Tejedor Lázaro: El Grupo que vende sus alimentos para mascotas en 85 países

Las empresas familiares pueden llegar a competir con las multinacionales de tú a tú. No son muchas las que lo consiguen pero la prueba de que existen está en el Grupo Tejedor Lázaro, especializado en la alimentación para mascotas y para acuicultura. Carlos Tejedor, presidente de este grupo asentado en Santander, intervino en el Círculo Empresarial de Cantabria Económica, donde expuso la evolución de la empresa desde que se fundó en Segovia hace siete décadas. Su trayectoria pasó momentos muy inciertos en 2012, y tras salir, con gran esfuerzo, de una situación concursal se hizo más fuerte que nunca. Hoy tiene más de 400 empleados directos repartidos por cinco fábricas en España y República Checa, y este año prevé facturar alrededor de 165 millones de euros.


Carlos Tejedor, un veterinario que durante años ejerció esta profesión en Segovia, su provincia de origen, tuvo un papel clave en el relanzamiento del Grupo Tejedor Lázaro tras la crisis financiera que atravesó en 2012, cuando la empresa entró en concurso y pocos apostaban por su continuidad. Sin embargo, él insiste en que los verdaderos artífices de la empresa fueron sus padres, José Luis y Anastasia. La compañía, dijo, es “el resultado de una historia de amor”, la de un matrimonio de maestros rurales segovianos que daba clases particulares de forma desinteresada a estudiantes que se preparaban para acceder a Bachillerato.

‘El 65% de nuestra actividad es internacional’

En aquella dura España de los años 50, las familias mostraban su agradecimiento regalándoles algo de lo que tenían en sus huertos y corrales. Juntaban más de lo que podían consumir y decidieron montar una pequeña granja. “Al principio vendían los huevos a los vecinos y bares del pueblo. Luego, a bares de los pueblos de alrededor, y se dieron cuenta de que si querían dar a sus hijos la oportunidad de estudiar, el sueldo de maestro no bastaba, pero vender huevos ayudaba”, relató.

Los asistentes del Círculo Empresarial de Cantabria Económica, antes de la comida en el Hotel Real.

Aquella pequeña granja creció hasta formar un grupo de alimentación animal reconocido en todo el país, pero la crisis global del 2008 le afectó gravemente, como a otras muchas empresas, y en 2012 estuvo a punto de desaparecer, cuando los bancos surgidos de las fusiones y absorciones de cajas no aceptaron refinanciarles.

Carlos Tejedor, miembro de la segunda generación, confiaba en el proyecto familiar y buscó apoyos para sacar adelante la empresa, cuando el horizonte inevitable parecía la liquidación y que alguna de las multinacionales del sector se quedase con las fábricas por una cantidad simbólica.

Producto de aquella lucha por la supervivencia fue la decisión de crear una división en Santander (Derwent) para separar las actividades. En Segovia quedaba Dibaq. Ambas son, diez años después, un ejemplo de éxito.

Tejedor aseguró en la última edición del Círculo Empresarial de Cantabria Económica que lo que ha llevado a la compañía a superar los 70 años de historia es diferenciarse de otros competidores a través de la calidad del producto y el desarrollo tecnológico. “Nosotros no hacemos piensos, hacemos alimentos”, enfatizó.

‘Competir en precio te hace muy vulnerable’

Explicó que el Grupo decidió no competir en precios, al entender que esa batalla le haría muy vulnerable a las fluctuaciones del mercado, como las provocadas por la guerra entre Rusia y Ucrania o los problemas en las aduanas. “La subida de precios de las materias primas no se pueden trasladar al cliente final en productos muy económicos porque la competencia no lo permite”, explicó.

Tejedor también reconoció que elaborar productos de la gama más alta puede ser un reto arriesgado porque significa dirigirse a un nicho de mercado específico, pero el tiempo ha demostrado que esa estrategia empresarial ha funcionado: “Hay un mercado que lo aprecia”.

De izquierda a derecha, Gustavo Larrazábal, Carlos Tejedor, Vicente Alciturri, Alberto Ibáñez, Gonzalo Calderón, Luisa Miguélez, Juan de Miguel y Didier Fleury.

Prueba de ello es su previsión de cerrar el año con una facturación de 165 millones de euros. En estos momentos, el Grupo tiene dos fábricas en Segovia y otras tres en la República Checa y emplea a 400 personas, pero a su alrededor se generan otros 1.200 empleos indirectos.

Sus productos están presentes en 85 países, lo que demuestra una clara vocación internacional, entre ellos, China, Marruecos, Bielorrusia, Francia, Perú, Noruega, Egipto, Italia, Rusia y Corea del Sur. “Con el tipo de negocio que tenemos, pensamos que debemos impulsar fuertemente la internacionalización, porque cualquier mercado se queda pequeño”. En estos momentos, solo el 35% de las ventas se realizan en España.

Tecnología al servicio de los alimentos

Entre sus actividades destaca la fabricación y comercialización de alimentos para mascotas. Esa división, denominada Dibaq, tiene varias líneas de producto, entre ellas, Dibaq Petcare España, de alimentos para perros y gatos.

Distribuidores, criadores, tiendas especializadas, clínicas veterinarias y particulares componen su clientela, y Carlos Tejedor no duda en avalar con su propia experiencia la eficacia de sus productos. “Cuando lanzamos el Dibaq Sense, yo tenía un golden retriever con muchos achaques y estoy seguro de que eso le alargó la vida seis años”.

‘No hacemos piensos, hacemos alimentos’

Tejedor remarcó que detrás de cada una de sus marcas hay un importante desarrollo científico: “Trabajamos mucho con universidades y centros de investigación para incorporar todos los avances nutricionales a las fábricas”.

En su opinión, la clave de su éxito está en dotarse de procesos tecnológicos de producción “muy sofisticados” y utilizar materias primas para humanos: “En las cámaras frigoríficas de nuestros almacenes hay zanahorias, guisantes, arenques, salmón y trucha”, explicó.

La oportunidad de asentar el negocio en República Checa llegó a través de un acuerdo con una empresa familiar de aquel país interesada en adquirir su tecnología. Tejedor Lázaro aceptó la propuesta a cambio de una participación en el accionariado. Se quedó con un 49,9% y, cuando sus socios checos decidieron dejar la actividad, les vendieron el resto.

Carlos Tejedor durante su intervención en el Hotel Real.

En España, sus fábricas hacen alimentación seca y salchichas. En la República Checa, además de la alimentación seca para animales, elaboran las golosinas y tabletas que utilizan los bomberos y cuerpos de seguridad para premiar a los perros por las tareas realizadas o los alimentos para caballos de competición, unos nichos de mercado que le aportan prestigio, además de ampliar su clientela.

Su portfolio de marcas se extiende también al sector de la acuicultura, donde comercializa productos y servicios para especies tanto de agua dulce como salada, lo que obliga a tener un amplio catálogo, para adaptarse a cada una de ellas, al país de destino y a la forma de crianza.

Dibaq elabora programas nutricionales completos para más de veinte especies, entre ellas, dorada, lubina, trucha, lenguado, rodaballo, cobia, anguila, camarón, barramundi, esturión o pez gato.

Ingeniería para terceros

En esta política de ampliar mercados y repartir los riesgos, el Grupo ha añadido a su cartera de negocios servicios en los que había adquirido una especial destreza. Dentro de su división Derwent, asentada en Santander, en 2014 se decidió a ofrecer a terceros su ingeniería, especializada en el  diseño de plantas de acuicultura RAS, que utilizan sistemas de recirculación del agua con los que consiguen mejorar la productividad, la seguridad de los peces y la sostenibilidad, al ahorrar grandes cantidades de agua.

Desde entonces, su empresa de ingeniería ha hecho plantas en varios países árabes, Rusia, antiguas repúblicas soviéticas, norte de África y Sudamérica.

Este verano se ha adjudicado el proyecto de la empresa Alicante Aquaculture, que creará un centro de engorde de seriolas en la Comunidad Valenciana para producir 500 toneladas al año.

Sin citar expresamente el problema del anisakis que parecen muchas especies marinas salvajes, Tejedor defendió la calidad de los cultivos marinos: “No hay pescado más idóneo desde el punto de vista de la seguridad alimentaria que el de la acuicultura. Si es español o europeo, es seguro”, sentenció.

Una de las fábricas del Grupo Tejedor Lázaro en Segovia.

En la capital cántabra, Derwent también cuenta con una división de marketing y comunicación corporativa, que lleva, además, la Responsabilidad Social Corporativa del Grupo.

En 2015, Tejedor decidió dejar la responsabilidad de la dirección general a tres personas de la tercera generación familiar. Eso le permitió tomar alguna distancia, y cree que ha resultado muy productivo: “Me liberé y me puse a estudiar un máster de coaching integral. Me gustó tanto que hicimos un plan para aplicarlo al conjunto de la empresa y fue todo un éxito. Eso nos ha disparado la productividad”, aseguró.

Durante la charla, avanzó que no continuará como presidente mucho tiempo. Aunque el consejo de administración sigue estando formado por integrantes de la familia, el Grupo ha puesto en marcha un consejo asesor en el que también hay personas ajenas.

La compañía trabaja desde hace 2016 en un programa llamado Alborada Mentoring, con el objetivo de atraer y desarrollar profesionales de alto nivel con capacidad de liderazgo. “Valores como la gobernanza ayudan mucho a que seamos atractivos como empresa”, sostuvo.

Tejedor cree que el futuro estará lleno de desafíos, pero está convencido de que el talento captado dará continuidad a la compañía.


‘Los bancos ya no nos conocían’

El grupo Tejedor Lázaro goza de muy buena salud financiera, pero también ha vivido momentos de gran adversidad. La gran crisis de 2007 endeudó a la compañía más de lo que hubiese deseado y aunque tenían confianza en poder refinanciarse, no lo consiguieron. “En aquellos momentos cambiaban los bancos (hubo varias fusiones y absorciones) y llegó un día en el que nuestros bancos no nos conocían, ni siquiera sabían a qué nos dedicábamos”, recordó pesaroso.

Aquella situación les condujo a un concurso voluntario de acreedores cuando su entidad no les refinanció y no pudieron responder a un pago de 3,5 millones de euros. Desde aquel momento, se dedicaron a buscar ayuda en instituciones públicas y en el ámbito privado y pusieron en marcha un plan de viabilidad, con EREs y bajadas salariales. “Se quedaron 48 valientes conmigo”, recordó en la charla. “Avanzamos con ideas imaginativas y con el apoyo de un talento externo magnífico”, añadió agradecido.

Tejedor no se amedrantó y la empresa salió adelante cuando muchos suponían que tendría que tirar la toalla y los activos acabarían en manos de una multinacional tras un proceso de liquidación. “La salida del concurso en 2012 nos dio la oportunidad de reinventarnos. Dije que teníamos que ser capaces de elaborar el mejor alimento del mundo para perros y gatos, y lo hemos conseguido”, subrayó orgulloso.


David Pérez

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