Enrique Blanco (Australia): ‘Contar con alguien que conozca a fondo un país es muy útil para compañías cántabras que buscan internacionalizarse’

Enrique Blanco ha dedicado su vida profesional a la construcción de grandes infraestructuras. Está asentado en Australia desde hace más de una década, pero no ha perdido su vínculo personal con Cantabria y participa con entusiasmo en la Red de Talento Cántabro en el Exterior. Este ingeniero santanderino conoce bien el valor de la experiencia internacional y subraya la importancia de crear lazos entre profesionales de la región que se encuentran en otros países.


Más de diez años en Australia y casi cuatro en el Reino Unido dentro de la misma empresa, Ferrovial, han dotado a Enrique Blanco Gómez de un profundo conocimiento acerca de la forma en que se trabaja en distintas regiones del mundo. Ingeniero de Caminos por la Universidad de Cantabria desde 1997, vivió durante sus primeros años de trabajo la época dorada de la construcción de infraestructuras en España.

Ahora reside en Australia, donde es director gerente de Ferrovial, y ha asumido con entusiasmo la labor de coordinador local de la Red del Talento Cántabro en el Exterior de CEOE-CEPYME. Enrique siente un profundo cariño hacia Cantabria y subraya la importancia que puede tener para la región apostar por los productos de calidad y combinar el turismo con un sector secundario más dinámico y uno primario abierto a nuevos horizontes.

Desde su casa en Sidney confiesa que su interés por vivir en el extranjero surgió desde la infancia, escuchando las historias de sus abuelos y su madre, que habían emigrado a Venezuela en los años 50. Él no había salido de la región hasta sus prácticas universitarias, que hizo en un equipo de Ferrovial en La Coruña. Ya acabada la carrera fue contratado por esa compañía, que lo destinó a Lérida como ingeniero de obra en la línea de AVE Madrid-Barcelona.

“En aquellos años, a diferencia de lo que sucede en la actualidad, era muy fácil adquirir experiencia y progresar profesionalmente en el sector de la ingeniería civil”, recuerda. “Tras dos años en Lérida en los que pude ejercer como ingeniero de proyectos, me trasladé a Zaragoza para seguir trabajando en la construcción de infraestructuras para el AVE, ya como Jefe de Área de la sección de Fuentes del Ebro”. Entre 2002 y 2007 continuó ligado a diversos proyectos de Ferrovial en España, dirigiendo equipos en Guipúzcoa, Lérida, Cuenca y Albacete, y trabajando en la puesta en marcha de líneas de alta velocidad.

Siendo ya Jefe de Grupo en la nueva línea Madrid-Valencia, le llegó la oportunidad de trasladarse a Londres como director del área de ingeniería civil. Suponía su primera experiencia laboral fuera de España y el salto a unas infraestructuras muy distintas, las aeroportuarias.

Pregunta.- ¿Qué es lo que más le llamó la atención al salir fuera de España?

Enrique Blanco.- Yo llegaba de un país en el que entonces se construía mucho, y muy bien, y tuve que enfrentarme a otro —Inglaterra—, donde la construcción era mucho más formal, con procesos que alargaban los plazos sustancialmente y donde el ascenso profesional era mucho más lento. Me costó un poco acostumbrarme a aquella forma de hacer las cosas.

Por poner un ejemplo, allí eran necesarios unos quince años de experiencia para convertirte en jefe de obra, cuando en España bastaba con 4 o 5. Además, en el Reino Unido se necesitaba mucha más mano de obra que aquí y los proyectos resultaban sensiblemente más caros. Noté que la responsabilidad estaba más depurada y se dividía en más capas, resultando en una mayor cantidad de puestos intermedios con sueldos elevados que en España no existían. Esto tiene sus ventajas y sus inconvenientes; al extenderse a toda la cadena de suministro, los costes finales se disparan.

Acostumbrarse a trabajar de una forma tan distinta seguramente es más difícil que superar la barrera del idioma. Primero te encuentras en una fase de negación, crees que lo que hacen en tu país de acogida no sirve para nada y que en España se hace todo mejor. Luego llega la aceptación, cuando empiezas a entender las razones que explican ciertos comportamientos. En una tercera etapa, interiorizas los nuevos procesos y los sientes como propios. La última fase es aquella en la que los defiendes como mejores y hasta acabas pensando que en España no saben hacer las cosas.


“Acostumbrarse a trabajar de una forma tan distinta es más difícil que superar la barrera del idioma”

Al margen de lo profesional, asentarnos en Inglaterra e integrarnos fue igualmente una aventura. Yo estaba casado y me mudé con mi hija de un año y con mi mujer, que en ese momento estaba embarazada de 8 meses. Más adelante, tuvimos una tercera hija. Pienso que esto también creó un gran vínculo con Londres, algo que hemos tenido siempre muy presente. Al poco de llegar hicimos un grupo de amigos internacionales, la ciudad nos acogió muy bien, y acabamos dándonos cuenta de que Inglaterra no está tan lejos de España.

P.- Sobre todo, en comparación con Australia. ¿Cómo fue el cambio de continente?

E.B.- Australia es similar en ciertas cosas a Inglaterra, sobre todo en lo tocante a las costumbres, pero hay diferencias muy notables. Por ejemplo, aquí no trabajaban los viernes y, sin embargo, recibía correos electrónicos los domingos. Pronto me enteré de que se debía a que mucha gente tiene la costumbre de salir a navegar los viernes, algo que compensan trabajando los domingos desde casa.

El deporte en Australia es casi una religión. Todo el mundo realiza algún tipo de ejercicio antes de acudir a trabajar por las mañanas. Incluso durante los peores meses de la pandemia, hacer deporte en la calle siempre estuvo permitido, y no es raro ver cada día a cientos de personas jugando a voley, corriendo o surfeando en la playa. Aunque el ejercicio físico sea muy habitual en otros países, nunca he sabido de ninguno donde esté tan extendido entre la población como en Australia, o donde la gente se lo tome tan en serio.

En cuanto a lo profesional, destacaría que Australia cuenta con ciudades muy modernas pero carentes aún de muchas infraestructuras, debido a su morfología, de casas bajas y una densidad de población relativamente pequeña. El metro de Sidney, por ejemplo, fue inaugurado hace solo un par de años y solo tiene dos líneas. La población sigue creciendo y es necesario construir más carreteras, algo que en Europa ya no sucede.

P.- ¿Cuáles son sus mejores experiencias en el exterior?

E.B.- Laboralmente, estar fuera implica una necesidad de aprendizaje constante y eso es una palanca importante para la motivación. Me fui de España cuando había muchísimas oportunidades en el país para los ingenieros de caminos, con el ego crecido por haber participado en grandes proyectos, y llegar a un nuevo país fue un baño de humildad que me vino muy bien y me ayudó a seguir creciendo.

A nivel personal, fue fantástico, y no me arrepiento ni un solo día de haber dado el salto. En cada país se vive de una manera, pero una vez que te acostumbras, puedes disfrutar de experiencias que no habrías esperado. Soy de la opinión de que hay que aprovechar lo que la vida te da. En Australia, aunque estemos muy lejos de Europa y a veces eche de menos poder visitar a mi familia más a menudo, tenemos una calidad de vida extraordinaria y estamos muy cerca de Asia. Así, podemos viajar con frecuencia a lugares que, de otro modo, solo visitaríamos una vez en la vida.

Enrique Blanco, a la izquierda, junto con Ignacio Clopés (Director Internacional de Ferrovial) y Melina Pavey (en aquel momento, Ministra de Carreteras del estado australiano de Nueva Gales del Sur) en junio de 2018.

P.- ¿Ha habido experiencias no tan buenas?

E.B.- No muchas. Sin embargo, debo decir que cuando vine a Australia me sentí extranjero. Esto es algo que no me había sucedido en Inglaterra, donde siempre nos sentimos muy integrados. Aquí el sistema sanitario es totalmente de pago para los no nacionalizados, necesitas el visado para cualquier trámite y al final acabas notando que todo esto te genera una cierta sensación de incomodidad en tu vida diaria. En las grandes capitales europeas es más fácil conocer a personas de otros países, la gente va y viene constantemente con bastante libertad gracias a las leyes de movilidad europeas… En Australia, por el contrario, no están acostumbrados a eso.

Este fue uno de los principales motivos para que quisiese adquirir la nacionalidad australiana más rápido. Una vez lo logré, me sentí más integrado y ciertas gestiones se volvieron más cómodas. Por ejemplo, cada vez que visitaba Cantabria me volvía con botes de Cola Cao, sobaos, quesos y algunas otras cosas que no puedo encontrar en Australia. Me di cuenta entonces de que viajando con pasaporte australiano nunca me revisaban la maleta al entrar en el país, algo que sí sucedía cuando lo hacía con mi antiguo pasaporte español.

P.- Desde un puesto de gestión como el suyo, ¿percibe que la experiencia internacional se valora en la actualidad tanto como a menudo se cree?

E.B.- Sí, desde luego. En mi caso, es algo que tengo muy en cuenta a la hora de contratar a alguien, y me gusta por dos motivos. En primer lugar, porque suele implicar que estoy ante una persona con la mente más abierta; en segundo, porque trabajar en entornos internacionales requiere ciertas cualidades, como la flexibilidad y la capacidad de aprendizaje continuo, que ahora son muy útiles en casi cualquier puesto de trabajo.


“Trabajar en entornos internacionales requiere ciertas cualidades que son muy útiles en cualquier puesto de trabajo en la actualidad”

Las personas que no han estado expuestas a empresas de otros países no están acostumbradas a cómo trabaja la gente en otros sitios. Esto hace que les cueste más cambiar sus hábitos y cuestionarse la forma en la que se abordan muchos procesos. Por eso siempre considero la experiencia internacional como algo inmensamente positivo.

P.- ¿Qué le diría a alguien que esté valorando dar ese paso y obtener experiencia profesional en el extranjero?

E.B.- Que lo haga, sin ninguna duda. Salir de tu zona de confort es algo fantástico, puro fitnes intelectual: te hace más ágil a la hora de tomar decisiones, además de ayudarte a estar cómodo en una situación de alerta, a ser más adaptable y a contar con más recursos.

Tienes que convivir con un idioma, una comida y unas costumbres diferentes, lo cual requiere resiliencia y capacidad de reinvención. Además, ver cómo se hacen las mismas cosas de una manera distinta te ayuda a desarrollar tu creatividad y mejora tu capacidad de resolución de problemas.

En mi círculo de amigos en Sidney hay varias parejas de diferentes países: un ruso con una ucraniana, una francesa con un americano, una chica marroquí con un argentino… Algunos se conocieron aquí y otros lo hicieron en terceros países donde han vivido en el pasado. Moverte en un ambiente así te permite contrastar experiencias, descubrir otras realidades y darte cuenta de todo lo que existe ahí fuera, de cómo viven otras personas. Lo encuentro realmente enriquecedor a nivel personal.

El puente de 620 metros sobre el río Clarence construido por Ferrovial en Harwood (Australia), abierto al tráfico en diciembre de 2019.

P.- ¿Cuál es su relación con Cantabria en la actualidad?

E.B.- Mi relación es esencialmente familiar, ya que tengo a mi madre y a una de mis hermanas en Santander. Solemos ir una vez al año, en Navidad, ya que quiero que mis hijas no pierdan ese vínculo. Ella son unas apasionadas de las rabas y del chocolate con churros, y me gusta que al menos tengan esos recuerdos, que conserven esa conexión especial con la región, a pesar de haber crecido en Australia. Solemos ir a Picos de Europa, a San Vicente de la Barquera… Disfrutamos mucho de estas visitas anuales. Sin embargo, no tengo vínculos profesionales.

P.- ¿Ha cambiado tras su involucración en la Red del Talento Cántabro en el Exterior?

E.B.- En cierto modo, sí. El concepto de la Red me gustó mucho desde el principio; soy un entusiasta del voluntariado y creo que comprometerse con proyectos así es importante, sobre todo cuando estás haciéndolo por el lugar de donde eres y que tan bien te acoge cada vez que vuelves. Esta iniciativa me ha dado la oportunidad de ponerme al día con la realidad empresarial de Cantabria y darme cuenta de lo avanzadas que están algunas empresas.

P.- ¿Cuál es el principal valor de la Red?

E.B.- Quizá sea la oportunidad de poner en contacto a personas con trasfondos profesionales diferentes que se sienten unidas por su vínculo común con Cantabria, lo cual puede generar sinergias muy útiles. Si cuando era más joven hubiese podido tener acceso a personas con un conocimiento profundo de Australia, por ejemplo, me habría resultado de gran ayuda y, seguramente, mi desarrollo profesional hubiera sido distinto. Creo que es algo que resulta beneficioso para todos, desde profesionales a empresas, y también para el conjunto de la región.

Es posible que los resultados lleguen a medio o incluso a largo plazo, ya que ahora se están sentando las bases para que puedan suceder cosas más adelante, pero tengo bastante claro que se está trabajando en la dirección correcta. Sin ir más lejos, esta mañana he tenido una charla con una persona de la Red que está en Kuala Lumpur. En Ferrovial estamos haciendo negocios con una empresa de allí y creo que este tipo de relaciones siempre son beneficiosas. Contar con el consejo de alguien que conozca bien el ecosistema empresarial de un cierto país, cómo funciona la administración local o  qué gastos indirectos deben tenerse en cuenta puede resultar muy útil para empresas cántabras que estén buscando internacionalizarse. Y también para profesionales que viven en otros lugares del mundo y están buscando nuevas oportunidades.

P.- ¿Volvería a Cantabria? 

E.B.- A trabajar, no, al menos por el momento. Si acaso, en la última etapa de mi carrera profesional me podría ver compartiendo experiencias, enseñando lo que he aprendido, etc. Pero tendrá que ser más adelante, cuando ya no tenga la ambición de seguir creciendo profesionalmente. Desafortunadamente, en mi campo no hay demasiadas oportunidades en la región. Sin embargo, como visitante y para pasarlo bien, me encanta Cantabria; es uno de mis lugares favoritos en el mundo.

P.- Las cosas a menudo se pueden analizar de forma distinta cuando uno está fuera y ha adquirido una perspectiva diferente. ¿Hacia dónde cree que debería dirigirse Cantabria?

E.B.- Las sociedades económicamente desarrolladas tienden al sector terciario, a apoyarse cada vez más en servicios como la educación superior, el turismo o la industria cultural. Esto se nota especialmente en Cantabria, que además no cuenta con un entramado industrial potente, sobre todo si lo comparamos con el del País Vasco.

Lo que sí tenemos es unas condiciones naturales únicas, por lo que opino que nuestra región tiene muchas potencialidades para desarrollar un sector primario interesante. En este sentido, quizá haya que cambiar el enfoque y buscar un equilibrio entre sectores productivos que conlleve un aumento del valor añadido. Sería positivo apostar por la modernización y la búsqueda de la excelencia, al tiempo que se dinamiza la industria local, en vez de apostarlo todo a una sola carta.

Creo que Cantabria puede exportar más calidad, algo que parece que se está comenzando a hacer en los últimos años. A pesar de que la mayor parte de las empresas de la región son relativamente pequeñas, se puede tener éxito en otros países usando compañías más grandes como plataforma o creando asociaciones de empresas que permitan llevar a cabo operaciones de internacionalización con costes asumibles. Pienso que es importante mirar qué se haciendo bien en otros sitios y cómo se puede replicar en Cantabria, para lo cual es inmensamente útil contar con el apoyo de personas que tienen una amplia experiencia en el exterior, como las que integran la Red de Talento.

José M. Sainz-Maza del Olmo

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