Parés, el ingeniero que convirtió Santanderina en una multinacional

La crisis de los años 70 y 80 se llevó por delante gran parte del sector textil español. Ni siquiera consiguieron sobrevivir muchas de las compañías catalanas y levantinas de más renombre, algunas con casi una centuria a las espaldas. Sin embargo, Juan María Parés Serra logró salvar la cántabra Textil Santanderina cuyo futuro se auguraba oscuro, tanto por su desmesurada cartera de productos (llegó incluso a fabricar lanas y visillos) como por estar ubicada muy lejos de los grandes mercados. Parés, que acaba de fallecer, consiguió reorientar la compañía hacia tres ámbitos muy concretos: la ropa laboral y militar, el denim (la tela vaquera) y la moda, un negocio con mucho recorrido que la llevaron a convertirse en una de las mayores compañías textiles de España.
Juan María Parés tenía un enorme predicamento en todo el sector y llegó a ser presidente de la patronal nacional de la industria procesadora de algodón (AITPA), cuyo centro neurálgico sigue estando en Cataluña. Cada semana se desplazaba a Barcelona para resolver los asuntos de la patronal, como antes lo había hecho a Madrid para debatir la reconversión del sector, en la que tuvo un papel muy significativo y una relación fluida con el Gobierno socialista, lo que no impidió que en 1992 tuviese un encontronazo con Solchaga, por entonces ministro de Economía, al discutir la política económica del Gobierno desde su cargo de presidente de los transformadores de algodón.
A pesar de ser exquisito en las formas (incluso los competidores destacaron su caballerosidad), Parés tenía una gran visión estratégica y era un hábil negociador. Siempre dispuesto a ceder en lo accesorio para poder sacar adelante lo sustancial, discutió varios convenios nacionales con los sindicatos. También se convirtió en un salvador para un puñado de empresas tradicionales de otras regiones que se encontraban en apuros.
El consejero catalán Maciá Alavedra y el propio Jordi Pujol recurrieron a él para que adquiriese varias industrias de su comunidad en trance de desaparecer y Parés aceptó en unos cuantos casos, que sacó a flote. Pero no le resultó fácil ni barato y eso abrió una puerta peligrosa, según recuerda Salvador Maluquer, secretario general de la patronal AITPA que presidió Parés y, desde entonces, amigo. “Eran tantas las que le proponían adquirir y algunas en una situación tan precaria, que tuvo que decir que no a muchas”. Incluso el Gobierno de la nación trató de que se quedase con los dos gigantes del textil propiedad de Patrimonio del Estado que se habían convertido en un foco de problemas políticos y en un sumidero de dinero público: las andaluzas Hytasa e Intelhorce.
El presidente de Santanderina ya por entonces parecía más interesado en la expansión exterior, para garantizarse unos aprovisionamientos más baratos, que en unas empresas públicas con unas querencias históricas muy difíciles de reconducir. Eso no significa que la aventura exterior fuese mucho más sencilla, porque no todo fueron éxitos.

Su llegada a Cantabria

Parés había nacido en 1931 en un pueblecito de Barcelona, Puigreig, y empezó a trabajar a los 14 años como aprendiz de mecánica. Simultaneó su trabajo con la formación como ingeniero técnico textil y fue enviado a Cantabria en 1959 cuando el grupo catalán Cuitó y Cía, en manos de la familia Serra, se hizo con Textil Santanderina, una empresa de Cabezón de la Sal fundada en 1923 por la familia González Cossío, tras regresar de la emigración con una importante fortuna.
Parés se convirtió en el nuevo director, buscó clientes por todo el país, ya que hasta entonces Santanderina fabricaba casi exclusivamente para dos compradores de Barcelona, y reorientó la producción generalista hacia los tejidos laborales y la novedosa tela vaquera, que pronto inundaría el mercado de la moda. No fueron unos comienzos fáciles, porque la empresa estaba completamente descapitalizada, pero su llegada coincidió con el Plan de Estabilización, que supuso un gran salto para la economía española, al desembarazarse definitivamente del asfixiante autarquismo de la posguerra. En 1966, Parés ya era consejero delegado de la compañía.
Santanderina pasó la crisis posterior con apuros pero resurgió con fuerza gracias a una confluencia de factores, entre ellos las ayudas del Plan de Reconversión; la compra de unas hiladoras revolucionarias, las checas (denominadas así por su procedencia); y el éxito de algunos productos, como el denim o la tela de camuflaje para uniformes militares, que se han venido fabricando en Cabezón para ejércitos de todo el mundo.
Parés había comenzado a tomar participaciones de la sociedad a medida que los miembros de la familia Serra se retiraban del negocio y ya en los años 80 se hizo con la mayoría del capital.
A lo largo de esa década fue adquiriendo otras empresas textiles que completaban la actividad de la fábrica de Cabezón de la Sal: Galicia Textil, Gerona Textil, Vica Industrial, Acabados del Vallés, Montsiá y Grupo Esteve. En la actualidad, la familia controla en España siete hiladoras, tres tejedurías y dos plantas de acabado para tejidos.
A finales de los 80, y sobre todo desde la incorporación de su hijo, Juan Parés Boj, Santanderina dejó de ser una empresa exclusivamente industrial y comercial para incluir conceptos propios de las compañías de servicios (diseño, trabajos a la medida del cliente y distribución del producto final hasta los puntos de venta), además de incorporar unos conceptos muy innovadores en logística.
Textil Santanderina también buscó con mucho más interés los mercados internacionales y más que una mera exportadora se convirtió en una empresa global. En los últimos años ha abierto delegaciones en varios países; tiene dos filiales la región china de Hangzhou, que fabrican tejido y una tercera, de confección, en Bangladesh, con 800 empleados. También posee dos fábricas en Marruecos, una compañía en Brasil y una división comercial en Estados Unidos y colabora con marcas locales chinas, indias y turcas.

Integración vertical

Textil Santanderina es una de las pocas compañías españolas capaces de hacer todo el proceso industrial y comercial, desde la fabricación el hilo a partir de las balas de algodón (su grupo de hilaturas es el más potente del país), pasando por el tejido de las telsa, el tintado, los acabados, los diseños de las prendas, la confección y el reparto del producto terminado a punto de venta.
Al añadir el negocio de la moda a su actividad industrial cerraba todo el ciclo y mejoraba sustancialmente el valor añadido de su producto. Parte de las prendas que comercializan las tiendas de Inditex (Zara), H&M, Mango, Cortefiel, Pepe Jeans, Esprit, C&A, Marks & Spencer o Abercrombie & Fitch salen de una filial de la fábrica de Cabezón denominada Gil de la Sal y son diseñadas en Ontoria, en pleno corazón de Cantabria. Otra filial, Dsco, con sede en Madrid, se encarga de la comercialización de la ropa que fabrica en Bangladesh en otros circuitos internacionales.
Sin incluir esta producción realizada fuera de España, la compañía exporta el 65% de lo que fabrica. Para ello ha creado un centro de distribución, que le permite poner las prendas en cualquier tienda de sus clientes, esté en el país en que esté.

Labor social

La planta de Cabezón de la Sal no ha perdido importancia con la gran expansión del holding familiar. Sigue siendo la mayor de las que tiene la familia Parés en España, con 60.000 m2 de instalaciones, una plantilla de 425 personas y una facturación de 96 millones de euros. El grupo creado a su alrededor suma ya 800 trabajadores y vende unos 250 millones de euros al año.
Los Parés siempre se han sentido vinculados a Cabezón de la Sal, donde han desarrollado una notable labor social y han accedido a numerosos patrocinios deportivos. En 1982, Juan María Parés fue nombrado hijo adoptivo de la villa y en 2006 Cabezón le concedió la Medalla de Oro del municipio. También se sentía muy vinculado a la Universidad de Cantabria, de la que fue presidente del Consejo Social. Desde entonces, los premios de Investigación que concede el Consejo llevan su nombre. Parés, que también fue presidente de Mutua Montañesa, siempre recordó que la sociedad le había dado mucho y puso especial empeño en tratar de devolvérselo.
“Era muy honrado como persona y honradísimo en el desempeño de sus cargos públicos, que siempre le costaron dinero”, enfatiza Maluquer al recordar su labor como presidente de la patronal. También era muy discreto. “Era un hombre de diálogo y tenía una enorme curiosidad por saber cómo pensaban los demás y eso le proporcionaba una red de contactos impresionante. Aprendí mucho de él”, resalta el secretario nacional de la patronal del sector.
Nunca quiso presumir de la evolución de su empresa y no tuvo interés alguno en hablar sobre su trayectoria en ella (“lo que está hecho, ya está hecho, ahora hay que hacer otras cosas”, solía decir). Consecuente con esa forma de pensar, desde que su hijo Juan se convirtió en director general de Santanderina y otro hijo, Conrado, quedó al frente de las filiales catalanas, prefirió dejarles todo el camino libre y dedicarse exclusivamente a su obra social.
Santanderina no es Inditex, pero sí una de las empresas que contribuyeron a dar una nueva vida a un sector que parecía destinado a desaparecer después de la crisis de los 70-80 y de la entrada en tromba de los productos asiáticos dos décadas más tarde. El textil español no solo ha sobrevivido sino que hoy exporta 14.000 millones de euros.

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