Arrecifes artificiales frente a las costas cántabras

Pescar en Cantabria es menos fácil de lo que parece. A pesar de la longitud de costa, la naturaleza no ha dotado a la región de una plataforma continental amplia bajo las aguas costeras y esto significa que la estrecha franja donde la profundidad de los fondos es inferior a cien metros, la zona más rica en peces, está sobreexplotada.
La solución a este problema no es sencilla, porque los barcos son muchos y la superficie teórica de pesca, poca. Mientras en algunas zonas de la costa atlántica francesa la plataforma continental llega a tener 200 millas de extensión, frente al cabo de Ajo, por ejemplo, apenas hay tres millas. Las paradas voluntarias de los pescadores cántabros en invierno son positivas, pero insuficientes para regenerar la biomasa y eso ha llevado, desde hace años, a plantearse la construcción de arrecifes artificiales para proteger los criaderos de alevines y aumentar su densidad.
El arrecife regenera el ecosistema marino y lo protege de la pesca ilegal de arrastre, un problema que en las costas más próximas a Cantabria no resulta grave, ya que se faena con artes tradicionales pero sí en otras zonas. Son 85 los arrecifes artificiales creados en el litoral español y por lo general están formados por cascos de buques de madera o conjuntos de elementos inertes, como los 1.200 módulos de hormigón del más grande de todos, que fue aprobado por el Consejo de MInistros el pasado mes de noviembre en la costa catalana del Garraf-Penedés, dado que se ha instalado fuera de las aguas competencia de la autonomía.

Presupuestado en varias ocasiones anteriores

En Cantabria hace más de diez años que se manejan estudios para la ubicación de al menos uno de estos arrecifes artificiales en un lecho arenoso frente a la costa de Galizano, y en varias ocasiones el proyecto ha llegado a estar incluido y aprobado en los Presupuestos Regionales de Cantabria sin llegar a plasmarse en la práctica, aunque llegó a contar con financiación comunitaria, a la que hubo que renunciar expresamente.
Ahora, la Secretaría General de Pesca del Ministerio de Agricultura y el Gobierno regional han acabado por resucitar los viejos proyectos de los arrecifes, aunque con sensibles cambios. En principio, están previstos dos, uno frente de la ensenada Calderón, un viejo puerto natural minero que se encuentra en Oreña, en el municipio de Alfoz de Lloredo, y otro frente al Abra de Laredo.
Los proyectos han tenido una tramitación muy larga, dado que concluyen en ellos dos administraciones, la estatal, competente en aguas exteriores (entre lo que se considera aguas costeras y las doce millas de aguas nacionales) y la autonómica, en cuyas manos están las bahías y ríos. En este caso de Oreña, el arrecife ocupará 3.659 hectáreas de aguas estatales y 1.261 de aguas autonómicas, sobre cuyo lecho marino se depositarán 556 cilindros de hormigón de 6 toneladas. Se trata de una zona de unos 40 metros de profundidad media y sin campos de algas.
El arrecife tendrá un coste de unos cien millones de pesetas (unos 600.000 euros) y dará lugar a un notable incremento de la biomasa en una zona arenosa, dado que en las rugosidades de los bloques propiciarán la aparición de algas. Los cilindros, de 2,2 metros de altura y 1,17 de diámetro, están cruzados por cuatro carriles de ferrocarril de 2,5 metros de largo en forma de aspa, que evitarán su desplazamiento por efecto de las corrientes o de las mareas.
La escollera artificial prevista en la zona de Laredo ocupará 275 hectáreas de aguas exteriores y 2.646 de aguas de gestión autonómica. En esta zona se fondearán 383 cilindros de hormigón por el mismo procedimiento que en Oreña. Un barco los dejará deslizar desde cubierta hasta el fondo guiados por un lazo de acero que llevan en la parte superior y concentrados en una superficie relativamente reducida.

Mayor presencia de peces

El hecho de que en las aguas del Cantábrico la luz no penetre por debajo de los 35 metros de profundidad sólo permite que se fijen algas naturales en los cilindros de hormigón que se encuentran muy próximos a la costa.
Aunque en Asturias hay tres arrecifes artificiales desde hace varios años y en el Mediterráneo existen extensos anclajes de bloques a un kilómetro de la costa para impedir que los arrastreros lleguen hasta las playas, los científicos advierten que el comportamiento sobre la biomasa no siempre es idéntico y, a falta de estudios más dilatados en el tiempo, no es fácil asegurar si la mayor presencia de peces en torno a estos arrecifes se produce por el estímulo en la crianza o simplemente por el hecho de atraer y concentrar a los previamente existentes en la zona.
Lo que resulta incuestionable es la eficacia de su labor protectora de las zonas de alevinaje, nunca confesada por las Administraciones públicas. Los ganchos metálicos que se suelen fijar en los bloques de hormigón no sólo evitan su deslizamiento, sino que también impiden el uso de artes de arrastre, lo que garantiza, mejor que cualquier labor de policía naval que se cumple la legalidad, allí donde no están permitidas. Esto hace que no sean demasiado bien recibidas por los pescadores que utilizan estas artes, mientras que mejoran los resultados para los de pincho. Quizá por esto, los dos arrecifes previstos en las aguas cántabras no han tenido oposición de las cofradías de pescadores locales, que han sido consultadas durante la tramitación de los proyectos, si bien tampoco han mostrado un apoyo decidido.

Aguas interiores

La técnica de construcción de los arrecifes ha variado con el paso del tiempo. Si en un principio se utilizaron viejos vagones de tren o barcos, que se hundían en el lugar adecuado, y más tarde acabaron por convertirse en auténticas chatarrerías, con coches viejos y neumáticos sumergidos, ahora se ha optado por los bloques de cemento con forma de tetraedros y cilindros, menos contaminantes, mucho más sólidos ante el efecto abrasivo del arena y más baratos.
En el caso de que los arrecifes tengan la eficacia prevista, la Consejería de Ganadería y Pesca intentaría convencer a la Administración central para ubicar más barreras de este tipo a lo largo de la costa cántabra, dado que cualquier proyecto en este sentido obligaría a utilizar mayoritariamente aguas de titularidad estatal.

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