Títulos sin gloria

En el Racing se han acumulado tantas situaciones disparatadas que pasan desapercibidas. Por ejemplo, que el actual propietario no haya pagado al vendedor y, valiéndose de la lentitud de la justicia en España y de las demoras que él mismo ha provocado, pueda hacer y deshacer durante años. O que, por esa misma razón, cuando la justicia le reconozca al vendedor su derecho a que le devuelvan las acciones, en lugar de recibir un club de Primera División reciba uno en Segunda B, dos categorías por debajo y en quiebra técnica. Tampoco es baladí que quien ejerce como dueño ni siquiera pueda aparecer por España, no ya por las instalaciones del club, porque le busca la Interpol por otras supuestas estafas, y se vea obligado a actuar a través de personas interpuestas.
Ali Syed, en cualquier caso, parece que ha dado ya la batalla del Racing por perdida. El equipo está tan asfixiado de puntos como de liquidez. Y sin posibilidad de conseguir nueva financiación, no tiene más salida que abandonarlo. Sus hombres del consejo de administración han propuesto una nueva operación acordeón, para reducir el valor de las acciones a una cuantía insignificante, tras lo cual se emitirán nuevos títulos por importe de tres millones de euros. Así el club podrá sobreponerse al colapso de liquidez y ellos evitarán una responsabilidad penal, ya que las cuentas lo colocan en una situación de obligada liquidación. El desequilibrio patrimonial a día de hoy es de 25,6 millones de euros, por lo que la ampliación sólo servirá para abordar algunos pagos. Eso sí, como se trata del Racing, donde todo es posible, la emisión se hace con prima (hay que pagar un sobreprecio de 1,5 millones de euros), como si el Racing tuviese reservas tácitas o explícitas que valorar.
En cualquier caso, Ali no se puede llevar buen sabor de boca de su paso por Santander. A pesar de que los aficionados le destronaron con tanta rapidez como lo entronizaron y de que en la Comisión de Investigación creada en el Parlamento de Cantabria ha quedado la sensación de que la operación ha sido una estafa, el empresario indio se ha dejado en Cantabria entre 4 y 7 millones de euros, según las fuentes. Un precio bastante caro para los tres o cuatro partidos que pudo ver desde el palco.

Dos magnates que acabaron mal

La historia del supuesto magnate tiene algunos paralelismos con la de Piterman, otro oscuro personaje que ocupó la presidencia del Racing y al que los aficionados no recuerdan con ninguna devoción, aunque se dejó una cantidad semejante en su paso por El Sardinero.
En estos últimos años, el Racing ha tenido un empresario titular (Alí), otro suplente (Montalvo, el vendedor que no cobró) y un tercero que ha ejercido como tal, Francisco Pernía. Pero tamaño despliegue no garantiza nada. Ahora, cuando llega la hora de la verdad, se va a quedar sin ninguno. Alí se desvanece, Montalvo algún día recuperará unas acciones que ya no valen nada y Pernía desaparece del escenario y de las bambalinas. Sólo quedará quien llegue con dinero fresco y hay muchas posibilidades de que no llegue nadie.
La situación del club no era peor que la de muchos otros cuando estaba en Primera División. De hecho, los 42 millones que debía eran una de las cifras más bajas, lo que no impidió que se viese obligado a pedir el concurso de acreedores, poco después de que el nuevo Gobierno de Ignacio Diego le impeliese a hacerlo. El acuerdo con los acreedores le dio un respiro, dado que la deuda se reducía a la mitad y el pago se aplazaba en dos años, pero el plazo de carencia se está agotando y hacer frente a la deuda histórica en Segunda B resulta aún más inverosímil que en Segunda. Sin los jugosos ingresos por las retransmisiones de televisión, la participación en las quinielas y la posibilidad de hacer traspasos de cierta enjundia, en las categorías inferiores solo se puede contar con la taquilla y poco más. El Racing se enfrenta, por tanto, a otra situación paradójica más: como sociedad anónima deportiva puede desaparecer en el mismo año en que se celebra el haber llegado a los cien.

Sombríos precedentes

El recurso a la heroica es, en este caso, pedir el apoyo económico de la afición, pero tampoco parece sencillo. Ya en 1992, cuando los clubs se transformaron en sociedades anónimas deportivas, una primera privatización no encontró eco alguno entre la población local, hasta el punto que tuvieron que ser los organismos públicos los que se quedasen con el equipo. Si cinco años más tarde, en una segunda privatización, se produjo una auténtica puja de inversores no fue por racinguismo sino por los jugosos contratos de las televisiones. Cuando después de varios cambios accionariales, en 2008 el Gobierno regional del PRC-PSOE trató de buscar un inversor que sustituyese a la constructora Seop, que había entrado en suspensión de pagos, tuvo serias dificultades. Tanto que el banco Credit Suisse estuvo dos años ofreciendo el club en el mercado internacional y el único interesado después de ese tiempo fue Alí Syed.
Por entonces se vendía una franquicia de la Primera División en la Liga más importante del mundo. Ahora el Racing está abocado a la antigua Tercera y eso difícilmente va a atraer la atención de los magnates foráneos.

Fin de la SAD

El caso del Oviedo, con la población movilizada para poder reunir 1,9 millones de euros y salvarlo, ha demostrado que incluso así, no resulta fácil reunir el dinero necesario para salir del agujero. Y esa circunstancia es difícil que se reproduzca en Cantabria, donde la cifra necesaria es bastante mayor, a pesar de que las peñas han mostrado en varias ocasiones su interés por gestionar el club.
La experiencia del grupo de socios que se oponía a Piterman y no pudo recabar un apoyo económico relevante para desplazar al empresario ucraniano también es significativa. Es posible que haya aficionados deslumbrados por la posibilidad de llevarse a casa millones de acciones del Racing por un euro. Pero esos títulos no suponen gloria deportiva ni un acopio significativo de dinero para el club. Son simplemente papel, y ni eso, porque el papel vale más.
Si el Racing no consigue que alguien suscriba la ampliación de capital, sus días como sociedad anónima deportiva están contados, diga la juez de Madrid lo que diga sobre quién es el actual propietario. Si alguien suscribe la ampliación, puede sobrevivir algún tiempo más, pero no demasiado. En todo caso, podría resurgir de las cenizas a partir de alguna de las secciones inferiores y estas, hoy por hoy, son del Gobierno regional, al que el club vuelve una y otra vez. Un problema más para Diego.

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