Exceso de dramatismo

En un ambiente político cada vez más enrarecido parece normal que cualquier noticia, por positiva que sea, acabe cargada de matices sombríos cuando no claramente negativos. Puede comprobarse con la última Encuesta de Población Activa del año 2018, de la que se deduce que Cantabria es la comunidad española donde más se redujo el paro y es la segunda con menor desempleo del país, después del País Vasco. Sin embargo, todos los comentarios que han hecho las fuerzas políticas (menos las que gobiernan, por supuesto) y los sindicatos son tan negativos que parecen describir la situación exactamente contraria.

Es cierto que no todo es positivo en esos datos, pero fijarse únicamente en lo negativo resulta tergiversador y solo anima al desaliento. Tener 241.000 personas ocupadas nos hubiese parecido un enorme éxito hace cuatro o cinco años, cuando no llegaban a las 220.000. Y por baja calidad que tengan esos empleos, no es peor de la que tenían entonces, por lo que parece desmesurado utilizar valoraciones como “nefasto”, “pésimo”, “una región sin oportunidades” “una legislatura perdida para el empleo”… porque en ese caso, no cabe imaginar que tipo de calificativos habría que aplicarle las comunidades que ocupan los últimos puestos de la tabla. Olvidan, además, que Cantabria llegó a los 60.000 desempleados durante el Gobierno de Ignacio Diego, por lo que parece exagerado dramatizar con los 25.900 actuales que indica la EPA.

Resulta exagerado cargar las tintas negras en el año en que Cantabria bajó del 10% de paro y fue la autonomía con mejor evolución del desempleo

En los datos de Cantabria sí hay algo realmente preocupante y es el fuerte descenso de la población activa, uno de los motivos por los que ha bajado el paro. Las 267.500 personas con empleo o con intención de tenerlo son 7.100 menos que el año anterior, y esa es una mala noticia cuando el mercado de trabajo crece. Eso significa que la población envejece muy rápidamente o que amplias capas sociales, por lo general de edad madura, están convencidas de que no encontrarán trabajo, ocurra lo que ocurra. Además de un problema laboral, eso es el síntoma de un problema socioeconómico que conduce inexorablemente al declive: Cantabria se quedará sin población laboral suficiente, bien porque la natalidad ha sido insuficiente o bien porque una parte muy significativa de los jóvenes se ha visto obligada a buscar trabajo fuera y cada vez es más improbable que retorne, o por las dos causas al mismo tiempo.

Es evidente que esa perspectiva es muy preocupante, pero no es nueva, se viene forjando desde hace mucho tiempo. En ese sentido, en 2018 no hemos avanzado mucho, pero todos celebramos los éxitos personales aún a sabiendas de que nos vamos a morir. Y el año pasado hubo un éxito innegable: más de 4.000 personas encontraron empleo y la tasa de paro bajó del 10% (9,68%) frente al 18,2% que había al comienzo de la legislatura. No es para echar las campanas al vuelo (y los malos datos de enero de las oficinas de empleo lo demuestran) pero es la segunda menor tasa de desempleo del país.

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