CLUSTERS: Las empresas cántabras apuestan por las alianzas para acceder a grandes contratos

Antes de la crisis de 2008 ya se habían creado en Cantabria los clusters de automoción y de energías marinas, pero el cambio de escenario económico paralizó la constitución de nuevas agrupaciones de empresas, hasta que la vuelta de Salvador Blanco a Sodercan empujó esta política destinada a dar tamaño y notoriedad a las compañías locales, agrupando toda la cadena de valor, para optar a mercados a los que por sí solas no podrían acceder. Ya hay siete clústers en la comunidad y varias agrupaciones de exportación, con casi 150 empresas integradas y el apoyo de muchos organismos. La mayoría de los integrantes se muestran muy satisfechos, al sentirse protagonistas de un cambio de dimensión, romper con la idea de que en Cantabria es imposible la cooperación y, sobre todo, por haber estrechado el contacto con muchas empresas de la región con las que no lo tenían.


En 2017 Sodercan puso en marcha un ambicioso programa de comercio exterior, para impulsar la salida de las empresas cántabras a los mercados internacionales. Ya se había ensayado en la década anterior, con la creación de dos clústers, los de automoción y energías marinas, numerosos viajes de prospección e, incluso propiciando alianzas para el desembarco en China, pero resultó demasiado precipitado y muy pocas de ellas habían cuajado cuando llegó la crisis de 2008.

El principal problema de las empresas cántabras es que no tienen dimensión suficiente para rentabilizar esas iniciativas y menos aún para aspirar a contratos de importancia, los que por lo general van a parar a multinacionales. Incluso en el mercado interior se encuentran frecuentemente con ese problema.

Cantabria siempre ha sido una región individualista, poco propicia para la colaboración, tampoco entre empresas, pero Sodercan volvió a insistir por otra vía, la creación de clústers de compañías pertenecientes al mismo sector, agrupando toda la cadena de valor que generan, para lo que abrió una línea de financiación. El éxito ha sido indudable, quizá porque la gran crisis de 2008 puso en evidencia la necesidad de ganar tamaño y, poco a poco, empezaron a decantarse las alianzas. Hasta el momento, se han creado en la región siete clústers y dos agrupaciones de empresas, lo que da indica que el espíritu de colaboración va prendiendo.

Con una dotación modesta, la puesta en marcha de los programas gubernamentales de ayudas, aunque no hayan tenido una dotación económica elevada, ha propiciado, incluso, la aparición de clústers que nadie presumía, como el de Defensa, dado que aparentemente eran pocas las empresas de Cantabria vinculadas a ese sector. La realidad demostró que, por una u otra vía, de la región salen  textiles para la uniformidad de ejércitos de varios países, piezas para barcos de guerra, sistemas de radiofrecuencia vitales para la guerra electrónica e, incluso, el motor del futuro submarino español.

Con ser importante que estos fabricantes tuvieran contacto entre ellos, lo es más el haber abierto las puertas a que muchas otras empresas de la región puedan participar en los futuros megacontratos de Defensa, que requieren fabricaciones de todo tipo.

Algunos clústers que nadie imaginó

Los clústers nuevos y los ya existentes no solo han aflorado un sector que no parecía existir. Cantabria también ha descubierto su potencial en el equipamiento y desmantelamiento de centrales nucleares, con el Clúster Nuclear; en la automoción, con el GIRA; en la industria de construcción naval, con la creación del clúster Marca o en el desarrollo de las energías renovables marinas, que sustituirán con ventaja a las terrestres.

En el campo de la informática y telecomunicaciones, a pesar del crecimiento que han tenido compañías como CIC, Quiter, Semicrol o Ámbar, y de su valiente salida al exterior, eran demasiado pequeñas para aspirar a los grandes contratos internacionales, y la creación de un clúster que se va a presentar en las próximas semanas dará idea de la masa crítica que ha alcanzado esta actividad en Cantabria.

Es evidente lo mucho que le deben a la Universidad de Cantabria la mayoría de estos sectores, especialmente los de empresas TIC; el de las renovables marinas, con el IH; o el de Defensa, ya que casi todas las empresas de radiofrecuencia se han gestado en los laboratorios de la Escuela de Ingenieros de Telecomunicaciones. Pero si hay un clúster del que es directamente promotora es el del Fuego, ya que fue un grupo de investigación de la UC, el Gidai, el impulsor inicial. Un sector aparentemente pequeño pero que demostrará el negocio que representan los ensayos y certificaciones cuando se afectan a un universo tan grande como el de los productos para la construcción.

Si los clusters son lobbies que buscan notoriedad y contacto entre empresas, las unidades agrupadas de exportación van directamente dirigidas a la captación de contratos o canales de venta, como ocurre con Santander Fine Food, que agrupa a media docena de fabricantes de productos agroalimentarios de calidad, o Santander Global Metal, en el campo de la calderería y la metalurgia en general.

En total, un centenar y medio de empresas y organismos están implicados ya en estos clústers y agrupaciones, la mayoría de Cantabria, pero no todos. Y es que la alianzas también van a romper los límites regionales, a medida que se alcancen objetivos. La globalización exige actores muy potentes para desenvolverse en el gran mercado internacional, y las alianzas han dejado de ser una opción para convertirse en una necesidad. Incluso las multinacionales han entrado en un proceso permanente de fusiones y absorciones para seguir ganando tamaño, lo que indica bien a las claras por dónde van los tiros.

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