Editorial

Todo el mundo sabe que cuando no hay dinero sólo es posible decidir no gastar, y eso viene impuesto, por lo que el presidente cántabro no lo tiene fácil para dar la sensación de que combate la crisis mientras todo el mundo le ve con las manos vacías. Por eso se apresura a tomar decisiones sobre todo aquello que únicamente necesita papel oficial, dado que los boletines públicos son baratos y tienen la ventaja de ser infinitos.
El derroche de decisiones más espectacular es el referido a la ley el Suelo y las reglamentaciones diseñadas para eludir las sentencias de derribo, algo que en teoría es imposible, puesto que en ese caso cualquier decisión judicial sería políticamente revocable. Lo que se ha hecho hasta ahora es como tirar a una diana: que de la primera no se acierta en el 25, pues se tira otra vez, y las que hagan falta. Que hacemos una ley y nos la echan abajo, pues hacemos otra. Las que sean necesarias hasta encontrar el resquicio para legalizar las casas o para entretener a los afectados de por vida.
Y puestos a extender el sistema de prueba y error, ya llevamos cinco reformas de la Ley del Suelo en dos años y a estas alturas hubiésemos debido llegar al éxtasis de la perfección urbanística, pero la realidad es que no hemos llegado aún a ninguna parte. Después de haber relajado las condiciones para construir en suelo rústico hasta volver a los años oscuros del artículo 44.2, el coladero que tanto daño hizo al paisaje de la región y a la honorabilidad de los alcaldes, el resultado son 60 viviendas; no 600 ni 6.000. Muy poco a cambio de resucitar un urbanismo que consume suelo y recursos públicos sin sentido.

Penélope no se daba tanta prisa tejiendo y destejiendo como el Gobierno, pero aquello no perjudicaba a terceros. Esto nos perjudica a todos. Los problemas económicos que padece Cantabria dependen de muchos factores y la mayoría de ellos no podemos controlarlos. En cambio, no tener seguridad jurídica sólo depende de nosotros y la seguridad jurídica es imprescindible para cualquier inversor y para cualquier actividad humana. Las leyes no se pueden cambiar cada día, porque eso no beneficia ni siquiera a los abogados, que viven de ellas. Y tampoco es de recibo que quienes tanto insistieron sobre las “improvisaciones” de sus antecesores lleven, como lleva Rajoy, cinco subidas de impuestos en dieciocho meses.

Alguna vez sonará la flauta de la recuperación, inevitablemente, y esperemos que sea pronto, pero cada vez está más extendida la idea de que, cuando eso suceda, será simplemente porque el sistema ha acabado de autopurgarse y no por la mano santa de legisladores compulsivos, troikas o gurús de la economía. Será porque sí, que, como el azar, es la razón de todo lo que no entendemos por qué sucede. Y como conviene estar prevenido, ya empezamos a cambiar el discurso para zanjar el dramatismo. En el último debate sobre el estado de la región, el presidente se negó a hablar de paro, porque eso lo deja “a quienes piensan en negativo”. Sólo quiso hablar de empleo. Y, según dijo, todo lo que hace su Gobierno es empleo: el crédito del BEI, Valdecilla, la Ley de Costas, los teleféricos, Funiber… No nos aclaró cuál es la equivalencia, pero después de la enorme lista desgranada dio la sensación de que estamos a punto de importar parados para atender tanto trabajo.
La realidad es bien distinta. Tenemos 57.000 desempleados; la cifra va a seguir creciendo después de que pase la tregua veraniega y los pocos proyectos del Gobierno avanzan con enorme lentitud, si bien es cierto que en estos últimos meses parece haberse desprendido del ensimismamiento de limitarse a mirar en los cajones. Frente al huracán que iba a cambiar Cantabria en cien días, seguimos enmarañados con la Ley de Montes, los derribos, el Racing, los aerogeneradores, el Plan Energético…
Los decretos y las leyes en tropel no solo no vienen a resolver los problemas sino que los empeoran, como lo demuestra el céntimo sanitario, el céntimo verde y la nueva regulación para la implantación de aerogeneradores, que hará inviables la mayoría de ellos. Pero si con esta segunda reglamentación y segunda adjudicación tampoco vale, podemos volver a probar. Hay boletines para rato.

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