Un avión a la puerta

El presidente y promotor de Seaco, Javier Iglesias, tiene una trayectoria personal curiosa. ATS y durante muchos años sindicalista del Hospital Valdecilla, optó por la excedencia tras resultar agraciado con un importante premio de lotería hace ahora cinco años y desde hace dos se ha vinculado a los negocios aéreos, un campo prácticamente inédito en Cantabria, en el que entró de la mano de Eduardo Ruiz, un piloto santanderino con un gran conocimiento del sector.
Seaco ha operado en este tiempo con tres pequeños aviones para combatir incendios forestales y plagas, además de hacer cargas y fotografía aérea pero ahora dispone también de un bimotor de pasajeros para introducirse en un mercado difícil en una región tan pequeña, el servicio de aerotaxi, sobre todo si se tiene en cuenta que además del avión (un tipo de aparatos cuyo precio en el bien abastecido mercado estadounidense de segunda mano oscila entre los 70 y los cien millones de pesetas) requiere permanentemente una tripulación de dos pilotos y un costoso mantenimiento.
El avión taxi es un Beechcraft Quen 88 que desarrolla una velocidad de 300 kilómetros por hora, con un radio de acción de 850 millas (unos 1.500 kilómetros) y cinco horas de autonomía, lo que le permite realizar vuelos internacionales. El aparato puede volar en cualquier condición atmosférica, si bien las mayores ventajas las ofrece en vuelo visual, dado que no tiene que someterse a los slots de los aeropuertos (franjas horarias asignadas a las compañías) y, por tanto, puede ofrecer absoluta flexibilidad que es una de las cualidades más apreciadas por el usuario de un aerotaxi.
La estadística indica que el avión suele ser requerido para llevar una media de 3-4 pasajeros, por debajo de su capacidad máxima, pero el ahorro en horas de espera de sus ejecutivos suele compensar a la empresa, que ha de alquilarlo completo, por el sobreprecio que suponen las plazas vacías.
Un vuelo privado a Madrid cuesta alrededor de 120.000 pesetas, que en caso de plena ocupación representa unas 20.000 pesetas por plaza.

Crear la costumbre

La compañía es consciente de que costará abrirse camino en un mercado tan estrecho como el de Cantabria, donde sólo algunas multinacionales y los equipos de trasplantes del Hospital Valdecilla están acostumbradas a utilizar este tipo de servicios –el interior del avión puede transformarse para llevar una camilla– y se muestra convencida de que tardará algún tiempo en ser considerado como una fórmula más de viajar. Eso no impide que ya piense en sondear la posibilidad de establecer un vuelo regional de tercer nivel, con Galicia, Zaragoza o Levante, usando un avión de 19 plazas, el máximo que le permite su licencia tipo B de operadora aérea. La intención es usar un aparato más ligero que los puestos en servicio por otras compañías y que, en consecuencia, tendría unos costes bastante inferiores.
Hasta ahora, Seaco ha desarrollado su actividad en el campo de las fumigaciones y la extinción de incendios. El pasado año, el Gobierno de Cantabria alquiló dos de sus aparatos, de fabricación polaca, para la lucha contra el fuego en los montes, un contrato al que tuvo que acudir en UTE con una empresa sevillana, dado que no podía acreditar experiencia anterior. Más tarde ha participado en la campaña contra la procesionaria del pino en los montes de la región. Sin embargo, la oportunidad de trabajar en su base de operaciones cántabra es pequeña, ya que no hay un tipo de cultivos que requieran atención aérea. Desde la primavera, los aviones de Seaco realizan fumigaciones en Castilla y León y en las plantaciones de arroz sevillanas, una actividad que enlazarán en otoño con el tratamiento de los olivos.
Instalaciones en Parayas

El Gobierno cántabro ha optado por no contratar este año servicios aéreos para extinción de incendios, algo que ha sorprendido a la compañía, si bien es cierto que la operativa de los aviones en la región no es sencilla, dado que no hay pistas en el interior donde recoger el agua. Seaco ha construido unas instalaciones para ello en Parayas, con unas piscinas de las que el avión puede tomar 3.000 litros de agua en apenas dos minutos y medio, pero ha puesto de relieve la necesidad de instalar otro punto de aterrizaje y recarga entre Reinosa y El Escudo, que evite viajes demasiado largos cada vez que es necesario atender los incendios en las masas boscosas del interior.
Esos inconvenientes no impiden que la empresa esté firmemente convencida de mantener Santander como base de operaciones de sus aparatos y como lugar de procedencia de sus tripulaciones. Si, como está previsto, un centro público cántabro comienza a impartir cursos de mecánica de aviones (el segundo de España en hacerlo) habrá resuelto al menos un problema, el de verse obligado a trasladar sus aparatos a Bilbao o Madrid para las habituales y frecuentes revisiones de mantenimiento.

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