El Plan Energético, un brindis al sol

La regulación energética de Cantabria ha estado llena de incongruencias y cuando parecía la oportunidad de poner un poco de cordura, la situación tiende a hacerse aún más atrabiliaria. El Plan de Sostenibilidad Energética por fin ha visto la luz, pero tan tarde que los cambios han tenido que empezar por su propio nombre. Ya no será el Plan 2011-2020 sino que, en un acto de realismo, el Gobierno se ve forzado a reconocer que el tiempo pasado ya no tiene regulación posible y será el Plan 2014-2020. Pierde tres años pero no la costumbre de regular lo que no va a suceder, como ocurrió con el anterior. Tampoco gana la de dar cabida a lo imprevisto.
El Plan de Sostenibilidad Energética del Gobierno Diego lo fía todo a una obra que nadie sabe a día de hoy si se hará, pero cada vez es más improbable: la repotenciación de la central reversible de Aguayo, un gigantesco salto de agua que genera energía de día, cuando la electricidad es cara, y la gasta de noche en volver a subir el agua al pantano superior, cuando la electricidad es barata. E. On proyectó la obra para aumentar la potencia de la central en 1.000 Mw (el doble de lo que tiene la central nuclear de Garoña) con una inversión de 600 millones de euros, pero a día de hoy, E.On España está en venta y nadie puede aventurar si al comprador, sea quien sea, le interesará un proyecto como este.

Reforma de la Ley

No tiene mucho sentido hacer una planificación del sector energético regional en la que casi todo depende de una obra que probablemente no se haga, pero el Gobierno cántabro no podía esperar más. El anterior Ejecutivo le dejó un Plan hecho, que retiró nada más tomar posesión con la intención de darle su toque personal, pero han pasado tres años y su Plan seguía en el limbo, lo que originaba una consecuencia también desconcertante. Diego echó abajo el concurso eólico y elaboró una ley para proceder a nuevas adjudicaciones pero, siguiendo la lógica que él mismo impuso para quitarse de encima el concurso heredado, la ley era dependiente del Plan regulador. Por tanto, mientras no hubiese Plan Energético, la ley no podía entrar en vigor, por mucho que estuviese aprobada. El Gobierno también ha aprovechado para adaptar esa ley a la legalidad, ya que fue declarada inconstitucional, y tendrá que renunciar a algunos de los gravámenes que estaba previsto imponer a quienes sean adjudicatarios de los parques.
La ausencia del Plan hacía prácticamente imposible acometer en Cantabria cualquier tipo de proyecto energético, incluida la instalación de aerogeneradores, y la región no está en condiciones de seguir despreciando una fuente de inversiones tan importante como esa.
La presión ha podido con el Gobierno, que ha lanzado su Plan a riesgo de que no se cumpla casi nada de lo previsto. Tampoco en el anterior se cumplió la previsión de que se instalarían tres centrales de ciclo combinado, porque no resultaba fácil ambientalmente y dejaron de ser negocio. Y cuando se planteó la adjudicación de los molinos eólicos se despreció la cifra de referencia del Plenercan (300 Mw de potencia como máximo) y se adjudicaron cuatro veces más.

Lleno de incertidumbres

La experiencia anteriormente demuestra que los cambios que continuamente se producen en el mercado eléctrico hacen casi inservible la planificación, por lo que conviene evitar restricciones de la que luego haya que arrepentirse, pero el Gobierno de Diego no parece haber sacado estas conclusiones y ha optado por marcar unos terrenos de juego bastante estrechos, como ocurre con la eólica marina, a la que solo le concede 50 Mw de potencia.
No es fácil que en los próximos seis años se lleguen a instalar parques marinos en la región, pero de ocurrir podría resultar una cifra muy insuficiente.
Si la repotenciación de la central de Aguayo es más que dudosa, el segundo soporte del Plan, la aportación de los aerogeneradores (700 Mw), tampoco ofrece muchas garantías, dado que su construcción antes del 2020 también es muy dudosa, si se tienen en cuenta las incertidumbres legales que todavía no se han despejado y la larga tramitación previa que requieren.
Más improbable aún es que se construyan centrales de biomasa con 40 megavatios de potencia, como presume el Plan, para llegar a tener 50 Mw de este origen en 2020. Todas las que se habían proyectado como consecuencia de los compromisos adquiridos por los adjudicatarios del concurso eólico anulado han sido descartadas por sus promotores, ya que no tenían rentabilidad por sí mismas. El propio Ignacio Diego tuvo que oir por labios del consejero delegado de la empresa Armando Álvarez que a día de hoy no se le hubiese ocurrido plantearse una central como la que ha construido en Reocín, después de que el Gobierno de Mariano Rajoy haya acabado con los regímenes de ayudas.
Idénticas dudas plantea que, sin subvenciones, se lleguen a duplicar las actuales instalaciones solares de la región para llegar a los 4 Mw.
El Plan también incluye la aportación de la planta de bioetanol de Sniace, una empresa que en estos momentos está cerrada y que no tiene posibilidades reales de conseguir la inversión necesaria para construir la planta, después de que el propio Gobierno le cerrase la única puerta posible, la del Banco Europeo de Inversiones, al negarle su aval. Por si aún alguien pensase que el proyecto tenía alguna posibilidad de resucitar, el Tribunal Supremo acaba de darle la puntilla al establecer que no cumple los parámetros de seguridad de la Directiva Seveso para las poblaciones más cercanas, dando la razón a los vecinos de Duález, que habían recurrido la autorización.

Cantabria consumirá más energía que antes

El nuevo Plan mantiene la misma filosofía que tenía el elaborado por el Gobierno anterior: Cantabria es una región que gasta mucha energía (el doble de la media nacional) como consecuencia de los fuertes consumos de su industria pesada, y necesita comprar fuera la mayor parte de lo que consume. El Plan insiste en la necesidad de mejorar la cobertura, más que por razones estratégicas (no cabe pensar que Asturias u otras regiones se negase a vendernos su energía excedente) por razones de eficiencia, ya que en el transporte hasta los centros de consumo se pierde entre el 8 y el 10%. También se apoya en la normativa comunitaria para fomentar la eficiencia en los usuarios y disminuir las emisiones de gases con efecto invernadero y en una creciente aportación de las fuentes renovables.
En realidad, los cuadros que acompañan al Plan indican una evolución distinta: Cantabria consumirá mucha más electricidad en 2020 que ahora, y no porque se produzca una revitalización de la economía que comporte un despegue de los consumos particulares e industriales sino por la supuesta entrada en funcionamiento de la repotenciación de Aguayo. Para producir 2.000 GWh más esta central tendría que consumir alrededor de 3.000, por una razón meramente económica: en esa operación tan singular de generar durante el día energía hidroeléctrica por gravedad y bombear de noche ese agua desde el pantano inferior al superior, para poder repetir la turbinación al día siguiente, sólo es posible recuperar dos tercios de la energía consumida. Esa merma sale económicamente rentable porque la electricidad nocturna es mucho más barata que la diurna, dado que continúan funcionando las centrales nucleares y los aerogeneradores y no encuentran suficiente demanda.
Reflejar cómo se gasta la energía en Cantabria y las perspectivas de consumo deja poco terreno para la creatividad y, en realidad, lo único que se esperaba del Plan del Gobierno Diego era saber los megavatios que asignaría a la aerogeneración, aunque la cifra ya la desveló esta revista hace dos años, puesto que fue pactada con los empresarios: 700 Mw, una cantidad más realista que los 1.300 del anterior Gobierno, si bien entonces ya se advirtió que ese era el marco general y en la práctica no sería posible instalar más de la mitad.

Más de doble de potencia en el mismo espacio

El nuevo Plan ha hecho un curioso encaje de bolillos para que la superficie a ocupar por los molinos sea la misma prevista en su antecesor, el Plenercan, para mucha menos potencia: 54 kilómetros cuadrados, apenas el 1% de la región. Para encajar 707 megavatios donde antes se pensaba meter sólo 300 se vale de la evolución tecnológica. Si cuando se hizo el plan anterior se calculaba en función de unos aerogeneradores de 850 kW de potencia unitaria, ahora se presume que se instalen de 2.000, 3.000 y 5.000 kW. Con con las mejoras conseguidas por la técnica no solo se producirá mucho más sino que habrá menos máquinas (246 frente a las 353 que se calculaban por entonces) pero hay que tener en cuenta que serán mucho más visibles. Las aspas de un aerogenerador de 850 kW tienen un radio de giro de 50 metros. Las de uno de 5 Mw se van a los 110 metros, lo que hace que su altura total supere los 140.

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