Campoberry pone de moda el arándano en la Cornisa Cantábrica

La empresa de Güemes ha desarrollado ya 200 hectáreas de plantaciones en todo el Norte peninsular

El arándano se ha convertido en el protagonista de los nuevos cultivos de frutas que han surgido en el Norte de España y Campoberry es uno de sus grandes impulsores. La firma cántabra gestiona unas 50 hectáreas y le ha dado un carácter empresarial a esta actividad, al  haber plantado otras 150 para terceros repartidos por toda la Cornisa Cantábrica, a los que también ofrece la comercialización conjunta de los frutos, gracias a los canales de venta que se ha abierto en los mercados europeos.


Introducir nuevas ideas de negocio en sectores tan apegados a la prácticas tradicionales como la ganadería o la agricultura no es fácil, aunque de ellas pueda depender la supervivencia de muchas explotaciones. Un ejemplo de los obstáculos con los que chocan las nuevas propuestas es la historia, todavía corta pero ilustrativa, de las plantaciones de arándanos en Cantabria. Porque fueron cuatro promotores, sin ninguna raíz ganadera o agrícola, los que apostaron en 2008 por crear Campoberry, una empresa que ha sido pionera en la explotación del arándano en toda la Cornisa Cantábrica.

Campoberry comenzó con una plantación propia de diez hectáreas en Güemes y el know how acumulado en este tiempo le ha permitido convertirse también en una empresa de servicios, al plantar 200 hectáreas para clientes repartidos por todas las comunidades del norte de España. Como ellos, la mayoría tampoco provienen del campo, pero esta situación puede cambiar, al menos en el caso de Cantabria, con las ayudas que la Administración regional está ofreciendo a los jóvenes que se incorporan a la agricultura, y que pueden llegar a suponer el 80% de los 30.000 euros que cuesta una plantación de arándanos de una hectárea.

Una iniciativa pionera

Cuando Campoberry inició su actividad, el arándano era prácticamente desconocido en Cantabria. En España su consumo era inexistente y la única producción estaba centrada en Huelva, en donde se cultiva en grandes fincas propiedad de multinacionales para su venta al mercado exterior. Este modelo de producción a gran escala, y con los canales de comercialización en manos de pocas y grandes empresas, parecía no dejar espacio para ninguna alternativa particular, a pesar de que el arándano cuenta con tantas variedades que su cultivo es posible en cualquier lugar. Hay plantaciones desde Marruecos a los países nórdicos.

Propietarios de plantaciones del norte del país agrupadas en Campoberry. En la foto inferior, obras de excavación para la construcción de la nueva nave de la empresa, en Güemes.

Pero en el norte de España el minifundismo hace muy difícil acometer unas plantaciones que, para ser rentables, necesitan grandes parcelas. A cambio, Cantabria cuenta con un factor que ha sido la clave del éxito del proyecto de Campoberry: la climatología. Mientras que para las plantaciones situadas en el sur la temporada de recolección termina en junio, en las comunidades norteñas es precisamente entonces cuando comienza la recogida de este fruto, que se extiende hasta noviembre. De ahí que no tenga la competencia del arándano que se produce en Huelva, y que durante tres o cuatro semanas del otoño, cuando la llegada de los fríos ha puesto fin a la producción en otros países situados más al norte, el arándano de la Cornisa Cantábrica no encuentre competencia en Europa.

Esta ventaja climática ha animado a las grandes multinacionales que producen en el sur a explorar la posibilidad de crear sus propia plantaciones de arándanos o de frambuesas en Cantabria para abastecer el mercado durante más meses. Pero el intento no se ha saldado con éxito porque ni la producción a pequeña escala ni el tratamiento ecológico de plantaciones como las de Campoberry encajan en su forma de trabajo.

Fue esta ventaja competitiva la que animó a Juan Rueda, Eduardo López, Pedro Ortiz y Montserrat Rodríguez a crear Campoberry con un modelo de negocio que combinaba la plantación propia con la prestación de servicios para terceros y la agrupación de sus producciones para la venta. Una fórmula que le ha proporcionado un crecimiento sostenido desde su creación, hace casi una década.

Un servicio integral

Como en cualquier cultivo, los resultados no son inmediatos. Los arándanos no empiezan a dar fruto hasta pasados dos o tres años desde su plantación, y no alcanzan su máxima capacidad hasta el sexto o séptimo, cuando una hectárea puede llegar a producir entre 8.000 y 12.000 kilos. De ahí que los impulsores de Campoberry, una vez puestas en marcha las diez hectáreas que poseen en Güemes, se plantearan cómo obtener un retorno más inmediato para su inversión. La solución fue aprovechar los conocimientos adquiridos para ofrecerle a otras personas la puesta en marcha de plantaciones de arándanos en sus terrenos, dejándolas listas para producir. Un servicio llave en mano que puede extenderse incluso a la recogida y comercialización de los frutos, aprovechando los canales de venta que Campoberry se ha abierto en Europa.

A través de la filial creada con este fin, Hobby Creativo, la firma de Güemes ha desarrollado plantaciones en Cantabria, Asturias, Galicia y País Vasco. De ellas, unas 50 hectáreas son gestionadas conjuntamente a través de una agrupación creada con sus propietarios, que comparten (según la producción aportada por cada uno) los gastos generados por el asesoramiento técnico, la recolección y envasado o la certificación ecológica de los arándanos, una decisión estratégica que se tomó al fundar Campoberry y que se ha demostrado providencial: “Empezamos con esta idea de producción ecológica –subraya Juan Rueda–, y con el paso del tiempo hemos constatado el acierto, porque los mercados que tenemos, básicamente los países nórdicos, Suiza y Alemania, tienen un nivel adquisitivo importante y una filosofía muy clara sobre lo que consumen: que sean productos totalmente sanos”.

Las plantaciones llave en mano propuestas por Campoberry se están abriendo camino, hasta el punto de que cada año aumentan en unas 30 las hectáreas que desarrollan para otros propietarios.

La mayoría de los cultivos de Cantabria se encuentran en el entorno de Güemes, pero también en Meruelo, Ramales y Rasines. En la comunidad asturiana, Campoberry gestiona plantaciones de arándanos en Cangas de Onís, Villaviciosa, Corao y Grado. Su paraguas comercial también ampara a varias de Galicia y el perímetro de negocio continúa creciendo, porque en breve va a acometer nuevas plantaciones en Santiago de Compostela y en Finisterre. “Últimamente se ha incorporado también el País Vasco –señala Juan Rueda–, donde han visto el potencial del negocio. Muchos jóvenes agricultores han acudido a nosotros porque, con la experiencia corta pero muy intensa que tenemos de estos años, les podemos aportar conocimiento, tanto de la instalación como a la hora de vender”.

Esa experiencia también resulta vital al elegir las variedades para las plantaciones. De hecho, Campoberry ya ha sustituido las que han demostrado menos rendimiento de las diez o doce que utilizó en la primera explotación puesta en marcha en Güemes. “En las plantaciones nuevas solo ponemos las tres variedades que ya sabemos que son más productivas”, explica Rueda.

Un mal año climático

Para Campoberry, como para tantos agricultores del Norte peninsular, la pasada temporada no ha sido todo lo productiva que esperaban. Temperaturas veraniegas mucho más elevadas de lo habitual dieron al traste con parte de la producción de arándanos, al deshidratar la fruta. Las más de 120 toneladas que tenían previsto recoger se han quedado en solo 70.

También la lluvia dificultó las tareas de recolección, porque el arándano hay que recogerlo en seco, y una climatología como la de Cantabria no siempre ayuda. Porque otra de las características de este fruto es que hay que recolectarlo justo en el momento en que está maduro, ya que el proceso se interrumpe una vez desprendido del arbusto.

La recolección se hace a mano, baya a baya, lo que supone un importante coste. Desde que comienza en Cantabria, a finales de junio, hasta que concluye en noviembre, setenta trabajadores procedentes de localidades del entorno se desplazan por las fincas agrupadas con Campoberry para realizar esta tarea, de cuya correcta ejecución depende el éxito del negocio, porque los arándanos que exporta esta empresa son para su consumo en fresco, y el buen estado de los frutos es fundamental. Aún así, los que presentan algún daño también tienen salida comercial en el campo de la elaboración de zumos y mermeladas. Estas bayas se congelan hasta su venta, mientras que los arándanos para consumo fresco se envasan, también a mano, en tarrinas de 125 o de 250 gramos, (el precio de la tarrina de 125 gramos, la más habitual, está en 2,5 euros) y se almacenan y transportan en frío hasta su destino final. La fruta que va al mercado europeo suele llevarse hasta el núcleo logístico de Perpiñán, desde donde se redistribuye hacia Suiza, Alemania, la propia Francia y los países nórdicos, donde se concentra la clientela de Campoberry.

El mercado anglosajón, muy aficionado también a este tipo de baya, todavía no es un objetivo para la empresa cántabra, que tiene toda su producción vendida en otros países. Estados Unidos, donde el consumo de arándanos es muy elevado, sobre todo en el Día de Acción de Gracias, es un mercado prácticamente inaccesible. Allí la ventaja climatológica no existe, porque sus frutos maduran en la misma época que en el Norte de España, y cuando no se autoabastece cubre sus necesidades con importaciones de países sudamericanos, como Perú, Chile o Uruguay.

Nuevas instalaciones

Al tiempo que renueva sus plantaciones, Campoberry también se dota de nuevas instalaciones, donde lleva a cabo el envasado, el almacenamiento en cámaras y la distribución. La empresa tiene previsto invertir 350.000 euros en construir una nave de 500 m2 y dos plantas en una finca de Güemes muy próxima a su emplazamiento. También ubicará en ella las oficinas y una zona habilitada para los recolectores, con cocina, comedor, vestuarios y duchas. Además de proporcionarles un mayor confort, servirá como punto de reunión durante las semanas que dura las recolección, agilizando un proceso que depende mucho de las condiciones climatológicas.

Con estas nuevas instalaciones Campoberry cumple uno de los objetivos que se había marcado, aunque su auténtico gran reto es conseguir que el consumidor español se interese por una fruta que todavía es una gran desconocida en nuestro país.

Jesús Polvorinos

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