Crecer en el jardín

Del frutal a la planta ornamental. O del huerto al jardín. Basta un vistazo a la proliferación de pequeños espacios ajardinados en las viviendas unifamiliares que salpican el paisaje para constatar cómo ha evolucionado la sociedad cántabra en el aprecio del valor estético que aportan las plantas y árboles ornamentales.
Un cambio que ha permitido el fortalecimiento de un sector que da empleo a varios centenares de trabajadores en la región y al surgimiento de empresas cuyas plantillas se equiparan en tamaño a la de algunas industrias. Es el caso de La Encina, creada hace veinte años, y que ahora da empleo a 110 personas. Este crecimiento ha venido acompañado de su interés por explorar nuevos nichos de mercado. Al Centro de Jardinería que posee en Puente Arce, el más grande de Cantabria, se le ha unido en este tiempo la producción de árboles y arbustos ornamentales y la instalación de biofiltros en circuitos cerrados de agua, una aplicación muy demandada en acuicultura.
Un cambio de cultura

Para el despegue de La Encina y de otras empresas de jardinería ha sido preciso un cambio de costumbres de la ciudadanía, desde la mera plantación de frutales hacia ‘una cultura de jardín’, en palabras de su gerente José Saiz. Pero, antes de que eso ocurriera, fue necesario sentar las bases de lo que acabaría siendo un sólido grupo de empresas y hacerlo desde la precaria situación en la que arrancó Saiz, quien, junto a un grupo de compañeros que trabajaban en una firma de jardinería que quebró, se aventuraron a crear su propia empresa en 1990.
La nueva firma no tardó en trasladarse al lugar que ahora ocupa el Centro de Jardinería La Encina, en un terreno de 10.000 m2 propiedad del propio Saiz. Allí se empezó a simultanear la venta de plantas con el mantenimiento de jardines, pero esta primera etapa se cerró en 1999, cuando afloraron algunas divergencias sobre el rumbo que debería tomar el negocio. Saiz, cuyos planes de expansión no eran compartidos por dos de sus socios, acabó comprándoles su participación y reorientando La Encina hacia las nuevas necesidades de la obra civil que se ejecutaba en Cantabria en aquellos años.

Cuidando carreteras

El país avanzaba en la construcción de autopistas pero el ministro Borrell quería reflejar en las obras una conciencia ambiental que cuidaba también del ajardinamiento, para tratar de reducir la brecha que produce la carretera en el paisaje. La plantación de arbustos en las medianas y la limpieza de los arcenes de cualquier resto vegetal requiere un trabajo de mantenimiento que abría nuevas posibilidades de negocio a empresas como La Encina y Saiz no lo desaprovechó. Ya en el año 2000 comenzó a hacerse cargo de alguno de los tramos propiedad del Ministerio de Fomento, como el que une Solares con Bilbao, ocupándose de la poda de la mediana, de la siega con tractores adaptados a las orillas de la autovía y de todo lo relativo al cuidado y la reposición de la vegetación que acompaña a esta carretera.
La colaboración de la empresa con el Ministerio de Fomento se ha extendido a la Ronda de la Bahía y al tramo Solares-La Encina, que rematará –el aún lejano día en que se acabe– la Autovía del Cantábrico a su paso por nuestra comunidad.
Una de las tareas encomendadas es la lucha contra los plumeros, esa especie extraña que coloniza los taludes y amenaza con extenderse a los campos.
También el Gobierno de Cantabria ha contratado con La Encina la limpieza y el mantenimiento de la mitad de la red regional de carreteras, un trabajo que ocupa permanentemente a quince de los trabajadores de esta empresa de jardinería, de cuyos trabajos se sirven, asimismo, los ayuntamientos de Suances, Marina de Cudeyo y Ribamontán al Mar.
La importancia adquirida por esta vertiente del negocio ha llevado a que suponga ya más del 50% de la facturación de La Encina. El resto es el resultado de las ventas del centro de jardinería, que se ha convertido en un referente en el área metropolitana de Santander.

Arboles criados en Cantabria

La evolución de la firma en los últimos diez años la ha llevado de tributar por módulos –lo que significaba que sus ventas no pasaban de los 80 millones de pesetas en 1999– a facturar cerca de seis millones de euros en 2009.
Una de las razones de este crecimiento ha sido su capacidad para diversificar, como lo demuestran las dos empresas creadas para la producción de especies vegetales leñosas, Bosques Ornamentales y Vivero Puente Viesgo, con las que abastece de árboles y arbustos su centro de jardinería. Los Viveros aportan los arbustos y las pequeñas coníferas, que cultiva en las seis hectáreas de plantaciones de que dispone en Puente Viesgo y Bosques Ornamentales se dedica a la producción de arbolado en fincas repartidas por Pontones, Oruña, Puente Arce, Castañeda y Barcenilla.
Nada menos que 300.000 árboles de 150 especies ornamentales o de reploblación diferentes crecen en estas fincas arrendadas. Son inversiones sin un retorno inmediato, porque desde el momento en que se plantan los árboles hasta que alcanzan el tamaño adecuado para su comercialización pasan entre cinco y seis años, pero es un negocio en el que el Grupo confía.
Además de seguir perfeccionando la compleja técnica del injertado, La Encina se ha marcado como objetivo llegar a vender 180.000 árboles al año, lo que requeriría 200 hectáreas de plantaciones.
Para lograrlo, está buscando más terrenos en otras localidades de Cantabria, ofreciendo a sus propietarios fórmulas que van desde el simple arrendamiento del suelo hasta la asociación en el negocio. No es fácil abrirse paso en la región con este planteamiento, ya que además del minifundismo que predomina en el suelo rústico, tampoco existe entre los propietarios una cultura de explotación del terreno que no esté asociada a la ganadería.
Quienes sí lo entendieron rápidamente fueron unos empresarios mejicanos, oriundos de Cantabria, y propietarios de varias fincas en Pontones. Las nueve hectáreas que Bosques Ornamentales explota en esa localidad se han logrado por la vía de la participación de sus titulares en el negocio de la venta de árboles ornamentales.

Y también I+D

La inquietud de José Saiz no solo le ha llevado a crear las empresas de producción de especies arbóreas, el Centro de Jardinería La Encina y la sociedad Aguas Vivas, dedicada a los biofiltros para acuicultura. También le ha impulsado a participar en varios proyectos de investigación en campos que van desde el análisis de la capacidad de absorción de CO2 en una especie autóctona como la encina (quercus ilex), dentro del proyecto ‘CarboCantabria’ para combatir el cambio climático, hasta el aprovechamiento de las microalgas en aplicaciones energéticas, farmacéuticas o de alimentación.
Son nuevos territorios por explorar y nuevas oportunidades para la diversificación de un grupo de empresas cuya semilla se plantó hace veinte años en un pequeño negocio de jardinería.

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