¿La Marbella del Norte?

Las nuevas inversiones turísticas en Cantabria apuestan por una clientela de lujo y el cambio climático les está dando la razón

Si los termómetros se empeñan en marcar registros de los que nunca antes hubo constancia y a mediados de octubre la gente sigue en las playas del Cantábrico, puede que el eje del planeta turístico se esté desplazando. Una parte del turismo que tiene más disponibilidad económica ha empezado a buscar las temperaturas cada vez más templadas de Cantabria. En la región están funcionando mejor que nunca las inversiones dirigidas a la clientela de lujo y hay zonas, como Comillas y sus alrededores, que recuperan la atención de la alta burguesía. Sus bodas y eventos, que aparecen en las redes sociales, recrean un pasado palaciego, y Cantabria parece candidata a convertirse en la Marbella del Norte.


El economista y político Ramón Tamames, que volvió a tener actualidad como consecuencia de la insólita moción de censura de Vox, lleva años anticipando a sus muchos amigos cántabros que Santander se va a convertir en la Marbella del Norte. Es cuestión el cambio climático y él, a sus 90 años, está convencido de que lo verá. Se trata, simplemente, de una intuición, pero es la de alguien muy bien informado y con muchos amigos en la élite financiera, algunos de ellos con casas en Cantabria, como Juan Lladó.

Para convertirse en una segunda Marbella es necesario que confluyan, al menos, dos factores: más horas de sol –algo que lleva camino de ocurrir– y que una clase social con recursos y capacidad de crear tendencias lo ponga de moda. Ya sucedió hace un siglo cuando la temperatura media era bastante más baja y llovía más. Por tanto, no se trata de factores tan improbables.

La evolución climática es innegable. La temperatura media de Santander ha pasado de 13,6º en 1973 a 15,8º en 2022, un salto descomunal en términos climáticos. Aunque esa evolución tiene muchos dientes de sierra, la tendencia es inequívoca. La media anual de las temperaturas máximas de cada día ya roza los 19º, cuando lo habitual eran 17º, y las mínimas aún se han elevado más, al pasar de los 10,4º de 1973 a los 13,2º del año pasado, más propios de un clima mediterráneo. También ha cambiado mucho el régimen de precipitaciones. Aunque el número de días lluviosos no ha variado mucho, desde el año 2000 solo en dos ejercicios ha superado Santander los 1.200 mililitros anuales cuando en las décadas anteriores esa cuantía era la habitual y tampoco extrañaba superar los 1.600. Ahora hay bastantes años en los que no se alcanzan los 800.

La creación de Marbella

Estar o no de moda es otro factor poco predecible, aunque el clima ayude. Marbella nació sin ninguna intervención local. Nadie en el pueblo malagueño tenía la menor idea de por qué algunos extranjeros ricos y extravagantes se asentaban allí, al borde de la costa, que por entonces no tenía interés alguno para los locales. Tampoco tenían idea de lo que allí hacían. La periodista Viruca Yebra lo describe con mucho detalle en su novela ‘La condesa nazi’: fue producto de una extraña confluencia de personajes, desde artistas y bonvivants norteamericanos a nobles europeos que quedaron desplazados de cualquier responsabilidad por las democracias, aunque no de su dinero, y antiguos jerarcas nazis a los que la España de Franco ofreció la posibilidad de escapar de escapar de los juicios por delitos de guerra a cambio   de cambiar de identidad y pasar desapercibidos.

Esa mezcla tan singular, de sol y fiestas atrajo a personajes de todo el mundo, sin que el resto del país fuese realmente consciente hasta los años 70, cuando las revistas de sociedad dieron carta de naturaleza a cuanto pasaba por allí y los promotores inmobiliarios españoles más avispados empezaron a ver el negocio de construir urbanizaciones de lujo.

El lujo de la Corte ya cambió Santander

Santander vivió una fenómeno parecido a comienzos del siglo XX, cuando el rey Alfonso XIII empezó a veranear en la ciudad, que, con buen ojo, optó por regalarle un palacio para asegurarse esta presencia anual. Con el Rey llegó la corte y, tras la Corte, la alta burguesía, deseosa de cultivar esos contactos tan provechosos para sus negocios. Juntos cambiaron por completo el futuro de la ciudad, al transformar El Sardinero (un lugar por el que ningún vecino de la ciudad tenía aprecio alguno) en una colonia de veraneo de lujo, y al impulsar los servicios de la capital.

Una transformación turística de la que Santander sigue sacando mucho partido cien años después. Imaginemos que no existiese el Palacio de la Magdalena, el Casino, el Hotel Real, el golf de Pedreña o lo que queda del conjunto urbano del Sardinero… Es posible que la ciudad siguiese atrayendo turistas, pero nunca hubiese podido vender glamour o prestigio.


El prestigio lo dan los influencers

Marta Pombo y sus hermanas, con más de tres millones de seguidores en las redes, son un ejemplo de influencers que han contribuido a que Cantabria sea un destino deseado en muchas capas sociales.

En 2018 una revista pedía a 150 influencers españoles que destacasen los destinos más envidiables. Eligieron, como no podía ser de otro modo, Nueva York, Barcelona, Ibiza… y Cantabria. ¿Por qué se colaba una pequeña región del norte entre los lugares más deseables? Quizá porque los influencers han de demostrar que son unos descubridores y tienen que darle a sus recomendaciones una pizca de originalidad, pero lo cierto es que, para la mayoría de quienes la recomendaban, el secreto de esta comunidad autónoma es que puede ofrecer una gran variedad de alternativas de ocio en muy poco espacio geográfico.

Desde entonces ha llovido mucho, aunque quizá no tanto como antes del cambio climático, y han sido muchos los influencers que han utilizado la región como escenario para sus post, para sus vacaciones e, incluso, para sus bodas. Han puesto Cantabria de moda, y esta vez sin un patrocinador detrás; lo han hecho porque les gusta de verdad o porque piensan que es un destino deseable para su público y va a depararles más seguidores. Además, han ayudado mucho en algo que ni los gobiernos ni los hosteleros han trabajado suficientemente:situar a la región como un destino de calidad.

Las hermanas Pombo, las Kardasian de origen cántabro, son el nuevo referente aspiracional de la clase media española y lo que ellas hagan o elijan tiene clase, para sus seguidores. Por tanto, si eligen casarse, veranear o hacerse una casa en Cantabria, esa es una buena idea que desearían replicar varios millones de españoles que las siguen. En el fondo, no muy distinto a lo que ocurrió un siglo antes, cuando los Reyes decidieron veranear en Santander y toda la Corte corrió a hacerse residencias de verano en la ciudad.


El ejemplo de Comillas

Otro ejemplo clarificador es lo ocurrido en Comillas unas décadas antes. Cuando en el siglo XIX Antonio López, el hijo de una pescadera que tenía su puesto junto a la Iglesia, emigra a Cuba y hace una gran fortuna, el pueblo no se diferencia de cualquier otro de la zona. Es igual de modesto y de rústico, formado por familias de ganaderos y pescadores.

Cada año son más los espectáculos y fiestas en la calle, dispuestos a aprovechar la subida de las temperaturas.

Esta realidad cambia radicalmente cuando el joven Alfonso XIIse enfrenta a la incapacidad del Gobierno para poner orden en las continuas revueltas de Cuba, la provincia de ultramar que aún permitía conservar la idea imperial de España y de la que venían las mayores aportaciones comerciales y fiscales (a los productos de la isla se le aplicaban, cruelmente, los mismos aranceles que a un país extranjero, a pesar de tener la condición de provincia española. Solo Antonio López salió en su ayuda. Para esa fecha, el emigrante comillano ya había reunido una ingente flota, gracias al comercio de coloniales y esclavos y a la concesión del servicio de Correo naval, y decidió poner sus barcos gratuitamente al servicio de la Corona. España pudo, de esta forma, enviar tropas a la isla y atemperar (temporalmente) el problema, con la Paz de Zanjón.

El Rey premió a López con un marquesado y un trato muy directo, tanto que decidió pasar unos días en Comillas. Era el año 1881 y el ya marqués aún no había puesto las primeras piedras de su fastuoso palacio. Su residencia de verano en la villa era por entonces la Casa Ocejo, un notable edificio del centro del pueblo que podía ser importante en aquel entorno tan modesto, pero muy alejado de los lujos y modernidades de la Corte.

López no podía ofrecerle al Rey un palacio, pero hizo todo lo posible por que su casa lo fuera. El australiano-comillano Kenneth McKenney cuenta en su historia de la villa cómo el marqués hizo llegar a la estación de Torrelavega 22 vagones cargados de todo tipo de objetos de lujo para decorar la casona. También se desplazaron a Comillas 300 artesanos y artistas contratados por todo país, para transformar la casa. Algunos de ellos se quedaron para la construcción del palacio y acabaron por asentarse en la villa, lo que dejó un rastro de calidad y cualificación en todo cuanto se hizo desde entonces.

El hotel-anticuario Palacio Helguera, una espectacular casona del siglo XVII restaurada con mimo, ha añadido un cinco estrellas al equipamiento hotelero regional.

El marqués también se preocupó de que sus hombres acondicionasen las fachadas y los jardines de todo el vecindario, y que se instalase la luz eléctrica, aunque fuese de forma provisional. Fue el primer pueblo de España que la tuvo, gracias a un generador de barco. Incluso se montaron unas vías frente a la playa, para estacionar en ella dos grandes vagones perfectamente habilitados para que la familia real se cambiase allí y pudiese disfrutar de los baños de ola con todas las comodidades.

Esa inversión para cumplimentar al Rey acabó siendo muy rentable, porque atrajo a nobles y alta burguesía madrileña y catalana (la mujer del marqués era barcelonesa) que construyeron allí sus mansiones de verano. Ni siquiera la temprana muerte del Rey por tuberculosis, rompió esa inercia turística.

Comillas sigue siendo hoy un referente del turismo de calidad, aunque queden pocos representantes de la antigua nobleza y entre los veraneantes sean más los vinculados a la alta burguesía o a los ambientes intelectuales madrileños.

Ya no habrá promoción del verano

Frente a esas glorias pasadas, Cantabria lleva décadas apostando por la cantidad y no calidad. Desde hace muy poco, a la vista de que la región no da más de sí en verano, el Gobierno saliente del PRC-PSOE decidió poner fin a esa estrategia y el entrante, del PP, coincide en ello. Revilla ya hace un par de años que se manifestó en contra de seguir impulsando el turismo veraniego, al asegurar que podía llegar a resultar contraproducente. El sector hostelero, siempre a favor de que vengan más, esta vez no reaccionó, y la nueva consejera de Cultura y Turismo (ahora del PP) ha ratificado esa política. Su departamento solo tratará de impulsar las visitas el resto el año.

Una referencia internacional. El Capricho de Gaudí, en Comillas, ha sido el vencedor a nivel mundial del premio Best Landmark en los Remarkable Venue Awards 2023. El Capricho llegó a la final nacional gracias a la cantidad y calidad de valoraciones hechas por sus visitantes durante el último año.

No es fácil saber si esa es la solución para evitar la masificación y tener un turismo de calidad. El turismo llega por inercia y solo lo condicionan los precios o la disponibilidad de alojamientos. Para convertirse en la Marbella del Norte es imprescindible la llegada de una clase social pudiente y la existencia de complejos turísticos de lujo, algo que Cantabria no tiene, hoy por hoy.

Es cierto que se manejan planes en ese sentido, pero aún están lejos de concretarse, como la construcción de siete campos de golf privados, que meterían la región en el circuito de los entusiastas de este deporte más adinerados, que recorren los mejores campos del mundo, allá donde estén. Con más motivo si se encuentran en la tierra de ‘Seve’, que sigue siendo un icono internacional, aunque Cantabria no sepa aprovecharlo.

El tirón de este deporte sobre la economía local puede ser muy importante. En Oyambre, después de cumplirse la sentencia para demoler la urbanización preparada para construir chalets de lujo junto al campo de golf de Santa Marina (una infraestructura que había costado 5,4 millones de euros), el nuevo propietario ha promovido una urbanización de medio centenar de chalets en la zona no afectada por el parque natural, que se han vendido rápidamente, a pesar de costar el metro cuadrado construido alrededor de 3.500 euros. Una muestra del interés que despiertan tanto el golf como la zona en otras regiones.

El empuje de un tres estrellas

Otro de los ingredientes que no puede faltar para atraer a este turismo de élite es la gastronomía. Disponer de un restaurante con tres estrellas Michelin, como El Cenador de Amós, es determinante en este posicionamiento elitista. La copropietaria ha revelado en alguna ocasión la catarata de reservas de los más diversos países que se produjo desde el mismo momento en que se supo que El Cenador entraba a formar parte del Olimpo de los mejores restaurantes del mundo.

El chef Jesús Sánchez y su esposa, Marián Martínez, directora del Cenador de Amós. Sus tres estrellas Michelin atraen a un público internacional que también visita otros establecimientos.

No es una casualidad el hecho de que otros restaurantes de la región hayan apostado por el segmento del lujo, ya que ese foco de Villaverde de Pontones no solo atrae público a su establecimiento sino que también lo irradia hacia otros, quienes llegan para probar lo que cocina Jesús Sánchez y deciden pasar más de un día en la región.

Establecimientos como El Hotel Pico Velasco que ha abierto el chef Nacho Solana en el antiguo palacio de Angustina, propiedad de quien fuera el jefe mundial de Volkswagen, es un ejemplo de este florecimiento de la más alta gastronomía en la región.

El éxito del nuevo hotel de cinco estrellas Helguera Palacio Boutique, en Las Presillas (Puente Viesgo), también demuestra que apostar por un establecimiento rural de lujo en un lugar recóndito no es una mala idea. En el tiempo que lleva abierto ha tenido numerosos personajes conocidos como clientes, y su propietaria, la interiorista Malales Martínez, ya planea nuevas inversiones en la región.

El interior de Cantabria siempre ha acogido, de una forma discreta, a familias de la nobleza y la alta burguesía que podían pasar desapercibidas, como los Lladó, propietarios de Técnicas Reunidas ya mencionados, los Rivero (expresidente de Sacyr) o los Corsini. Casonas como las que un indiano reconstruyó en Hoz de Anero después de desmontar piedra a piedra palacios que estaban repartidos por distintos puntos de la región para reconstruirlos en aquel paraje, siempre atrajeron a personajes conocidos, pero cada vez son más los personajes del candelero nacional que apuestan por el interior de Cantabria y sus casas nobles. Un ejemplo reciente es del de Miguel Ángel Rodríguez (MAR), exportavoz del Gobierno con Aznar y asesor de la presidenta de la comunidad de Madrid, que ha adquirido un enorme caserón solariego de veinte habitaciones en Boo de Piélagos, que tanto Isabel Díaz Ayuso como el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, han visitado en alguna ocasión.

Promoción de apartamentos turísticos de lujo que se va a construir junto a la Ría de Ajo, coronados por láminas de agua.

El creciente numero de hoteles de lujo es otro indicio. En una región en la que muy pocos se atrevieron a apostar por los cinco estrellas, ya hay cinco con esta categoría. Pero también las promociones de apartamentos turísticos empiezan a apuntar a lo alto, como la que se va a construir en Ajo, 19 apartamentos turísticos de lujo con grandes terrazas sobre la ría, que promueve una comunidad de propietarios nacionales y alemanes.

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