la edad que tengas. Yo lo noto hablando con mis amigos: los que no han vivido fuera tienen opiniones mucho más marcadas a la hora de tocar algunos temas. Salir te abre la mente y te ayuda a percibir el resto del mundo, e incluso tu propio país, de otra manera. Pienso que es perfectamente compatible ser un ciudadano global y mantener raíces profundas en tu tierra.

Moverse y trabajar en diferentes países es muy positivo para la carrera de cualquier persona. No hay que ser conformista y estar siempre en el mismo sitio. Hoy en día es muy fácil mantener el contacto con la familia y los amigos de siempre a través de internet y gracias a la gran oferta de vuelos disponible. Aunque no vayas a quedarte en el extranjero toda tu vida, probarlo durante un tiempo puede hacerte crecer mucho, tanto a nivel personal como profesional.

P.- ¿Se ve en Santander en un futuro?

P.V.- Yo estudié fuera, así que mi relación con Cantabria siempre ha sido, de algún modo, romántica. Sin embargo, siempre ha estado allí mi base, por lo que considero que tampoco me he ido nunca del todo. Es mi casa, y tener una casa es importante para todos, pero más si cabe para los arquitectos. En Santander y sus alrededores, están mi familia y mis referencias de la infancia, mis recuerdos. Como suele decir un buen amigo que tengo en Mendoza, “la patria es la infancia”, y eso me hace santanderino y español; nunca ha sido de otra manera.

“Es perfectamente compatible ser un ciudadano global y mantener raíces profundas en tu tierra”

En general, procuro que no pasen más de 2 o 3 meses sin regresar a Cantabria. Suelo pasar en México la mitad del tiempo, yendo y viniendo unas 6 o 7 veces al año; mis billetes siempre son de ida y vuelta desde España. Durante la pandemia, algunos contratiempos en el proyecto de Puebla (me quedé sin mi persona de confianza en la obra) hicieron que pasase tres cuartas partes del año en México. Y este año es muy probable que suceda lo mismo.

Respecto de mi futuro, lo veo en Cantabria, por supuesto, pero quizá no de forma permanente. Después de todas mis vivencias, de haber venido a México, siento que aún me queda mucho por explorar. Me encanta la playa del Puntal, cerca de la cual tengo una casa, pero no me veo paseando por ella todos los días del año. Me gustaría más seguir trabajando en México y haciendo cosas que me apasionen; mi intención es seguir a caballo entre ambos lados del Atlántico mientras la salud me lo permita.

P.- ¿Iniciativas como la Red del Talento Cántabro C2030 o Cantabria Overseas le hacen sentirse más cerca de la región? ¿Considera que son importantes?

P.V.- Desde luego, es una alegría estar en contacto con otros cántabros en circunstancias similares. Hace poco estuve comiendo en México con un piloto de Iberia de Santander y fue muy reconfortante charlar sobre lugares y personas que ambos conocemos bien.

“Es más fácil alcanzar objetivos cuando la voluntad y la generosidad pesan más que el celo institucional”

Creo también que iniciativas así siempre son útiles en el plano profesional, en especial si surgen de forma más espontánea, sin que la gente espere necesariamente algo a cambio. Es así como la gente conecta de verdad y se generan relaciones más sinceras que pueden aportar muchas cosas buenas a medio y largo plazo. Las asociaciones sin ánimo de lucro formadas por gente entusiasta tienen más posibilidades de funcionar bien que aquellas donde las buenas ideas acaban enterradas por un exceso de organización y celo institucional. Es más fácil alcanzar objetivos cuando la voluntad y la generosidad son lo que pesa más.

P.- ¿Qué puede aportar el talento cántabro en el exterior?

P.V.- Históricamente, los cántabros que han emigrado han traído de vuelta muchas cosas buenas para la región (solo hace falta ver el hospital de Valdecilla). El hecho de tener un puerto de mar ha hecho que Santander sea una ciudad donde la gente va y viene, de donde muchos se fueron y a la que luego regresaron para hacer grandes obras. Por supuesto, vivimos en tiempos muy distintos a los de aquellos indianos de hace más de un siglo, pero si algo nos sigue caracterizando a los cántabros es que amamos profundamente nuestra tierra, por lo que es importante asegurarnos de que siga existiendo ese retorno. Estas asociaciones de cántabros en el exterior son una buena herramienta para generar sinergias entre personas emigradas y conseguir que tanto ellas mismas como el conjunto de la región se beneficien de estos intercambios de conocimiento y de la experiencia internacional acumulada.

P.- ¿Cuál es su diagnóstico del panorama laboral, social y económico regional?

P.V.- Debo admitir que lo veo complicado, aunque el mundo se mueve a veces de manera inesperada y nunca se sabe qué puede ocurrir el mes próximo —quién nos iba a hablar del parón que supuso el covid o del efecto de la invasión rusa de Ucrania, sin ir más lejos—. Causas no previstas pueden cambiar la evolución de una población que ahora mismo tiene una edad media muy avanzada y cuyo motor económico depende demasiado del turismo estacional, los sueldos de los funcionarios y los servicios a los mayores.

Me consta que existen algunos grupos empresariales potentes con sede en Cantabria y también algunas empresas locales punteras. En mi ramo, destacan Hisbalit, BathCo o el Grupo Álvarez, pero siento que los casos de éxito a menudo se deben más a la acción individual de algunas personas con ganas y buenas ideas que a la existencia de un tejido industrial realmente potente. Esto es lo que deberíamos cambiar: en esencia, conseguir que el crecimiento empresarial y el progreso económico tengan un carácter estructural.

También es necesario potenciar la innovación y que haya una mejor sintonía entre las instituciones públicas y las privadas a la hora de crear programas de formación y empleo para los jóvenes. Hay que innovar en el sector agrario y en la industria local, algo que no es posible si no se fomenta el espíritu emprendedor entre la juventud.

José M. Sainz-Maza del Olmo

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora