Tirso inaugura su nueva planta de Parbayón

Un mes después de casarse, a finales del verano de 1985, Javier González tuvo que hacerse cargo de Tirso, como consecuencia del repentino fallecimiento de su padre, el fundador de la empresa de chatarras. Llevaban siete años trabajando juntos, pero esa muerte prematura e inesperada le obligaba a asumir un papel muy distinto y la plantilla no estaba convencida de que Javier, por su juventud, pudiese sacar la empresa adelante. Para añadirle más incertidumbre, en los días posteriores ocurrieron dos incidentes que comprometían seriamente el futuro de la empresa: el cierre de uno de sus principales clientes, y el hundimiento parcial de un barco que desmantelaban en el puerto, el ‘Camponegro’, por el error de uno de los operarios que, a pesar de su experiencia, conectó dos de los tanques y provocó que el agua anegara buena parte del interior del buque.
Aquel mes de septiembre tan lleno de sobresaltos puso las bases de una nueva empresa. Una compañía más ambiciosa, dispuesta a expandirse por otros sectores. Y sirvió como prueba de fuego para afianzar al nuevo director. Tras acabar los estudios de Ingeniería, también se incorporó a la dirección su hermano Roberto y ambos comparten hoy accionariado y responsabilidades, aunque es más habitual la presencia de Javier en la planta de Parbayón y en las empresas participadas de corte tecnológico y la de Roberto en CSA (La Reyerta) o en la filial metalúrgica de Canarias. Roberto también es presidente de Sodepisa, la sociedad que promueve el polígono industrial de Marina-Medio Cudeyo.

Diversificación

Hoy, el perímetro del Grupo Tirso ha crecido por espacios insospechados, como las comunicaciones vía satélite o la biotecnología, y la facturación del último año ha sido de 50,5 millones de euros, con una plantilla de 103 personas.
Tirso concluye ahora las nuevas instalaciones que ha ido construyendo sin demasiadas prisas en el polígono de Parbayón, donde cuenta con una superficie de 15.300 m2, aproximadamente la cuarta parte del parque industrial que surgió a iniciativa de la patronal Jóvenes Empresarios pero que finalmente desarrolló Emilio Bolado. Un polígono emplazado en un lugar estratégico, el que ocupó la antigua Yesera, y que da continuidad a una línea de espacios industriales que comienza en el puerto de Santander, continúa con los de Guarnizo-Morero, Villaescusa y Parbayón, y se hubiese completado con el de La Pasiega, de no ser por la crisis.
Tirso ha estado emplazado tradicionalmente en La Reyerta, un suelo en la vertiente sur del monte de Peñacastillo que fue ganado muchos años atrás a la marisma y que ahora podrá tener nuevos usos. La empresa ha tirado las antiguas naves de Alcosant, que también eran de su propiedad, y como consecuencia del traslado de todo el negocio de recuperación de chatarras a Parbayón, ha pasado a disponer de una importante reserva de suelo. Tirso CSA, que se mantiene en la Reyerta, solo ocupa una parte de los 25.000 metros cuadrados que la familia posee en aquel lugar
.

Desmantelamientos

Hierros y Metales Tirso también participa muy activamente en el desmantelamiento de instalaciones industriales por todo el país, con las que, además, se provee de materia prima. Varios de los grandes depósitos de CLH y Repsol que han desaparecido en varias ciudades españolas como consecuencia de los cambios en los sistemas de abastecimiento de combustibles han caído bajo los sopletes de sus operarios.
Entre sus contratos más recientes en Cantabria está el desmantelamiento de la nave de Reto quemada el pasado 15 de septiembre y el de los almacenes del Centro Farmacéutico del Norte, en Candina, que también sufrieron un incendio y quedaron irrecuperables.
No obstante, España apenas produce el 40% de la chatarra que consumen las acerías nacionales y la mayor parte de esta materia prima ha de importarse de Alemania, Inglaterra, Estados Unidos o los países del Este. Tirso proporciona la suya a GSW –donde prácticamente cada día del año entrega algún camión de materia prima–, a Gerdau, Arcelor y a otras plantas de Celsa.
La gestión de la chatarra es un negocio con una gran liquidez (los pagos son prácticamente a la vista) como consecuencia de la volatilidad que tiene la cotización tanto dentro como fuera del país y eso exige un control estricto de todo el proceso, mucho más de lo que cabría pensar en un sector que tradicionalmente fue muy laxo, así como la clasificación por calidades.
También han cambiado significativamente las exigencias ambientales. Buenos ejemplos de ello son la ordenada disposición de toda la planta, la limpieza o el arco de detección de radioactividad por el que han de pasar todos los metales que entran.
Todo ello ha propiciado que las nuevas instalaciones no recuerden en absoluto a un parque de chatarra. De hecho, el parque sólo ocupa una parte y el aspecto exterior es el de una gran fábrica, con dos alas separadas por un puente que da acceso al interior de las instalaciones. En el edificio de la derecha están las oficinas, con paredes de cristal y balconadas a un espectacular patio central que es, a la vez, el vestíbulo de acceso. En la planta inferior se ha construido una llamativa sala de conferencias donde los detalles se han cuidado con mimo, como en todo el complejo.
Todo el sector industrial está pasando de las naves impersonales y espartanas al confort y al diseño, pero nadie ha llevado estos conceptos hasta el extremo, como Tirso. En el edificio principal se ha combinado el metal con el vidrio y una cerámica gris unifica todas las dependencias. El color se ha dejado para la sala de conferencias y, sobre todo, para la sala de descanso del personal, decorada por el mismo artista grafitero que ha dejado su impronta en las fachadas posteriores, con una original personalización de los paneles de cobertura.
El puente de unión de los dos edificios se ha aprovechado para ubicar en él la zona de dirección, con un amplísimo despacho en el que dominan el color blanco y los muebles de diseño y en el que se incluye una zona de pantallas preparada para las videoconferencias.
Hay otro factor en la nueva planta que hace olvidar que se trata de un espacio industrial: el edificio limita, en su frente, con la amplísima mies de Parbayón y, en su fachada posterior, por un grupo de árboles de gran porte que lo separan de la carretera nacional. Un entorno verde que se cuela por las grandes cristaleras de las plantas superiores.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora   

Bloqueador de anuncios detectado

Por favor, considere ayudarnos desactivando su bloqueador de anuncios