La industria alimentaria hace frente a la crisis

La larga crisis económica ha hecho tambalearse a muchos sectores industriales pero no todos sufren sus efectos por igual. El agroalimentario es uno de los que menos se ha resentido hasta el momento. Aunque algunas empresas de comida preparada y congelados de la región se encuentran con dificultades por el descenso en los precios y en la demanda, el conjunto del sector ha sido capaz de encontrar en la exportación una vía de crecimiento.
Entre enero y junio las industrias agroalimentarias cántabras vendieron productos en el exterior por valor de 109 millones de euros, lo que supone un crecimiento del 36,7% en relación al mismo periodo del año anterior. En realidad, esta subida no representa un éxito colectivo, sino que es achacable a fábricas muy concretas que han tenido un espectacular repunte de las exportaciones en estos últimos seis meses: las de lácteos, donde han crecido en un 84,3% y las de cacao, con una subida del 53,8%. Esta última mejora es fácilmente imputable a la decisión de la multinacional Nestlé de trasladar a su fábrica de La Penilla la producción de unos bombones de alta gama (‘Nestlé Gold’) que hacía en Gran Bretaña y que se distribuyen en veinte países.
La nueva línea de bombones no ha generado más empleo, pero no deja de ser una garantía de estabilidad para los más de 750 trabajadores que integran la plantilla de una fábrica que el pasado año produjo cerca de 75.000 toneladas de leche en polvo, leches y harinas infantiles, solubles de cacao y chocolates. España es un objetivo estratégico para la multinacional en estos dos últimos productos, ya que el consumo nacional está por debajo de la media europea y, por tanto, tiene muchas más posibilidades de crecimiento. De hecho, el cacao y los chocolates concentran el 80% de los elaborados de La Penilla.
Aunque no haya supuesto una creación de empleo directo, la instalación de una tercera línea robotizada para la fabricación de la nueva gama de bombones sí ha generado carga de trabajo para empresas auxiliares de montajes y mantenimiento.

Inversiones en Altadis y Frixia

El proceso casi ha sido simétrico en la fábrica de la tabaquera Altadis en Entrambasaguas, que también pertenece al sector de la alimentación. La decisión de concentrar en Cantabria la producción europea de cigarros (puros y puritos), transfiriendo la labores que antes hacía en las plantas de Bristol (Inglaterra) y Estrasburgo (Francia), ha permitido generar una treintena de nuevos empleos en un proceso de adaptación de líneas de trabajo que culminará a lo largo de este otoño.
Aunque la demanda de los cigarros puros es más estable que la de los cigarrillos, la fábrica cántabra se encuentra con el reto de buscar un sustituto a su producto estrella, el ‘Farias’, que se adecúe mejor a los gustos de fumadores jóvenes.
También ha habido inversiones en la industria láctea, como las que han realizado el grupo Pascual y la firma francesa Andros en la planta de Frixia de La Serna de Iguña. En este caso, su objetivo es entrar con fuerza en el mercado de los yogures y otros derivados lácteos.
En cualquier caso, la noticia más positiva para el empleo de la industria agroalimentaria ha sido la recuperación de la actividad en la fábrica de surimi que Multiprosur tenía en Mercasantander. Su comprador, el grupo lituano Viciunai, finalmente ha hecho efectivo su compromiso de hacerse cargo de la totalidad de la plantilla, respetando las condiciones laborales existentes al cierre de Multiprosur. Salvan su empleo un centenar de operarios que tendrán como objetivo producir las 8.000 toneladas de surimi que el grupo lituano ya vende anualmente en la Península Ibérica. La planta de Santander no solo le facilitará un notable ahorro de gastos en transporte, sino que servirá de plataforma para que Viciunai pueda acceder a otros mercados cercanos.
El surimi también es la base del proyecto que Idasur, una pequeña empresa radicada en San Vicente de la Barquera, está impulsando para el desarrollo de una gama de nuevos alimentos preelaborados. Una iniciativa que, si no es muy significativa en términos de empleo, sí entronca con una línea de experimentación que, para muchas pymes, es el único modo de lograr un hueco en un mercado enormemente competitivo.

Un nuevo escenario

La crisis puede que no haya ha golpeado con demasiada dureza al sector alimentario pero ha introducido cambios en los hábitos de los consumidores que alteran el marco en el que compiten tanto las industrias del sector como las distribuidoras.
Aunque el consumo de alimentos no ha disminuido de forma apreciable, como cabía esperar, se han modificado las pautas de compra, y el consumidor se ha acostumbrado a buscar productos más baratos. Esta presión a la baja sobre los precios se ve agravada por el hecho de que la alimentación es un sector maduro en todos los países desarrollados, donde la población ha alcanzado ya el techo de consumo. Este estancamiento de los mercados obliga a las empresas a lanzar regularmente nuevos productos si quieren seguir siendo competitivas.
El escenario en el que se ven obligadas a competir está marcado por unas tendencias cada vez más evidentes. En primer lugar, la progresiva concentración de la distribución comercial, que traslada el poder de negociación con los fabricantes hacia las grandes superficies comerciales. En 2008, la cuota de mercado de los híper y de los supermercados era ya del 63% y las cinco primeras cadenas de distribución del país concentraban más del 50% de las ventas de alimentación.
Otra tendencia en alza es el crecimiento de las tiendas de descuento y la reducción de la gama de productos que se ofertan, eliminando los de menor rotación (la llamada ‘racionalización de surtidos’), una estrategia de venta introducida en España por Mercadona. Precisamente para competir con las tiendas de descuento nacieron las marcas blancas –de las propias empresas distribuidoras– una oferta muy competitiva en precio y calidad que no deja de crecer, impulsada por la crisis económica.
En alimentación, la cuota de mercado de las marcas propias de las cadenas de distribución se situaba en 2008 en el 35,8% y en algunas enseñas, como la citada de Mercadona, suponen ya más del 50% de las ventas.
El éxito de las ‘marcas blancas’ hace que estén abandonando la connotación de producto más económico, para pasar a ser auténticas marcas, capaces de fidelizar al consumidor.
Dar una respuesta adecuada a este nuevo entorno no es fácil para el sector alimentario cántabro, aquejado de notorias debilidades estructurales. Una de ellas es la reducida dimensión de las empresas, formadas mayoritariamente por pymes y pequeñas cooperativas. En Cantabria, el 88% de las industrias agroalimentarias tienen menos de 20 empleados, mientras que el 62% del empleo del sector se concentra en las empresas multinacionales, de forma que la alimentación presenta una gran dualidad: las empresas o son muy grandes o muy pequeñas.
Otra de las rémoras es la escasa capacidad inversora en I+D. En el sector de la alimentación, la investigación es necesaria para el desarrollo de nuevos productos pero resulta cara porque suele ser muy sofisticada, sobre todo cuando se buscan mejoras nutricionales y beneficios funcionales para la salud.

Un impulso a la producción artesanal

La evolución de los hábitos de consumo hacia los productos saludables y naturales presenta oportunidades para una región tan rica en materias primas de calidad como Cantabria. Oportunidades que no han pasado desapercibidas para pequeñas iniciativas artesanales que encuentran el apoyo de los programas para el desarrollo rural impulsados por la Unión Europea. Cuando en 2013 concluya la actual fase de ayudas comunitarias a la agroalimentación para fomentar el desarrollo rural, Cantabria habrá recibido 63,6 millones de euros desde 2007 (170 millones si se suman las ayudas concedidas desde el año 2000).
En un estudio de oportunidades de creación de nuevas actividades empresariales en el sector, desarrollado hace algunos años por Equalcrea para Sodercan, se plantearon varios proyectos piloto para potenciales emprendedores. Los más directamente relacionados con la industria alimentaria se enfocaban hacia la producción de vino blanco, con un modelo de explotación chateau; la explotación de vacuno de leche ecológico, con producción de derivados lácteos; la elaboración de queso acogido a la denominación de origen Bejes-Tresviso; la explotación de vacuno de carne con indicación geográfica protegida; la hortícola bajo plástico hidropónico; la elaboración de platos cocinados basados en conservas artesanas y la de platos cocinados y precocinados refrigerados.
Muchas de esas líneas de trabajo que el estudio apunta como las de mayor potencial han dado pie a iniciativas que, si no son relevantes en volumen de negocio, sí lo son para el desarrollo de las zonas rurales en donde se ubican. Es el caso de la Bodega Casona Micaela, en el valle de Villaverde, y de su proyecto para elaborar un vino con identidad propia a partir de la uva albariño. Otra iniciativa vinícola es la de la bodega Río Santo, en Esanos (Cillorigo de Liébana), con vino elaborado a partir de la uva mencía, que se extrae del valle de Bedoya.
También en la fabricación de quesos cuenta Cantabria con un nicho de mercado propio, con cuatro denominaciones de origen, y solamente del Picón-Bejes-Tresviso se comercializan anualmente cerca de 30.000 kilos en España.
Otra iniciativa reseñable es la de la industria cárnica El Lebaniego, de Tollo (Vega de Liébana), la primera planta de tratamiento de carne de caza de la Cornisa Cantábrica y un ejemplo de como aprovechar los recursos del entorno para crear una oferta diferenciada.
Son iniciativas que tienen más valor por su impacto social y laboral sobre las pequeñas comunidades en que surgen que por su magnitud económica y en las que queda aún un largo camino por recorrer. Lo que también resta por demostrar es si la región será capaz de albergar algún día proyectos mucho más ambiciosos, como el que contaba con crear un gran polo alimentario en la Recta de La Pasiega en torno a una nueva industria láctea creada por Iparlat y la cooperativa cordobesa Los Pedroches. Un proyecto que finalmente ha quedado descartado por la crisis.

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