‘La vida se ha portado muy bien conmigo’

GLORIA RUEDA, Estudio de Danza:

La disciplina y el amor que recibió en el mundo de la danza han forjado el carácter de Gloria Rueda, y le han dado todo lo que tiene. Tras proclamarse Miss Cantabria y hacer sus pinitos como modelo, centró su profesión en el ballet aprovechando su empatía y don de gentes para la enseñanza. Comenzó formando a las alumnas de un colegio de Maliaño como si estuvieran en la Escuela rusa del Bolshòi y esa entrega fue la que le permitió abrir su propio estudio y la que le lleva a seguir adelante, 26 años después, como un referente de la enseñanza de la danza en Cantabria.


P.- ¿De pequeña ya quería ser bailarina?

R.- Sí, practico la danza desde los siete años y tenía una vocación muy clara aunque, de forma paralela, siempre me ha gustado el mundo de la moda. En 1990, después de ser proclamada Miss Cantabria, viví un boom y estuve dos años centrada en la moda. A pesar de ser muy joven, era una chica madura, tenía ambición y sabía bien lo que quería. Pero enseguida me di cuenta de que aquel no era mi mundo y lo aparté para dedicarme al cien por cien a la danza.

P.- ¿Ha llevado a la danza esa afición por el mundo de la moda?

R.- En realidad, son dos mundos paralelos y existe una gran conexión entre ellos. Mi imagen ejerce como embajadora de mis proyectos de danza y hace que la gente confíe en ellos. He organizado eventos importantes, como el Primer Encuentro Internacional de Diseño Nudagge o la Muestra Nacional de Jóvenes Diseñadores de Moda. Y, de mi estudio ha salido un filón de niñas con unos físicos increíbles que, a partir de la danza, han vivido experiencias en el mundo de la moda. La danza crea una pose y un saber desenvolverse que hace innecesario asistir a escuelas de modelaje.

P.- ¿Le enseñaron a bailar de la misma manera que hoy enseña a sus alumnos?

R.- Yo viví un mundo de la danza duro, con mucha disciplina, en el que todo se conseguía a base de trabajo. Sin embargo, siempre sentí el gran amor que me transmitía la maestra. A pesar de los dolores en las piernas y de no tener casi uñas en los pies, nunca lo sentí de manera traumática. Ese esfuerzo, pero con mucho amor detrás, ha marcado mis directrices a la hora de enseñar. Creamos una atmósfera de disciplina pero sin olvidarnos de darles un beso.

P.- ¿Dónde cree que reside la principal diferencia de su estudio de danza?

R.- Nuestro sello es que formamos buenas bailarinas y mejores personas. Les damos una base muy importante de formación en ballet clásico, aunque es una escuela multidisciplinar en la que ofrecemos todos los estilos dancísticos, ya sea flamenco, contemporáneo o moderno. Los alumnos tienen la oportunidad de obtener un reconocimiento internacional por la Royal Academic of Dance de Londres, lo que les abre puertas de futuro, y muchos de nuestros titulados son hoy en día un referente en la formación de baile que se imparte en las escuelas o centros cívicos de Cantabria. Otro aspecto que también nos define es la cantidad de exhibiciones que hacemos. Subimos a nuestros alumnos a los escenarios porque nos gusta dar visibilidad a lo que hacen.

P.- Precisamente, todos los meses de diciembre organizan una conocida gala benéfica…

R.- Así es. Llevamos veinte años consecutivos con este proyecto, llamado ‘Danza y Solidaridad’ y hasta el momento hemos donado 100.000 euros para distintas causas. Este año se celebrará el 21 de diciembre e irá en beneficio de la Asociación Española contra el Cáncer. Acude tanta gente que llenamos la Sala Argenta del Palacio de Festivales de Santander.

P.- ¿Qué le llevó a organizar estas galas?

R.- Sentía que tenía que hacer algo para devolver el cariño a tantas personas que me habían ayudado. Procedo de una familia humilde. No teníamos nada pero teníamos todo y me siento muy afortunada. Mi madre, Maria Ángeles, siempre ha sido mi ejemplo a seguir, porque es una luchadora. Se volcó al 100% en la educación de sus cuatro hijas para ayudarnos a cumplir nuestros sueños. Por eso, si la vida ha sido tan generosa conmigo, tengo que ser agradecida. Soy optimista y hago una lectura positiva de las cosas, porque la vida se ha portado muy bien conmigo.

P.- ¿Se ha arrepentido alguna vez de dedicarse a la docencia y no al baile profesional?

R.- Me siento muy feliz de estar en lo que estoy más que subida en los escenarios, pero eso no significa que alguna vez me pregunte: ¿Qué hubiera pasado si…?

Al principio, no sabía si iba a ser bailarina profesional o docente porque me gustaban las dos cosas. En Cantabria, como bailarina había tocado techo y entonces tuve la oportunidad de marcharme a Barcelona con Natalia Vila, pero significaba jugármelo todo. Tenía que trabajar al mismo tiempo, para poder mantenerme, y no lo veía factible. Fue entonces cuando surgió la oportunidad de empezar a dar clases de baile en el colegio Pedro Velarde, de Maliaño.

P.- ¿Cómo recuerda aquellos primeros tiempos?

R.- ¡Fue una revolución! Cuando empecé tenía 21 años, y en el primer mes ya había 110 nuevas alumnas apuntadas. A ello se sumaban sus madres, que también querían hacer una actividad paralela. Yo me lo tomaba como si estuviera dando clase a las alumnas del Ballet Ruso en el Bolshòi.

P.- Supongo que, dado el éxito, es cuando decidió montar su propia escuela…

R.- Eso es. Las personas que tenía cerca me apoyaron para crear mi propio negocio, en el año 1999. Al principio, me daba un poco de miedo montar un estudio de danza, porque Maliaño siempre ha sido un lugar de gente trabajadora y no sabía si iba a funcionar. Pero logré crear una expectativa y darle un plus. Desde el principio fue un boom. Todas las niñas del colegio y sus madres se vinieron conmigo. Ahora, 26 años después, muchas continúan aquí.

P.- ¿Ha cambiado mucho su trabajo en más de dos décadas?

R.- Lo que he notado es un gran cambio social en las familias. Antes, ninguna madre manejaba la vida de ocio de su hija y depositaban toda su confianza en el profesor. Ahora, existe una gran sobreprotección y las familias se entrometen en el aula, por ejemplo, tratando de decidir con quien tiene que bailar su hija, cuando es mucho más enriquecedor que se relacione con todas sus compañeras. Menos mal que tengo experiencia y empatía para ponerme en el lugar del otro y ya no me ofenden los comentarios.

P.- ¿Qué le gusta hacer, además de bailar?

R.- Estar rodeada de gente, incluso en los peores momentos. No hay tristeza que me haya impedido dar clase ni un día de mi vida, porque se me pasa gracias al trabajo y a mi hijos, que son mi gran colchón. También me gusta mucho la vida social y cultural, y siempre soy la primera en apuntarme a un plan. Mi verdadera afición son mis amigos, y eso nunca lo quiero perder. 

Patricia San Vicente

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