El patrimonio rupestre y subterráneo, una riqueza turística por explotar

Cantabria cuenta con diez cuevas Patrimonio de la Humanidad y grutas de enorme importancia pero suman la mitad de visitantes que Atapuerca

El yacimiento de Atapuerca y sus centros de exposiciones vinculados se acercaban a los 650.000 visitantes al año antes de la pandemia. Las muchas cuevas visitables de Cantabria, que guardan un patrimonio rupestre inigualable, atraen a unos 400.000. Los planes turísticos para obtener más rentabilidad de este magnífico recurso han sido poco ambiciosos hasta ahora y ni siquiera hay una estrategia para comercializar conjuntamente Altamira (dependiente del Estado) y el resto de cuevas Patrimonio de la Humanidad, de titularidad regional.


Quizá porque el ser humano ha estado ligado desde sus comienzos a las cuevas, estos lugares siguen creando fascinación miles de años después.

Cada vez son más las personas que eligen conocer un territorio en función de sus cuevas. Tienen en cuenta su patrimonio, belleza, rareza, instalaciones y accesibilidad. Sin embargo, en Cantabria este flujo está poco estudiado y menos explotado. Frente a la cuidada estrategia de marketing que llevan a cabo en Atapuerca (Burgos), donde alrededor del yacimiento se ha creado el Museo de la Evolución Humana, el Centro de Arqueología Experimental y el Centro de Acceso, que atraían a unas 650.000 personas al año antes de la pandemia, Cantabria sigue sin establecer una estrategia de comercialización conjunta de la cueva de Altamira y las otras nueve declaradas Patrimonio de la Humanidad, algo que no resulta comprensible por mucho que dependan de administraciones diferentes. Altamira es competencia del Ministerio de Cultura y el resto de la cuevas son de titularidad regional.

Esa dualidad ha condicionado tradicionalmente los rendimientos de este recurso turístico. No en la explotación de la imagen (el Gobierno de Cantabria ha utilizado frecuentemente los bisontes de Altamira en campañas promocionales y logos) pero sí en la posibilidad de hacer una venta cruzada de entradas.

Sobre estas líneas, la cueva de Hornos de la Peña (San Felices de Buelna), donde pueden observarse grabados.

Es cierto que la cultura no aparece entre los primeros motivos de los visitantes extranjeros a España, que suelen anteponer el clima, las playas o la gastronomía, pero sí es citado en segundo o tercer lugar por muchos de ellos, pero Cantabria, por su dimensión y escasa presencia de turistas extranjeros, tendría un éxito clamoroso con captar solo el 1% de los 82 millones de visitantes que llegaban a España en tiempos de normalidad.

Hay que tener en cuenta que el turismo cultural, aunque sea minoritario se asocia a un nivel de rentas superior al de playa, lo que elevaría el gasto medio por visitante. Hace tiempo que las patronales del sector turístico hacen más hincapié en los ingresos por habitación que en el número de pernoctaciones, olvidándose de las épocas en las que lo importante parecía, únicamente, la ocupación.   

La región de las cuevas

Con más de 10.000 cuevas catalogadas, España cuenta con un patrimonio natural incalculable bajo tierra y Cantabria es aún más especial. En sus modestos 5.000 kilómetros cuadrados posee más de 6.000 cavidades subterráneas. De ellas, hay 1.500 inventariadas y 300 se consideran ‘grandes sistemas’, por tener más de un kilómetro de desarrollo horizontal o 100 metros en vertical.

En la zona oriental se localizan las más espectaculares geológicamente, pero las que tienen más pinturas rupestres están en la parte occidental de la región, cuyos pobladores buscaban lugares bien defendidos de los valles medios y cercanos a los ríos. Varias de ellas son auténticos hitos arqueológicos que, en algunos casos, han marcado un antes y un después en la comprensión de la historia de la humanidad.

De las más de 70 cuevas cántabras que tienen pinturas rupestres en sus paredes, hay diez declaradas Patrimonio de Humanidad, una concentración que no se da en ningún otro lugar.

La cueva de Cullalvera (Ramales de la Victoria), cuya visita transcurre por una pasarela.

El mayor exponente son las Cuevas de Altamira, conocidas a nivel mundial, que entraron a formar parte de esta lista en 1985. Si bien a día de hoy, por motivos de conservación solo se permite que accedan cinco personas, elegidas por sorteo, cada viernes del año, hay una réplica perfecta en el Museo de Altamira, junto a la cueva original.

Las otras nueve cavidades que pertenecen a este grupo desde 2008 son la cueva de Chufín, en Riclones; Covalanas, en Ramales de la Victoria; El Castillo y Las Monedas, en Puente Viesgo; El Pendo, en Escobedo de Camargo; Hornos de la Peña, en Tarriba (San Felices de Buelna) y La Garma, en Omoño, todas ellas visitables, además de las cuevas de Las Chimeneas y La Pasiega, también en Puente Viesgo, que no están abiertas al público.

Cuna del arte

El arte rupestre prehistórico es la primera forma de expresión cultural, social y simbólica que conservamos de la Humanidad. En Europa, donde apareció hace unos 42.000 años, hay más de 250 emplazamientos con arte rupestre abiertos al público, repartidos por Noruega, Suecia, Irlanda, Reino Unido, Italia, Portugal, y sobre todo, por Francia y España.

Las siete cuevas visitables de Cantabria, el Museo de Prehistoria y Arqueología (MUPAC) y Altamira forman un conjunto arqueológico inigualable, por cantidad y calidad, y un recurso turístico de primer nivel.

Aunque antes de la pandemia, las cuevas de Cantabria alcanzaron 350.000 visitas anuales, siguen sin conseguir atraer el flujo turístico permanente al que siempre se ha aspirado, respetando las estrictas pautas de conservación de estos bienes. Alcanzar ese objetivo tendría un especial interés, ya que las rutas arqueológicas dan visibilidad a áreas rurales que tienen economías precarias.

Con el fin de divulgar este patrimonio, en Europa se crearon en 2007 los ‘Caminos del Arte Rupestre Prehistórico’, unos itinerarios culturales por los yacimientos que forman parte de la Lista del Patrimonio Mundial de UNESCO, coordinados aquí por la Red Cántabra de Desarrollo Rural.

Con el mismo fin de impulsar el turismo en torno al arte paleolítico, el pasado verano Cantabria, Asturias, Castilla y León y las regiones de La Dordogne (Francia) y el valle de Côa (Portugal) lanzaron el llamado pasaporte rupestre, una iniciativa para que los visitantes acudan a estos espacios, coleccionen sellos que atestigüen su visita, compartan sus experiencias en redes sociales y accedan a ofertas y premios. Un programa que ha tenido una buena acogida y permite a las regiones participantes disponer de estadísticas sobre las visitas o tráfico en redes sociales, lo que les ayuda a mejorar su oferta.

Las iniciativas promocionales son importantes pero la Consejería de Cultura confía especialmente en el efecto que tendrá el Centro de Arte Rupestre de Cantabria (CARC), que estará concluido el próximo año, y, sobre todo, el nuevo Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC) cuyas obras comenzarán próximamente en los solares de la antigua sede del Gobierno en Puertochico. Ambas instalaciones serán esenciales para consolidar la región como referente europeo del arte rupestre y para facilitar el acceso a la red de cuevas visitables de la región.


Un paraíso de la espeleología

Un espeleólogo en el interior de la Cueva de El Soplao.

El gran patrimonio subterráneo de Cantabria también ofrece una vertiente muy atractiva, aunque menos multitudinaria, la espeleología. La región puede presumir de atraer a muchos aficionados extranjeros para explorar su extraordinaria red de cavidades.

La mayoría se encuentran en el Alto Asón, un territorio con base caliza donde la acción del agua durante millones de años ha formado algunas de las cuevas más largas del mundo. Tanta variedad concita el interés de públicos muy diversos, desde los que quieren tener una primera experiencia a los espeleólogos que recorren las grandes cavidades de la geografía internacional.

Cuevas grandes y pequeñas, con bocas de entrada colosales o diminutas, galerías, simas profundísimas, formaciones de estalactitas y estalagmitas, lagos y ríos son algunas de las maravillas que estos lugares guardan. El complejo del Alto del Tejuelo de Ruesga, formado por catorce cuevas, es el sistema subterráneo conocido más grande en extensión de la Península, con más de 173 kilómetros de galerías.

Un estudio de la Universidad de Cantabria indica que en la región hay unas 40 cuevas con potencial para recibir turismo espeleológico, de las que por el momento solo se explotan diez.

La de Coventosa, en Arredondo, es la joya de la corona. Tiene 35 kilómetros, y no es la más larga, pero sí es la más completa en cuanto a grandiosidad, paisaje interior e historia. Es la cueva más visitada por espeleólogos y por personas que se inician en este deporte, que pueden llegar sin problemas a la ‘sala de los fantasmas’ y algunas dependencias próximas.

Del potencial turístico que tienen muchas de ellas queda constancia en El Soplao, al otro extremo de la región, que recibe anualmente unos 235.000 visitantes. Perfectamente acondicionada para que cualquier persona pueda hacer un recorrido turístico interesante, también es posible contratar una ruta espeleológica, en la que se recorren a pie, y acompañados de un guía, tres kilómetros de galerías de gran belleza y valor. Otra ruta, la minera, incluye una vía ferrata y algunos desniveles. Todo su recorrido se desarrolla por una antigua galería minera excavada para la extracción de blenda.


María Quintana

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora