Un crucero sobre raíles
Paisajes espectaculares, una rica gastronomía y un variado programa de visitas culturales por Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y Castilla y León son los principales atractivos de los que disfrutan los 52 pasajeros que pueden pagar 2.500 euros, si viajan acompañados, o 3.500 si lo hacen solos, por subir a bordo del Transcantábrico durante ocho días (siete noches).
La mayoría son empresarios o profesionales que superan la cincuentena y que valoran la comodidad de conocer la España Verde, como en un crucero, sin necesidad de hacer y deshacer el equipaje a cada paso.
Tras un cuarto de siglo en ruta, el tren turístico de Feve acaba de retomar su marcha desde León y Santiago de Compostela y no se detendrá hasta el otoño. En realidad, no se detiene nunca porque el resto del año puede alquilarse para viajes chárter o de grupo, en los que los propios clientes diseñan el recorrido o las actividades.
El viaje es un gran bucle de Santiago de Compostela a León o en sentido inverso. En el primer caso, el tren llega por la vía costera de FEVE hasta Bilbao y, dentro de Cantabria, se detiene en Cabezón de la Sal, para ver Santillana del Mar, y en Santander. Después de visitar el Guggenheim, el Transcantábrico gira hacia el interior por la vía de La Robla, en la ruta que hacía el tren minero hacia León, que atraviesa el sur de Cantabria.
La tripulación está ahora más preparada y el menú es más elaborado, aunque sólo los desayunos y uno de los almuerzos tienen lugar en el interior del tren. El resto se hacen en restaurantes de prestigio de las zonas que atraviesa en su recorrido. Todas las comidas están incluidas en el billete, lo mismo que las visitas y desplazamientos en autocar. Y es que el Transcantábrico es lo más parecido a un resort móvil.
