Las máquinas que harán los cables

En el páramo de iniciativas industriales en que se ha convertido Cantabria, no deja de sorprender que una empresa acometa una inversión de cerca de cuatro millones de euros para dotarse de unas instalaciones acordes con el reto que tiene que afrontar: disputarse el mercado internacional de máquinas cableadoras con los poderosos fabricantes asiáticos. Pero en ese empeño, a Flymca le acompaña el sólido argumento de un ‘saber hacer’ que hunde sus raíces en una tradición industrial que nació en torno a la actividad de Standard Eléctrica en Maliaño, en los años sesenta.
Flymca representa hoy la continuidad de esa actividad, poco conocida, que durante medio siglo ha diseñado y construido en Cantabria las máquinas con las que se fabrican cables a lo largo de todo el mundo. Pero el mercado exige hacerse fuerte en un segmento y en las instalaciones que ha levantado en Morero, la empresa ha buscado atender la creciente demanda de cableadoras cada vez más especializadas y de mayor tamaño.

Medio siglo de historia

El comienzo de este sector industrial en Cantabria tiene mucho que ver con la autarquía económica del régimen franquista y las dificultades de las empresas de entonces para adquirir bienes de equipo fuera del país. Para solventar este problema, la planta que Standard Eléctrica tenía en Maliaño optó en los años sesenta por encargar a un industrial cántabro, Antonio Barea, que ya le prestaba servicios de mantenimiento y suministro de utillaje, la fabricación de las máquinas cableadoras que no podía adquirir en el mercado. Barea no solo superó el reto de fabricar un tipo de máquinas que hasta ese momento desconocía, sino que logró un producto tan fiable que comenzó a distribuirse en el mercado internacional a través de firmas alemanas y francesas.
La trayectoria empresarial de Barea se quebró en 1979, al no saber resolver los problemas que planteaba su sucesión al frente de la firma. En aquellas naves, situadas en el polígono de La Cerrada, se instaló Roper, pero el conocimiento acumulado en el campo de las cableadoras no se perdió. Los trabajadores de Barea decidieron formar una cooperativa que con el nombre de Coyman continuó fabricando máquinas para el mercado internacional a través de dos grandes grupos, el alemán Queins y el belga Gauder. Con el tiempo acabaron trabajando para la firma alemana en exclusividad, con los riegos que implica depender de un solo cliente. Un riesgo agravado por el hecho de que la labor de Coyman pasaba absolutamente desapercibida para el destinatario último de sus máquinas, las empresas fabricantes de cable. A pesar de que el producto era diseñado y construido en su totalidad por la firma cántabra, se comercializaba con el nombre de Queins, hasta el punto de que sus compradores creían estar adquiriendo una máquina fabricada en Alemania.
Ante la deriva que Coyman había ido tomando, su director técnico, Julio Carrillo, optó por abandonar la cooperativa y creó en 1999 su propia empresa, Flymca (Fluidos y Mecánicas Cantabria). Mientras, Coyman, no solo no corrigió esa dependencia del grupo alemán sino que acabó siendo adquirida por él. Pero Queins era una comercializadora, no un fabricante, y en lugar de dar continuidad a la planta cántabra con inversiones o apoyo técnico prefirió decantarse por el mercado chino para abastecerse y se desentendió de Coyman, que acabó cerrando en 2003. Se había perdido un eslabón más en la historia de este sector industrial en Cantabria, pero la tradición continuó, personificada esta vez en Flymca.

Un rápido camino hacia la internacionalización

Los comienzos de la empresa creada por Carrillo, junto a su hijo Carlos, fueron en una pequeña nave de Heras en las que fabricaban utillaje para empresas de la zona, como Alcatel, Nexans o Tycsa, y se ocupaban de tareas de mantenimiento. No tardaron en retomar la construcción de máquinas cableadoras y llegaron a un acuerdo con Gauder. Sin embargo, la competencia de los fabricantes chinos comenzaba a hacerse notar con fuerza, hasta el punto de que el grupo belga decidió abrir una planta allí en 2001 y su plan estratégico preveía que para 2007 todo su abastecimiento de máquinas se haría en aquel país.
Ante las amenazas que planteaba ese escenario, Flymca decidió crear su propio departamento comercial y asistir a todas las ferias internacionales del sector. Una decisión que una década después le ha permitido resistir el empuje de la competencia asiática y llevar sus máquinas cableadoras a multitud de países, especialmente al norte de Africa, donde se están instalando muchas empresas occidentales atraídas por el bajo coste salarial en los trabajos de manufactura. Irán es también un mercado muy activo, aunque las restricciones comerciales impuestas por Estados Unidos penalizan a las empresas europeas, lo que beneficia a chinas y rusas. Asia y Sudamérica son dos mercados en los que la penetración de los productos chinos –al 40% del precio que tienen las máquinas europeas– dificulta mucho el acceso, aunque también se valora la fiabilidad de las cableadoras de Flymca, cuyo rendimiento triplica al que tienen las construidas en Asia.
Además del mercado de máquinas nuevas, la empresa cántabra también se ocupa de la recuperación y puesta a punto de maquinaria usada, una actividad para la que creó en 2006 otra sociedad, Flyro. Eso le permite un flujo de trabajo más continuado para sus 43 empleados que si dependiera exclusivamente de la llegada de nuevos pedidos.

Una planta de 5.000 m2

La sede que acaba de inaugurar en Morero supone un salto cualitativo tanto en dimensiones como en posibilidades de producción de Flymca. De los 1.700 m2 con que contaba en su antigua nave de Astillero, que previamente fue utilizada por la calderería Imegu, ha pasado a contar con cerca de 5.000 m2, de los que 3.600 se dedican a la fabricación, unos 700 a oficinas y departamento técnico y el resto para almacén. El amplio espacio del que ahora dispone le ha permitido recuperar trabajos de calderería que antes subcontrataba, aunque continúa encargando las piezas de grandes dimensiones.
La nueva planta permite la mecanización y el montaje de piezas de mayor tamaño y cuenta con una cabina de pintura que responde a todas las exigencias ambientales. Además, se han instalado unos carriles de prueba que permiten testar el comportamiento de las máquinas haciéndolas girar a baja velocidad. “Hemos hecho unas instalaciones adecuadas al mercado al que tenemos que ir en un futuro, que es la maquinaria especial”, resume el director de Flymca, Carlos Carrillo.

Cables para nuevas necesidades energéticas

Las nuevas exigencias del sector energético, con cables de cada vez de mayor diámetro y capacidad, abren una posibilidad de especialización que, hoy por hoy, todavía escapa a su competencia china. La firma de Morero produce máquinas de cableado para media y alta potencia y sabe que su futuro depende en gran medida de su capacidad de dar respuesta a las necesidades de cables de altas prestaciones, como los submarinos, los umbilicales (cables que transportan energía, gases y fluidos) o los que evacuan la electricidad generada en los parques eólicos off-shore. En definitiva, máquinas cada vez más grandes y complejas, capaces de mover –como una de las fabricadas por Flymca– bobinas de 4,2 metros de diámetro y 40 toneladas de peso a 30 revoluciones por minuto.
Otro ejemplo de la capacidad técnica de esta empresa es la cableadora tubular de 54 metros de longitud, capaz de girar a 500 revoluciones, que acaba de construir para ser instalada en San Petersburgo, donde se empleará para forrar con hilo de acero los cables de fibra óptica que se tenderán en la línea de alta velocidad que unirá esta ciudad con Moscú. Irak y Noruega son otros países para los que prepara algún proyecto.
A favor del futuro de Flymca cuenta no solo esa especialización sino el hecho de que las necesidades energéticas y de comunicaciones de los países van en aumento y se ven obligados a extender o renovar sus redes de suministro. Estados Unidos planea, por ejemplo, sustituir 300.000 kms de cableado, un proyecto que ha atraído allí a multinacionales como ABB, Nexans (uno de los principales clientes de Flymca) o la italiana Prysmian, fabricante también de máquinas de cableado.
El mercado es muy prometedor para las empresas que sean capaces de resistir el empuje de los fabricantes asiáticos. “Nosotros tenemos una cultura de muchos años de fabricación y eso no se improvisa. Aún nos queda recorrido pero ellos aprenden muy rápido”, advierte Carrillo.

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