El M.A.S, por fin

Tras seis años cerrado y casi dos de obras, abrirá sus puertas en mayo

Seis años después de su incendio, el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander está listo para reabrir. Las obras, realizadas por Copsesa con un presupuesto de 3,8 millones de euros, han recuperado y actualizado el edificio construido hace más de un siglo por el arquitecto cántabro Leonardo Rucabado y declarado Bien de Interés Cultural en 1982. El MAS, por fin, se abrirá al público el próximo 18 de mayo, coincidiendo con el Día Internacional de los Museos.


En la madrugada del 20 de noviembre de 2017 se originó un incendio en el entonces llamado Museo de Bellas Artes de Santander, situado en la céntrica calle Rubio. Es ese momento se encontraba en pleno proceso de rehabilitación y todas las obras de arte permanecían almacenadas en la planta baja, por lo que pudieron evacuarse, aunque algunas de ellas no se libraron de los daños por la humedad o por el agua empleada en apagar el incendio.

El proceso de rehabilitación se detuvo, a la vista de que los daños exigían una actuación mucho más a fondo, y han tenido que pasar seis años para que este museo tenga fecha de reapertura. Lo hará, con un nuevo nombre –Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS)–, una fachada que ha recobrado un esplendor ya olvidado y un renovado interior. El MAS será un eslabón más de ese anillo cultural que forman el Centro Botín, las Naves de Gamazo –donde se exhibe la colección de Enaire–, y los futuros Faro Santander, Reina Sofía-Archivo Lafuente y el nuevo Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria. La apertura de estos tres últimos, que están en pleno proceso de construcción, podría llegar a coincidir en 2025, pero la experiencia del MAS obliga a mantener muchas cautelas en materia de fechas. Se inauguren en ese año o al siguiente, la ciudad va a vivir una época histórica.

Un fondo de 5.500 piezas

Las obras del MAS, realizadas por la constructora Copsesa, se han desarrollado durante algo más de veinte meses (desde el primer trimestre de 2022) y han supuesto una inversión de 3,8 millones de euros, de los que 1,2 han sido sufragados por la aseguradora del edificio, como indemnización por los daños del incendio, y 780.000 euros han sido aportados por fondos europeos.

La inauguración se ha fijado para el 18 de mayo, para hacerla coincidir con el Día Internacional de los Museos. Hasta esa fecha, el Ayuntamiento tendrá que desembolsar otros 350.000 euros para completar la señalización y el mobiliario.

Dos aspectos del interior, donde aún no se han colocado las piezas a exponer.

En paralelo, el comité asesor del MAS deberá decidir el plan museográfico que rija la pinacoteca, desde la muestra temporal con la que reabrirá sus puertas, al contenido de la colección permanente o el criterio a seguir en la elección de las exposiciones transitorias.

Durante este largo cierre, los fondos del museo han estado custodiados en el Teatro Casyc. Están formados por más de 5.500 piezas catalogadas, por lo que también se deberá decidir cuáles de ellas se exponen y cuáles no, ya que la cabida de las salas es muy inferior.

Una trabajo de conservación

La rehabilitación no ha cambiado significativamente el edificio, que tiene una superficie de 2.156 metros cuadrados distribuidos en cuatro plantas. Tampoco el exterior, aunque ahora las remozadas fachadas llaman la atención de los viandantes.

Cada planta consta de tres cuerpos. El central está ocupado por la gran escalera diseñada por Leonardo Rucabado que da servicio tanto a las dos salas orientadas al norte (las más próximas a la Biblioteca) como a las de sur (las que dan la calle Rubio).

El resultado son doce espacios expositivos, repartidos entre las cuatro plantas, que servirán para mostrar la exposición permanente y dos temporales.

El exterior del edificio, que se encuentra en el corazón de Santander, a pocos pasos de Ayuntamiento y va a formar parte de la milla cultural, conformada por la gran concentración de museos que ya están abiertos o se van a abrir en unos pocos años.

Los artífices de esta reforma son los arquitectos David Ceballos y Carlos Alberto Gómez, que comparten el estudio torrelaveguense Ceroarquitectura y también han dirigido la obra. Su experiencia en edificios monumentales incluye otra gran rehabilitación, la del Capricho de Gaudí, en Comillas, además de haber proyectado el futuro centro asociado del Museo Reina Sofía-Archivo Lafuente, en el edificio del Banco de España.

Su objetivo en el MAS ha sido la conservación del inmueble, construido hace más de un siglo por el arquitecto castreño Leonardo Rucabado, “un auténtico maestro de la arquitectura regionalista, cuya huella se manifiesta de forma clara y precisa en este edificio”, destacan. Un palacete que fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1982.

A pesar de esta fidelidad a la obra original han procurado una “limpieza y claridad espacial” en los interiores, evitando al espectador “distracciones artificiosas y ornatos añadidos”. Para crear esa sensación diáfana, y liberar de obstáculos las salas de exposición, han ocultado elementos como el ascensor montacargas, ubicado en el antiguo patio interior, que separa el museo del edificio colindante. También se ha seguido esta norma con los aseos (en la planta baja y en el tercer piso) y con todas las instalaciones de climatización, iluminación y control de humedad y temperatura de las salas.

La alcaldesa de Santander y, detrás, José Domingo San Emeterio, el presidente de Copsesa, la constructora que ha realizado la obra.

Ceballos y Gómez destacan la “sorpresa” que ahora produce el edificio, al diferenciar proyectual y constructivamente cada una de las cuatro plantas, que el visitante va descubriendo a medida que asciende por el recorrido expositivo.

Uno de los focos de atención serán los lucernarios de la tercera planta, que los arquitectos han recuperado y reinterpretado, convirtiéndolos en “una de las joyas del edificio”.

Solventando problemas

Desde la constructora Copsesa constatan que, una vez iniciados los trabajos, se detectaron importantes patologías que estaban previstas tanto a nivel de cimentación como de estructura, una de las razones del sobrecoste de alrededor de 800.000 euros que ha tenido el edificio, adjudicado inicialmente en poco más de tres millones de euros, pese a que salió a licitación por 6,3.

También fue necesario mejorar la accesibilidad, que ya preocupaba antes del incendio, lo que se ha conseguido rebajando en ochenta centímetros la cota de la planta baja, hasta dejarla al nivel de la acera de la calle Rubio, donde se encuentra la nueva entrada, una tarea que no ha resultado sencilla. “El cumplimiento de la accesibilidad general al edificio respetando los elementos originales del proyecto de Leonardo Rucabado ha obligado a tomar decisiones difíciles y comprometidas con el fin de mantener estos elementos, adaptándolos a una normativa cien años posterior”, explican los arquitectos.

La constructora destaca que, para poder rebajar el suelo de la planta baja, hubo que realizar ensayos geotécnicos en zonas que en ese momento resultaban inaccesibles, por el apuntalamiento que requería el edificio.

Estos estudios mostraron un sustrato irregular que tuvieron que solventar con una losa de hormigón, además de una gran debilidad estructural en los forjados existentes, debido a su escaso espesor y armado.

Dos de las terrazas del edificio, que permiten integrarlo en la vida y el trasiego de la calle Rubio.

“A pesar de contar con una estructura de hormigón armado, el edificio carecía de las resistencias necesarias para albergar el uso museístico que requiere la normativa actual”, añaden los arquitectos.

Eso hizo que se vieran obligados a suplementar cada uno de los forjados existente con losas de hormigón independientes y a reforzar pilares y muros de carga, lo que ha permitido hacer salas más diáfanas. Estas labores han sido, en palabras de los arquitectos de Ceroarquitectura, “casi de cirugía estructural”.

La fachada del edificio se ha restaurado en su totalidad, sustituyendo todas las carpinterías. La cubierta que corona el edificio es nueva, aunque se ha preservado la estructura de cerchas de hormigón existentes.

En el apartado de instalaciones, además de los sistemas de climatización con control de humedad y temperatura que requiere un museo, se ha instalado un sistema contra incendios que los detecta desde el primer momento, al analizar continuamente la ionización del aire. Se trata de evitar, de esta forma, que vuelva a ocurrir un suceso como el  de 2017.

Atracción de turismo

La alcaldesa de Santander, Gema Igual, confía en que el nuevo MAS  se convierta en otra palanca para la atracción de turistas a la capital cántabra, y ha destacado las colecciones que muestran el talento creativo de la ciudad y del conjunto de Cantabria, con autores como Riancho, Blanchard, Iturrino, Cossío, Raba, Solana, Navarro Baldeweg, Uslé, Civera, Goyeneche, Trueba, o Concha García, a las que se suman las creaciones de artistas nacionales e internacionales.

La magnífica escalera luce esplendorosa tras la rehabilitación.

La reinauguración del MAS va a iniciar una catarata histórica de aperturas de centros culturales en la capital cántabra, que va a continuar con la sede del Banco Santander reconvertida en Faro Santander, el Museo Reina Sofía-Archivo Lafuente y el nuevo Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC) que se levantará en Puertochico. Junto a la oferta cultural del Centro Botín, el Museo Enaire y los espacios con los que ya contaba la ciudad, debería suponer un revulsivo y transformar la ciudad en un destino cultural, como ocurrió en Bilbao.

El Bellas Artes de Bilbao, un referente inalcanzable

Carlos Alberto Gómez y David Ceballos, los dos arquitectos autores del proyeco de rehabilitación.

Hace 26 años, Santander perdió la oportunidad de acoger el Guggenheim, que ha incluido a la ciudad vecina en el mapa internacional del arte, además de haberse convertido en un M de Bellas Artes de Bilbao, el equivalente al MAS, es un apoyo fundamental en el atractivo que tiene la capital vasca para el turismo cultural, con más de 7.000 piezas expuestas, entre las que tienen especial interés las pinturas de la escuela española y la nutrida presencia de los artistas vascos. A diferencia de Santander, una buena parte de las obras, y entre ellas las más valiosas, han sido aportadas por familias vascas adineradas, que han enriquecido extraordinariamente el patrimonio del museo a lo largo de muchas décadas.

Pero las dimensiones de uno y otro son muy distintas. A día de hoy, el museo de Bellas Artes bilbaíno dispone de casi 14.000 m², de los cuales 5.089 están ocupados por las 33 salas dedicadas a la colección permanente, 1.142 son para las exposiciones temporales y el resto los requieren los servicios internos y de atención al visitante.

Unas dimensiones que nada tienen que ver con el recuperado MAS santanderino, que dispone de poco más de 2.000 m², por lo que no resulta descabellado pensar en una ampliación a medio plazo con la ocupación de los espacios de la biblioteca municipal y de la nave de la antigua Imprenta Martínez, propiedad del Gobierno regional desde 2007 y que aún sigue sin destino. Recientemente, el Ejecutivo de Sáenz de Buruaga ha mostrado su disposición a cedérsela al Ayuntamiento de Santander, lo que hace más factible esa posibilidad.

Foto de grupo del día de la entrega del edificio de la constructora al Ayuntamiento.

La ampliación permitiría mostrar la colección del MAS casi completa y solicitar al Estado la cesión de piezas del Museo del Prado que tiene almacenadas sin poder exponer por falta de espacio, tal como han hecho otras comunidades.

María Quintana

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