Triguero da el salto a la obra pública

En la trayectoria de todos los grupos constructores, el salto a la obra pública ha sido un signo de la ambición de crecimiento de sus promotores. También para el Grupo Triguero, centrado hasta ahora en el sector de la vivienda.
El paso dado no sólo es un imperativo de su estrategia de expansión, sino el modo de anticiparse a la previsible ralentización en la demanda de vivienda residencial, tras un largo ciclo de crecimiento. Aunque el beneficio de la obra pública sea menor, dado que el mecanismo de licitación suele dejar un ajustado margen a las empresas, y la Administración no se distingue por su rapidez a la hora de efectuar los pagos, trabajar para el sector público proporciona una importante cobertura frente a los altibajos de la promoción privada.
La diversificación de su actividad ha obligado al grupo cántabro a duplicar holgadamente el número de trabajadores, hasta alcanzar una plantilla de 150 personas. La incursión de Triguero en este nuevo mercado ya le proporcionó el pasado año una facturación en obra pública de 1,8 millones de euros, equivalente a la cifra alcanzada por su veterano departamento de reformas, la división que dio origen al grupo.

Obras locales

La adaptación al nuevo mercado ha sido más rápida de lo previsto y la empresa ya ha superado con creces los objetivos marcados para la primera etapa. En esta fase de aprendizaje de las peculiaridades del sector público se conformaba con dos adjudicaciones, pero finalmente han sido doce. Parte de estos trabajos han tenido como destinataria a la administración local, con obras de cierta envergadura como la rehabilitación y ampliación de las casas consistoriales de Molledo, Ribamontán al Monte y Ruente o las nuevas instalaciones para la policía municipal de Santa Cruz de Bezana.
Otras obras significativas han sido los locales polivalentes construidos en Vioño (ayuntamiento de Piélagos), Obregón (Villaescusa) y Bezana. Suyas son también las plazas públicas recientemente construidas en Voto y Liermo (Ribamontán al Monte), así como unas pistas de paddel en Obregón o la urbanización del puerto de Pedreña.
La administración autonómica ha contratado con la empresa la habilitación de varios locales de oficinas en Santander, así como un centro para la juventud en la calle Bonifaz.
También está entre sus clientes el Ministerio de Cultura, para el que ha reformado un pabellón de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
Su experiencia en trabajos de rehabilitación le ha sido muy útil a la hora de afrontar la competencia de los grupos de construcción locales y, en ocasiones, de firmas nacionales, que no desdeñan acudir a la licitación de obras pequeñas. Lo que no está en los planes de Triguero, por el momento, es dar el salto a obras que requieran contar con un parque de maquinaria pesada y un departamento de ingeniería. La firma prefiere que su funcionamiento empresarial no esté lastrado por fuertes inversiones en maquinaria para adaptarse con más flexibilidad a los avatares del mercado.
Mientras consolida su presencia en la obra pública, Triguero continua su actividad tradicional en el campo de la construcción y la promoción de viviendas de precio medio. Su iniciativa más reciente es una urbanización de 40 chalets en San Román de Cayón. Aunque la empresa está convencida de que el ciclo de la construcción residencial tiene aún un cierto recorrido en Cantabria, que se verá realimentado al completarse la Autovía de la Meseta, también explora la posibilidad de extender su actividad hacia Aragón y el litoral levantino. Una nueva frontera a la medida de un grupo cuyo departamento de construcción cerrará este ejercicio con una facturación de doce millones de euros y que, en pocos años, se ha situado entre los más importantes de Cantabria.

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