Arnuero convierte el municipio en un ecoparque

A resultas de la carretera de los puentes, construida por Hormaechea con aquiescencia del Gobierno central, España recibió la mayor sanción comunitaria que se haya impuesto a un país socio por intervenir en una zona húmeda. Para hacer frente a la decisión comunitaria, nuestro país tuvo que comprometerse a realizar inversiones muy importantes para regenerar las marismas, pero ni el Gobierno regional ni los ayuntamientos de la zona han mostrado mucha cintura en aprovechar esta oportunidad, más interesados en otras infraestructuras. Uno de los pocos que han acudido a Madrid a pedir ha sido el Ayuntamiento de Arnuero, que ha conseguido comprometer al Ministerio de Medio Ambiente en una actuación de alrededor de mil millones de pesetas para la recuperación de la marisma y del derruido molino de mareas de Santa Olalla, que se convertirá en un observatorio de los flujos mareales.
La marisma, declarada reserva natural en 1992, ha pasado de ser un problema, por limitar los usos de buena parte del suelo del municipio, a convertirse en una oportunidad y así lo ha entendido la corporación que preside José Manuel Igual. El alcalde, principal abanderado de la causa, ha convertido la marisma en el eje de un proyecto turístico-ecológico que abarca todo el municipio, cuyo estado general de conservación paisajística es muy bueno. Con este modelo de turismo se pretende preservar los valores medioambientales y resolver dos carencias del modelo actual: la estacionalidad y la concentración casi absoluta en un pequeño espacio de Isla, donde se acumula la abrumadora mayoría de las 2.000 plazas hoteleras que tiene el municipio.

Repartir los visitantes

El Ecoparque es un modelo turístico más sofisticado que la simple playa, ya que pretende crear experiencias en los visitantes, que seguirán los senderos del paisaje y de la historia, ya que se aprovechará para mostrar las huellas que han dejado los canteros y campaneros trasmeranos por todo el país, especialmente en los siglos XVI y XVII, donde su aportación a la arquitectura civil fue fundamental, o las que quedan dentro del municipio, como las espléndidas torres de Venero, Cabrahigo o Rebollar y el palacio de los Condes de Isla.
En una reciente visita, el ministro Jaume Matas ya ha podido comprobar una sensible mejora en la situación de la marisma, donde ahora comenzarán a extraerse las miles de toneladas de tierras que durante cuarenta años se han vertido en ella con intención de ir rellenándola. La marisma del Joyel es una joya natural, clave en la ruta de las aves que migran al Norte de Europa y en buena parte de su trazado ya se han realizado los senderos y puestos de observación que atraerán en el futuro a un tipo de turismo muy distinto del que se ha buscado en otros municipios próximos.
En las estribaciones se encuentra la Casona de la Marisma, un viejo edificio incendiado que será recuperado como centro de interpretación sobre el ecosistema de la zona.

Un paisaje diferente

Arnuero va a aprovechar prácticamente todo el municipio como ecoparque, dadas las condiciones que presenta para ello, con un estado de conservación del paisaje natural sorprendente en una zona con tantas presiones urbanísticas. Sus dos puntos más conflictivos, Quejo (Isla) en donde en muy poco espacio se ha acumulado un notable entramado hostelero, y la zona urbanizada de la playa de la Arena, no son tan significativos como pueda parecer en un conjunto de casi 25 km2, donde quedan casi vírgenes un enorme monte –El Cincho–, la recoleta ría de Castellano –desembocadura del río Campiazo que culmina en la playa de la Arena– o las mieses con masas boscosas de encina mediterránea y caliza que ofrecen un cálido paisaje, muy distinto al del resto de la región.

El problema de La Arena

El Ayuntamiento ha encontrado el respaldo del Ministerio de Medio Ambiente para las actuaciones sobre la marisma y para la adquisición de 42 hectáreas de terreno que completasen el suelo de carácter público, con una mínima aportación del Gobierno regional, que no ha llegado a los diez millones de pesetas, y ahora busca financiación para los proyectos de índole cultural, dado que sus recursos son muy modestos. Tanto que, si se viera obligado a acometer por sus medios el derribo de las 144 viviendas de La Arena, como reza en la sentencia judicial, los 40 millones que cuesta agotarían su presupuesto de inversiones de dos años. Mucho menos podría hacer frente a las indemnizaciones a los vecinos, en las que inevitablemente tendrá que subrogarse el Gobierno regional, ya que ascenderán a varios miles de millones de pesetas.
Las actuaciones ecoculturales contrastan con la percepción exterior del municipio que, a consecuencia del problema heredado en La Arena, se encuentra con una imagen muy negativa y una fuente de conflicto permanente, ya que parte de los afectados son vecinos de la zona que cambiaron terrenos por apartamentos de los dos bloques que nunca llegaron a concluirse.

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