‘La gente viene al camping a mezclarse’

P.– ¿Cuándo comenzó su relación con el mundo de los campings?
R.– Teníamos el Hotel Las Rocas, en Isla, y se nos brindó la posibilidad de abrir un camping en esta zona, para diversificar nuestra actividad. No fue iniciativa mía, sino familiar, y la comparto con mis suegros y cuñados. En 1997 iniciamos el procedimiento para hacer el camping de Punta Marina y en 1998 lo inauguramos.

P.– Supongo que no será lo mismo gestionar un camping que un hotel…
R.– Conocíamos bien el sector de la hostelería porque mis suegros se han dedicado a ello toda la vida. Pero, recuerdo que, al venir de un hotel, mi primera intención a la hora de definir los espacios del camping fue buscar la privacidad del cliente. Antes de montarlo hablé con empresarios y clientes habituales y me dijeron que me estaba equivocando, porque aquí la gente viene a mezclarse. En turismo no hay ningún establecimiento que no esté al lado de un recurso y en el camping el principal recurso son las personas. Gente que viene a evitar la conversación de ascensor y que prefiere generar y compartir vivencias.

P.– ¿Qué diferencia a los campistas de otros turistas?
R.– Son devoradores de información porque vienen con ganas de conocer Cantabria. Y, volviendo a lo de antes, es gente que busca establecer relaciones sociales. Si te vas de vacaciones a un hotel con un niño de siete años es posible que encuentres a otro de su edad en la recepción, pero aquí hay 40 niños de siete años que se juntan para jugar y promover actividades.

P.– ¿Y qué distingue al camping que dirige, Punta Marina?
R.– Hemos invertido mucho y todas las parcelas cuentan con agua, luz, saneamiento y toma de televisión, algo que no siempre ocurre. Además, tenemos una zona deportiva con piscinas y pistas de tenis y pádel. Pese a no ser un camping muy grande, al haber distribuido 50.000 m2 en solo 102 parcelas, hay muchas zonas comunes y los espacios son muy amplios.

P.– ¿Solía acampar antes de montar su propio camping?
R.– No había pisado uno en mi vida, pero ahora viajo mucho con mis hijos en autocaravana. De hecho, en las autocaravanas tenemos un nicho de mercado importantísimo, ya que en Francia hay 500.000, en Italia 250.000 y en España unas 90.000, que están deseando conocernos. Estamos en contacto con la Administración para crear un decreto que regule su estacionamiento y atienda a las tres necesidades que tienen los autocaravanistas: aparcar, pernoctar y acampar.

P.– ¿Los campings cántabros están a la altura de los de otros países europeos?
R.– Por supuesto, y podemos competir con cualquiera por prestaciones, buena gestión y unas capacidades turísticas espectaculares. Después de las tres provincias costeras catalanas, somos los que más campings tenemos. En toda Euskadi hay 22 y en Cantabria tenemos 47 y ofertamos unas 34.000 plazas, lo que supone más del 50% de la capacidad de alojamiento regional. Y los hay de todo tipo: costeros, íntimos, cosmopolitas…

P.– Entonces, ¿por qué no recibimos tantos visitantes como otras zonas conocidas por sus campings, como Las Landas francesas?
R.– Una vez estuve con el ex embajador español en Finlandia y le comenté que nuestro problema era la lluvia. “¿Y eso es un problema? ¿A mi me lo vas a decir que vengo de Finlandia? No tenéis ni idea”, dijo. Y estoy de acuerdo, tenemos que aprender a vender Cantabria tal como es y no copiar otros modelos de fuera.

P.– ¿Los campings han cambiado mucho desde que empezó, a finales de los 90?
R.– Son un producto muy dinámico: en los años 40 fueron las tiendas canadienses, luego las macrotiendas familiares, los carros tienda, las caravanas y ahora las autocaravanas, aunque el revulsivo del sector han sido los bungalows, que permiten disfrutar de una habitación con jardín y aparcamiento con los mismos servicios que un hotel. Eso sí, el cliente de bungalow es el que ha hecho camping toda la vida y mantiene su filosofía. No viene buscando un hotel en un camping sino hacer camping.

P.– La imagen de este tipo de veraneo, ¿también ha cambiado en estos años?
R.– Lo peor que tiene este tipo de turismo es su nombre, que ha sido muy denostado. Y eso que la palabra camping no significa nada en otros idiomas. Nosotros preferimos hablar de ‘ciudad de vacaciones’, en la que tienes contacto con el patrimonio natural y cultural y con los demás. No es lo mismo irte de vacaciones a Valencia que ir a Valencia a ‘hacer camping’, porque es el cliente el que construye el camping y el que varía su morfología al llegar.

P.– ¿Es fácil trasladar ese concepto a la sociedad?
R.– Apenas hay touroperadores o agencias de viajes que gestionen campings, así que necesitamos establecer una relación directa con el cliente mediante ferias o promociones en centros comerciales. Aunque estemos en crisis no podemos vender austeridad porque el turismo es algo lúdico y debemos esforzarnos por derrochar optimismo.

P.– ¿Los campings se han beneficiado de que la gente busque vacaciones low cost?
R.– Hay un mito razonable que dice que cuando hay crisis uno busca productos más baratos, pero eso no es cierto. Lo que ocurre es que se reducen los días de estancia. Pero cada uno es fiel a su sector. El camping cuenta con una clientela muy fiel. El hijo de campista es un cliente futuro porque lo ha vivido y conoce su valor añadido, por encima y por debajo del precio.

P.– En cualquier caso, les estará afectando la recesión como al resto…
R.– Los camping no están cerrando porque son productos consolidados pero sí hay un descenso en el gasto medio por cliente, sobre todo en los servicios periféricos, como el supermercado o el restaurante. Menos mal que somos el subsector turístico que más extranjeros recibe (31%), básicamente franceses y holandeses, y eso puede ser un balón de oxígeno para aguantar.

P.– Presidió la Asociación de Campings de Cantabria de 2003 a 2011 y antes fue su secretario durante años. ¿Es un sector unido?
R.– He de decir que para mí fue un verdadero honor ser el presidente de los empresarios de campings porque es gente absolutamente colaboradora que cierra filas con las ideas que propone la Junta, que acude a las asambleas generales, a las ferias… Hay mucha solidaridad y nos ayudamos todos.

P.– ¿Cuál es el mejor momento que ha vivido dentro de su camping?
R.– Todos los años me sorprende algún artista que convoca una asamblea de usuarios del camping sin contar conmigo y programan dos días de fiestas con pasacalles, carreras de sacos para los niños y hasta una verbena con fuegos artificiales. Es muy bonito ver cómo se organizan y, al final, te acabas implicando. La verdad es que yo me siento uno más.

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