Hechos a sí mismos

Por su gran tamaño y larga experiencia, resulta inevitable que las empresas que fundaron llamen la atención. Pero, si algo ha caracterizado tanto a Emilio Bolado como a Marino de la Fuente es la discreción con la que han llevado adelante sus vidas y, ahora, su muerte.
Hace ya más de sesenta años que Marino de la Fuente puso en pie un almacén de madera en Santander, el primero de los tres grandes centros que ahora tiene en España, y están a punto de cumplirse cuarenta años desde que comenzó su andadura una pequeña empresa de obras públicas, germen del potente grupo de construcción y servicios Emilio Bolado.
El paso del tiempo y la visión de ambos emprendedores ha engrandecido sus proyectos. La mayorista de maderas tiene hoy unos setenta profesionales en plantilla y la constructora supera el medio millar. Entre las dos facturan cerca de cien millones de euros al año.

Una saga emprendedora

Marino de la Fuente Sanjuanes ha fallecido un día después de cumplir los 89 años, cuando ya llevaba un tiempo retirado. La sucesión familiar había quedado garantizada hace más de cuarenta años, al tomar sus hijos las riendas del negocio. Uno de ellos, Manuel, describe a su padre como un empresario “muy emprendedor, trabajador y constante” y, en lo personal, “muy afable”.
Ese tesón fue el que le llevó a levantar una empresa que hoy dispone de centros de almacenamiento y distribución de madera en Santander (1946), Sevilla (1979) y Valladolid (1989), con cerca de 70.000 metros cuadrados de instalaciones. En cada uno de ellos hay un taller de transformación, una sección de ferretería y una flota propia de transporte, que dispone de vehículos de gran tonelaje.
Marino de la Fuente había llegado a Santander desde su pueblo natal, Poza de la Sal, en la provincia de Burgos. Trabajó con un almacenista de la ciudad hasta que pudo establecerse por su cuenta en el año 1946, comercializando maderas que traía, principalmente, de Soria y Galicia.
Su primer almacén estuvo ubicado en la calle San José de Santander y de allí se trasladó a Marqués de la Hermida, donde su empresa superó el ámbito local y dio el salto a otros mercados. Desde 1972, su sede cántabra se encuentra en Raos y trabaja tanto con maderas nacionales como de importación.
La empresa es ahora una de las principales de su sector en todo el país y los hijos de Marino de la Fuente, actuales propietarios, están pensando en expandir el negocio con un gran centro de importación que desearían ubicar en Cantabria. Si no logran encontrar un terreno adecuado, lo harán en otra zona del país.

Un hombre por y para la empresa

La trayectoria de Emilio Bolado también es la de un hombre hecho a sí mismo. A la vista de la actual magnitud del grupo, cuesta imaginar que comenzara desde lo más modesto cuando apenas contaba con 17 años. Su iniciativa le llevó a establecerse como autónomo, con la ayuda de un pequeño camión para el riego asfáltico y de un equipo de cuatro o cinco personas. Parte de ellas han acompañado al constructor hasta al final, porque si algo destacan quienes le conocían es su confianza en la plantilla y la fidelidad que ésta le ha guardado. Hay media docena de encargados que llevan más de treinta años en nómina.
Cuando rondaba los 25 años, Bolado constituyó la sociedad que lleva su nombre y, desde entonces, no ha dejado de crecer, pasando de construir pequeñas carreteras a grandes estructuras, urbanizaciones, naves industriales e instalaciones deportivas. Entre sus logros están la puesta en marcha, en 1989, de la primera planta de aglomerado en caliente que se hizo en Cantabria, para lo que tuvo que asumir un gran riesgo financiero, y la adquisición, cinco años después, de la primera fresadora de la región, estrenada en el asfaltado de la zona Puertochico-Castelar.
Con el tiempo, la constructora ha añadido a sus habituales trabajos en obra pública servicios como el cuidado de parques y jardines, la recogida y tratamiento de basuras o el abastecimiento de aguas. También tiene instalaciones propias para la fabricación de asfaltos, hormigones y materiales de cantera para la venta al público y para sus obras.
El constructor, que acostumbraba a levantarse a las cinco de la mañana, visitaba estas plantas todos los días: “Estuvo al pie del cañón hasta el final”, destacan sus hijos, que recuerdan cómo le gustaba estar informado de todo lo que sucedía dentro de la empresa y dentro del sector, para poder adaptarse a los cambios y ser competitivo en materia de innovación, medio ambiente o calidad.
La severidad formal que le distinguía como empresario contrasta con la cercanía que dispensaba a sus amigos, empleados e incluso a personas ajenas a la empresa, a las que supo ayudar de forma desinteresada a lo largo de su vida: “Era un negociador duro, pese a ser un hombre muy espléndido. Sabía competir, pero hasta un límite”, apunta su hija Isabel.

Los hijos se hacen cargo de la empresa

Nacido en 1936, Emilio Bolado fue el menor de siete hermanos y perdió a sus padres a muy corta edad. Su vida personal y profesional siempre han caminado de la mano. De hecho, estableció su primera oficina en una planta de su casa familiar de Ojaiz, junto a la cual haría más tarde la sede actual del grupo. “Estaba muy apegado a la familia, aunque su vida era el trabajo”, afirma el mayor de sus hijos, Ignacio.
Pese a esta entrega incondicional a la empresa, en su vida también hizo un hueco al deporte. Nadie olvida su trascendencia en la historia del Racing, del que fue presidente entre 1987 y 1993 y accionista y consejero en distintas etapas. A principios de los noventa fue el encargado de convertir el club en una sociedad anónima deportiva (SAD), motivo por el que también será recordado.
Desaparecido el empresario, la continuidad de la empresa queda garantizada por su familia y el grupo mantiene su visión de futuro. Sus hijos, Ignacio e Isabel, de 33 y 31 años respectivamente, van a continuar la senda que él inició, con el apoyo del mismo equipo de gestión que rodeaba a su padre. Ambos llevan casi una década prestando sus servicios en la empresa y seguirán haciéndolo ahora como propietarios, con la misión de supervisar el buen funcionamiento de la organización.
En su marcha, ni Emilio Bolado ni Marino de la Fuente han querido hacer ruido. Pero, sus nombres, que son los de sus empresas, van a seguir resonando en el tejido industrial cántabro por muchos años.

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