China y los países del Este ya son un buen mercado para Cantabria

El hecho de que Cantabria realice la mayor parte de sus operaciones de comercio exterior en el ámbito euro, hace que la influencia de su revalorización frente al dólar sea muy inferior a la que tiene en otras zonas del país. Nuestras exportaciones van básicamente a Alemania y Francia y en el ámbito de la UE se concentra el 78% de nuestras ventas al exterior.
De hacer caso a las estadísticas, el comercio exterior de Cantabria resultaría uno de los más pujantes del país, tanto por el evolución como por la cobertura, pero hay un factor demasiado influyente como para dar por buenas estas conclusiones: el tráfico de coches nuevos a través del puerto de Santander que muchos fabricantes españoles utilizan para las exportaciones y otras marcas foráneas, sobre todo los asiáticas, emplean para introducir en España su producción. Los coches tienen un peso tan sustancial que Japón se ha convertido –teóricamente– en el primer proveedor de Cantabria, un honor que tradicionalmente le cabía a Alemania.

Los coches se multiplican

El valor de los coches importados ha pasado de los 174,6 millones de euros de 1995 a los 420,8 millones de euros de 2003, con un crecimiento sólo en el último año de un 49,8%. Esto significa que los coches representan ya el 25% de todas nuestras importaciones. Al margen del beneficio que el puerto pueda obtener en estas tareas de manipulación de la carga, la única conclusión que puede sacarse de todo ello es que el factor automóvil cada vez distorsiona más las cifras del comercio exterior de Cantabria, puesto que la mayor parte de estos coches se reparten por concesionarios de todo el territorio nacional y no se venden en la región. Otro tanto ocurre con los automóviles exportados, ninguno de los cuales se fabrica en Cantabria.
Si se resta este factor, las importaciones de Cantabria el pasado año se habrían situado en 1.251 millones de euros, un 6% superiores a las de 2002 (también sin coches).
Cantabria exporta, sobre todo, componentes de automoción, alambrón, productos de química básica, de fundición, cableado de telecomunicaciones o electrodomésticos. Son, desde hace muchos años, los mismos productos, que poco tienen que ver con las nuevas tecnologías, aunque la mayoría de ellos han demostrado una solidez en el tiempo a prueba de todo.

La alimentación pesa poco

A pesar de la tradición que tienen los productos alimentarios en la región, sus efectos en la balanza comercial son relativamente pequeños. De la leche que se produce apenas sale una mínima fracción, por importe de 9,6 millones de euros y los terneros y vacas de cebo que se venden en la feria de Torrelavega con bastante frecuencia para Francia apenas suman un millón y medio de euros. Hay que acudir al terreno de las fábricas, como Nestlé, para encontrar cifras relevantes, y aún así, no pasan de los 15 millones de euros en el caso de los derivados del cacao o los 16 millones de la pastelería industrial.
El sector conservero, con más de medio centenar de fábricas, tampoco aporta cantidades significativas (28,5 millones en total) y de esta forma, todo el sector alimentario cántabro sólo exportó 85,8 millones de euros en 2003, la misma cifra que en 1995, una cuantía que no alcanza siquiera el importe de las exportaciones de las dos grandes fábricas de caucho que hay en la región Dynasol Elastómeros y Bridgestone.
Eso no quiere decir que el peso real del sector alimentario sea reducido, sino que está volcado claramente en el mercado interno, lo que ocurre también con casi todas las industrias y talleres de pequeño tamaño porque la exportación cántabra descansa, casi por completo, en las grandes empresas.
Hay evoluciones muy meritorias. El sector textil ha triplicado el valor de sus ventas al exterior en nueve años –casi todo por responsabilidad de Textil Santanderina– y su aportación alcanza ya los 126 millones de euros. Tan significativo como esto es que el avance no se ha producido en las fibras o en los hilados, sino en los productos con más valor añadido, los tejidos y las prendas confeccionadas.
Es igual de llamativo el salto que ha dado el calzado, que aporta ya 13,5 millones de euros, aunque se trata de un componente muy volátil, ya que sufre fuertes avances y retrocesos de un año a otro.
Las exportaciones de cableado de telecomunicaciones de las plantas de Alcatel y Nexans en Maliaño también han conocido una evolución muy rápida hasta el 2001, para caer bruscamente después hasta el nivel que tenían en 1998.
Hay una larga relación de otros productos exportados desde Cantabria, pero su papel es relativamente poco significativo. Desde azufre a dolomitas calcinadas, piedra caliza, agua mineral, abrasivos naturales, cemento, flúor, negro de humo, zinc, principios activos de medicamentos, colorantes minerales, tintas de imprenta, colutorios y dentífricos, jabones, lejías residuales, resinas, madera, cartón, cubiertos, baterías de cocina e, incluso, librillos de papel de fumar.

Importaciones

Obviamente, es mucho más extensa la lista de productos que importa la región. El más relevante, con muchísima diferencia, son los automóviles, dado que se ha convertido en la puerta de entrada de los fabricantes asiáticos en España. Pero a continuación figuran los motores de arranque y alternadores. El hecho de que esta partida arancelaria figure tanto en las importaciones como encabezando las exportaciones puede resultar paradójico, pero tiene una fácil explicación. Es consecuencia, exclusivamente, de los movimientos que produce la fábrica de Robert Bosch Treto, que importa de factorías alemanas buena parte de los componentes y reexporta a la casa matriz el producto terminado, con un notable valor añadido en la región, puesto que la diferencia entre unos y otros es de 147,9 millones de euros (24.608 millones de pesetas), lo que convierte esta fábrica en un puntal insustituible de nuestro comercio exterior.
También pueden entenderse así las importaciones de algunos electrodomésticos que hace Teka para añadirlos a su gama de productos y que sólo en una mínima parte se venderán en Cantabria.
Una de las partidas más significativas entre las importaciones son los 73,7 millones de euros en chatarras, casi todas consumidas en la fundición de Global Steel Wire en Nueva Montaña. A pesar de que la región es una gran productora de componentes metalúrgicos, son muchas las importaciones que se realizan en este extenso área. Ocurre algo parecido con los pescados. Cantabria no produce suficiente materia prima para las industrias de transformación que ha acumulado, y son muy relevantes las importaciones de pescado seco, moluscos y crustáceos.

El escaso peso de EE UU y la subida de China

En el comercio exterior de Cantabria se dan unas circunstancias relevantes. Probablemente, la más significativa de todas es el escaso peso que tienen las compras y ventas a los Estados Unidos. Por sorprendente que parezca, el primer país del mundo, a pesar de toda su potencia comercial, sólo ocupa el puesto decimocuarto en el escalafón de nuestras importaciones, por detrás de Rusia, y casi al mismo nivel que Turquía o China. Su posición es un poco más relevante como comprador, ya que es nuestro séptimo mejor cliente, pero en cualquier caso, poco representativo de su volumen económico.
Todo ello indica con rotunda claridad que Cantabria vive absolutamente de espaldas a EE UU y la situación no va a mejor. Las importaciones de Norteamérica caen año tras año, hasta el punto que en 1995 eran cuatro veces mayores que las actuales.
Con nuestras exportaciones a aquel país ocurre algo parecido. Con excepción de esporádicas ventas de equipos para centrales nucleares, que dispararon las cifras, permanecen estancadas en el entorno de los 30 millones de euros desde hace ocho años.
Esta evolución dista mucho de la que se está produciendo en el comercio con Europa del Este. A los países recién incorporados a la Unión Europea en 1995 sólo les vendíamos productos por importe de tres millones de euros y hemos pasado a 40 millones en 2002 y 27 en el 2003 y China, que para nosotros era prácticamente desconocida como cliente hasta hace cinco años, ha pasado a colarse entre los diez países a los que más exportamos, con casi 21,5 millones de euros vendidos en el último año.

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