Llega la hora del convento de Las Clarisas

Justo cuando al reloj del convento de Las Clarisas se le agotaba el tiempo, la Consejería de Presidencia ha logrado adjudicar su rehabilitación a la constructora Rotedama. El viejo inmueble, situado en la calle Alta, muy cerca del Parlamento de Cantabria, necesitaba una remodelación urgente por los claros signos de deterioro que mostraba, pero en 2020 se licitaron las obras y se quedaron desiertas. Se repitió el proceso con un presupuesto 754.257 euros superior, y volvió a ocurrir lo mismo. No ayudaron la pandemia ni la guerra entre Rusia y Ucrania, que provocó una importante subida de los materiales y el Ejecutivo regional tuvo que duplicar la partida económica para conseguir atraer la atención de cuatro constructoras: Misturas, Proyecon Galicia, Esvedra y Rotedama.

Fue esta última la adjudicataria, con la propuesta más económica y un plazo de ejecución de un año. La reforma era tan apremiante que antes de sacarla a licitación por tercera vez, Presidencia se vio obligada a realizar unas obras de emergencia. Un estado muy preocupante para un Bien de Interés Cultural.

Se reforzó el torreón para evitar la posible caída de cascotes sobre la acera, un trabajo que supuso un desembolso de 48.000 euros, y se aprovechó esa intervención para reparar el tejado, cerrar los huecos de las ventanas tapiadas, arreglar las vigas y rearmar un muro.

La rehabilitación propiamente dicha se dividirá en tres fases. En la primera de ellas, que dispone de cuatro meses, se estabilizará y se consolidarán los muros y la cubierta de la iglesia.

En la segunda, que tendrá un plazo de seis meses, se echarán abajo nueve de los once anejos sin interés arquitectónico que se fueron añadiendo al convento, muchos de ellos por necesidades de la fábrica que allí ha tenido Tabacalera durante mucho tiempo, y se eliminarán los techados de amianto. Por último, en la tercera fase se remozarán los tejados del convento y el claustro y se pondrá a punto la parcela. También se reforzarán y arreglarán las cubiertas.

La iglesia es la parte más importante del convento. Está constituida por una nave cubierta con bóveda de cañón y con un ábside poligonal. La cúpula es de media esfera y se sostiene por machinas. 

Aunque los canteros que levantaron el edificio hicieron una estructura muy sólida con la piedra que trajeron de Setién y Rucandial, eso no impide que el edificio necesite una actuación integral para resistir.


La frustrada sede judicial

El convento fue hace años candidato a albergar las dependencias judiciales de Santander. La idea se terminó desechando porque el espacio no era suficiente y el plan urbanístico vigente no permitía aumentar lo construido.

La historia venía de más atrás. En marzo de 2006, los representantes de las administraciones nacional y regional abordaron la posibilidad de convertir el convento en la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria en medio de un proceso negociador para transferir a la región las competencias de Justicia.

La intención era agrupar, en lo posible, las instalaciones judiciales que a día de hoy siguen dispersas. En ese momento, la propiedad de la antigua fábrica de Tabacalera pertenecía a Patrimonio del Estado. Varios años después se cedió la finca a Cantabria, quedando la mitad de ella en manos del consistorio santanderino que la ha aprovechado para una promoción de viviendas sociales.


La lista roja

El convento de Las Clarisas es uno de los más antiguos de la ciudad. Se construyó en 1656, pero el estado de abandono en que cayó tras el traslado de la fábrica de Tabacalera le llevó a formar parte de la lista roja del patrimonio español que actualiza periódicamente Hispania Nostra, donde se incluyen más de 1.000 monumentos en riesgo de desaparición de todo el país.

Las monjas clarisas ocuparon el inmueble durante 180 años, pero en 1835 el obispo de Santander las expulsó para ubicar allí la fábrica de tabacos, hasta que en 2002 se trasladó la actividad a Entrambasaguas.

Unos 1.200 operarios –la mayoría mujeres– producían de forma manual cigarros y cigarrillos en aquella fábrica. Mientras tanto, las monjas cambiaron de emplazamiento en varias ocasiones. Primero se reasentaron en el convento de Santa Clara de Santander, más tarde en el Regina Coeli de Santillana y finalmente se establecieron en Villaverde de Pontones.

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