El otro astillero de Cantabria

De la bahía de Santander hace siglos que no salen galeones como los construidos en los astilleros de Guarnizo para hacer la ruta de las Indias. Sin embargo, en un rincón de la Cantabria interior, en Lamadrid, esos mismos galeones se siguen fabricando para el deleite de los aficionados al modelismo naval repartidos por el mundo.
Artesanía Latina, una firma familiar con cerca de cuatro décadas de recorrido empresarial, eligió hace cinco años esa localidad cántabra para asentar en ella un proyecto surgido en Cataluña y que les ha convertido en un referente internacional en la delicada artesanía del maquetismo naval. Un hobby en el que, con paciencia, pulso firme, una buena lupa y pasión por la historia, se consigue recrear con gran rigor modelos de barcos de todas las épocas, que nos permiten volar con la imaginación a escenarios de grandes batallas y épicos viajes. O, simplemente, recrear la belleza de las construcciones navales de siglos pasados, en las que se empleaban idénticos materiales –madera, cuerdas y metal– que los utilizados ahora para recrear, a escala, aquellos legendarios barcos.

De Cantabria a China

El motor que impulsó la creación de Artesanía Latina fue el mismo que mueve a sus clientes, la pasión por el modelismo naval. Una afición que pasó a convertirse en negocio hace 38 años, cuando Mercedes Leg y su marido Jean Louis Martin se propusieron llenar el vacío de fabricantes de maquetas navales para el mercado local. La firma más renombrada de la época, Constructo, exportaba casi toda su producción y los aficionados al modelismo en España tenían que recurrir a las escasas marcas que llegaban de otros países, mal distribuidas y con precios poco accesibles.
Un escenario lleno de posibilidades que Mercedes y Jean Louis aprovecharon para crear su propia empresa, que iniciaron con una piragua de Nueva Guinea, bastante básica si se compara con la complejidad de los modelos que ahora hacen, pero que les sirvió para darse a conocer. La asistencia a ferias internacionales de maquetismo les fue abriendo horizontes y su gama de maquetas se fue ampliando para dar respuesta a lo que el aficionado deseaba encontrar y que se centra, sobre todo, en réplicas de barcos de los siglos XVIII y XIX, la edad gloriosa de la navegación a vela.
El éxito acompañó a su aventura empresarial y la firma creció en su región de origen, Cataluña, hasta llegar a contar con una plantilla de 90 empleados. Un número tan elevado de trabajadores se explica por las muchas tareas manuales que lleva aparejada la preparación de una maqueta, desde el diseño de cada pieza, hasta su embalado, pasando por los troqueles o la fabricación.
Dependiendo del tamaño del barco, una caja puede contener hasta diez bandejas con los componentes necesarios para recrear con toda fidelidad un galeón o una fragata. Pesar o contar cada una de las minúsculas piezas con las que se montará el navío, meterlas en bolsitas y llenar con ellas las cajas, con tiradas que llegan hasta las cinco mil unidades en algunos modelos, es una labor paciente y que requiere tanta mano de obra que llegó a ser resultar insostenible con los salarios españoles. La solución fue trasladar todas esas tareas a China, donde hace tres años abrió una fábrica propia, en vez de limitarse a externalizar esas tareas.
En las instalaciones de Lamadrid, en las que trabajan 16 personas, permanecen la administración, el almacén y el núcleo duro de la empresa: el departamento de maquetistas donde se desarrollan los nuevos modelos a diversas escalas y se elaboran las instrucciones que guiarán al aficionado paso a paso en la compleja tarea de montar un navío de época.

Un oficio singular

La profesión de maquetista no se enseña y para la empresa no resulta fácil encontrarlos, lo que condiciona el desarrollo de nuevos productos. Cuando se encuentran, se suele tratar de aficionados que han convertido su hobby en profesión. A partir de un plano, ellos tendrán que hacer el despiezado de cada uno de los componentes que darán forma a la maqueta y para los que se utilizan, principalmente, maderas de nogal y tilo.
De este taller cántabro han salido modelos clásicos como el ‘Endeavour’, el barco con el que el capitán Cook hizo su mítico viaje por las islas del Pacífico; la ‘Bounty’, la fragata que fue escenario de un histórico motín; el ‘Santa Ana’ y el ‘Victory’, el barco de Nelson, protagonistas ambos de la batalla de Trafalgar y en la que tan distinta suerte corrieron. También produce un modelo contemporáneo de gran aceptación entre los maquetistas españoles, el buque escuela ‘Juan Sebastián Elcano’. Con barcos tan complejos, incluso un aficionado experto puede llegar a disfrutar todo un año del placer de montarlo.
Pensando en aficionados menos avezados dispone de otra línea de maquetas en las que el casco del buque está ya construido, con lo que se evita la difícil tarea de montar la quilla, las cuadernas y el forro, algo que requiere cierta experiencia. Para los más jóvenes, Artesanía Latina fabrica modelos muy básicos y coloristas en los que la propia caja que contiene la maqueta se puede convertir en un diorama para dar más juego a la imaginación infantil.
A otro mundo más doméstico pero no menos imaginativo va dirigida la otra gran línea de productos de esta firma, las casas de muñecas. Iniciada hace quince años, esta otra vertiente del modelismo tuvo una gran difusión años atrás a través de acuerdos con editoriales que las difundieron por los kioskos de todo el país en fascículos. Unos juguetes intemporales que sorprenden por la riqueza de detalles y complementos que lo acompañan.
La venta de utillaje para el montaje de maquetas, que nada tiene que envidiar, salvo por el tamaño, a los de cualquier taller de ebanistería, completa las líneas de negocio de Artesanía Latina que el pasado año generó una facturación de unos tres millones de euros, a partir de maquetas cuyos precios oscilan entre los veinte euros y los mil. Unas ventas que dan una idea clara de la dimensión del mercado en el que ha logrado implantarse esta compañía cuyas manufacturas se distribuyen por Europa, Estados Unidos, Australia, Canadá y Sudáfrica.
Las instalaciones de Lamadrid no son las únicas de Artesanía Latina en Cantabria, ya que también cuenta con una tienda para la venta al público en el polígono de Las Navas, de Cabezón de la Sal.
La transformación de la empresa no concluye con el traslado a China del proceso de fabricación. El objetivo más inmediato es robotizar el almacén y contratar a más maquetistas para afrontar la demanda de novedades de una clientela que permanece fiel a lo largo de los años. “Sabemos –señala su gerente, Mercedes Leg– que en el campo del modelismo hay una fase activa en la juventud. Cuando uno se casa y tiene hijos, se deja, pero luego se vuelve a reencontrar”.
Con la misma fidelidad, Artesanía Latina lleva 38 años sin dejar de incorporar nuevos modelos a su flota de maquetas y ya se ha incorporado la segunda generación a su equipo directivo para que la travesía de este astillero sin gradas se prolongue indefinidamente.

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