La jefa infiltrada

Amparo Salmón, directora de La Ermita aceptó el reto televisivo para saber cómo funcionan realmente los distintos departamentos de su empresa

Una desconocida se incorpora a una empresa para llevar a cabo su primera experiencia laboral. Es una circunstancia muy habitual, y nunca hay cámaras de televisión para dar testimonio de ello. Pero sí se presentaron en la La Ermita, de Casar de Periedo. Supuestamente, porque la nueva trabajadora estaba participando en un programa concurso de TV y debía recorrer todos los departamentos. En realidad, la trabajadora era la directora adjunta de la empresa y alma mater de la compañía, Amparo Salmón, irreconocible tras pasar por maquillaje y vestuario, que quería comprobar cómo funciona de verdad su empresa, a través del programa El Jefe Infiltrado, de LaSexta.


Amparo Salmón es una mujer luchadora y una jefa exigente, requisito indispensable para que las cosas se hagan bien. A pesar de que su empresa marcha satisfactoriamente, siempre hay cosas que se pueden mejorar y ella aceptó infiltrarse para descubrirlo, esperando encontrarse con unos trabajadores respetuosos y comprometidos, a la altura de la calidad de sus productos alimentarios (platos preparados, flanes, yogures…)

La idea le pareció estrambótica a sus hermanos, copropietarios de la empresa, pero eso no la desanimó. Su primera preocupación fue cómo la recibirían después de una transformación que la dejaba irreconocible para cualquiera que estuviese familiarizado con su imagen tradicional, rubia, elegante y clásica. El programa la ha convertido en morena, con flequillo, gafas y un estilo más desenfadado.

Cuando Amparo llega a su domicilio, su familia no da crédito. Una de sus sobrinas no puede evitar hacer pública su opinión: «Antes era una princesa y ahora la he visto muy fea».

La jefa se infiltra en la empresa bajo la falsa identidad de Susana Rubio, participante de un supuesto concurso llamado ‘Lánzate’, en donde tiene que realizar trabajos ajenos a su vida cotidiana para competir por un premio con el que piensa cumplir su sueño de montar un centro de yoga.

En la furgoneta de reparto, con Aitor.

El supuesto programa la envía a trabajar en una fábrica cántabra de productos gastronómicos muy reputados, La Ermita, donde no hay cabida para el error, y empieza preparando una de las recetas estrella de la empresa, el cocido montañés, junto a Elena, una trabajadora con poca paciencia y que se toma bastantes libertades a la hora de cumplir las normas y de elaborar las recetas, como si estuviese cocinando en su casa. Décadas de trabajo a sus espaldas y mucha presión horaria hacen que la trabajadora tampoco se entretenga en enseñar a su discípula, pero Elena lo da todo por la empresa.

Amparo llega a su siguiente destino laboral, también en bicicleta, sin que la reconozca nadie. En esa ocasión es para pasar un día con Aitor, uno de los repartidores. Desde primera hora las cosas no salen como deberían; las entregas acumulan retrasos; la furgoneta va sobrecargada; se estaciona en lugares prohibidos o en el carril-bus… Eso sí, Aitor resuelve los problemas que se van presentando y ofrece una imagen positiva y cercana de la empresa ante los clientes.

La siguiente experiencia es la más dura, porque Amparo se ve obligada a convivir con Vidal y Pili en un establo cercano a Torrelavega, donde producen la leche que utiliza La Ermita para sus postres lácteos, y le encargan las tareas que aparentan ser las más duras y desagradables, que en realidad son las habituales. Un trabajo en el que no hay fines de semana, ni vacaciones ni siquiera medio día de descanso, lo que impacta a Amparo, que también se lleva algún que otro susto, cuando la responsabilizan de sacar una vaca del ronzal, a pesar de haberles advertido que nunca había trabajado con animales. Cree que le han hecho pagar la novatada pero queda convencida de la enorme capacidad de sacrificio de la pareja y del inmejorable trato que da a los animales.

La última infiltración se produce en la tienda más reciente de La Ermita, ubicada en la plaza de Jesús de Monasterio, de Santander. Allí comprueba que la empleada, a pesar de llegar una hora antes de que se abra la tienda, está desbordada por las tareas que se acumulan: recepcionar y ordenar los pedidos para el día, hornear panes constantemente, elaborar los helados, despachar al público… Es cierto que se pierden ventas, pero Amparo constata la dificultad para atenderlo todo y queda convencida por la férrea defensa que hace la empleada de la marca.

Cada uno de ellos es citado días después en el despacho de Amparo Salmón, ya con su apariencia habitual, y a pesar del enorme cambio, acaban reconociendo en ella a la falsa Susana Rubio que les acompañó en su trabajo. Ahí se ponen en evidencia sus errores en la práctica diaria pero también sus enormes virtudes, y a todos ellos se les premia por su fidelidad y su trabajo, con regalos que ayudan a mejorar su vida personal o a cumplir alguna ilusión inalcanzable.

La experiencia era todo un reto para la empresaria cántabra, que queda emocionada por la calidad humana y laboral de sus trabajadores, a los que ha podido conocer mejor, al tiempo que le servirá para hacer algunas mejoras que eviten los errores detectados.

Amparo Salmón es la segunda empresaria cántabra que acepta el reto del programa de LaSexta. Anteriormente lo hizo Jaime Colsa, propietario de la empresa de transportes Palibex, aunque no fue él mismo sino uno de sus directivos, el que se infiltró entre los trabajadores.

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