La ciencia al día

Combustible bacteriológico

Una investigación llevada a cabo en Alemania ha conseguido generar diez veces más energía eléctrica en células de combustible usando microbios de la que se había obtenido hasta ahora y ello gracias al uso de un nuevo ánodo y a la colaboración desinteresada de las propias bacterias, porque todo hay que decirlo. Concretamente, se ha alimentado a la bacteria escherichia coli con azúcar y el resultado en términos de producción eléctrica ha sido suficiente para hacer funcionar un ventilador.
La célula convierte el azúcar en alcohol, ácidos y CO2 –o sea, lo que llamamos una fermentación– pero también produce hidrógeno cuando no hay aire en el proceso y el hidrógeno es lo que se usa para producir la electricidad.
Las primeras células energéticas a partir de microbios resultaron ser ineficientes debido a que los ánodos metálicos se contaminaban con los residuos del proceso de fermentación; en cambio, este nuevo ánodo a base de platino y cubierto con un polímero llamado polianilina es capaz de reducir notablemente esos niveles de contaminación.

Errores
en las medidas

Un consorcio de investigación europeo ha desarrollado un software para ayudar a las empresas alimentarias y farmacéuticas en el cumplimiento de los límites legales para los productos químicos, ya que las variaciones de la temperatura, humedad o presión atmosférica dan lugar a resultados de medición bastante inciertos.
El proyecto, denominado Musac, ha buscado la manera de evitar esa incertidumbre en las medidas con un análisis, paso a paso, de los efectos que produce la modificación de cada una de esas variables. Lo primero que hace es averiguar la cantidades de cada elemento químico y su comportamiento ante variaciones en la temperatura o la humedad del laboratorio. A partir de ahí, calcula el margen de error y simula niveles de falta de certeza al intervenir diferentes condiciones durante el proceso de producción de los medicamentos. Así se espera evitar medidas equivocadas y costosas repeticiones de pruebas.

Por el espacio a vela

Los futuros vuelos espaciales no se van a hacer en sofisticados aeronaves ni en misteriosos platillos volantes, sino a vela, como los barcos de toda la vida.
La idea de aplicar esta tradicional forma de navegar para atravesar el espacio sideral procede nada menos que de 1924 y se basa en aprovechar la mínima presión de los fotones de luz solar sobre largas velas colocadas en un cohete. Aunque la velocidad que se consigue inicialmente es muy lenta, el móvil continúa acelerándose hasta superar la velocidad de cualquier artilugio espacial actual.
El otoño del año pasado un misil balístico fue lanzado desde un submarino nuclear ruso hacia el espacio y está en órbita alrededor de la Tierra a una altura de 1.000 kms con sus velas desplegadas al sol.
El sistema también se ha empleado en una nave espacial civil, el Cosmos 1, fletado por un consorcio entre un grupo científico y los estudios Cosmos, una empresa de entretenimiento mediático.

Todo el planeta se calienta

Un grupo científico británico ha encontrado nuevas pruebas para considerar que los humanos somos culpables no sólo del calentamiento global del Planeta sino de todas y cada una de sus partes sólidas.
Al comparar los ascensos de la temperatura desde el inicio del siglo XX en todos los continentes por medio de simulaciones de modelos climáticos se ha detectado un aumento general medio de casi 0,7º.
Los investigadores aseguran que el calentamiento de todos los continentes durante el ultimo siglo no se puede explicar sólo por causas naturales, como los cambios solares, los volcanes o la variabilidad climática, sino que es imprescindible introducir el factor humano para encontrar la razón.

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