La aventura de Cantabria en China puede traer dos fábricas

Hace ocho años, el Gobierno cántabro iniciaba una política radicalmente distinta en el ámbito del comercio internacional. Como en su día hizo Jordi Pujol en Cataluña, el recién nombrado consejero de Industria, Miguel Angel Pesquera, decidió que la forma de vender es ir directamente a donde están los compradores. China se convirtió en el paradigma de esta nueva política. Lo que inicialmente pareció una ocurrencia, con el paso de los meses adquirió visos de normalidad. Para los empresarios cántabros, China pasó a ser un referente bastante más abordable que los países del Este de Europa e, incluso, que el Norte de África. Desde entonces, las empresas locales que exportan a aquel país (62) prácticamente se han duplicado, aunque las ventas no han aumentado en igual proporción.
No todos los empresarios han tenido el éxito que buscaban. Algunos, incluso, tuvieron que retirarse, después de abrir una delegación. Pero casi todos coinciden en que ha sido una experiencia decisiva. Ha cambiado la forma de ver el mercado exterior desde Cantabria y ha demostrado que Asia no es inalcanzable.
Sodercan dedica un millón de euros al año a la internacionalización de las empresas locales, la cantidad más baja de todas las autonomías (Asturias, por ejemplo, destina 7). Tampoco se puede comparar con los 185 millones que gasta el ICEX o los 120 de las Cámaras. Aún siendo modesta, esa palanca ha permitido abrir los ojos de muchos empresarios locales, que han valorado las posibilidades del enorme país asiático casi con la misma expresión de sorpresa con la que llegó Marco Polo.

Un cambio de mentalidad

Vista desde dentro, China cambió muchos puntos de vista en los empresarios. El más notorio fue el de quienes pasaron de pensar en lo que podrían vender a valorar lo que podrían producir allí. Y la propia Consejería reorientó la estrategia, al potenciar que empresas locales abriesen nuevas plantas en China. Lo que podría haber sido considerado como una amenaza por los sindicatos, fue asumido con mucha naturalidad en el ámbito laboral, al convencerse todos de que esas nuevas plantas mejorarían la productividad de la compañía y, a largo plazo, eso daría estabilidad a sus propios empleos. La reflexión podría resumirse así: si no puedes con los chinos, únete a ellos.
En este tiempo, Sodercan ha colaborado en el asentamiento en el país asiático de la empresa de congelados Froxá, de F-Dent, Sniace (pasta de papel y fibras), Teka (electrodomésticos), Textil Santanderina (hilados, tejidos y confección), General Wolder (importaciones), Ecrimesa (microfusión), AMC, The Bath Collection (sanitarios y artículos de baño) y Sonkyo (miniaerogeneradores).
Las expectativas no siempre alcanzaron el éxito. IBL (Blansol) una empresa que se dedica a la fabricación de tuberías plásticas, abandonó en 2009, dos años después de instalarse, y Glezco cerró su despacho en China a los cuatro años de abrirlo y después de haber asesorado a otras empresas de la región para asentarse allí.
La oficina de Sodercan ha permitido que estas empresas, en mayor o menor medida, encontrasen una plataforma para poder entrar en un mercado con tantas peculiaridades como el chino. Los contactos con las compañías locales y, sobre todo, el acceso a los canales institucionales, son imprescindibles para cualquier recién llegado si no quiere naufragar en un mundo tan distinto al occidental.

Los proyectos chinos en Cantabria

Las relaciones han madurado en este tiempo y cada vez son más los proyectos de inversión que se manejan, entre ellos una posible fábrica de fusibles que asentaría en Cantabria la marca china Sanghai Good Run, que busca un socio local con el que desarrollar el proyecto. Su intención es acceder desde nuestra comunidad al mercado europeo después de haber abierto fábricas en Indonesia.
Puede que no sea la única fábrica con capital chino que llegue a Cantabria. Si todo va bien, otra industria de aquel país, Helicez, construirá una planta de hélices en alianza con la empresa local Propulsión Naval. El presidente de Helicez visitó la región en junio y se espera que en breve llegue una delegación del gobierno de Wuyi, el condado donde se encuentra la sede de la compañía, lo que confirma la buena marcha de las negociaciones.
Las inversiones también circulan en sentido contrario. Entre las compañías cántabras que pueden abrir en China está Fonestar, que suministra los equipos de megafonía y ambientación musical a la cadena de tiendas Zara. La expansión de la marca española de moda por el mercado chino parece inevitable que arrastre a Fonestar a establecer una delegación en aquel país.

¿Sobaos en China?

Otra que ha puesto sus ojos en China es la consultora Saciva, que ha desarrollado una metodología en colaboración con el Laboratorio Interprofesional Lechero de Cantabria para mejorar varios aspectos de la producción lechera, desde la calidad de la materia prima en origen al marketing. Dado que Sodercan ha recibido varias consultas de empresas lácteas chinas en este sentido, las posibilidades de alcanzar acuerdos son muy altas. Por su parte, el Grupo Serrano negocia la constitución de una joint-venture con la inmobiliaria china Nanjing Dinglong Building Materials para suministrar sus mármoles a las promociones que realiza.
Quizá la más sorprendente de todas las iniciativas sea la de Sobaos Serafina, una empresa que también ha conocido el mercado chino en las misiones organizadas por el Gobierno cántabro. En estos momentos analiza posibles alianzas para establecer una planta de fabricación en aquel país y no tanto por el hecho de que los chinos se hayan enamorado de los sobaos, un producto que aún desconocen, como por el escaso y poco competitivo mercado de la bollería que el gerente de Serafina ha detectado en aquel país.
Más tecnológico que el sobao es la boya meteorológica construida por Idermar. Si las conversaciones concluyen como se espera, se comercializará en el mercado asiático a través de un grupo chino del sector energético denominado Huayang. En la actualidad, las dos empresas están ultimando los detalles del acuerdo.
A su vez, el fabricante asiático podría vender en España sus disipadores de calor, de patente propia, a través de la empresa cántabra Avalon, con la que está negociando. Avalon también mantiene conversaciones con otro grupo chino, Kitsoft, del sector de las tecnologías de la información, para comprar una parte de su capital e iniciar así su aventura en China.
En dos mundos tan distintos, las alianzas se han convertido en la vía natural de acceso. Los españoles necesitan una guía para moverse por un país tan enorme y complejo y los chinos un colaborador para poder abordar el mercado europeo. Un mutuo servicio que las empresas cántabras parecen dispuestas a aprovechar.

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