Ayuso gana, los demás perdemos

A diario se publican en los periódicos locales cartas de los lectores en las que dan por sentado que Cantabria está excluida de las obras públicas nacionales. Quizá no pasen nunca por la A8 a la altura de Barreda porque en ese caso verían las enormes estructuras y desmontes para hacer la variante hasta Sierrapando, donde hay  otros tantos. Tampoco habrán observado, a la altura del Puerto de Santander, el enlace aéreo a Raos o el gigantesco silo de automóviles. Podría seguir con la nueva estación marítima o la planta de gas para barcos, pero no es cuestión de hacer un relato pormenorizado ni de cantar loas al Gobierno de la nación. Por el contrario, es el momento de mostrar enfado y preocupación por algo que, por el contrario, está pasando desapercibido en todas partes… menos en Cataluña.

Al hacer balance de la inversión estatal realmente materializada en las autonomías siempre hay motivos de escándalo porque son inferiores a las presupuestadas, ya que rara vez es posible cumplir un presupuesto en su totalidad. Lo que no resulta admisible es que lo ejecutado ni siquiera se aproxime a lo aprobado. De nada vale sonreír de oreja a oreja cuando se aprueban en las cuentas anuales porque se recogen obras muy deseadas si luego la mitad de las partidas quedan sin gastar, por retrasos en los proyectos, problemas con las licitaciones o por falta de interés en hacerlo. Y más cuestionable aún es que ese desajuste sea muy distinto en cada comunidad. Eso es lo que enerva en Cataluña, incluso en medios de comunicación no nacionalistas.

El Estado solo ejecutó en Cantabria el año pasado la mitad del presupuesto; en Cataluña, el 36%; en Madrid… el 184%

Para ellos, que solo se haya ejecutado el 37% de lo presupuestado por Sánchez el año pasado es una afrenta, pero que en ese mismo año el gasto del Estado en la comunidad de Madrid haya sido casi el 200% de lo  presupuestado (2.086 millones de euros, 946 millones más de lo que se fijó) resulta ya ominoso.

Debiera serlo para todos, porque todos hemos salido perjudicados. En Cantabria solo se ejecutó la mitad exacta de lo previsto. Cabría pensar que en Madrid ha ocurrido alguna catástrofe en 2021, y eso ha provocado tanto gasto extraordinario, pero se limitó a Filomena, que en teoría se debía resolver con medios municipales y regionales. Por tanto, semejante diligencia e incluso desprendimiento solo cabe achacarlo a un intento de muchos ministros de evitar conflictos con Ayuso, y ese es el precio que pagamos los demás.

El ayusismo funciona, resulte más o menos pedestre en su teoría política, porque funciona el temor. Ningún ministro quiere conflictos si puede evitarlos y los periódicos de Madrid son mucho más potentes que los de provincias. Se pueden permitir un enfado en Teruel, en Salamanca o en Cantabria, pero no en la capital, cuyos confictos que tienen difusión nacional. Lo extraño es que no calcularan mejor lo de Cataluña.

Ayuso está descubriendo una nueva forma de hacer política; también su propio partido, que está dispuesto incluso a dejarle decidir en las listas de Almeida. Feijoo sabe que él acabará tomando el testigo de Sánchez, por mucha capacidad de retorcerse que tenga el líder socialista, pero su auténtico desafío es sobrevivir a la presidenta madrileña si ésta le pone la proa.

Son tiempos difíciles incluso para mantener el apoyo de los propios, como ha comprobado Casado, pero aún entendiendo cómo funciona la política, no es admisible que los fondos públicos se estén repartiendo de esta manera. Madrid tiene una capacidad fiscal infinita, porque allí están las sedes de todas las grandes empresas, y se concentran los trabajos más cualificados. Si no quiere ejercerla, es su problema, pero lo que no es de recibo es que se lo paguemos los demás.

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