Fugas bajo control

De los tres millones de tanques de combustible que hay en las gasolineras, industrias y urbanizaciones residenciales del país, aproximadamente un 10% tienen pérdidas. Los poros pueden ser tan minúsculos como la cabeza de un alfiler pero lo cierto es que, a través de todos ellos se pierden cada día cerca de 750.000 litros de gasolina y gasoil. La cifra puede parecer exagerada, pero probablemente es una evaluación conservadora. La empresa cántabra Treisa, que por su especialización en la detección y reparación de fugas ha inspeccionado miles de tanques de combustible líquido de toda España, indica que hay pérdidas continuadas en un porcentaje de tanques bastante superior, entre el 15% y el 18%.
Treisa parte del umbral de pérdidas fijado por la nueva normativa española para los sistemas de detección, que deben ser capaces de percibir fugas de 100 ml/hora (apenas dos litros y medio por día). Aunque no debe ser motivo de alarma exagerada, lo cierto es que el resultado conjunto supone unas pérdidas económicas muy cuantiosas para el país y un problema medioambiental, dado que una alfombra de hidrocarburos refinados contamina el subsuelo. Pero quizá lo más decepcionante es que persistan unas deficiencias que pueden ser fácilmente evitadas con revisiones periódicas y un adecuado equipo de detección.
Para combatir esas pérdidas y dar respuesta a las exigencias de la ley española que desde noviembre de 1999 regula los controles de estanqueidad de los depósitos de combustible, la empresa cántabra Treisa ha desarrollado, en colaboración con una ingeniería radicada también en la región (Denipa), un sistema de detección por radar capaz de registrar fugas de hasta 10 ml/hora, una décima parte del umbral exigido por la legislación.
Para realizar la lectura de datos, el radar se suspende a 15 cm de la superficie del combustible, midiendo permanentemente la distancia que hay entre la sonda y el líquido. La respuesta al envío de ondas sonoras, analizada por un programa informático que corrige el efecto de diferentes variables como la temperatura, humedad o vibraciones, permite detectar variaciones en el nivel del depósito de dos micras. El sistema admite también lecturas en vacío mediante el análisis de las ondas sonoras que chocan contra las pareces del tanque, ya que las variaciones en el espectro indican la existencia de perforaciones o de fisuras.
“Desarrollar este sistema nos ha costado cerca de tres años –explica Alejandro Vázquez, gerente de Treisa–, y en este momento nuestro equipo está por delante de cualquier otro europeo”. Esta certeza, unida a la convicción de que la exigente norma española será aplicada por la UE dentro de poco, ha llevado a los responsables de la empresa cántabra a iniciar contactos para exportar este equipo, desarrollado íntegramente en la región, a países como Italia o Alemania.

Exigencias medioambientales

Hasta 1999, la legislación española había aceptado como referencia para medir la estanqueidad de los depósitos de combustible la cifra establecida por la norma norteamericana que estimaba como fuga, y no como un simple error de medida, las lecturas que superasen los 378 ml/hora (una décima de galón). Una mayor exigencia medioambiental llevó al Ministerio de Industria español a rebajar sustancialmente esta cifra, fijando como nuevo límite los 100 ml/h (equivalente a la fuga que se produciría por un agujero de 0,007 mm2).
La legislación española obliga a efectuar revisiones periódicas en los tanques de almacenamiento de combustible. En el caso de las gasolineras, se deben comprobar anualmente los niveles para saber si hay fugas, y cada cinco años los depósitos han de ser vaciados para medir los espesores, revisar las soldaduras y realizar, finalmente, una prueba de estanqueidad. De hecho, las estaciones de servicio más avanzadas cuentan con un medidor de nivel permanente para detectar posibles fugas.
En el caso de los tanques de combustible para consumo propio (industrias, hospitales, comunidades de vecinos, etc), los plazos se alargan hasta cinco y diez años, respectivamente.
Pero de nada sirven las legislaciones avanzadas o las cautelas impuestas desde la Administración si su puesta en práctica choca con el desinterés o la inercia de quienes deben aplicarlas, y en Cantabria el cumplimiento de los plazos legales de revisión de depósitos de combustible no se realiza con la puntualidad que sería deseable. Buena prueba de ello es el hecho de que la actividad de Treisa, única empresa de la región especializada en esta tarea y una de la seis que existen en España, se lleva a cabo fundamentalmente fuera de nuestra comunidad. Madrid, como sede de las empresas petroleras, y el País Vasco son los principales mercados de la compañía cántabra que cuenta entre sus clientes con empresas de la entidad de Repsol, para la que lleva a cabo la comprobación de sus depósitos en todos los puertos del litoral español. En el País Vasco, Treisa efectúa más del 90% de las revisiones que se presentan ante la Consejería de Industria.
La compañía cántabra ha impulsado un estudio estadístico que permitirá que cada ayuntamiento conozca el número y la situación de las instalaciones de almacenamiento de combustible que existen en su municipio. Este informe, que se está realizando a modo de ensayo en diversos ayuntamientos de la comunidad gallega, sería el primer paso para impulsar el control de estas instalaciones y evitar los problemas de contaminación subterránea que producen.

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