La última crisis de Hilatura de Portolín

La anunciada crisis del sector textil europeo está a punto de hacerse realidad en una de las más veteranas empresas de Cantabria, Hilatura de Portolín.
Incapaz de hacer frente a la competencia de China, que ha inundado el mercado del lino con productos a bajo coste, la histórica planta de Molledo ha anunciado el cierre de sus instalaciones tras más de un siglo de actividad. La decisión pone fin a una larga etapa de inestabilidad, jalonada por suspensiones de pagos, cambios de propiedad y sucesivos ajustes de plantilla, que si bien han servido para alargar la vida de la empresa, no son suficientes para afrontar el agresivo escenario provocado por la reciente liberalización del mercado textil.
El proceso de cierre podría alargarse hasta el mes de agosto, de acuerdo con los planes de producción de la empresa, que viene fabricando de forma intermitente desde hace meses y tiene aprobado un expediente de suspensión temporal de empleo. Pero el objetivo de Fideisa, la sociedad que controla Hilatura de Portolín, es dar por concluída la etapa iniciada en 1997, cuando se hizo cargo de la empresa en una de las múltiples crisis que ha padecido la fábrica de Molledo.
Fideisa ha ofrecido a los trabajadores y a Sodercan –que posee cerca del 30% de las acciones, aunque sobre este punto hay alguna incertidumbre– hacerse cargo de la empresa por el simbólico precio de un euro. Sin embargo, ni la compañía pública ni los 55 operarios a que ha quedado reducida la plantilla, se han mostrado receptivos a un ofrecimiento que supondría tener que asumir la deuda acumulada en los últimos diez años de actividad, 4,4 millones de euros.
La presencia de Sodercan en el accionariado, desde que en 1992 acudió en ayuda de Hilatura de Portolín, conlleva, a juicio de los trabajadores, una responsabilidad de la empresa pública en la resolución de esta crisis. Sodercan viene explorando desde hace tiempo, a través de una consultora vasca, las posibilidades de encontrar empresarios que quieran hacerse cargo de la factoría de Molledo, pero esta solución parece poco factible en un sector que ha visto como se cerraban prácticamente todas las fábricas de lino de Europa Occidental y se reabrían en los países bálticos para abaratar los costes laborales y poder competir con los fabricantes chinos. Tan sólo dos industrias tradicionales, la planta de Molledo y otra en Italia, han resistido hasta ahora.

Una crisis continua

Desde el comienzo de los años ochenta, cuando se produjo el primer gran ajuste de plantilla, con el despido de 140 trabajadores de los 325 que entonces tenía, Hilatura de Portolín ha estado sometida a una crisis casi continua. La fábrica de hilo de lino ha estado siempre a merced de las fuertes oscilaciones que sufre su mercado, sujeto a la cambiante demanda de la moda. Esta dependencia, agravada por los elevados costes salariales de una plantilla mal dimensionada, ya provocó una suspensión de pagos en los años 80 –tras la cual se hizo con la propiedad el holding madrileño Montoro e Hijos (Monthisa)– y dos más, en 1992 y 1996. De poco sirvieron entonces las cuantiosas inversiones que realizó para posicionarse en un segmento más alto del mercado.
La implicación de Sodercan, fue decisiva para conseguir la reactivación de la empresa, que había sido declarada en quiebra en 1997 y que pasó a ser gestionada a partir de ese año por Fideisa, una sociedad controlada por el empresario José Luis Castañeira. Desde entonces, y a pesar de sucesivos ajustes de empleo y las concesiones hechas por los trabajadores en el ámbito de la negociación colectiva, la empresa no ha conseguido remontar el vuelo. El escaso dinamismo del mercado de fibras naturales y la creciente competencia de los países asiáticos han sido lastres demasiado pesados para una firma que arrastra todavía las deudas generadas en la década de los noventa.
La firma había llegado a acumular en 1996 una deuda de 2.000 millones de pesetas, aunque las quitas aceptadas por sus principales acreedores redujeron notablemente la cifra, que en 2002 era ‘tan sólo’ de 800 millones de pesetas. El grueso de la deuda procede de impagos a la Seguridad Social, que ascienden a 2,6 millones de euros. Otro de los acreedores es la propia Sodercan, a la que Hilatura de Portolín debe 1,2 millones de euros como consecuencia de varios préstamos. La deuda con FOGASA es de unos 350.000 euros, mientras que la de proveedores se sitúa en el entorno de los 600.000 euros.

Problema de viabilidad

Este pasivo, en buena medida ya negociado, no es el principal obstáculo para la continuidad de la firma. El mayor problema es de viabilidad: no puede competir en costes, ya que los tejedores se han decantado por las fibras más baratas procedentes de China. Esta dificultad se ha visto agudizada tras la desaparición en enero de los aranceles que defendían el mercado europeo frente a las importaciones, y que suponían un euro de los diez que se pagan por cada kilo del hilo de lino más demandado.
Un repunte de las fibras de lino de mayor calidad, en las que Hilatura de Portolín es mucho más competitiva, abriría un horizonte de continuidad para la empresa, pero esa demanda depende de la orientación de la moda y nadie puede asegurar que los chinos no acaben fabricando también el hilo de lino para camisería con la misma calidad que la planta cántabra.
La especialización de la fábrica de Molledo, con maquinaria muy específica para el proceso de fabricación de lino al agua, limita también las posibilidades de diversificación, aunque desde fuentes sindicales se apunta a la fabricación de productos para el sector farmacéutico como una opción no suficientemente explorada.
Mientras se define el futuro de la empresa, desde los sindicatos se exige –con no demasiada convicción– un plan de viabilidad y se rechazan medidas que puedan suponer bajas laborales traumáticas, pero la realidad es que la mayor parte de los trabajadores apenas aspira a otra cosa que a un cierre ordenado. La dirección de la empresa cree que habría alguna posibilidad de continuar si los trabajadores aceptan más sacrificios, pero aún en ese caso no hay garantías sobre cuánto tiempo más podría aguantar en el mercado.
Este factor, el tiempo, es en definitiva el que más preocupa a una plantilla con una elevada edad media. Como reconocen desde fuentes sindicales: “al final, el objetivo es durar unos años más para completar las carreras laborales de los trabajadores, que rondan los cincuenta y tantos años de media y, por lo menos, salvar sus cotizaciones de cara al futuro”. Un objetivo tanto más necesario teniendo en cuenta la falta de alternativas industriales que hay en la zona.

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