Lactiber abandona el proyecto de hacer una nueva fábrica en Renedo

El sector lácteo no está para muchas alegrías. Ni los ganaderos, que cobran cantidades ridículas por la leche que producen, ni los industriales que, a pesar de pagar poco, se están quedando sin márgenes y un buen ejemplo es el mal momento que atraviesa Pascual. Las cosas deben rodar mejor para las leches más baratas y aquellas que se envasan con la marca de la cadena comercial que las distribuye, pero tampoco esas pasan un buen momento y eso ha influido decisivamente en la ruptura de la alianza entre la cooperativa cordobesa Covap y la vasca Iparlat para construir en Cantabria una nueva envasadora de leche destinada exclusivamente a Mercadona.
El proyecto pasaba por una progresiva integración de activos entre ambas sociedades y la creación de una nueva fábrica, de grandes dimensiones en Renedo de Piélagos, donde habían encontrado un apoyo muy decidido del Gobierno de Cantabria. Esa factoría sería la primera en asentarse en el futuro polígono industrial de La Pasiega y, de alguna forma, era la encargada de impulsarlo. Una vez perdida esta locomotora, el PSIR que se puso en marcha para crear el polígono –que por otra parte, va muy retrasado– ya no parece que corra demasiada prisa, porque las pocas empresas que se han mostrado interesadas por ese suelo pueden ser alojadas en otros cercanos, como el que se construirá en Parbayón sobre terrenos del antiguo INI (hoy de Infoinvest).
La Pasiega era uno de los proyectos de suelo industrial más ambiciosos del Gobierno, y se justificaba en unos años en que la demanda parecía desbordada, pero en estos momentos las peticiones han descendido y para acogerlas bastaría el suelo de los polígonos que ya están en fase de comercialización, como los de Reocín, Marina-Medio Cudeyo o el Parque Científico y Tecnológico.

Un solo cliente

Lactiber se creó a comienzos de 2007 en función de las necesidades de Mercadona, dado que los dos socios son los proveedores de la leche que la compañía valenciana de distribución comercializa con su propia marca. Un cliente de un tamaño semejante no genera grandes márgenes pero sí mucho volumen y eso permitía tener importantes expectativas para la fábrica cántabra que estaba dimensionada para procesar y envasar, en una primera fase, 200 millones de litros al año, casi la mitad de la producción de leche de Cantabria.
Construir la nueva planta de bricks y leche esterilizada iba a suponer una inversión de 35 millones de euros que, en parte, se sufragarían con el suelo liberado por la actual fábrica de Iparlat en Renedo, Andía Lácteos. La intención era cerrarla y trasladar a la nueva industria al centenar de trabajadores que prestan en ella sus servicios, a los que se unirían otros tantos más.
Las crecientes demandas de leche de Mercadona llevaron a los socios de Lactiber más lejos, incluso, de lo que pensaban, al integrar en el proyecto plantas de la cooperativa gallega Feiraco y constituir una filial Lactiber León, tras adquirir al Grupo Ebro-Puleva una fábrica láctea que poseía en Trobajo de Cerecedo, donde recientemente se ha instalado una nueva línea de producción y está prevista otra más. Lactiber León también tiene terrenos en la localidad lucense de Castro de Ribeiras de Leas, que en su momento fueron adquiridos con la intención de montar otra planta, si bien ese proyecto también está parado.
Hasta la crisis general, la evolución de Lactiber parecía muy rápida. En los once meses que tuvo de operatividad en 2007 facturó 243,6 millones de euros y tenía previsto cerrar 2008 con unas ventas de 300 millones.

La fábrica cántabra vuelve a Iparlat

En el proceso de integración, la vieja fábrica de Renedo ya había pasado a formar parte del capital de Lactiber, cuya sede social se fijó en Cantabria, de forma que ahora tendrá que hacer el camino de vuelta, para retornar a manos de la guipuzcoana Iparlat.
La guipuzcoana y la cordobesa Cooperativa Valle de los Pedroches (Covap) sólo mantendrán un proyecto conjunto: Lactiber León, en donde se reparten el accionariado al 50% y con la que en 2007 facturaron 9,7 millones de euros. En todo lo demás, los dos socios vuelven a sus dominios anteriores y ambos continuarán siendo lo que Mercadona denomina ‘interproveedores’, es decir, los suministradores que envasan directamente con la marca de las tiendas.

Iparlat, forzado a dejar Kaiku

La situación interna del socio vasco también ha cambiado. En las últimas semanas, Iparlat ha abandonado el accionariado de Kaiku Corporación Alimentaria forzada por la propia Mercadona, a la que vende el 70% de su producción. El resto corresponde a sus marcas propias: Kaiku, Gurelesa, Beyena…
Mercadona pide la exclusividad a sus interproveedores e Iparlat, a su entender, no la cumplía, porque a través de su participada Kaiku Corporación suministra a otras grandes cadenas los productos de más valor añadido, como los yogures o los alimentos probióticos.
Frente a la alternativa de que Kaiku se viese forzada a dejar de vender a cualquier otro cliente, la única solución para que Iparlat conservase a Mercadona como cliente era abandonar el accionariado de Kaiku, así que ha optado por desprenderse del 18,58% que poseía en esa compañía. Esa circunstancia ha desencadenado más cambios internos y Caja Rural de Navarra también ha vendido parte de las suyas. El comprador ha sido el grupo suizo Emmi, que ya estaba en el accionariado y ahora pasa a convertirse en el principal accionista de Kaiku, con más de un 40%. El resto del capital se lo reparten el Gobierno Vasco, la caja vizcaína Ipar Kutxa y una serie de cooperativas ganaderas, entre ellas varias cántabras.

Malestar de los cooperativistas

Aunque Emmi es un grupo cooperativista de ganaderos suizos, las cooperativas vascas no están nada conformes de que ahora tengan el control de la compañía. Se quejan de que durante años tuvieron que vender su leche a la empresa a bajo precio para sacarla adelante y piden una parte de los 12 millones de euros que Iparlat ha sacado en la operación, como creadores de ese valor.
Pero su auténtica queja proviene de la sensación de que el Gobierno vasco pasa a la retaguardia en este proyecto, una vez que ha encontrado un socio mayoritario en los suizos. En las dos últimas décadas, el Departamento de Agricultura del Gobierno Vasco ha sido el mentor de cuanto ha ocurrido en el sector lácteo de esa comunidad, impulsando una centralización industrial con una generosísima política de subvenciones y de ampliaciones de capital para este proyecto, en las que siempre se escudó en el carácter cooperativo que tiene. Una política proteccionista que también se ha dado con el Gobierno cántabro, aunque con menores recursos, lo que en el caso de Cantabria –donde Iparlat no es un monopolio– causa el enfado de otros competidores, que nunca se han visto igual de atendidos.
La evidencia de la estrecha relación entre el Gobierno vasco y la empresa está en los numerosos cargos de la Consejería de Agricultura que han pasado a ser responsables de Iparlat, empezando por su consejero delegado.
La sensación de los ganaderos vascos es que esta tutela pública ha concluido y con ella el proyecto Iparlat como tal. Un cambio que también puede tener notables repercusiones en la fábrica de Cantabria.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora