‘La joya antigua está de moda’
P.- ¿Cómo ha sido su camino desde el Derecho, que le viene de tradición familiar, al mundo de las joyas?
R- Comencé hace 18 años, precisamente mientras estudiaba la carrera. Solía acudir a rastros de Madrid o Bilbao, porque aquí no existía ningún tipo de venta ambulante de antigüedades así que, cuando me propusieron participar en el mercadillo que iban a abrir los domingos en el Pasaje de Peña, no lo dudé y solicité un puesto. Las antigüedades siempre me habían gustado y estaba familiarizada con ellas desde pequeña porque mis padres eran muy aficionados y solían llevarme a ferias y a tiendas de anticuarios.
P.- ¿Y cómo recuerda aquella primera experiencia cara al público?
R.- Recorría con mucha ilusión todos los rastros de los que me enteraba y recibía avisos de personas que vaciaban su casa de muebles antiguos para luego ir cada domingo a colocar mi mesita en el mercadillo. Estuve durante dos años y fue todo un éxito, no sólo por la clientela. También resultó muy fructífero en lo económico. Cada domingo tenía que pagar 1.500 pesetas por el puesto al recaudador pero llegaba a ganar 45.000 pesetas en un día cuando el salario mínimo interprofesional de entonces rondaba las 56.000 al mes. Eso sí, nunca había estado cara al público y me di cuenta de que el regateo iba implícito a cualquier rastro (ríe).
P.- ¿Cómo evolucionó de vender en un mercadillo a tener tiendas propias?
R.- Todo el dinero que ganaba lo reinvertía, porque comprendí que en las antigüedades podía estar mi futuro. Además, apenas tenía gastos ya que seguía viviendo en casa de mis padres. Primero, decidí alquilar mi primer local en La Cavada, junto a la estación de tren, que solo abría los sábados y domingos. Allí estuve otros dos años atendiendo a aficionados a las antigüedades, muchos de ellos vecinos, y conseguí una clientela muy fiel. Eso fue lo que me impulsó a dar el salto definitivo hacia un local más grande, situado en la esquina de la calle Panamá de Santander. Fue la primitiva Joyas Antiguas Sardinero, y de eso han pasado ya 14 años.
P.- Con la crisis, muchas personas se han desprendido de sus joyas para llegar a fin de mes. ¿En qué medida le ha influido a usted esa circunstancia?
R.- Después de especializarme en joyería antigua estudiando cursos de tasación o de diamantes, decidí invertir en negocios de compraventa de joyas y abrí un local en Puertochico, para acercarme desde el Sardinero hasta la zona comercial de la ciudad. De hecho, en los últimos cinco años he llegado a tener cuatro locales y doce personas en nómina, pero en 2014 tuve que cerrar dos por los efectos de la crisis. Si antes el negocio estaba en la compra de joyas a particulares, ahora vuelve a estar en la venta en la tienda, lo que más me gusta.
P.- Dentro de la joyería, usted se ha especializado en la antigua. ¿Son muchos los aficionados en Cantabria?
R.- Sí, es más, los cántabros nunca faltan en las ferias de antigüedades que se organizan en comunidades vecinas. Es una pena que en una región como la nuestra solo se celebre una feria de este tipo, en Torrelavega. En Santander, sin embargo, la última se celebró hace ya muchos años. Recuerdo perfectamente la fecha, el 31 de agosto de 2007, porque me puse de parto y tuvo que sustituirme mi hermana en mitad de la Feria para poder dar a luz a una niña que ahora va a cumplir 8 años (ríe).
P.- Eso sí que es una vida marcada por las antigüedades…
R.- La verdad es que las joyas antiguas son mi vida entera. Desde abril de 2008, estoy centrada en la tienda junto a mi hermana y a otras tres personas. Nos hemos especializado sobre todo en art decó, art nouveau, siglo XIX y años 40, el denominado estilo chevalier. Queremos joyas antiguas, pero que sean tendencia, no todas sirven. Las compramos en ferias y a particulares y las vendemos a gente de Santander, pero también de San Sebastián, Bilbao o Zaragoza que quizá no se atreve a venderlas en su ciudad de origen.
P.- ¿Cuál es el perfil más habitual de la clientela?
R.- No solo vienen personas con necesidades económicas, ni mucho menos. Muchos son jóvenes que heredan piezas familiares que no saben valorar. Todas nuestras joyas son de platino, brillantes o piedras naturales. Nunca chapados ni piedras sintéticas, para mantener el nivel de una joyería de época. Lo que ocurre es que el vintage está de moda en todos los sectores, también en el nuestro, y se llevan las joyas voluminosas y aparentes, como los rosetones o los pendientes de los años 60 y 70. Entre la clientela tenemos muchas novias, madrinas e invitadas a bodas que quieren lucir en su boda joyas de estilo art decó o de los años 20, con pendientes largos, pulseras geométricas con brillantes y mucho color. En las ceremonias ya no solo se lleva el blanco.
P.- ¿Tanta importancia tienen las joyas para las novias actuales, que llegan a elegirlas antes que el vestido?
R.- Lo cierto es que cada vez hay más personas que las compran antes de comprar el traje y con independencia del estilo que tenga. Yo he engalanado a novias de estilo romántico, provenzal, flamenco… Las chicas le dan mucha importancia a las joyas que se van a poner el día de su boda y a eso se une que la joya antigua está de moda. Es fácil comprobarlo en las revistas femeninas, donde ya no solo indican quién ha diseñado la ropa, también a qué firma o estilo pertenecen sus joyas.
P.- Dado que aquí no hay ferias tendrá que viajar mucho para conocer lo que se mueve en otras ciudades…
R.- Hace doce años que acudo a Almoneda Madrid, que es una feria distendida donde las piezas deben tener 35 años como mínimo, y hace diez que estoy presente en FeriArte, también en Madrid. Es el evento internacional más importante de arte y antigüedades y de él depende el 25% de mi facturación anual. Tienes que superar una selección muy estricta para ser admitida pero, a cambio, garantizan que todas las piezas son de época. Eso es clave ahora que todas las grandes marcas están haciendo réplicas de joyería antigua.
P.- ¿Esas reproducciones modernas que están tan de moda les perjudican o es bueno para el sector?
R.- En el fondo, que las firmas más prestigiosas de joyería traten de imitar lo antiguo nos beneficia, porque el coste de la pieza de reproducción es más elevado que un diamante de época, que es talla antigua y tiene menor valor económico en el mercado actual. Un brillante de talla moderna siempre será más caro porque deben hacer la pieza entera. Lo más curioso de este mundo es que la réplica acaba siendo más cara que el original.
P.- ¿Cómo se definiría como persona y como empresaria?
R.- Soy una persona sencilla, trabajadora y soy muy consciente del esfuerzo que supone la compra de una joya para un particular, y por eso trato de ser lo más objetiva posible ante la realidad del mercado y ante su inversión. También hay que viajar mucho para conocer las tendencias y encontrar las mejores piezas. Ahora, por ejemplo, tenemos una sección de relojes de ocasión de primeras marcas en un estado impecable que nos está dando muy buenos resultados, porque son más accesibles.