El Dromedario sale de compras

El negocio del café atraviesa en España tiempos de agitación y de cambio. Consumada la hegemonía de las multinacionales en los lineales de los supermercados y de las grandes superficies comerciales, el campo de batalla se ha trasladado a la hostelería, donde las pequeñas y medianas empresas sufren el acoso de las grandes marcas que buscan introducirse en un sector con mayor rentabilidad que en la alimentación y en el que todavía tienen escasa presencia.
Pero esta política de expansión no es privativa de las grandes multinacionales. Café Dromedario, una centenaria empresa cántabra, que hace un año dio entrada en su capital social a una empresa cafetera de Vitoria (La Brasileña), ha optado también por ampliar su cuota de mercado y ha elegido para ello dos empresas madrileñas que operan exclusivamente en el campo hostelero: Cafés Casado y Café De La Villa.
Dromedario (Antonio Fernández y Cía, S.A) adquiría el pasado mes de septiembre la totalidad de las acciones de Minalsa (Cafés Casado), una empresa fundada en 1946 que comparte con Dromedario el origen familiar de la firma y que guarda también similitud con la empresa cántabra en cuanto al tipo de producto que distribuye: un café de gama alta, de una calidad superior a la habitual dentro del sector hostelero.
Con una inversión de doscientos millones de pesetas, la empresa cántabra ampliaba de este modo sus posibilidades de operar en el mercado madrileño, en el que ya estaba presente a través de la marca El Cafeto. Aunque Minalsa continúa funcionado como una sociedad autónoma, los responsables de Dromedario no descartan su futura absorción en una única razón social, Antonio Fernández y Cía.
El contacto con el mercado madrileño puso a la firma cántabra en la pista de otra empresa de reciente creación (Café De La Villa), orientada también hacia el campo de la hostelería y que comenzaba a atravesar dificultades tras cinco años de expansión acelerada. En este caso, la dirección de Dromedario optó por alquilar la marca y adquirir el departamento comercial y una parte de su maquinaria. El pasado mes de diciembre se llegaba a un acuerdo sobre la base de pagar el derecho a utilizar la marca con un porcentaje de las propias ventas hasta que en un futuro se lleve a cabo la adquisición definitiva.

El punto débil de las multinacionales

La dirección de El Dromedario no descarta dar nuevos pasos que le permitan crecer en un sector como el hostelero, donde el arraigo local de las empresas es un factor de peso y en el que se juega el futuro de muchas de las pequeñas y medianas compañías cafeteras que existen en España.
Las multinacionales como Nestlé España, que comercializa la marca Bonka, Douwe Egberts (Marcilla) y Kraft Jacobs Suchard (Saimaza), han desatado una ofensiva para incrementar su presencia en un ámbito en el que las dificultades de distribución se han convertido en un obstáculo para la penetración de las grandes compañías y en salvaguarda para las pequeñas.
A diferencia de lo que ocurre con las marcas locales, que cuentan con su propia flotilla de reparto y con comerciales dedicados específicamente a asesorar y a vender este producto, las grandes marcas se ven obligadas a recurrir a empresas distribuidoras para las que el café es sólo una más de las referencias que transportan hasta el establecimiento hostelero. Las marcas locales cuentan con la ventaja de poder ofrecer una atención personalizada y mayor agilidad en el suministro de un producto que en hostelería tiene una rotación mucho más alta que en el mercado alimentario.
Conscientes de su inferioridad en este terreno, las multinacionales se enfrentan a dos posibilidades: abrir delegaciones propias en cada comunidad o adquirir marcas locales ya establecidas, la vía que ahora prueban.
La propia firma de Café Dromedario ha estado en varias ocasiones en el punto de mira de grandes empresas que se han interesado por su compra, aunque sus directivos tienen muy claro el camino a seguir: “Nuestro objetivo fundamental es la hostelería –subraya el director general de Antonio Fernández y Cía, Enrique Zalduondo–. En ella se encuentra el presente y el futuro del mundo del café y ante la dificultad para crecer sobre la propia marca, nos hemos decidido a comprar otras empresas”.

Vocación de liderazgo

La elección del mercado hostelero madrileño como escenario para esta expansión, responde al hecho de que allí no existe una marca que domine claramente el mercado. Esta circunstancia ha sido un aliciente más para el paso dado por El Dromedario: “Por lo general en cada región existen uno o dos líderes perfectamente marcados” –explica Enrique Zalduondo–; “es el caso de Dromedario en Cantabria; Baké y Fortaleza en el País Vasco; El Gallego y Tosca en Asturias, etc. Y en Madrid, curiosamente, no hay un líder. A pesar de las enormes dificultades que supone atacar ese mercado, alguien tiene que serlo y por qué no nosotros”, se plantea Zalduondo.

Un grupo cafetero

En la elaboración de esta nueva estrategia, ha participado también la empresa cafetera vasca La Brasileña, que adquirió a principios del pasado año un tercio de capital social de Antonio Fernández y Cía.
Tras las nuevas compras, los primeros pasos hacia la creación de un grupo ya han sido dados, y gracias al acuerdo que Café De La Villa tenía con Paradores Nacionales, Antonio Fernández y Cía está presente con sus marcas en todo el territorio nacional, aunque en algún caso esa presencia sea puramente testimonial.
Con la aportación de las nuevas empresas, el volumen de café envasado por el grupo se situará este año en dos millones de kilos, de los que un millón doscientos mil corresponderán a Dromedario. El 60% de esa producción irá destinada a hostelería y el resto al mercado de la alimentación.
La facturación experimentará también un alza notable, pasando de los 1.300 millones de ventas con que cerró el pasado ejercicio Antonio Fernández y Cía, a los 2.000 millones de pesetas que se prevén para este año.

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