‘En Cantabria la bici es un deporte y no un transporte’

P.- Moto Pie Salón se fundó hace más de un siglo y usted lleva los últimos cuarenta años al frente del negocio. ¿Es consciente de que en la ciudad quedan muy pocos negocios con tanta historia como el suyo?
R.- Sí, la tienda la fundó mi abuelo, Don José, y yo ya pertenezco a la tercera generación. La verdad es que llevo toda la vida aquí, de pie. Es como he trabajado siempre, desde que empecé ayudando a mi padre con sólo 18 años.

P.- ¿Recuerda a su abuelo?
R.- Mi abuelo era todo un señor, que iba con sombrero, y un gran vendedor. Empezó a principios del siglo XX cuando regresó de Cuba, a donde había emigrado para hacer fortuna. Allí nació parte de la familia, aunque luego se acabaron viniendo todos.
El negocio lo continuaron mi padre y mi tío, a los que conocían como ‘los Mellizos’. Un hermano suyo tenía una fábrica de coches de niños y, por eso también empezamos a vender cochecitos de bebé.

P.- ¿Era muy diferente la forma de vender a la de ahora?
R.- Entonces, de cada artículo existían un par de marcas y ya está. Nada que ver con la variedad de modelos ni con el tipo de cliente que existe en la actualidad. Ahora los que vienen a la tienda saben más que yo (ríe). Cuando llegan se han estudiado más de 300 modelos de bicicletas por internet y se conocen al dedillo todas sus características, sobre todo, la juventud.

P.- Después de llevar toda una vida vendiendo bicis en el Paseo de Pereda, ¿cómo les sentó el cambio a Nicolás Salmerón?
R.- Bien, porque antes la tienda tenía mucha visibilidad pero era una zona de paseo y no comercial. Aquí tenemos mucho más espacio de exposición y no existen tantos problemas de aparcamiento.

P.- ¿Cuál es el secreto para mantenerse desde hace más de un siglo cuando tantos comercios se han visto obligados a cerrar?
R.- La fidelidad de la clientela, aunque la juventud se ha ido marchando fuera de la ciudad y la población de Santander está muy envejecida. Ése es un grave problema y otro son las franquicias y las grandes superficies comerciales que se sitúan en el extrarradio y actúan como un muro que impide entrar a comprar en la ciudad. Los que siguen viniendo a nuestra tienda es porque viven en Santander o porque nos conocen de siempre y quieren un lugar más personalizado, porque, hoy en día, ya hay miles de puntos de venta para elegir.

P.- Aunque los nuevos clientes vengan con la lección aprendida de internet, seguirá habiendo quienes valoren un buen consejo para decidirse por una u otra bici…
R.- Sí, claro, y por eso seguimos aquí. Arraigados por la experiencia y porque conocemos bien el negocio. También ayuda mucho que tenemos a dos personas jóvenes en la tienda, mi hermana pequeña María y Nacho, nuestro mecánico, que está al cabo de todos los avances tecnológicos.

P.- ¿Cuál es el precio medio de las bicicletas que más se compran?
R.- Hay bicicletas de todos los precios, hasta de 14.000 euros, pero yo no las he visto (ríe). Una buena bicicleta de carretera en esta tienda puede costar en torno a 1.500 euros, pero las que vendemos habitualmente están entre los 300 y los 500 euros, y luego están las de niños. En proporción, ha aumentado mucho más la calidad de las bicis que su precio, porque ha mejorado mucho la tecnología, el uso de materiales como el carbono y existen bicicletas electrónicas a precios asequibles.

P.- Paradójicamente, la crisis ha disparado la práctica del ciclismo. Mucha gente que se ha quedado en el paro ha recurrido a la bicicleta como una forma de hacer deporte y de escapar de su rutina diaria. ¿Se nota esa realidad en Moto Pie Salón?
R.- Lo que más abunda son los mal llamados cicloturistas porque, en realidad, son corredores que compiten, se presentan a las miles de pruebas que existen en la región, cuidan su dieta y hasta tienen entrenadores personales, aunque no cobren un duro del ciclismo. No obstante, en Cantabria sigue habiendo muchísimos parados y la crisis se nota más ahora, porque la gente ha ido tirando como podía y se le han acabado los recursos. Mi sensación es que está desapareciendo la clase media.

P.- Tampoco acaban de utilizarse las bicicletas como medio urbano de transporte. ¿Es por la meteorología, porque no existen suficientes carriles bicis o porque hay demasiadas cuestas?
R.- No, todo eso son disculpas, porque en Bélgica o en Suiza también hace malo y hay muchas cuestas y, sin embargo, la gente va en bici a todas partes. Lo que pasa en que en Cantabria la bicicleta se ha enfocado como un deporte y no como un medio de transporte, ni siquiera como una forma de pasear. Vas a cualquier universidad europea y ves todo el aparcamiento lleno de bicicletas. Aquí, en la Universidad solo hay coches. No sé la razón, quizá sea la idiosincrasia del santanderino.

P.– Le han ocurrido muchas anécdotas…
R.- Lo más curioso es que tengo clientes a los que he vendido el coche de bebé en el que fueron de niños y ahora se lo estoy vendiendo a sus hijos. Aquí les compraron su primera bicicleta y ahora vienen ellos a comprársela a sus nietos. Lo mejor de este trabajo ha sido conocer a personas cuando eran niños y acompañarles en todas las etapas de su vida.

P.- ¿Y cuál ha sido el mejor momento de estas cuatro décadas?
R.- El mejor momento es cuando entra gente por la puerta (ríe). Ya en serio, lo mejor son los clientes a los que he conocido gracias a la tienda y que acaban siendo amigos a los que llamo por teléfono y con los que mantengo una relación muy cercana.

P.- ¿Se imaginó otra vida distinta a la de comerciante?
R.- Entré tan joven que nunca me planteé nada más. Por tener un negocio me ha quedado muy poco tiempo para mí y ahora, con 60 años, me gustaría disponer de más. Siempre añoras lo que no tienes.

P.- Y ese poco tiempo, ¿a qué lo dedica?
R.- Si tengo un rato libre suelo estar con la familia y los amigos y salir en bicicleta. Tengo un grupo con el que hacemos rutas por Cantabria y una vez al año nos vamos con la bici durante tres días. El mundo de la bicicleta siempre ha estado presente en mi vida.

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