Club de Calidad

Primero fueron los mejores hoteles, posadas y casonas los que se agruparon en un Club de Calidad de Alojamientos y, siguiendo su ejemplo, ahora le ha llegado el turno a los restaurantes. Sólo 31, la mitad de ellos de Santander y el resto repartidos por la provincia, han conseguido entrar en la primera guía Club de Calidad Cantabria Infinita editada por la Consejería de Turismo, aproximadamente la mitad de los sesenta que lo intentaron, aunque la lista se revisará todos los años para dar cabida a los nuevos restaurantes que vayan superando la criba.
El proceso de selección ha sido laborioso y los restaurantes han tenido que superar distintas auditorías realizadas por una consultora especializada durante el segundo semestre del año pasado.
El resultado es una guía de la que se han editado 10.000 ejemplares, que prometen distribuirse en los propios establecimientos del Club, en las oficinas de turismo, así como en las ferias y otros actos de promoción turística del Gobierno de Cantabria.

Distintas categorías
Dentro de la guía, los restaurantes se han distribuido en varias categorías. Un primer apartado incluye cinco restaurantes que corresponden a alojamientos del Club de Calidad Cantabria Infinita: San Román de Escalante, Torre de Ruesga, La Casona de la Peña, Iniro –Palacio de Soñanes– y la Casona del Valle.
Otra categoría, ilustrada con un tenedor, está formada por Río Asón, Cenador de Amós, El Serbal y la Cúpula del Rhin, cuatro restaurantes que ofrecen género tratado con precisión, técnicas culinarias innovadoras e investigación sobre el producto autóctono, además de equipamiento, instalaciones y un servicio impecable, caracterizado por el cuidado de los detalles.
El cuchillo le corresponde a otro capítulo de restaurantes donde lo destacable es el uso de materias primas de primera calidad elaboradas con técnicas actuales, predominio del producto autóctono en la carta, cuidada bodega y un servicio profesional. Es aquí donde se encuentran Cañadío, El Limonar de Soano, El Puntal, Hoyuela, Sixtina, El Nuevo Molino, Los Avellanos, El Palacio y La Hostería de Quijas.
Finalmente, y marcados con una cuchara, está otra serie de restaurantes con ambiente agradable, servicio cercano y una oferta gastronómica con carácter, basada en excelentes productos de mercado y platos tradicionales. Así se han distinguido El Palacio de Eguilior, Astuy, Casa Enrique, Bar El Puerto, Chiqui, El Mástil, La Bombi, La Mulata, Posada del Mar, Rhin, Zacarías, La Venta de Castañeda y el Hotel del Oso.

El Puntal (Hotel Real)
Internacional con detalles cántabros

Ubicado en una colina sobre la Bahía, el Hotel Real es un referente visual de Santander y su restaurante, El Puntal, un referente de su gastronomía. Con bases culinarias bien sustentadas, ofrece una amplia carta de cocina internacional, con muchos detalles de cocina cántabra y una amplia bodega con más de 90 etiquetas de quince denominaciones de origen distintas. Todo ello aderezado por un ambiente sofisticado y presidido por la misma decoración art nouveau que el resto del edificio, renovado en 1999.
El chef, José Antonio Ibáñez, un experimentado cocinero con largo bagaje en restaurantes de lujo, lleva ocho años vinculado al hotel. Define su estilo como ‘tradicional, de línea vasco-francesa”, caracterizado por elaboración en los platos, modernidad en la decoración y una apuesta diaria por productos frescos de temporada, ya sean verduras, pescados o carnes de la zona.
La mezcla de productos cántabros con platos de corte internacional resulta fundamental para atender tanto al visitante extranjero –sobre todo, franceses que llegan atraídos por el centro de talasoterapia abierto hace dos años– como al nacional, muchas veces clientes fijos que se alojan largas temporadas en verano en el Hotel o hacen escapadas de fin de semana en invierno.
Lugar indispensable para bodas y comidas de negocios, la misión de la cocina de El Real es la de abrirse a todos los públicos. Por eso, su director, Melchor Bosch –orgulloso de la adhesión del hotel a este Club de Calidad– espera que la guía del Gobierno cántabro contribuya a difundir que El Puntal no es un restaurante exclusivo para los clientes hospedados.

Hoyuela
Tradicional con toques modernos

Tradicional, pero con carácter. Así es el restaurante del Hotel Hoyuela, un establecimiento clásico y ligeramente afrancesado donde el comensal puede recordar el ambiente de la belle époque de El Sardinero mientras disfruta de un servicio amable y acogedor bajo la batuta del maitre, Carlos Canal. De la variedad de su carta y de su bodega –formada por 26 denominaciones de origen, con 108 referencias distintas– destaca la relación calidad precio y el uso de materias primas cántabras de primera calidad.
Para su chef, Miguel Martínez, el estilo entra dentro de una línea tradicional que incorpora tintes de modernidad, sobre todo, en la decoración, siempre que la elaboración de los platos no disfrace el verdadero sabor de los alimentos.
Entre sus ‘platos estrella’ se encuentran la ternera de montaña, el rape y los arroces que, en el Hoyuela suelen cocinarse de cuatro maneras distintas: caldoso, con almejas y langostinos; con marisco pelado –una adaptación del arroz del señorito valenciano–; cremoso, con manitas de cerdo, setas y foie, y paella vegetal.
“Hay que romper el mito de que los restaurantes que pertenecen a hoteles de cuatro estrellas son caros”, dice su director, Juan Carlos Marcos, para lo que han sacado la carta a la calle –como suele hacerse en el extranjero– y han ideado varios tipos de menú degustación, de cinco y siete platos, así como un menú del día, servido en la cafetería o en la terraza, que consta de una variada selección de platos acompañados de una no menos variada carta de vinos.

Astuy
El reino de la langosta

El Astuy es un emblemático restaurante marinero de Isla que suma las vistas al Cantábrico con un servicio agradable y los mejores productos de la mar. Más de cincuenta años avalan este negocio familiar que se remonta al bisabuelo de su titular, Emérito Astuy, –que pescaba langostas con nasas fabricadas con vara de avellano– y hoy se ha convertido en un magno restaurante con capacidad para más de 250 personas y un vivero natural excavado en la roca que puede albergar hasta tres mil kilos de langostas y bogavantes. El vivero reproduce su hábitat natural y permite que el restaurante mantenga la calidad y el precio de estos grandes mariscos durante todo el año.
Visitado con asiduidad por clientes vascos y madrileños que se desplazan hasta Isla para comer, su plantilla alcanza cuarenta personas en verano, un gran equipo de profesionales, fieles al establecimiento desde hace décadas, como su propio chef, Arsenio Pérez, que comenzó como ayudante de cocina y hoy lleva más de 25 años al frente de ella.
El producto estrella es la langosta –cocida, a la plancha o en salsa americana– junto a otros mariscos, como el abacanto, el centollo o los percebes de roca, así como el pescado fresco, comprado a diario en la plaza de Santoña, desde la merluza, el mero, el rodaballo, la lubina o el lenguado, hasta el besugo, el chicharro, las julias o los cabrachos de roca.
La cocina es tradicional pero está sujeta a las sugerencias del cliente y a la innovación, con productos de temporada como el bonito, y platos como el salpicón o los creppes rellenos de bogavante con crema de marisco.

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