La mayor marina del Cantábrico ya está a punto

Cuatro años y dos históricos temporales después, la construcción del nuevo Puerto Deportivo y Pesquero de Laredo está a punto de llegar a su término. Cuando a mediados de este mes se concluya la instalación de los últimos pantalanes en la dársena antigua, Cantabria contará con el recinto náutico deportivo más importante de la Cornisa Cantábrica, aunque el esfuerzo inversor ha sido de tal magnitud –a pesar de tratarse de una concesión– que el Puerto de Laredo se convertirá en la mayor obra pública hecha nunca por el Gobierno de Cantabria.
45,8 millones de euros lleva gastados el Ejecutivo regional de los 64,3 en que estaba presupuestada inicialmente la obra, corriendo el resto a cargo de las dos empresas privadas que se adjudicaron la concesión y que la explotarán, FCC y Ascan. Pero, como suele ser habitual en proyectos de esta magnitud, aquellas previsiones iniciales se han quedado cortas y el dinero real invertido en poner en pie esta espectacular obra, supera ya los setenta millones de euros. De ahí que no extrañe que las negociaciones entre las empresas concesionarias y la entidad pública Puertos de Cantabria continúen todavía abiertas, buscando fórmulas para que estas empresas puedan rentabilizar mejor el esfuerzo inversor realizado, como la prolongación de los 40 años de concesión previstos.
Este proceso de negociación, unido al hecho de que el actual escenario económico dista mucho de las expectativas con que se iniciaron las obras en abril del 2006, hace que todavía no haya dado comienzo la comercialización de los amarres. Lo que sí existe es una bolsa de aficionados a la náutica interesados en este puerto deportivo con los que ya ha contactado la concesionaria, Marina de Laredo, y que que llegó a sumar un millar de personas. No obstante, el impacto de la crisis se ha notado y la bolsa ha quedado reducida a unos setecientos potenciales compradores o arrendatarios de un atraque.
Buena parte de estos propietarios de yates y embarcaciones de recreo que buscan de un punto de amarre en la zona provienen del País Vasco, un reflejo de la escasez de atraques deportivos que padecen en su comunidad y de la presencia hegemónica del turismo vasco en la costa oriental de Cantabria, cuya masificación urbanística tiene mucho que ver con la demanda de segunda residencia procedente de Euskadi.

Una obra irrepetible

Como si el mar quisiera poner a prueba la determinación de quienes decidieron construir un puerto deportivo en mar abierto, dos monumentales temporales, con olas de una altura nunca antes registrada por medios técnicos, sacudieron con pocos meses de diferencia el dique de abrigo que se adentra en el Cantábrico desde la falda del monte de la Atalaya. Fue la respuesta de la naturaleza al reto que plantearon los proyectistas de esta colosal obra, un dique de 730 metros de longitud y que algunos puntos alcanza los 17 metros de altura para evitar que las olas entren en las dos dársenas del nuevo puerto: la pesquera, situada en la zona norte, y la deportiva que llega hasta la dársena antigua, muy cerca del casco urbano de Laredo.
La fórmula del puerto exterior es inusual en la náutica deportiva, debido a los elevados costes económicos y ambientales que implica, y tuvo que superar numerosos obstáculos administrativos hasta obtener la luz verde.
Al amparo que proporcionaba la construcción del dique de abrigo, comenzaron los trabajos de dragado de la zona que iban a ocupar las dársenas. Ha sido necesario extraer nada menos que 300.000 metros cúbicos de arena y rocas hasta conseguir los calados pretendidos. Un volumen que no debe extrañar si se tiene en cuenta la amplitud del espacio habilitado para el amarre de las embarcaciones, tanto pesqueras como deportivas, una lámina de agua de 165.000 metros cuadrados que equivalen al espacio de unos veinte campos de fútbol.
El dragado se simultaneó con la construcción de los muelles de ribera en la parte del recinto pegada a tierra, con muros cuya base se sumerge cinco metros por debajo del nivel del mar. Concluido ese perímetro interior, el siguiente paso fue el de levantar el otro gran espigón que protege el puerto, el contradique. Tiene 350 metros de longitud y para asentarlo se empleó buena parte de la roca extraída en el dragado, evitando así hacer vertidos en tierra.
La última fase de esta gran obra fue el levantamiento del espigón que separa ambas dársenas. Para construir su escollera y las que protegen los diques exteriores se ha empleado un gran número de enormes cubos de hormigón, cuyo peso va desde las seis toneladas hasta las 65. A ojos de un profano, su colocación puede parecer aleatoria pero responde a un orden prefijado, hasta el punto de que el gruísta dispone de un sistema de GPS para situar cada bloque en un lugar exacto. De esta forma, se optimizan, colocándolos allí donde mejor refuerzan el dique y existe la seguridad de que en el talud que forma la escollera hay un 40% de espacios huecos entre bloques, de manera que las olas disipen su energía al filtrase entre ellos y golpeen el espigón con menos fuerza.

Pantalanes con diseño

Más allá de esta ingente obra de ingeniería, cuya dificultad quizá no se perciba a simple vista, llaman la atención, como en cualquier puerto deportivo, los pantalanes y las torres de servicio en cada punto de atraque y es aquí donde la Marina de Laredo ha buscado diferenciarse de otros recintos náuticos. Ha elegido unas torretas italianas cuyo diseño ha sido premiado y unos materiales y colores poco habituales para los pantalanes.
Frente al tradicional uso de madera, que conlleva un importante mantenimiento, el puerto deportivo de Laredo ha optado por pantalanes construidos con composite, una mezcla de material sintético y de madera reciclada que conserva la estética convencional y no se decolora con el paso del tiempo ni es atacado por algas o microorganismos. Además, soporta sin alteración las duras condiciones ambientales del medio marino. A estas cualidades se une la calidad estética de las torres que suministrarán agua y luz a las embarcaciones.
Para dar mayor estabilidad a los pantalanes más próximos a la bocanas, donde las aguas estarán más agitadas, se han construido con una estructura de hormigón con núcleo de poliestireno, en vez de utilizar la estructura de aluminio sobre flotadores de material plástico que se ha empleado en los restantes. Una muestra más del cuidado que se ha puesto en esta marina, que está llamada a convertirse en un referente en la construcción de puertos deportivos.
Marina de Laredo podrá acoger barcos de seis a veinte metros de eslora, y mangas que oscilan entre los 2,8 y los siete metros. Aunque el número inicialmente previsto de atraques era de 540, el traslado hacia la Dársena Norte de la zona reservada a los pesqueros ha permitido que la cifra definitiva de amarres alcance los 785. A ellos hay que sumar los 185 de la antigua dársena, que también van a ser acogidos en el nuevo puerto, y los 200 puestos que tendrá la marina seca que se encuentra en construcción. En total, 1.170 atraques, que convertirán el puerto deportivo de Laredo en un gran centro de la náutica recreativa.

El símbolo de la marina

En el proyecto se contempla también la construcción de tres edificios, alguno ya concluido, como el que servirá de aparcamiento, una estructura de dos plantas con capacidad para 700 coches. Tanto la marina seca como el edificio de Capitanía, que está llamado a ser el emblema del nuevo puerto, se concluirán en la última semana de octubre, al tiempo que la urbanización del recinto.
El centro neurálgico del puerto deportivo es un edificio singular diseñado por el arquitecto Luis Castillo. Sus cuatro plantas quedarán envueltas por un cierre de muro cortina con una estética que recuerda el puente de un trasatlántico. Una potente imagen para un recinto que aspira a convertirse en foco de atracción para los barcos de recreo de Cantabria y de Vizcaya. Y es que, salvo el puerto deportivo de Guecho y el santanderino de Marina del Cantábrico, no hay en las costas de las dos comunidades ninguna dársena con un número de amarres semejante al que va a tener Laredo. Tampoco en Asturias hay nada similar y habría que llegar hasta las Rías Bajas para encontrar un puerto deportivo comparable.
Los 1.170 atraques de Laredo vendrán a sumarse a los 130.000 que existen en España, repartidos en unas 350 instalaciones náuticas. Dos terceras partes de los puertos deportivos se encuentran en el Mediterráneo, mientras que el resto se reparten entre el litoral atlántico y el cantábrico. Un número relativamente bajo si se tienen en cuenta los 8.000 kilómetros de costa que hay en España, y las buenas condiciones climatológicas que se dan en nuestro país para la náutica.
Por razones que seguramente tienen que ver con nuestro tardío desarrollo económico, muchos países europeos nos superan ampliamente en los ratios de embarcaciones por habitante. Incluso países con pocos kilómetros de costa o, paradójicamente, con ninguno, como Suiza.
Lo que precisamente han valorado las empresas adjudicatarias de la construcción y explotación del puerto de Laredo es el potencial de crecimiento que aún tiene la navegación deportiva en la Cornisa Cantábrica. No sólo si se compara con el gran desarrollo del litoral mediterráneo, donde Cataluña cuenta con diez veces más puertos deportivos, aunque sólo tiene el triple de costa, sino con los países europeos con condiciones climatológicas similares, como Gran Bretaña o Francia. En la mayoría de los estuarios atlánticos de ambos países hay pequeños puertos deportivos, reflejo de una tradición de náutica de recreo en la que nos llevan una gran ventaja. Tan solo en Brigthon (Gran Bretaña) se ha recurrido a la construcción de un puerto exterior como el levantado en Laredo, cuya alternativa habría podido ser el aprovechamiento del estuario del Asón (Limpias, Colindres) si la protección medioambiental de esa marisma lo hubiera hecho posible.

Un revulsivo para la zona

A la espera de que la situación económica mejore y se reactive el mercado de la náutica, de lo que nadie duda es de que se trata de un sector que fomenta un turismo de calidad y tiene un fuerte impacto socioeconómico. Según los datos aportados por la Federación Europea de Puertos Deportivos, por cada cien amarres se crean una media de cuatro puestos de trabajo directos, entre diez y veinte indirectos en la propia instalación náutica y cuarenta si se incluye la industria naval de recreo y el turismo. De ahí la esperanza puesta por el Gobierno cántabro en que el esfuerzo inversor hecho en la nueva dársena pesquera se justifique con la creación de los 500 puestos de trabajo que, según ese cálculo, se crearían en torno al puerto deportivo de Laredo. Más evidentes son los beneficios que para el comercio y la hostelería de la zona podrían generar los usuarios de la Marina de Laredo, teniendo en cuenta su cercanía al casco urbano.
Una cuestión todavía no resuelta es la construcción de establecimientos hosteleros dentro del recinto del puerto deportivo, una posibilidad que ha generado una gran expectación en el sector.
Son flecos todavía pendientes de una obra que sorprende por su magnitud y que ha exigido tal esfuerzo de las arcas públicas que arroja serias dudas sobre la ejecución de otras actuaciones previstas en el ambicioso Plan de Puertos Deportivos aprobado en 2008.
Jesús Polvorinos

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