La producción ecológica local crece menos por la inflación

Los productores regionales han ajustado sus márgenes pero destacan el aumento paulatino de clientes

Pocos dudan de que los alimentos ecológicos tienen un mercado creciente, pero sus precios no están al alcance de muchos consumidores, sobre todo en España, y la inflación actual ha provocado que en algunas regiones los productores se vean abocados a vender al precio de los convencionales si quieren dar salida a lo que cultivan. En Cantabria no ocurre, quizá porque tan solo el 1,5% de la superficie agraria se gestiona de manera ecológica, pero quienes se dedican a ello también se resienten. No obstante, todos están convencidos de que la región está predestinada a este tipo de cultivos más sanos y de más valor añadido.


El espacio destinado a producción ecológica en España aumentó un 8% en 2021, hasta superar los 2,6 millones de hectáreas, y un 10,8% de la superficie agraria útil (SAU) ya está dedicada a esta alimentación más natural. Esto la sitúa como el segundo país europeo con mayor porcentaje de cultivos ecológicos, por detrás de Francia, pero todavía lejos del objetivo comunitario de que el 25% de la SAU del continente esté destinado a producción ecológica en 2030.

La región tiene registrados 278 operadores de productos ecológicos

Dentro del país hay grandes diferencias entre regiones. Mientras que Cataluña llega al 24,8% de la SAU, Andalucía al 22% y la Comunidad Valenciana al 19,6%, Cantabria apenas tienen el 1,5%; Castilla y León el 1,3% y La Rioja el 2%, unos porcentajes que dan idea de que su contribución al mercado alimentario, por el momento, es meramente testimonial.

Una Cantabria ecológica

Hoy en día, Cantabria dispone de una superficie certificada para la agricultura ecológica de algo más de 3.700 hectáreas, de las cuales la mayoría (3.440) se dedican a pastos para la ganadería ecológica; otras 184 se emplean en cultivos permanentes y son 76 las hectáreas de tierra cultivada.

La tienda ecológica de Ampros situada en El Corte Inglés.

A pesar de estas cifras modestas, desde la Oficina de Calidad Alimentaria (Odeca), dependiente de la Consejería de Alimentación, destacan que la producción agraria ecológica no ha parado de crecer en la región en los últimos 15 años. De los 19 productores y tres elaboradores que se inscribieron inicialmente en los registros de la denominación ecológica se ha pasado a 278 operadores “altamente profesionalizados”. Entre ellos hay 209 productores agrarios, 84 elaboradores de productos ecológicos, seis importadores, dos exportadores, 21 comercializadores, un acuicultor y dos productores de algas.

La ganadería ecológica que existe en Cantabria incluye unas 5.900 cabezas de ganado bovino, que en 2021 produjeron más de 9,5 millones de litros de leche ecológica, casi un 50% más que en los dos años anteriores.

También destaca la positiva evolución de otros productos ecológicos, como el queso (29.200 kilos), o el yogur, que alcanzó los 58.400 kilos ese año. Además, en 2021 Cantabria produjo 27.250 docenas de huevos y 21.895 kilos de miel con etiqueta ecológica.

Estas cifras demuestran que algo se mueve en la región, pero están aún muy lejos de las enormes posibilidades que tiene Cantabria. El francés Didier Fleury, dedicado durante décadas a la gestión de grandes compañías de distribución alimentaria y presidente de la asociación empresarial Cantabria Sostenible, lleva ya unos años apoyando desinteresadamente el cultivo ecológico y asesora a diversos productores agroecológicos sobre cómo entrar en esos canales comerciales.

Fleury cree que Cantabria es una de las regiones con más potencial de producción agroecológica de España: “Sus tierras fértiles y poco contaminadas, su abundancia de agua y su estructura de minifundios de dos a tres hectáreas ayudarían a una producción muy diversificada y abundante de todo tipo de verduras y de bastantes frutas”, manifiesta convencido.

El Gobierno regional, a través de la Odeca, también confía en el crecimiento de este tipo de producción, ya que considera que se trata de “una apuesta por la calidad alimentaria” fundamental para la “revalorización de las materias primas que se producen en Cantabria y para el desarrollo de los núcleos rurales”.


Eco-Tierra Mojada: ‘La preocupación por lo que se consume es cada vez más palpable’

Diego González y Rocío López dentro del invernadero de la finca de Maoño. FOTO: M. CASUSO

Eco-Tierra Mojada es una empresa agrícola familiar, dirigida por Diego González y dedicada desde hace diez años a cultivar hortalizas y frutas en ecológico. En sus instalaciones de Maoño (Bezana) cuentan con 5.000 m2 de invernadero y otros tantos al aire libre, en los que plantan más de 30 variedades diferentes de verdura, según la temporada.

En este mismo espacio realizan la venta directa de sus productos de jueves a sábado, algo que empezó como una forma de dar a conocer su trabajo pero que ahora da salida a casi toda su producción, a excepción de la que adquieren varios restaurantes de la región.

Precisamente este tipo de venta directa les ha permitido mantenerse y crecer incluso en momentos difíciles, como los actuales. “Aunque lo sufrimos menos que una agricultura tradicional, los gastos se nos han disparado (la electricidad, los abonos…) y, como la mayoría de empresas, estamos perdiendo márgenes”, advierte González, que subraya que, a pesar de ello “tener una menor cadena de distribución nos permite mantener un precio más digno”. Sin embargo, tiene otros inconvenientes: “vender por nosotros mismos requiere mucho más trabajo que hacerlo por otros canales”, reconoce.

Esta primavera abrirán una nueva finca en San Vicente de la Barquera de cuatro hectáreas de superficie y con ella podrán comenzar a vender su producto en supermercados locales y pequeñas cadenas, “que están apostando por los productos ecológicos de una manera real”. Tras esta ampliación, su empresa pasará de los cuatro trabajadores actuales a ocho.

“Aunque el crecimiento del producto ecológico es más lento de lo que parecía hace unos años, hay que tener en cuenta que estamos viviendo unos años particulares en los que los mercados tienen muchas variaciones. A pesar de estos vaivenes, la tendencia europea apuesta por lo ecológico y la preocupación por los productos que se consumen y por la salud es palpable en todo el mundo”, subraya el empresario.


Menor productividad pero mayor calidad

Los productos ecológicos tienen, en general, precios más elevados que los convencionales. “El producto ecológico suele tener un coste de producción mayor, por lo que el productor tiene que cobrar más por él, pero la distribución lo encarece aún más, en lugar de limitarse a aplicar únicamente esos mayores costes de producción”, se lamenta Gaspar Anabitarte, secretario general de UGAM-COAG.

Quizá por este motivo, en las actuales circunstancias de fuerte inflación, se están produciendo dos fenómenos paralelos opuestos. Por un lado, siguiendo la estela de lo ocurrido los últimos años, continúa la tendencia a consumir más alimentos ecológicos, por el beneficio que representa para la salud y la conservación del medio ambiente. Pero, al mismo tiempo, una buena parte de los consumidores, que estaría predispuesta a adquirir estos productos o ya lo hacía anteriormente se ve obligada a optar por los convencionales, más económicos, a consecuencia del fuerte encarecimiento de todo tipo de hortalizas, frutas, lácteos, huevos o cárnicos. Esta circunstancia está ralentizando el cambio hacia lo ecológico.


Ampros amplía su apuesta por el producto ecológico para sus tiendas y catering

Una de las tres tiendas de productos ecológicos de Ampros y parte de los alimentos que vende en ella.

Ampros apostó por la agricultura ecológica hace más de doce años, cuando comenzó a cultivar de este modo en una gran huerta de 25.000 m2 de superficie. Hoy tiene varias repartidas por Santander, que convierten a la asociación en uno de los mayores productores ecológicos de Cantabria y en un referente estatal de lo que puede hacer el sector de la discapacidad en este ámbito.

Aunque nació como un huerto para producir los productos que utiliza el cátering ‘Depersonas cocinando con sentido’, nacido en 2010 como una apuesta por la cocina ecológica e integradora, la utilización de producto cántabro, los alimentos frescos y la adecuación de los hábitos alimentarios hacia modelos más saludables, en la actualidad también abastece a las tres tiendas de la asociación, situadas en Mercasantander, El Corte Inglés y en la calle Marcelino Sanz de Sautuola. Son las primeras de Cantabria que cuentan con la acreditación de tiendas ecológicas.

En ellas se pueden adquirir productos ecológicos de sus huertos, platos elaborados por su cátering y otros alimentos de una veintena de productores locales y ecológicos.

“A través de tiendas propias, queremos trasladar al consumidor un proyecto único, donde no existen intermediarios, donde el concepto de cercanía o ‘kilómetro 0’ adquiere una dimensión real y que el concepto ‘de la tierra a la mesa’ es posible”, explica Roberto Álvarez, director-gerente de Ampros. “Por ello ofrecemos unos productos de calidad inmejorable a unos precios muy competitivos, socializando aquellos productos ecológicos que se encontraban lejos del bolsillo de muchos consumidores”, agrega.

Ampros sirve todos los días 1.800 menús escolares en los que utiliza la producción de sus huertos ecológicos

Y, aunque la asociación también ha notado los incrementos de costes, destacan que “el impacto es proporcionalmente menor que en los productos convencionales, o en circuitos de comercialización más largos, al eliminar sobrecostes de intermediarios”.

Tener los terrenos, las tiendas y el cátering “nos permite controlar los tres procesos, generando una cadena de valor eficiente y sostenible con un sistema integrado de trabajo”, subraya Álvarez.

Aseguran que desde la apertura de las tiendas a finales de 2020, “el público cada vez acoge mejor nuestra propuesta orientada a democratizar lo ecológico”.

Animados por estos buenos resultados, Ampros está reformando las cocinas de su centro de Guarnizo, para hacerlas más respetuosas con el medio ambiente y dar una mayor y mejor respuesta a las necesidades de los comedores escolares –los principales clientes de su cátering– a los que envía 1.800 menús diarios. “Cuando estén listas estas cocinas, podremos trabajar los productos de nuestros huertos y de los otros productores de Cantabria, para generar también líneas de quinta gama, embotar productos ecológicos, elaborar pan ecológico, manipular pescados de lonja y despiezar productos cárnicos ecológicos…”, enumera el gerente de la asociación, haciendo gala de su decidida apuesta por el producto ecológico.


Y es que, si bien esta producción tiene innumerables ventajas –la mayoría de ellas relacionadas con el cuidado del medio ambiente y la salud–, tiene una menor productividad, por lo que ha de ofrecerse más cara.

La agricultura ecológica suele requerir más mano de obra –ya que, por ejemplo, el hecho de no usar herbicidas provoca más trabajo manual– y se han de rotar cultivos para mantener la fertilidad del suelo sin emplear plaguicidas químicos ni fertilizantes sintéticos.

“En general, podría decirse que los costes de producción suponen prácticamente el doble que en un cultivo tradicional, ya que no pueden utilizarse fertilizantes químicos ni otros tipo de productos, lo que reduce considerablemente el rendimiento. Sin embargo depende mucho de lo que se plante, ya que la variedad es enorme”, plantea Diego González, gerente de Eco-Tierra Mojada, una de las principales explotaciones locales de productos ecológicos.

“En las plantaciones de cereal los costes difieren mucho si se hace en ecológico o en convencional. En hortícola, que es lo que yo hago, no hay tanta diferencia entre un producto convencional y otro ecológico, pero su precio de venta al público tampoco difiere tanto de otros productos de calidad en el mercado”, acota. “Por ejemplo, un tomate ecológico suele tener un precio similar a un buen tomate de Cantabria. Son precios alejados de los tomates más corrientes y baratos, pero es que no tienen nada que ver…”, agrega.

González hace hincapié en que, a pesar de estos costes más elevados y esa menor producción, el cambio a los cultivos ecológicos “vale la pena”. Si se atiende a los pocos estudios económicos existentes sobre su rendimiento a largo plazo, “las fincas ecológicas tienen un rendimiento menor que las convencionales al principio. A partir de los diez años se igualan con las convencionales y los estudios muestran que, a la larga, el rendimiento en ecológico es incluso mayor. Por eso hay que hacer el cambio y que todos nuestros alimentos procedan de este tipo de agricultura”.


Quesería Los Tiemblos

‘Cada vez más gente apuesta por el producto ecológico, aunque es un cambio lento’

Algunos productos ecológicos de Los Tiemblos.

La Quesería Los Tiemblos es una empresa de carácter familiar situada en San Pedro del Romeral, en plenos Valles Pasiegos. Allí elaboran quesos y yogures de manera artesanal con la leche de las vacas de su ganadería ecológica.

La familia Gómez Fernández se certificó en 2001 como granja ecológica, y fue una de las primeras de España en obtener este estatus. Sin embargo, no encontraban industrias dispuestas a pagar el sobreprecio de la leche ecológica, y la tenían que vender a los bajos precios de la convencional. Esto llevó a la matriarca, María Jesús Fernández, a buscar una alternativa: transformar el producto para obtener un mayor beneficio. Así nació su quesería en 2007.

María Jesús gestiona su negocio junto a uno de sus hijos, Víctor Gómez, y a un empleado. Entre los tres, mantienen la ganadería y producen distintas variedades de queso (fresco, tierno, semicurado y curado), además de yogur natural. La materia prima de estos productos son los 300 litros diarios de leche que obtienen de sus vacas (unos 110.000 anuales), de los que el 60% los dedican a hacer queso y el resto a yogur.

Todos los productos de Los Tiemblos son ecológicos y cuentan con su correspondiente certificado, no usan conservantes ni colorantes en todo el proceso que realizan de forma artesanal y tienen una gran aceptación en el mercado, al que llegan a través de tiendas locales, de la venta directa a particulares y las compras de negocios hosteleros.

“Quien prueba el producto ecológico, no suele volver al producto convencional. Y hay una tendencia por la que cada vez más gente consume estos productos. No obstante, el cambio ha sido más lento de lo que esperábamos”, explica Víctor Gómez. Durante la pandemia la evolución fue positiva para la quesería, ya que fue un momento “en el que la gente comenzó a dar más valor al producto de proximidad”, pero la inflación actual está haciendo mella en el negocio.

“Durante el último año hemos experimentado una fuerte subida en los costes de producción, especialmente provocada por la sequía, que nos ha llevado a recortar animales y a comprar forraje para los que mantuvimos. Sin embargo, hemos decidido absorber prácticamente la totalidad de esta subida y no repercutirla”, explica el ganadero, que confía “en que este año la situación sea diferente”.


Con la ganadería ecológica ocurre algo similar, ya que requiere más tiempo de cría en algunas especies, necesita más terreno o reducir el número de animales en la misma superficie y la alimentación de pasto y cereales produce menos rendimiento que la de piensos y forraje.

“Existen numerosas diferencias entre la ganadería ecológica y la intensiva convencional. Mientras que una vaca en convencional da unos 40 o 45 litros diarios, las nuestras producen lo que de manera natural pueden producir, que es en torno a 15 litros al día”, plantea Víctor Gómez, de Quesería Los Tiemblos.

“Estas diferencias tan notables se deben a que a las vacas en intensivo se les da de comer piensos con agregados químicos y se les inyectan hormonas para que produzcan más, lo que hace que la calidad del producto sea inferior y, además, contenga residuos químicos que son ingeridos por los consumidores”, explica Gómez.

Las vacas de ecológico dan tres veces menos leche pero producen muchos más años

El ganadero destaca otra diferencia según el tipo de ganadería: “Nuestras vacas duran unos 12 años, frente a los cuatro de media que viven las vacas de las ganaderías convencionales. Esto se debe a que su calidad de vida es infinitamente mayor”.

A esta menor producción de los productos ecológicos, hay que sumar un gasto que los convencionales no tienen: la certificación, que garantiza al consumidor que algunos aspectos de sostenibilidad ambiental están contemplados.

“En Cantabria funciona el CRAE, que es el sello más potente y da todas las garantías a los consumidores. Es expedido por el Gobierno regional a través de la Odeca y no es muy caro. En otras comunidades, estas certificaciones empiezan a privatizarse y cuestan más”, comenta Diego González.

Él está convencido de que “es importante tener estos certificados y, aunque son un gasto más, no es muy elevado, ya que se paga en función a nuestras ventas, y requieren un par de auditorías al año para comprobar que todo sigue en orden y renovar el certificado”.

Ni las tensiones de precios ni los costes superiores de estas producciones parecen empañar las buenas perspectivas de crecimiento del sector ecológico en la región, ante la tendencia imparable que muestra el consumo internacional de estos productos. Se trata de una apuesta en la que creen cada vez más productores regionales, aunque Didier Fleury mantiene que mientras las cadenas de distribución españolas no ajusten más los márgenes que aplican a estos productos no se producirá una auténtica democratización de la producción ecológica.

María Quintana

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